Corbett se sento petrificado.

– ?Ranulfo-atte-Newgate! -susurro-, que ha levantado mas enaguas que cenas calientes he tenido yo.

Cerro los ojos e intento imaginarse a Ranulfo de cura. Al principio lo encontro divertido pero luego, cuanto mas lo pensaba, menos extrano le parecia. Corbett se tumbo en la cama y contemplo el techo, preguntandose sobre los caminos del corazon humano. Ranulfo ya no era un joven imberbe. Se habia convertido en un hombre hecho y derecho y con una fuerte determinacion por llevar a cabo su voluntad. Se habia aplicado con dedicacion a sus estudios y las ultimas preguntas que habia formulado sobre lo sucedido en Sparrow Hall eran propias de una mente aguda e ingeniosa. De algun modo, Corbett se dio cuenta de que los interrogantes planteados por Ranulfo sobre aquel asunto habian dado en el clavo. ?Que querria conseguir el Campanero con todo lo que estaba sucediendo? ?Y por que afirmaba ser un profesor o estudiante de Sparrow Hall?

Se quedo adormecido durante un rato. Luego regreso Ranulfo, y abrio la puerta.

– El vicerregente me ha dejado un ejemplar -dijo entrando en la camara.

– Bien -murmuro Corbett.

Al cabo del rato llego Maltote.

– El baile dice que puede atenderos ahora -declaro, todavia acariciandose la espinilla-. Ah, por cierto, amo, tienen unos caballos muy buenos en los establos del castillo.

– Oh, si, si, estoy completamente seguro -anadio Corbett con las piernas colgando de la cama.

Acto seguido se coloco el cinturon y les dijo a sus dos sirvientes que hicieran lo mismo.

Cogieron las capas y bajaron a la calle. Cruzaron Broad Street en direccion al castillo. En la esquina de New Hall Street y Bocardo Lane tuvieron que detenerse: los mercadillos ambulantes y las tiendas estaban cerrando. Los viandantes empujaban carros y carretillas; los mas ricos dirigian sus carretas tiradas por bueyes de camino a las puertas de la ciudad. Todos se detenian ante el espacio abierto frente a las horcas dispuestas en un horrible cadalso de tres brazos en el que se habian colocado unas escaleras. Unos oficiales estaban colocando los lazos prietos alrededor del cuello de tres tipos mientras el pregonero publico anunciaba en voz alta «los horribles crimenes, danos y violaciones de los cuales estos tres hombres han sido juzgados culpables». Acabo su discurso y dio tres palmadas. Los verdugos, que cubrian sus rostros con mascaras rojas, bajaron las escaleras con la agilidad de un mono. Cuando las retiraron, los tres tipos se quedaron bailando y colgando de un extremo de las cuerdas. Se escucho un suspiro colectivo de la multitud, mientras un oficial gritaba que se habia hecho justicia real. Corbett aparto la mirada. La multitud se disperso y les permitio subir por el camino que rodeaba a la antigua muralla de la ciudad y conducia al castillo. El patio estaba desierto. Un mozo les dijo que las tropas se estaban preparando para la cena. Solo un chico con un pollo bajo el brazo salio al paso, con el ave graznando estridentemente. Los establos y los cobertizos estaban en silencio y el mozo los condujo hasta unas escaleras de piedra exteriores que llevaban a la camara privada del baile. Era la habitacion tipica de un soldado: las paredes blanqueadas, las vigas del techo ennegrecidas por anteriores incendios. Habia unos cuantos escudos y espadas oxidadas a ambos lados de un crucifijo maltrecho, colgado ligeramente de lado, mientras las esteras del suelo estaban secas y crujientes y desprendian olor a rancio.

Bullock estaba en el alfeizar de la ventana con un enorme halcon peregrino de hermoso plumaje sobre su muneca. El baile lo estaba alimentando con carino dandole suculentos trocitos de carne. De vez en cuando le decia algo por lo bajo al pajaro, acariciandole el plumaje erizado que tenia debajo de su garganta.

– Un hermoso pajaro, senor baile.

– Me encantan los halcones -contesto Bullock-. Corbett, cuando veo volar a este peregrino creo realmente en Dios y en todas sus obras. Toma, toma, rapaz -le susurro al pajaro-. Quiza lo haga manana, en los pantanos.

Bullock suspiro, se puso en pie y dejo de nuevo al halcon en su percha. Luego condujo a Corbett y a sus acompanantes a una pequena camara adjunta donde les ofrecio algunos taburetes mientras el se apoyo en la mesa dirigiendoles la mirada.

– Vuestro mensajero dijo que necesitais mi ayuda.

Corbett conto lo que Ranulfo le habia dicho. Bullock se froto la barbilla.

– ?Que quereis que haga?

– Creo que lo ideal, sir Walter, seria acordonar toda la zona alrededor de Sparrow Hall y la residencia. Aunque, pensandolo mejor -Corbett hizo una pausa-, quiza solo con los alrededores de la universidad sea suficiente; al menos mantendra al Campanero bajo extrema precaucion.

– ?Y la residencia?

– Como os he dicho, Ap Thomas es el lider de un aquelarre. Es posible que tenga relacion con los asesinatos de los mendigos. Si sale de Oxford esta noche e intentamos seguirle, nos podria hacer caer en una trampa.

Sir Walter suspiro y se desato el cinturon que apretaba su enorme estomago.

– El rey ha llegado a Woodstock -dijo-; la mitad de mis tropas se han ido hacia alli. Los pocos jinetes que me quedan seran enviados a vigilar las carreteras. No puedo ayudaros con Sparrow Hall. Tiene un jardin, ventanas, puertas con postigos y salidas por la parte de atras. Necesitariamos todo un ejercito para mirar a traves del agujero de cada cerradura. -Se dio cuenta de la rabia de Corbett-. Sin embargo -anadio Bullock a continuacion-, por lo que se refiere a David ap Thomas, disponemos de unos guardabosques que suelen colaborar con las tropas del castillo. Son unos matones a los que les encanta el jaleo. Su lider es el hombre adecuado para ayudaros.

Y sin decir nada mas, Bullock salio de la camara. Estuvo fuera durante un rato y volvio con un hombre pequeno de piel morena, vestido con harapos de color verde Lincoln. El tipo entro en la estancia tan silenciosamente que Corbett apenas se dio cuenta de que estaba alli.

– Dejad que os presente a Boletus -dijo sir Walter-; le llaman asi porque en latin significa «seta».

Boletus contemplo sin pestanear a Corbett, quien se dio cuenta de que en realidad el tipo no tenia pestanas.

– Boletus vigila las cacerias reales en los bosques entre Oxford y Woodstock. Se puede mover entre los arboles, tan sigiloso como un rayo de sol. ?No es cierto, Boletus?

– Naci en el bosque -explico el hombre, su voz apenas era algo mas que un susurro-. Los arboles son mis amigos. Mejor un claro en el bosque, ?eh?, que las calles sucias de la ciudad.

– Boletus -explico Bullock- vigilara el hostal de Sparrow como un halcon. Si David ap Thomas y sus hombres salen, y sospecho que lo haran despues de que oscurezca, Boletus los seguira como el Angel de la Muerte y luego volvera para informarnos. Mientras -el baile chasqueo los labios-, voy a comer algo. Sir Hugo, estais invitados a acompanarme.

Corbett se excuso, pero Ranulfo y Maltote siguieron al baile y a su siniestro acompanante fuera de la estancia. Corbett espero a que todos se hubieran marchado. Le hubiera gustado dormir; pues la noche prometia ser larga, pero no podia quitarse de la cabeza el encuentro de Barnett con aquel mendigo. Salio del castillo y se dirigio por las calles y callejones casi desiertos hacia el hospital de San Osyth. El sol empezaba a ponerse: las casas y las tiendas estaban cerrando, los habitantes empezaban a encender las lamparas y a colgarlas de un gancho en la puerta de la entrada. Los recogedores de basura estaban fuera con sus carros cargados de inmundicias, tratando de llevar a cabo la imposible batalla de limpiar las alcantarillas y recoger las enormes cantidades de desperdicios que se habian echado a lo largo del dia. Las tabernas empezaban a llenarse y, debido a que hacia una noche calida, las ventanas y las puertas estaban abiertas de par en par. Un joven cantaba el Flete viri, que Corbett identifico como el requiem por la muerte de Guillermo el Conquistador. Un poco mas adelante, en las escaleras de una iglesia, un coro entonaba melodicamente las canciones de goliardo y Corbett reconocio su preferida, Iam Dulcis Amica, asi que se detuvo para escuchar antes de proseguir su camino.

En la esquina de una calle, justo enfrente del hospital, cuatro estudiantes bailaban como locos al son de un rabel y una gaita. Corbett deposito una moneda en el platillo, cruzo la calle y atraveso la verja de la entrada de San Osyth. El patio estaba lleno de mendigos que iban de un lado para otro en busca de la cena: caldo, pan de centeno y una copa de vino acuoso. El hermano Angelo permanecia en el centro dando ordenes, llamando a muchos de los mendigos por su nombre. Vio a Corbett y su sonrisa se desvanecio.

– Lo siento, hermano -se disculpo Corbett-. Me doy cuenta de que estais muy ocupado, asi que ire directo al grano. ?Conoceis al profesor Barnett de Sparrow Hall?

– Si, ?por que? -Angelo se volvio para gritar a un mendigo que habia cogido dos trozos de pan-. ?Dejad eso, Ragman! ?No seais avaricioso!

Ragman dio un respingo, devolvio el trozo de pan y salio corriendo.

– ?Quereis algo de comer, Corbett? Estais palido.

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