Sus abuelos lucharon del lado de De Montfort y despues sus padres y hermanos mayores se enfrentaron al rey en Gales. -Se acerco y acaricio los bucles canosos que caian de la cabeza de Corbett-, como la encantadora Maeve, vuestra buena esposa.

– Si, ?que Dios la bendiga! -Corbett se puso en pie-. Ya estara en la cama y yo tambien deberia irme a dormir, lady Mathilda.

Le cogio la mano fria y delgada y se la beso.

– ?Teneis miedo, Corbett? -le pregunto-. ?Os mantendran las amenazas del Campanero despierto toda la noche?

– In media vita -replico Corbett- sumus in morte. La vida a medias, lady Mathilda, es como la muerte. -Camino hacia la puerta y se volvio-. Lo que me preocupa es lo que los demas pensaran sobre vos.

Lady Mathilda solto una carcajada; la edad y el sufrimiento desaparecieron de su rostro. Corbett pudo entrever a la mujer hermosa que fue en su dia.

– Dicen que soy una vieja bruja, siniestra y metomentodo -contesto-. ?Sabeis lo que pienso, Corbett? -Hizo una pausa, toqueteando el cordel que le rodeaba la cintura-. Creo que el Campanero esta a punto de atacar. Podria ir detras de vos, sir Hugo, pero recordad: yo soy la hermana de sir Henry Braose. -Se puso en pie-. Se que no me permitira seguir con vida.

Capitulo VI

Corbett salio de la biblioteca, tropezandose con Moth, que, apresurado, se dirigia al encuentro de su senora. Ranulfo le dio una palmadita en la cabeza.

– No os lo tomeis a mal, amo. Moth es solo un nino; lady Mathilda es su madre y su Dios. Estuvo aranando la puerta hasta que consiguio entrar.

– Lo se -replico Corbett-. Esta asustada. Cree que el Campanero tiene una lista de victimas y que su nombre esta en ella.

Un criado los esperaba para acompanarlos a la salida. Corbett se excuso y salio fuera a traves de un pequeno postigo que daba al jardin. La luna llena banaba con su luz plateada los prados de cesped, las jardineras de flores y las extensiones de hierba que mecia la brisa de la noche. Al fondo a la izquierda habia una fachada; a la derecha, una hilera de edificios. Corbett echo un vistazo a la ventana de la biblioteca.

– Si, es posible -murmuro-. Mira, Ranulfo. Hay dos pequenos contrafuertes a ambos lados, por no mencionar el seto que hay enfrente, donde se pudo ocultar el asesino. -Senalo el pequeno sendero que habia entre el seto y la fachada del edificio-. Siempre y cuando nadie le viera salir, aqui fuera era practicamente invisible.

Corbett bajo con cautela. El seto era espeso y punzante; ademas, el suelo de abajo estaba humedo y resbaladizo despues de la reciente lluvia. Se detuvo en la ventana de la biblioteca: estaba fuertemente cerrada, aunque las contraventanas de dentro dejaban pasar algunos resquicios de luz. Regreso con sus companeros. Maltote estaba reclinado en la puerta, muerto de sueno.

– ?Y bien? -pregunto Ranulfo-. ?Pudo el asesino disparar desde alli, cerrar las contraventanas y luego la ventana?

– Creo que si -contesto Corbett despacio-. Pero no soy tan listo como pensaba. Sabemos que la ventana estaba cerrada y las contraventanas tambien. Tambien sabemos que Ascham estaba en la biblioteca buscando algo que pudiera desenmascarar al Campanero, o por lo menos asi lo creemos. Imaginemos que estaba sentado en la mesa. Oye un golpe en la ventana, asi que se acerca y abre las contraventanas.

– ?Y luego la ventana? -anadio Ranulfo intentando colaborar.

– No -replico Corbett-, ahi es donde falla mi teoria. Dime, Ranulfo: si sospecharas quien es el Campanero y te encerraras en la biblioteca para encontrar las pruebas necesarias, si escucharas un golpe en la ventana, abrieras las contraventanas y, a traves de la ventana, vieras la cara de la persona de la que sospechas, ?abririas la ventana, teniendo en cuenta que el Campanero podria haber matado tambien al regente John Copsale?

– No -contesto Ranulfo-, no la abriria. Pero quizas Ascham no estaba seguro y tenia mas de un sospechoso.

– Quiza. Bueno -dijo dandole una palmadita en el brazo a Maltote-, es casi medianoche y hora de irse a dormir.

Regresaron de nuevo a la universidad y salieron esta vez por la puerta de la entrada para dirigirse calle abajo. Solo la luz tenue de las velas de las ventanas de arriba de la residencia iluminaba el camino. Un mendigo, con las piernas amputadas a la altura de las rodillas, salio al paso empujando una pequena carretilla y haciendo sonar su platillo de limosna.

– Un penique -suplico- para un viejo soldado.

Corbett se arrodillo y miro el rostro desfigurado de aquel hombre: tenia un ojo medio cerrado y varias heridas abiertas alrededor de la boca. Corbett deposito dos peniques en la loza de barro.

– ?Que es lo que veis, anciano? -le pregunto-. ?Que veis por la noche? ?Quien sale de la universidad o de la residencia?

El mendigo abrio la boca para contestar; solo tenia un diente, afilado y puntiagudo como un garfio.

– A nadie le importa el pobre Albric -dijo-. Y no veo a nadie. Pero como siempre, senores, las ratas tienen mas de un agujero.

– Entonces, ?habeis visto a gente salir a hurtadillas en medio de la noche?

– Veo sombras -contesto Albric-, sombras encapuchadas y camufladas, pasando delante del pobre Albric, pero no le dan ni un penique, ni un solo penique.

– ?Donde van? -pregunto Corbett.

– Hacia la noche como los murcielagos. -El mendigo acerco su rostro-. Son un aquelarre. -Albric movio los dedos ante los ojos de Corbett-. Albric sabe contar; fui a la escuela del convento, vaya si fui, cuando era nino. Trece salieron, trece volvieron: un aquelarre de brujos. Eso es todo lo que se.

Corbett le dio otro penique al viejo, miro sobre sus hombros a Ranulfo, que estaba aguantando a Maltote. Continuaron su camino a traves de la colina. Despues de que llamaran repetidas veces a la puerta el portero descorrio los pestillos, haciendo crujir la cerradura al girar las llaves. Se adentraron en la oscuridad del pasillo. Corbett se dirigio hacia las escaleras, pero Ranulfo, que habia espabilado a Maltote, le tiro de la manga y senalo una puerta por la que se colaba la luz de unas velas. Corbett se detuvo y escucho el leve murmullo de una conversacion y de risas: abrio la puerta y bajo hacia el refectorio. David ap Thomas, con el cabello mas enmaranado que nunca, celebraba una reunion en una de las mesas, rodeado de otros estudiantes. Corbett saludo con una sonrisa. Ap Thomas dejo sobre la mesa los dados que tenia entre las manos y fruncio el ceno como respuesta. Corbett se encogio de hombros y se dispuso a salir de la sala.

– No, no, amo -susurro Ranulfo-. Vos, llevaos a Maltote arriba a nuestra habitacion. A mi me gustaria tener algunas palabras con el gales.

– ?No quiero problemas! -le advirtio Corbett.

Ranulfo sonrio, se abrio paso y se paseo tranquilamente a lo largo del refectorio. Se echo la capa sobre sus hombros de manera que pudieran ver su daga larga y afilada colgada de su cinturon. Mientras se acercaba, un individuo empezo a graznar como un cuervo, burlandose de la corbiere, «el cuervo», el origen normando del nombre de Corbett. Ranulfo sonrio. Siguio avanzando mientras sacaba los dados trucados de su zurron. No le quito los ojos de encima a Ap Thomas mientras lanzaba los dados y estos rodaban sobre la mesa.

– ?Dos seises!

Ap Thomas sacudio los suyos, pero solo consiguio sacar un cuatro y un tres. Ranulfo, cuyos dados habian sido fabricados por el mayor timador de Londres, volvio a tirar. Ap Thomas no tuvo otra opcion que retarle, pero cada vez su puntuacion era inferior a la de Ranulfo. Finalmente Ranulfo suspiro, recogio sus dados, se los guardo en el zurron y dijo:

– Habeis perdido, pero ?acaso ganais alguna vez?

Ap Thomas echo hacia atras su taburete y se puso en pie con las manos en su daga, pero Ranulfo se movio con mayor rapidez y, en un abrir y cerrar de ojos, la punta de su daga se encontro presionando suavemente la garganta

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