gloriosa del tambien llamado conde Simon.

– ?Y que fue de ella? -pregunto Corbett.

Lady Mathilda sonrio; bajo la luz parpadeante de la vela le recordo a un gato: los ojos estrechos, la piel y el rostro tersos y la mano enroscada como una zarpa sobre la mesa.

– Eso si es una coincidencia, sir Hugo. Ingreso en un convento de monjas en Godstowe, pero, debido a sus extravagancias, se marcho de alli. Ahora es la anacoreta de la iglesia de San Miguel. ?Si!, el mismo lugar en el que Passerel fue envenenado.

– ?Por que al Campanero? -interrumpio Maltote, que normalmente estaba callado, animado por el vino y resuelto a hablar-. ?Por que se refirio al Campanero?

– Porque, en Londres -intervino Tripham enseguida-, el Campanero de la Muerte permanece fuera de la prision de Fleet y Newgate por la noche, antes de que llegue el dia de la ejecucion de los presos. De este modo avisa a los prisioneros condenados en las celdas de que les ha llegado la hora.

– Y no solo eso -intervino Langton con timidez-. Sir Hugo, hace muchos anos, yo no era mas que un joven aprendiz de escribano cerca de San Pablo, cuando De Montfort levanto el estandarte de su rebelion contra el rey, las bandas de graduados eran convocadas por un heraldo que se hacia llamar el Campanero.

Corbett sonrio en senal de acuerdo, pero en el fondo se pregunto cuantos de los que vivian en Sparrow Hall habrian luchado al lado del conde muerto.

– Entonces, no sabeis nada -afirmo- acerca del actual Campanero o de esas horribles muertes de los mendigos.

– ?Vamos, vamos! -exclamo Churchley aporreando la mesa-. Sir Hugo, sir Hugo, ?por que deberia cualquiera de nosotros querer quitarles la vida a esos pobres desgraciados?

– Oxford esta lleno de aquelarres y agrupaciones -intervino Appleston-. Los jovenes se entretienen con ese tipo de ritos extranos y practicas de brujeria. Tenemos a hombres procedentes de marcas de occidente cuya cristiandad, por decirlo sin tapujos, es tan fragil como el cristal.

– Pero volvamos a otros asuntos que nos conciernen mas directamente -replico Corbett-. ?Que me decis de la muerte de John Copsale?

– Tenia el corazon debil -declaro Churchley-. Yo le preparaba a menudo un brebaje de digital para mitigar el calor y hacer que la sangre le fluyera mejor. Sir Hugo, yo era el medico de Copsale. Pudo haber muerto en cualquier momento; cuando lo amortaje para el funeral no note nada extrano.

– ?Donde fue enterrado? -pregunto Corbett.

– En el patio de la iglesia de Santa Maria. Passerel tambien sera enterrado alli. La universidad posee un terreno al lado del cementerio.

– ?Dijo algo Passerel? -pregunto Ranulfo desde el fondo de la mesa-. Algo que explicara por que Ascham escribio su nombre, o parte de el, en aquel trozo de pergamino.

– Nego acaloradamente tener culpa alguna -replico Norreys-. Cada vez que venia a comprobar las existencias o a firmar las cuentas, el pobre soltaba todo un discurso sobre su inocencia.

– Y todos estabamos de acuerdo con el -apunto Tripham-. El dia que Ascham fue asesinado, Passerel estaba de viaje de vuelta de Abingdon.

– El cadaver de Ascham ya debia de estar frio -intervino Churchley- cuando Passerel llego a eso de las cinco. Fue el quien inicio la busqueda del pobre Robert y, cuando forzamos la puerta, Ascham estaba tan frio como el hielo.

– ?A que hora creeis que murio? -pregunto Corbett.

– Sabemos que se fue a la biblioteca -contesto Tripham- a eso de la una o las dos de la tarde. Se encerro y echo el pestillo de la puerta. Debia de estar buscando algo pero nunca menciono nada al respecto. Pero, a lo que iba: parte de aquella tarde la pase discutiendo con lady Mathilda acerca de los beneficios de la universidad -lanzo una mirada intencionada a su derecha-. Luego bajamos a la despensa. Passerel irrumpio en la sala diciendo que la biblioteca estaba cerrada y que no habia obtenido ninguna respuesta de Ascham.

– ?Y donde estaba el resto?

El murmullo de voces que se levanto a continuacion no le sirvio de mucho. Norreys habia estado en la residencia haciendo sus cuentas; el resto permanecio en sus habitaciones antes de bajar al refectorio.

– Ordene que echaran la puerta abajo -explico Tripham-. Cuando entramos, Ascham yacia sobre un charco de sangre con la carta a su lado; la vela se habia consumido practicamente y la ventana del jardin estaba cerrada.

– Le examine -interrumpio Churchley-. Eran poco mas de las cinco de la tarde cuando entramos. Debia de llevar muerto mas o menos una hora.

– ?Y que paso el dia que Passerel huyo hacia San Miguel? -pregunto Corbett.

– Los estudiantes -replico Tripham- querian mucho a Ascham. Aquel dia en cuestion, un grupo se reunio amenazando con hacer uso de la violencia.

– ?Por que no enviasteis a buscar al baile?

– Si, y todavia estariamos esperando -contesto Appleston-. Le dije a Passerel que escapara: me parecio que era lo mejor que podia hacer.

– Pensamos que lo mas prudente seria que se enfriaran los animos -anadio Tripham-. A la manana siguiente habria solicitado ayuda. -Dio un golpe sobre el mantel de la mesa-. Ante esas circunstancias, resulta dificil culpar a los estudiantes.

Corbett aparto su copa de vino. Al fondo de la mesa, Ranulfo y Maltote le miraban expectantes. Este estaba completamente atolondrado. Aquel sonreia relamiendose los labios. Como tantas veces le habia dicho a Maltote: «Me encanta ver como el viejo maese Cara Larga hace su interrogatorio. Es un buen abogado, con esos ojos tan penetrantes y hundidos. Se sienta y lanza sus preguntas y luego se larga y se pone a meditar». Se divertia mucho con lo que estaba sucediendo. Aparte de Norreys, el resto de los profesores no le hacian ni caso, como si no existiera. De repente se escucho el canto de una lechuza y Ranulfo se estremecio. ?No decia siempre el tio Morgan que el canto de una lechuza era presagio de muerte?

Capitulo V

Corbett se sento en silencio. Estudio su copa de vino, un truco que solia utilizar para forzar a los otros a hablar, mas esta vez no le funciono. Lady Mathilda y el resto le miraban expectantes.

Corbett empezo su interrogatorio de nuevo.

– ?Nunca dijo nada Ascham al respecto? Si el Campanero le mato aqui solo puede deberse a una razon: Ascham debio de empezar a sospechar su identidad. -Junto las manos sobre la mesa-. Por cierto, los estudiantes no pueden entrar a esas horas en la universidad, ?verdad?

– No -contesto Tripham-, no pueden.

– ?Ni caminar por el jardin?

– No.

– Por lo tanto el asesino de Ascham debia de encontrarse en la universidad. Podria ser cualquiera de los presentes o de los criados. Asi que os lo volvere a preguntar: ?Dijo alguna vez Ascham algo acerca del Campanero o de su identidad?

– Algo me dijo -declaro Langton, un poco avergonzado por su intervencion-. Le pregunte quien pensaba que podia ser el Campanero -anadio con rapidez-, pero Ascham me contesto con una cita de san Pablo: «Vemos a traves de un cristal oscuro».

– A mi me dijo mas o menos lo mismo -interrumpio Churchley-. Una vez me lo encontre en la despensa. Parecia preocupado, asi que le pregunte que le pasaba. Me contesto que las apariencias son enganosas: algo marchaba mal en Sparrow Hall. Le pregunte que habia querido decir, pero se nego a contestarme.

– ?Por que vuestro hermano -pregunto Corbett cambiando de tema bruscamente- llamo a este lugar Sparrow Hall?

– Por la cita del Evangelio; era la preferida de mi hermano -explico lady Mathilda-, la de Jesucristo que dice que el Senor es consciente cada vez que cae un gorrion sobre la faz de la tierra, que nosotros somos mucho mas valiosos que toda una bandada de esas aves.

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