lisiados, dar de comer a los hambrientos…

– ?Apartaos de mi camino! -exclamo Barnett, y de un empujon abrio la puerta de Sparrow Hall.

Corbett dejo que se marchara y regreso a su camara de la residencia. Con solo abrir la puerta supo que alguien mas habia estado alli, aunque, despues de revisarlo todo con detalle, se dio cuenta de que no faltaba nada. Se sento a la mesa. Tenia hambre pero habia decidido esperar hasta la tarde para comer. Sabia que Ranulfo y Maltote no tardarian en regresar. Saco la pluma y su cuerno de tinta y escribio una carta breve a Maeve. Le conto su llegada a Oxford, lo agradable que era volver al lugar en el que habia estudiado de joven, lo mucho que la universidad y la ciudad habian cambiado. La pluma escribia con rapidez sobre la pagina, contando las mentiras que siempre decia cuando estaba en peligro. Al final escribio un mensaje corto para Eleanor y trazo unas letras mas grandes y redondas para que la pequena las pudiera leer. Dejo la pluma sobre la mesa y cerro los ojos. En Leighton, Maeve estaria en la cocina supervisando a las doncellas para la cena, o tal vez en la oficina de la cancilleria, estudiando las cuentas, o quizas hablando con los soldados. ?Y Eleanor? Seguramente se habria despertado de su siesta. Corbett escucho un ruido en el pasillo. Abrio los ojos, rapidamente doblo la carta y empezo a sellarla. Llamaron a la puerta: eran Ranulfo y Maltote.

– Pense que nos encontrariamos alli, amo -se quejo Maltote sentandose en la cama.

– Eso dije, pero todavia no tengo demasiada hambre.

– Entonces debemos cenar antes de marcharnos.

– ?Marcharnos? -pregunto Corbett.

– Esta noche -replico Ranulfo-. Maltote y yo pensamos que nuestro buen amigo David ap Thomas y sus secuaces haran una excursion nocturna fuera de la ciudad.

– ?Como lo sabeis?

Ranulfo sonrio.

– Esta residencia es una madriguera. Uno se puede esconder en los rincones y recesos y, una vez dentro, desde las sombras, es increible las cosas que pueden escucharse.

– ?Estas seguro?

– Tan seguro como que Maltote monta a caballo.

Corbett le entrego la carta a Maltote.

– Entonces llevasela al baile al castillo y pidele que se la envie a lady Maeve a Leighton. Dile que necesito su ayuda para un asunto muy urgente.

Maltote se puso las botas, agarro su capa y salio cojeando. Corbett le explico entonces a Ranulfo lo que habia descubierto durante su visita a Sparrow Hall.

– ?Creeis que Barnett -pregunto Ranulfo- esta implicado en las muertes de esos mendigos? Quiero decir que es un profesor universitario rico y bien cebado, no es el tipo de hombre que suele dar limosna a los mendigos.

– Quiza. Pero ?que me dices de Appleston y nuestro vicerregente? Tambien podrian ser el Campanero. Y de nuevo tenemos tambien como sospechoso a nuestro amigo David ap Thomas.

– Lo que me preocupa, amo -dijo Ranulfo-, es la unica pregunta que parece no tener respuesta. Oxford esta lleno de escribanos -sonrio- como nosotros, profesores y estudiantes. Algunos de ellos vienen del extranjero, donde sus senores y legisladores son enemigos de nuestro rey. Otros vienen de la marca escocesa o Gales y tampoco es que sientan pasion por nuestro soberano. Habria muchos a los que les encantaria ser el Campanero.

– ?Y?

– Entonces, ?por que el Campanero se empena en afirmar que vive en Sparrow Hall?

Corbett sacudio la cabeza.

– La unica respuesta que se me ocurre es que el Campanero odie esta universidad por un motivo especial.

– Y otra cosa -apunto Ranulfo-; sabemos que el rey se subio por las paredes cuando aparecieron esas proclamas del Campanero, pero… ?a quien mas pueden importarle? -Ranulfo abrio las manos-. De acuerdo que debe de haber gente en Oxford, como en Cambridge o en Shrewsbury, que se uniria a cualquier rebelion descabellada, pero, hoy por hoy, cuarenta anos despues de la muerte de De Montfort, ?que espera conseguir el Campanero?

– ?Estas diciendo que el rey deberia no prestarle tanta atencion al tema?

– En cierto modo, si -replico Ranulfo.

Corbett se mordio un lado de la boca.

– Entiendo lo que dices, Ranulfo. Podria ser que primero advirtieran al rey de que las bufonadas del Campanero eran simplemente una travesura de estudiantes y que, por eso, tuvieran lugar los asesinatos. No habia ningun otro motivo real de todos modos. ?Como sabemos que Ascham o Passerel sospechaban de la identidad del Campanero? Quiza los mato, como si se tratara de un juego de azar, para crear cierto misterio y atraer la atencion del rey. Pero de nuevo nos encontramos ante la misma pregunta: ?por que?

Ranulfo se puso en pie.

– Me voy a la universidad -afirmo-. Maltote tardara un tiempo en volver del castillo. Y, hablando del azar, apuesto a que se parara en los establos del baile para echar un vistazo a los caballos.

– ?Que se te ha perdido en la universidad? -pregunto Corbett.

– Un libro -respondio bruscamente Ranulfo en tono grosero.

– ?Que libro, Ranulfo?

– Las…

– ?Oh, vamos, por el amor de Dios! -exclamo Corbett.

– Las confesiones de san Agustin -contesto rapidamente Ranulfo.

– ?Agustin de Hipona? ?Que interes tienes en el?

Ranulfo solto un suspiro de desesperacion y se reclino en la puerta.

– Cuando estuvimos en Leighton, amo, hable a menudo con el padre Luke. Escucho mi confesion y me hablo de san Agustin. -Ranulfo cerro los ojos-. El padre Luke me comento una cita de Las confesiones: «Tarde os he amado, Senor». Y otra: «Nuestros corazones nunca estan en paz hasta que descansan con el Senor». Son las palabras mas bellas que jamas he oido. -Ranulfo abrio los ojos.

Corbett permanecia sentado, con la boca abierta y la mirada puesta en el.

– Supongo que os parece divertido -replico Ranulfo.

Corbett sacudio la cabeza.

– ?Puedo preguntarte por que? -tartamudeo.

– Cuando era joven -respondio Ranulfo-, Agustin era un bribon, un canalla que iba con prostitutas y cortesanos. El padre Luke me dijo que incluso tuvo un hijo bastardo, pero luego se convirtio en cura y en obispo.

Corbett asintio fascinado.

– ?Y piensas que tu puedes hacer lo mismo?

– No os riais de mi, amo.

– Ranulfo, te he maldecido, me he quejado de ti, he rezado por ti e incluso he tenido deseos de estrangularte -contesto Corbett-, pero nunca me he reido de ti y nunca lo hare.

Su criado dejo caer los brazos a ambos lados.

– Durante nuestra larga estancia en Leighton -balbuceo, intentando no encontrarse con la mirada de Corbett-, empece a pensar en mi futuro.

– ?Y quieres convertirte en cura? -pregunto Corbett.

Ranulfo asintio.

– Si eso es lo que significa…

– ?Significar el que?

– No estoy muy seguro, amo.

– ?Pero tu eres Ranulfo-atte-Newgate! -exclamo Corbett-. ?El terror de las damas de Dover a Berwick! ?Un luchador callejero, mi guardaespaldas!

– Tambien lo era san Agustin -replico Ranulfo acalorado-. Tambien lo fue Tomas Becket. Y el padre Luke me dijo que incluso entre los seguidores de Jesus habia un asesino.

Corbett levanto la mano.

– Ranulfo, que Dios me perdone. No dudo de lo que me dices, pero debes reconocer que para mi es una sorpresa.

– Bueno -Ranulfo levanto el picaporte-, el padre Luke dijo que cuando Agustin cambio, sorprendio a todo el mundo. -Abrio la puerta y se marcho.

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