– Tambien fue estudioso de Beda el Venerable -explico Appleston-, en especial de su obra Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum. A Henry le encantaba la historia de Beda acerca del conde que comparaba la vida de un hombre con la de un gorrion que volaba en un salon lleno de luz y calidez antes de proseguir su viaje hacia la fria oscuridad. -Appleston sonrio-. Conoci a sir Henry tan solo unos meses antes de que muriera: solia encontrar consuelo en aquella historia.

– ?Dedico Ascham gran parte de su tiempo a estudiar en la biblioteca los dias anteriores a su muerte? - pregunto Corbett.

– Si, asi es -contesto Tripham-; pero el libro que estaba buscando o leyendo no lo sabemos.

– Me gustaria bajar alli -declaro Corbett-. ?Seria posible?

Tripham asintio y envio a los criados a iluminar la estancia con velas. Cuando regresaron, el vicerregente les ordeno que bajaran el vino a la biblioteca. Se puso en pie, con Corbett y el resto siguiendole los talones a traves del pasillo. Era una estancia alargada y espaciosa con recubrimiento de madera y unas estrellas de oro y plata pintadas con delicadeza sobre el techo blanco de yeso. Las estanterias, que formaban angulo recto con la pared, estaban en fila a ambos lados, con mesas y taburetes a lo largo de una mesa para escribir situada en el centro al fondo de la sala. La biblioteca tenia una dulce fragancia a velas de pura cera de abeja, a pergaminos y a piel. Corbett exhalo de forma apreciativa y solto una exclamacion de asombro por la cantidad de libros, manuscritos y hojas que guardaba la biblioteca.

– ?Oh, si! Tenemos las mayores obras -declaro lady Mathilda con orgullo-. Mi hermano, que Dios le bendiga, era un amante de los libros. Los suyos, asi como sus documentos privados, los guardamos aqui. Tambien compro muchisimas otras obras, tanto en el pais como en el extranjero.

Corbett estuvo a punto de preguntar la fuente de tal riqueza, pero se acordo en ese preciso momento de que sir Henry Braose, como muchos otros que habian servido al rey en su lucha contra De Montfort, habia recibido abundantes recompensas por parte de la Corona, incluyendo el dinero y las tierras de los seguidores del conde. A nadie le quedaba ninguna duda de que los Braose no eran muy queridos en Oxford, donde tanto habian apoyado al conde muerto.

El resto de los profesores, que no se podian mantener demasiado tiempo en pie, se reclinaron contra las mesas o se sentaron en algunos taburetes mientras Corbett caminaba de un lado a otro de la biblioteca.

Contemplaba embelesado los libros, las estanterias y los cofres, sus atriles con laboriosos labrados, y un fresco al fondo de la pared que representaba una escena del Apocalipsis en la que el angel abria el Gran Libro para que san Juan lo leyera. Corbett regreso al centro de la estancia y estudio unos restos de manchas oscuras que habia sobre el suelo.

– ?Es aqui donde encontraron a Ascham?

– No, tan pronto como abrimos la puerta le vimos tumbado justo delante de aquella mesa.

– ?Y donde estaba el pergamino?

Tripham senalo un lugar cerca de la puerta.

– Estaba alli, en el suelo, como si Ascham hubiera intentado apartarlo de su lado.

– Intentamos quitar la sangre -explico Appleston-; Passerel iba a contratar a unos pulidores expertos en este tipo de casos.

Corbett estudio las manchas de sangre del centro de la sala y al lado de la mesa.

– Bueno -concluyo Corbett-, parece que Ascham se arrastro por el suelo para coger algo de la mesa.

– Tambien habia manchas de sangre sobre la mesa -explico Tripham-, como si Ascham hubiera conseguido levantarse. ?Por que, sir Hugo?

Corbett camino al fondo de la biblioteca. Paso por la mesa para dirigirse a la ventana cerrada que habia al otro lado de la estancia.

– ?Y esta contraventana estaba cerrada y atrancada?

– Si -corroboro Churchley-, recuerdo que lo estaba.

– ?Y la ventana que habia detras tambien lo estaba?

– Me parece que si -replico Tripham-. ?Por que, sir Hugo?

Corbett levanto la barra que atravesaba los cerrojos. Al ver con que facilidad caia se dio cuenta de que estaba bien engrasada. Descorrio los cerrojos; la ventana enrejada era enorme. Quito el pestillo, la abrio y contemplo el jardin banado por la luz de la luna: la brisa estaba llena de la suave fragancia de las rosas. Escudrino a su alrededor: la ventana era baja, cualquiera que se hubiera subido a la jardinera que habia debajo podia observar el interior y permanecer oculto tras el seto que habia a pocos metros de distancia. Corbett cerro la ventana, junto las contraventanas de un golpe seco y la barra se coloco rapidamente en su sitio.

– ?Seguro que la ventana estaba cerrada y los cerrojos echados? -pregunto Corbett-. Quiero decir que era una noche de verano. ?No necesitaria Ascham un poco de luz y de aire fresco?

– Yo estuve en el jardin -interrumpio Churchley-, temprano por la manana. La ventana entonces estaba cerrada. No creo -anadio luego- que Ascham quisiera que todo el mundo viera lo que estaba haciendo.

– Claro -murmuro Corbett-, por eso la puerta tenia los cerrojos echados y estaba cerrada con llave. -Miro a Tripham-. Y funcionan correctamente, ?verdad?

– Si -replico Tripham-. Podeis inspeccionarlos vos mismo. Tuvimos que fabricar una cerradura y unos pestillos nuevos ademas de unas bisagras de piel.

Corbett se dirigio a la puerta. Tripham le habia dicho la verdad: los pestillos, las bisagras y la cerradura eran todos nuevos. Camino hacia las manchas de sangre, las estudio con cuidado y luego se dirigio hacia la mesa del fondo al lado de la ventana. Pudo ver por todas partes marcas de manchas de sangre en el suelo.

– ?Que buscais, sir Hugo?

– Estoy intentando imaginarme como murio Ascham, como pudo ser alcanzado por un cuadrillo cuando tanto la puerta como las ventanas de la biblioteca estaban cerradas, y trato de descubrir donde debia de estar cuando sucedio.

– ?Y?

– Bueno, solo hay dos conclusiones logicas a las que podemos llegar. Primera, alguien estaba en la biblioteca con el y se las arreglo para esconderse aqui y luego largarse.

– ?Eso es absurdo! -declaro Tripham-. Rastreamos toda la sala, ni siquiera una rata podria haber salido o entrado sin ser vista.

– En ese caso…

Corbett estaba a punto de continuar, pero se callo al ver llegar a la sala un criado con una bandeja de copas de vino. Se distribuyeron y Corbett tomo un sorbo de la suya. Una vez se marcho el criado, Corbett senalo hacia la ventana.

– En ese caso -repitio-, si solo una conclusion es valida, esa, logicamente, debe ser la correcta.

– Pero la ventana estaba cerrada -interrumpio lady Mathilda-. Ascham queria trabajar en secreto; por eso cerro con llave y echo los cerrojos. Nunca hubiera dejado la ventana abierta.

– Ascham buscaba algo que pudiera desenmascarar al Campanero -replico Corbett-. Vino aqui, cerro y echo los pestillos de la puerta y la ventana. Sin embargo -continuo-, lo que no sabia es que su asesino le vigilaba de cerca. A ultima hora de la tarde -Corbett senalo la puerta-, Ascham estaria probablemente sentado ahi estudiando algunos manuscritos o libros, un asunto del que os hablare mas tarde. De pronto escucho un golpe en la ventana. Concentrado en sus estudios, Ascham quiza penso que se trataba solo de alguien que intentaba llamar la atencion. Descorre los pestillos y abre la ventana. La persona de la que ha estado sospechando se encuentra frente a el, con una pequena ballesta en la mano y entonces dispara. Ascham retrocede; naturalmente, querria llegar a la puerta. Luego cae al suelo y el asesino lanza dentro su nota maliciosa.

– Pero ?quien cerro la ventana y los pestillos? -exclamo Tripham-. ?Y como pudo contar el asesino con la certeza de que nadie le veria?

– Fuera de la ventana -continuo Corbett- hay una pequena jardinera oculta del resto del jardin por un seto.

– ?Claro! -interrumpio Norreys emocionado desde el taburete donde estaba sentado, reclinado contra las estanterias-. El asesino solo tuvo que salir al jardin, caminar agachado entre la pared y los setos y luego llamar a la ventana.

– Pero ?como pudo volver a cerrar los pestillos de nuevo? -insistio Tripham.

– El mismo Ascham podria haberlo hecho -contesto Corbett- en un intento por protegerse del asesino. Sin embargo, he examinado el cerrojo y me he hado cuenta de que la barra ha sido engrasada recientemente. Lo que

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