proponer y que no puede prestarnos ayuda?
– Les ayudo a ustedes todo lo que puedo. Estoy pagando a un hombre veinte dolares diarios para que explore la posibilidad de que la senorita Gunther rompiese aquel cilindro en mil pedazos y los echase a la, basura en Washington. Esto, Suponiendo lo peor, porque dudo de que lo destruyese. Creo que esperaba valerse de el algun dia.
Hombert se removio en la silla como si la idea de perseguir un insignificante cilindro, posiblemente roto, le irritase.
– Venga -dijo con impaciencia-, diganos usted que es lo que proporciona una idea clara de quien es el asesino. Empiece.
– No es una sola cosa.
– No me importa que sean una docena. Tratare de recordarlas. ?Que son?
– No, senor -dijo Wolfe.
– ?Por que no?
– Me fundo en el estupido trato que han dado ustedes al senor Cramer. Si mis observaciones les pareciesen interesantes, y creo que asi sucederia, se las transmitirian ustedes al senor Ash y sabe Dios que se les ocurriria hacer. Hasta por pura chamba, podria ocurrir que sus actos condujesen a esclarecer el caso, y yo no me detendre ante nada con tal de evitar este resultado. ?Ayudar al senor Ash a conseguir un triunfo? ?Dios lo impida! Ademas - dijo dirigiendose a Hombert- les he dado a ustedes el mejor consejo que ha estado en mi mano. Busquen este cilindro. Empleen en ello cien hombres, mil, pero encuentrenlo.
– No pasamos por alto ese maldito cilindro. Pero diga, ?cree usted que la senorita Gunther sabia quien mato a Boone?
– Claro que si.
– Naturalmente, le gusto a usted el curso de los acontecimientos -intervino Skinner-. Si la senorita Gunther sabia quien era el criminal y este era de la A.I.N., nos lo habria entregado en bandeja. Solo cabe ahora que sea uno de los otros cuatro: Dexter, Kates o las senoras Boone.
– En absoluto -contradijo Wolfe.
– ?Claro que si!
– No -dijo suspirando Wolfe-. Estan ustedes desdenando el detalle principal. ?Cual ha sido la caracteristica mas sobresaliente de este caso durante toda la semana? Que el publico, el pueblo, ha procedido a juzgar, como siempre, sin esperar siquiera a que se produjese una detencion y sin disension alguna, ha sentenciado no a una sola persona, sino a una corporacion. Esto es lo notable, El tallo dice que la A.I.N. asesino a Cheney Boone. Supongo que supiese que era el joven Erskine. ?Le habria denunciado? No: ella estaba entregada en cuerpo y alma a los intereses de la O.R.P. Veia la ola de indignacion y rencor contra la A.I.N. que iba creciendo en fuerza e intensidad. Se daba cuenta de que si esta marea se prolongaba algun tiempo, resultaria en desacreditar completamente a la A.I.N. a sus propositos, iniciativas y objetivos. Era lo bastante inteligente para calcular que si se detenia a un individuo con buenas pruebas, fuese quien fuese, la mayor parte de este rencor contra la A.I.N. y se desviaria de esta para recaer en el. ?Que haria? -prosiguio Wolfe-. Si contaba con pruebas contra el senor Erskine, o contra cualquier otra persona, las suprimiria, pero no las destruirla, porque no queria que el criminal escapase al final a su castigo. Las pondria en un lugar donde no se las pudiese descubrir, pero de donde ella las pudiese retirar y exhibirlas cuando llegase el momento, que seria cuando la A.I.N. estuviese lo bastante perjudicada. No hace falta siquiera presumir que fuese la lealtad a la O.R.P. su motivo principal. Supongan que fuese la devocion personal al senor Boone y su deseo de vengarle. La mejor venganza, la perfecta, seria emplear su muerte para causar el fracaso y la destruccion de la organizacion que le habia odiado y habia intentado aniquilarle. En mi opinion, la senorita Gunther era capaz de ello. Era una joven muy notable, pero cometio la falta de dejar enterar al asesino de que ella conocia su identidad, y lo pago con la vida. De todas maneras, observen ustedes que tambien su muerte sirvio al mismo proposito. En las dos ultimas jornadas, la ola de odio contra la A.I.N. ha crecido inimaginablemente. Se esta introduciendo en lo hondo de los sentimientos del pueblo y dentro de poco sera imposible de extraerla de alli. No, senor Skinner, la senorita Gunther, aun conociendo la identidad del asesino, no queria destrozar a mis clientes. Ademas, yo no tengo a ninguna persona por cliente. Mis cheques vienen de la A.I.N., la cual, por carecer de encamacion, no puede cometer crimen alguno. Y hablando de cheques. Ya habra usted visto el anuncio de la A.I.N. que ofrece cien mil dolares a quien descubra al asesino. Podria usted indicar a sus hombres que quien encuentre el cilindro perdido, podra conseguir la recompensa.
– ?Ah, si? -dijo esceptico Hombert-. Es usted tan torpe como Cramer. ?De donde saca usted esta maldita seguridad acerca del cilindro? ?Lo tiene usted en el bolsillo?
– No, ?ojala!
– ?Por que se siente usted tan seguro?
– Bueno, no puedo explicarlo en dos palabras.
– Disponemos de todo el tiempo que haga falta.
– ?No se lo explico el senor Cramer?
– Olvidese de Cramer. No tiene nada que ver en esto.
– Lo cual no le favorece a usted en nada. Pues bien, estuvo claro desde el principio que la senorita Gunther mentia al hablar de la caja de cuero. El senor Cramer lo sabia, claro. Cuatro personas declararon haberla visto salir del salon de recepcion con ella, gente que en aquel momento no podia tener idea de que el contenido de la caja se relacionaba con el crimen, a menos que estuviesen complicadas en el, cosa que no se puede suponer sin insidia. Por ello no tenian razon alguna para mentir. Ademas la senora Boone mal podia acusar de falsedad a la senorita Gunther y se encontraba en la misma mesa que ella. De esta forma, se evidencio que la senorita Gunther mentia. ?Lo comprenden?
– Prosiga usted -gruno Skinner.
– Trato de hacerlo. ?Por que mintio en lo de la caja y pretendio que habia desaparecido? Sin duda alguna, porque no queria que el contenido de ninguno de los cilindros fuese conocido de otras personas. ?Por que no queria? No solo porque contuviesen informaciones confidenciales de la O.R.P., porque semejante texto podia haber sido confiado sin temor al F.B.I. Pero ella audaz y desenfadadamente elimino los cilindros. Lo hizo porque en ello habia algo que senalaba directa e inequivocamente al asesino del senor Boone…
– No, esto no es admisible -Interrumpio Hombert-. Mintio acerca de la caja antes de saberlo. Nos mintio el miercoles por la manana, la manana siguiente a la muerte de Boone, diciendo que habia dejado la caja en el alfeizar de una ventana, antes de haber tenido ocasion de escuchar lo que decian los cilindros. No podia saberlo.
– Si, podia.
– ?Que podia saber lo que expresaban los cilindros antes de haber tenido a mano un «Stenophone»?
– Claro, por lo menos en cuanto se refiere a uno de ellos. El senor Boone se lo diria cuando le entrego la caja el martes por la noche en la habitacion donde poco despues seria asesinado. La senorita Gunther mintio tambien acerca de este detalle, como es natural. De la manera mas convincente me quiso enganar el viernes por la noche en mi oficina. La podia haber advertido de que era de una desvergonzada audacia, pero no quise molestarme en hacerlo, porque hubiera sido gastar saliva en balde. En su caracter no entraba la precaucion ante el peligro, como lo demuestra el que, si no, no hubiera dejado a un hombre a quien sabia capaz de matar, acercarse tanto, a ella en el descansillo de la escalera. Era una mujer real mente extraordinaria. Seria interesante saber donde oculto la caja con los cilindros hasta el jueves por la tarde Hubiera sido demasiado arriesgado el esconderla en el piso del senor Kates, porque podia ser registrado por la policia en cualquier momento. Quiza la consigno en la estacion Gran Central, aunque esta solucion es demasiado trivial para ser suya. De una u otra forma, la llevaba consigo cuando fue a Washington el jueves por la tarde, con el senor Dexter y contando con el permiso de ustedes.
– Con el de Cramer -gruno Hombert.
– Quiero hacer hincapie -dijo Wolfe sin hacer caso de su observacion en el hecho de que nada de lo que digo son hipotesis, exceptuando algunos detalles insignificantes de tiempo y de metodo. En Washington, la senorita fue a su despacho, escucho los cilindros y vio cual era el que contenia el mensaje que le habia anunciado el senor Boone. Sin duda, queria enterarse de lo que decia, pero queria tambien simplificar el problema. No es facil ocultar un objeto del tamano de aquella caja ante los ojos de un ejercito de investigadores expertos. Queria reducir el bulto a un solo cilindro. Cogio los nueve cilindros eliminados y los llevo a su piso de Washington, donde los escondio al desgaire en una sombrerera de un armario. Cogio tambien otros diez cilindros que estaban ya usados y que tenia en el despacho, los metio en la caja de cuero, la trajo consigo al volver a Nueva York y la consiguio en la estacion Gran Central.