vez en cuando Ranulfo se volvia, escudrinando alguna pequena callejuela o mirando a las ventanas de ambos lados, pero no pudo ver ningun indicio de que alguien los siguiera. Llegaron a la puerta de Sparrow Hall. Estaba cerrada, por lo que atravesaron la calle y bajaron hacia el patio de la residencia. Norreys, ayudado por algunos porteadores, hacia rodar unos barriles enormes, sacandolos fuera de un carro para meterlos a traves de una escotilla que daba a la bodega de abajo.

– ?Provisiones! -les grito mientras se acercaban-. No compreis nunca en el mercado de Oxford; es mejor y mas fresco lo de fuera.

– ?Acabais de volver? -le pregunto Corbett.

– Si. Sali mucho antes del amanecer -contesto Norreys. Su rostro estaba enrojecido y cubierto por una capa de sudor-. He conseguido sacar algun provecho.

Corbett estuvo a punto de continuar hablando cuando un grupo de estudiantes irrumpio en el patio, liderado por David ap Thomas. El gales, desnudo de cintura para arriba, flexionaba los musculos y blandia una barra ante la admiracion de sus seguidores. Tenia una constitucion fuerte, el pecho y los brazos eran firmes y musculosos; jugo con la barra como un nino lo haria con un palo, con destreza y haciendola girar sin esfuerzo entre sus manos.

– Todo un alborotador callejero -murmuro Corbett.

– Yo no les haria caso y entraria dentro -les advirtio Norreys.

Corbett, sin embargo, se limito a sacudir la cabeza. El gales los miraba ahora desde el otro lado del patio. Corbett pudo entrever el amuleto que llevaba alrededor del cuello.

– Creo que solo quieren llamar la atencion -anadio Ranulfo-, pero tambien desean advertirnos de algun modo.

De repente la puerta se abrio de par en par y una figura vestida con harapos salio al exterior. Era uno de los secuaces de Ap Thomas, vestido con un traje negro hecho jirones, con un pico amarillo enganchado a la cara, con botas del mismo color y las piernas al descubierto. El tambien blandia una barra y, por un momento, dio un salto batiendo las alas, imitando con maestria el graznido de un cuervo.

– ?Les voy a cortar el cuello a esos bastardos! -exclamo Ranulfo furioso.

– No, no -se adelanto Corbett-. Deja que se diviertan.

El cuervo dejo de hacer el payaso y se cuadro ante Ap Thomas, y ambos estudiantes empezaron a batirse en duelo con sus barras. Corbett decidio pasar por alto el insulto. Se mantuvo de pie, admirando la gran destreza de ambos hombres, especialmente la de Ap Thomas. Las barras eran dos atizadores de considerable peso blandidos con gran fuerza. El mero golpe de cualquiera de ellas en la cabeza de uno de los dos lo habria dejado inconsciente. Sin embargo, ambos eran unos luchadores excelentes. Las barras se encontraron en el aire, mientras los dos hombres esquivaban el golpe y saltaban en direccion contraria. Con frecuencia los palos se encontraban para frenar un golpe dirigido a la cabeza o al estomago, y algun toque iba a parar a las piernas en un intento por hacer caer al adversario azotandole en los tobillos. Ap Thomas lucho con calma, soltando de vez en cuando un grunido cuando se veia obligado a retroceder. Con el pecho agitado y la cara y los brazos empapados de sudor, esperaba vencer de un momento a otro a su adversario.

La batalla duro por lo menos diez minutos mas hasta que Ap Thomas, cambiandose el atizador de una mano a otra, retrocedio y con un sonoro golpe en los hombros de su adversario le hizo caer de rodillas.

Corbett y Ranulfo atravesaron el patio, sin prestar atencion a los estridentes graznidos que les dedicaron a su paso. Ranulfo estuvo a punto de volverse, pero Corbett le tiro de la manga.

– Como dice el buen libro, Ranulfo, hay un momento y un lugar bajo el cielo para todo: un tiempo para plantar y un tiempo para recoger, un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz. Y ahora nos toca despertar a Maltote; ya ha dormido bastante.

Ranulfo se encogio de hombros y le siguio. Tambien recordo una frase del Viejo Testamento que dice: «Ojo por ojo, diente por diente, vida por vida», pero decidio guardarsela para si mismo.

Encontraron a Maltote que se acababa de despertar. Estaba sentado, rascandose el cabello rubio y enmaranado. Los miro con ojos de buho y luego se estremecio de dolor mientras sacaba fuera una pierna.

– Vine aqui medio dormido -explico- y me di en toda la espinilla con uno de los barriles que Norreys habia sacado fuera despues de limpiar la bodega. -Maltote se puso en pie-. Escuche el ruido de abajo -anadio-. ?Que pasaba?

– Eran solo unos necios jugando -replico Corbett-. Nacieron necios y moriran igual de necios.

– ?Vamos a comer? -pregunto Maltote.

– No aqui -contesto Corbett-. Ranulfo, coge a Maltote y explicale lo que ha pasado y cuanto cuidado debe tener. Id a Turl Lane, alli hay una taberna, el Ganso Gris. Os encontrare alli mas tarde, despues de pasarme por la universidad.

Bajaron las escaleras hacia la calle. Una prostituta, con el rostro tan blanco que parecia de yeso, se les acerco, meneando sus faldas sucias y haraposas ante ellos. Sostenia con una mano la peluca roja y en la otra llevaba una comadreja atada con una cuerda. Les sonrio ensenandoles toda su dentadura amarilla y mellada, pero de repente se volvio y empezo a soltar un sinfin de juramentos obscenos, ya que un perro de la calle habia olido a su comadreja y empezaba a ladrarle. Mientras Ranulfo y Maltote aprovecharon para marcharse de alli. Corbett cruzo la calle y golpeo la puerta de Sparrow Hall. Un criado le abrio y le invito a entrar. Corbett le explico el motivo de su visita y el hombre le condujo hasta la camara de Churchley. El profesor Aylric estaba sentado en un escritorio bajo una ventana abierta, mirando como se consumia la llama de una vela. Se levanto al entrar Corbett en la sala, escondiendo su irritacion bajo una falsa sonrisa.

– ?Como debera arder el fuego? -pregunto estrechando la mano de Corbett-. ?Por que la cera arde mas rapidamente? ?Por que es mas maleable que la madera o el hierro?

– Depende de sus propiedades -respondio Corbett citando a Aristoteles.

– Si, pero ?por que? -pregunto Churchley, indicandole que se sentara en un taburete.

– Se trata de propiedades naturales. He venido… -Corbett cambio bruscamente el tema de conversacion-. Profesor Aylric -anadio sin mas dilacion-, vos sois medico, ?me equivoco?

– No, estais en lo cierto; pero soy mas un estudiante de la naturaleza del mundo -le contesto Churchley en tono provocador; su rostro alargado se lleno de curiosidad.

– Pero ?practicais aqui la medicina?

– Oh, si.

– ?Y teneis un dispensario? Me refiero a un almacen para las hierbas o pociones.

– Desde luego -se limito a responder-. Esta abajo en el pasillo, pero esta cerrado con llave.

– Ire directo al grano -anadio Corbett sin mas demora-. Si desearais envenenar a alguien, profesor Aylric (es una pregunta, no una acusacion), no comprariais el veneno en una botica de la ciudad, ?verdad?

Churchley sacudio la cabeza.

– Eso dejaria pistas -replico-. Se acordarian de uno. Yo realizo mis compras en una botica de Hog Lane - explico-, y toman nota detalladamente de todas ellas.

– ?Nunca recogeis las hierbas vos mismo?

– ?En Oxford? -Churchley sofoco una risita-. Bueno, podriais encontrar algo de manzanilla en los pantanos de Meadows, pero, sir Hugo, yo soy un hombre muy atareado y no una vieja que se pasa los dias recorriendo los bosques como las vacas.

– Exacto -corroboro Corbett-, y lo mismo podria decirse del asesino que mato a Passerel y Langton.

Churchley se sento en la silla.

– Ya veo lo que quereis decir, sir Hugo. Pensais que cogieron los venenos de mi dispensario. Pero lo hubiera notado; guardo las sustancias en unos frascos, medidas con gran exactitud. No es que espere que nos envenenen en nuestras propias camas -continuo-, pero una sustancia como el arsenico es muy cara. Venid, os lo ensenare.

Cogio un manojo de llaves de un gancho que habia en la pared y condujo a Corbett hacia una puerta que habia en la galeria. La abrio y entraron. La habitacion estaba oscura. Churchley prendio una yesca y encendio un candelabro de seis brazos que habia sobre una mesita. El ambiente estaba cargado de diferentes olores, algunos agradables y otros agrios. Las paredes de la camara estaban cubiertas de estanterias. Cada una sostenia diferentes botes, frascos y tarros con sus propios contenidos marcados especificamente. A la izquierda habia algunas hierbas: violetas, tomillo, hojas de olmo escoces, cesped, incluso algo de albahaca, pero a la derecha, Corbett reconocio pociones mas peligrosas como el beleno o la belladona. Churchley bajo un tarro de loza con una tapa. La etiqueta pegada en un lado indicaba que era arsenico blanco. Churchley se puso un par de guantes blandos de cabritilla que

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