Porque de ser ello cierto, ?que le impide a usted acudir a la policia? Goodwin queria hacerlo.
– Goodwin no queria. Se limito a amenazarme con ella.
– Pero la amenaza dio resultado. ?Por que?
– Ya lo sabe usted de sobra. Porque yo queria oir lo que contienen los cilindros.
– Cierto que lo queria usted. Como que ofrecio cinco mil dolares a cambio. ?Por que razon?
– ?Tengo que decirselo?
– No, no tiene usted que hacerlo. Le conviene a usted.
O’Neill trago saliva; con toda seguridad nos habia mandado al demonio treinta veces en treinta minutos.
– Porque tengo motivos para suponer, como los tiene usted, que son dictados confidenciales de Cheney Boone y que pueden tener que ver con su asesinato. Por tal razon, tengo interes en saber lo que dicen.
– Es usted inconsecuente -dijo Wolfe en tono de reproche-. Anteayer, sentado en esta misma silla, el punto de vista de usted era que la A.I.N. no tenia ninguna relacion con el crimen y que por ello no le importaba nada. Otra cosa: Usted no intento sobornar al senor Goodwin para que le dejase escuchar los cilindros. Le quiso comprar para que le dejase a usted cuatro horas a solas con ellos. ?Queria usted desorientarnos a todas, a la policia, al F.B.I. y a mi?
– Si, asi es, si es que quiere usted usar tal expresion. Yo no tenia confianza en usted y ahora…
Podria reproducir por entero todas sus palabras, que estan aun consignadas en mis notas, pero no vale la pena. Wolfe determino, mas para pasar el rato que por otra cosa, examinar minuciosamente el episodio de la llamada telefonica de Dorothy Unger y la llegada del sobre. Le obligo a O’Neill a repasar este suceso, a recorrerlo en todas direcciones una y otra vez y el se vio obligado a hacerlo, en contra de sus instintos e inclinaciones mas vigorosos, porque se daba cuenta de que solo con esta condicion conseguiria enterarse del contenido de los cilindros. Me harte hasta tal punto de estas repeticiones que cuando sono la campanilla de la puerta, celebre la interrupcion sinceramente.
O’Neill se puso en pie de un salto y salio a la puerta. En ella estaba una mujer de mediana edad y cara cuadrada, a la cual el saludo con el nombre de Gretty, cogio el sobre que ella le entrego y le dio las gracias.
Al volver al despacho, nos permitio a Wolfe y a mi examinarlo en mano, pero no se aparto mucho de nosotros. Era un sobre de oficio de la, O.R.P., con el membrete: de la oficina, de Nueva York, y su nombre y senas escritos a maquina. En el angulo llevaba un sello de tres centavos y cinco centimetros a la izquierda habia otros cuatro sellos del mismo valor. Debajo estaba escrito a mano con un lapiz azul: «CORREO URGENTE». En el interior habia una circular de la O.R.P. impresa en multicopista, de fecha 27 de marzo, que se referia a los precios de tasa del cobre y de los objetos de bronce. Cuando Wolfe se lo hubo devuelto a O’Neill y este metido en el bolsillo, observe:
– Los empleados de Correos son cada dia mas negligentes. El sello de la esquina esta matado y los otros no.
– ?Que? -dijo O’Neill sacando el sobre del bolsillo y mirandolo-. ?Que pasa?
– Nada -dijo secamente Wolfe-. Al senor Goodwin le gusta enredar las cosas. No significa nada.
No veia razon alguna para que yo no contribuyese a pasar el tiempo de la espera, y me dolio aquella fea costumbre de Wolfe de hacer estas observaciones personales delante de gente extrana, y sobre todo enemiga. Tenia la boca abierta para contestar, cuando sono de nuevo la campanilla. Cuando sali a abrir, O’Neill vino tambien conmigo. Al verle ir y venir, habrian creido ustedes que se estaba entrenando para ordenanza de nuestra casa.
Era el empleado de la «Stenophone». O’Neill le acogio excusandose por haberle estropeado el domingo, no sin aludir al presidente de la Compania, y yo ayude a entrar la maquina. No fue cosa de mucho trabajo, porque Wolfe habia explicado ya por telefono que no necesitabamos el equipo grabador. El reproductor no pesaba mas de veinte kilos. El empleado lo hizo entrar, empujandolo para que rodase, en la oficina. En menos de cinco minutos estabamos ya todos enterados de su funcionamiento. Luego, como no parecia deseoso de entretenerse, le dejamos marchar. Cuando volvi al despacho, despues de ensenarle la salida al empleado, Wolfe me miro con cierta expresion de connivencia y prevencion y me dijo:
– Archie, si quiere usted traer el sombrero y el abrigo del senor O’Neill… El senor se marcha.
O’Neill se lo quedo mirando un instante y luego se echo a reir. O por lo menos articulo un ruido. Luego trato de mirarnos a Wolfe y a mi a la vez.
– Vaya, vaya -dijo de muy mal talante-. ?Se ha figurado usted que le va a tomar el pelo a Don O’Neill? Yo le puedo asegurar que no lo conseguira.
– ?Bah! -respondio Wolfe-. No le he dado a usted palabra de dejarle oir lo que dicen los cilindros. Seria absolutamente incorrecto que un funcionarlo de la A.I.N., escuchase los dictados confidenciales del director de la O.R.P., aun despues de haber sido asesinado este. Hace un rato dijo usted que no tenia confianza en mi. Ahora manifiesta usted sorprenderse de que yo no sea de fiar. Es usted extremadamente inconsecuente. Bien, senor mio, ?quiere usted salir andando?
– No pienso dejar esta habitacion.
– Archie…
Yo me dirigi hacia el. No se movio. Por la expresion de su cara, comprendi que si hubiera podido valerse de algun objeto ofensivo, lo habria hecho. Le cogi del brazo y le dije:
– Vamos, vamos, venga usted con Archie… Debe usted pesar unos setenta y cinco kilos. No quiero llevarle a rastras.
O’Neill trato de dirigirme un punetazo a la mandibula, o por lo menos esta parecio que era su intencion, pero el hombre era demasiado lento para estos menesteres. Sin hacer caso de su proposito, quise cogerle por la espalda y el picaro de el me dio una patada. Quiso llegar mas arriba, pero no paso de la rodilla. No dire que me hiciese mucho dano, pero la cosa no me gusto. Por ello le di un golpe con la izquierda en el cuello, debajo de la oreja, y el hombre se derrumbo. Supuse que esto le aclararla las ideas, pero volvio a levantarse y trato de darme otra patada. Tuve que usar la derecha, tambien contra el cuello para no hacerme dano con los nudillos y volvio a caer, esta vez sin sentido.
Le dije a Wolfe que llamase a Fritz para que abriese la puerta y entonces me di cuenta de que Fritz estaba ya presente. Cogi mi desfallecido adversario por los tobillos y lo arrastre a traves del vestibulo hasta la puerta, y luego lo deposite en el descansillo. Fritz me dio su abrigo y su sombrero, los deje caer encima de el, volvi a entrar y cerre la puerta.
En el despacho le dije a Wolfe:
– Este senor, ?pertenece al comite ejecutivo tambien o era solo el presidente del comite del banquete? Mientras le arrastraba, trataba de acordarme de este detalle.
– Me disgusta la violencia -dijo Wolfe-. No le dije a usted que le golpeara.
– Quiso darme, una coz. Y en realidad me la dio. La proxima vez se cuidara usted de semejantes casos.
– Ponga en marcha el aparato -dijo Wolfe encogiendose de hombros.
Capitulo XV
Tardamos mas de una hora en pasar los diez cilindros, sin contar el tiempo que estuvimos fuera para almorzar. Puse en marcha el primero de ellos a la velocidad recomendada por nuestro instructor, pero llevaba solo unos segundos funcionando cuando Wolfe me dijo que lo frenase. Despues de haber escuchado a Cheney Boone en la radio, esperaba que los cilindros sonasen igual, pero aunque habia bastante semejanza entre ambas voces, esta parecia ser de tono mas agudo y las palabras eran mas distintas. El primer dictado decia asi:
«Seis-setenta y nueve. Personal. Senor Pritchard. Mi distinguido amigo: Muchas gracias por su carta, pero he decidido no adquirir un perro de Chesapeake, sino un «setter» Irlandes. No tengo nada contra los de Chesapeake y no existe otra razon de esta postura mas que la imprevisible oscilacion de las decisiones humanas. Suyo afectisimo. Seis-ochenta: Senor Ambruster. Mi distinguido amigo: Me acuerdo muy bien de aquella jornada tan agradable de San Luis y lamento profundamente la imposibilidad de estar presente en la reunion de primavera de su esplendida organizacion. La proxima vez que vaya a San Luis me pondre en contacto con usted. El material que usted solicita se le enviara sin tardanza, y si no le llega a usted dentro, de breve plazo, sirvase damelo a conocer. Con afectuosos saludos para usted y los mejores votos para el exito de su reunion, suyo afectisimo. Seis-ochenta y una. Minuta… No, hagalo en forma de carta dirigida a todos los directores regionales. A nombre de cada uno. Sirvase usted devolver a esta oficina inmediatamente los ejemplares, anticipados que se le mandaron para publicar en la Prensa