– ?Besarle el culo al demonio! -se burlo Ap Thomas.

Entraron a la ciudad por un postigo y se encaminaron hacia el castillo. Bullock, hinchado de orgullo y deseoso de contar a las autoridades de la universidad lo que habia descubierto, declaro que todos eran sus prisioneros y que, de momento, permanecerian en las mazmorras del castillo. Los estudiantes, dirigidos por Ap Thomas, protestaron a voces; las prostitutas, mas pragmaticas, empezaron a sonreir y guinar el ojo a sus guardianes. Bullock se llevo a su sequito de prisioneros.

Corbett y sus acompanantes los vieron alejarse, escuchando como los gritos se perdian en el aire de la noche antes de regresar a Sparrow Hall.

El portero les dejo entrar en el hostal, grunendo en voz alta por llegar a aquellas horas. Corbett no le presto atencion. Sabia que Ap Thomas habria chantajeado a aquel tipo para que dejara entrar a los estudiantes, asi que decidio no responsabilizar al hombre de lo que habia pasado.

Una vez en la camara de Corbett, Ranulfo se lavo y se limpio el golpe que tenia en la mano derecha. Maltote se sento en el suelo, tocandose la espinilla y quejandose de lo que habia empeorado su lesion aquella marcha nocturna.

– Ha sido una perdida de tiempo -declaro Corbett, quitandose la capa y desabrochandose el talabarte-. Nuestro amigo Ap Thomas probablemente solo es culpable de haber practicado algunos ritos paganos que, supongo, son tan buena excusa como cualquiera para el libertinaje.

– No vi nada que me llamara la atencion en el claro -anadio Ranulfo-. Pan, vino, algo de carne, una calavera amarillenta que seguramente pertenecia a alguien que ya estaria en la tumba cuando mi abuela nacio… -Sacudio la cabeza-. Y pense que Ap Thomas seria culpable de otros crimenes mas importantes.

– Me pregunto… -Corbett se sento en la cama-. Me pregunto si el Campanero sabra lo que ha sucedido esta noche, porque, si lo sabe, creo que atacara. Sabe que estamos cansados y muertos de sueno despues de nuestra caceria nocturna. Nuestro buen baile, por otro lado, se pasara toda la noche entretenido interrogando a Ap Thomas y al resto de estudiantes a los que no puede ni ver.

– ?No deberiamos vigilar Sparrow Hall? -pregunto Ranulfo-. O por lo menos los caminos de la parte de atras de la casa, ver quien va y quien viene. Podriamos hacer turnos -sugirio.

– Ya ire yo -se ofrecio Maltote, con cara larga, cojeando de un pie.

– ?Y tu pierna? -pregunto Corbett.

– He dormido bastante esta manana -contesto Maltote-. Y no creo que pueda dormir ahora con este dolor. ?Que hora pensais que es?

– Debe de ser medianoche, quizas un poco mas temprano.

– Hare el primer turno.

Maltote salio de la habitacion cojeando, con el talabarte colgando de su hombro.

– ?No deberia ir uno de nosotros con el? -pregunto Ranulfo.

– Estara seguro -contesto Corbett-. Ve detras de el, Ranulfo. Dile que se mantenga en guardia y que vigile ocultandose en las sombras. Cuando se canse, que vuelva. Nuestro portero pensara que es uno de los companeros de Ap Thomas.

Ranulfo se marcho y Corbett se tumbo en la cama. Queria mantenerse despierto pero los parpados empezaron a pesarle y se quedo profundamente dormido.

Ranulfo regreso luego y le quito las botas a su amo. Le coloco la capa por encima, soplo la vela y se retiro a su camara. Prendio una yesca, encendio la lampara de aceite y abrio Las confesiones de san Agustin. «Nos has hecho, oh Senor, a vuestra semejanza y nuestros corazones no podran descansar hasta que nos reunamos con Vos.» Ranulfo cerro los ojos. Recordaria aquellas palabras. Las recitaria la proxima vez que su senor Cara Larga se entrevistara con alguno de esos pomposos prelados o algun cura de reconocido prestigio. Si, todo el mundo asentiria en silencio preguntandose como era posible aquel cambio en Ranulfo-atte-Newgate.

En la callejuela de atras de Sparrow Hall, Maltote haciendo guardia se preguntaba cuanto tiempo los mantendria en Oxford sir Hugo Corbett. Al contrario de Ranulfo, Maltote podria haber vivido y muerto en Leighton. Maltote podia quedarse un dia entero en los establos hasta que el cansancio le venciera. Levanto la vista hacia la oscuridad que le rodeaba y entrevio algunos resquicios de luz de velas. El muro que rodeaba el jardin era alto y Maltote no quitaba los ojos de encima de la puerta de postigo. Si alguien salia, seguramente lo haria a traves de ella. Un gato salvaje aparecio de pronto. Maltote vio como trepaba el monton de paja que habia al lado del muro: una figura peluda salio a su paso y ambos desaparecieron en la oscuridad.

Maltote miro las estrellas y sonrio. Se habia divertido con la caceria nocturna en el bosque. No pudo dar credito a sus ojos cuando vio a aquellas mujeres. Maltote se humedecio los labios. No le habia dicho a Ranulfo que todavia era virgen. Una vez amo a una muchacha, la hija del molinero que vivia cerca del feudo de Leighton, y le habia llevado algunas flores, pero ella se echo a reir cuando Maltote se puso rojo como un tomate y empezo a tartamudear. Quiza, cuando volviera, iria a visitarla de nuevo. Maltote escucho un ruido y abrio los ojos. La puerta seguia firmemente cerrada. Se puso en pie, escudrinando con la mirada la figura oscura que caminaba en su direccion: echo mano de su daga.

– ?Quien anda ahi? ?Quien sois? -pregunto Maltote.

De repente escucho el tintineo de un plato y se relajo. El mendigo se acerco, saliendo de la oscuridad. Maltote rebusco en su zurron; tenia alguna moneda en algun sitio. Quizas aquel hombre le haria un poco de compania mientras vigilaba. Levanto la vista y el plato le golpeo de lleno en la cara. Maltote retrocedio, golpeandose la cabeza con el muro. Intento reaccionar pero su asaltante fue mas rapido; saco una daga afilada y cruel y se la clavo en el estomago. Maltote grito de dolor, se llevo una mano al vientre mientras con la otra intentaba en vano agarrarse al aire. Se derrumbo, la cabeza golpeo contra el suelo de guijarros y el mendigo desaparecio en la oscuridad.

A la manana siguiente un golpe en la puerta desperto a Corbett. Se levanto para abrirla y se encontro de cara con Norreys. Ranulfo tambien salio de su camara, poniendose las botas.

– Sir Hugo -dijo Norreys tragando con dificultad-. Debeis venir a la residencia, es Maltote.

Corbett solto una maldicion.

– No ha vuelto en toda la noche -gruno Ranulfo-. Se suponia que yo tenia que sustituirle.

– Se esta muriendo -declaro Norreys-. Sir Hugo, vuestro sirviente se esta muriendo. El profesor Churchley lo tiene en la enfermeria, pero no podemos hacer nada.

Corbett balbuceo. Se cruzo de brazos por el frio que le invadio de pronto. Sin embargo, Ranulfo salio corriendo escaleras abajo. Corbett se puso las botas, agarro la capa y se dirigio con Norreys hacia Sparrow Hall.

Churchley los esperaba en el recibidor, rodeado por el resto de profesores. Abrio la boca para hablar, pero luego les hizo una reverencia para dejarles pasar y conducirlos por las escaleras hacia la estancia de paredes blanqueadas. Maltote yacia en una cama cerca de la puerta. Tenia el rostro palido como la sabana que le cubria hasta la barbilla, los ojos medio cerrados y un hilillo de sangre que le caia por una de las comisuras de la boca. Ranulfo retiro las sabanas y solto un grunido ante la vista de aquella confusion de vendajes empapados de sangre que Churchley le habia atado alrededor del estomago.

– Hice todo lo que pude -explico el medico.

Maltote se volvio, sus ojos se entreabrieron. Murmuro algo. Los brazos le caian sin fuerza a ambos lados. Corbett se inclino para escuchar las palabras que decia.

– Tengo sed. Amo, este dolor…

– ?Quien fue? -pregunto Corbett.

– El mendigo. No le vi la cara. Fue silencioso como una sombra.

Corbett lucho por controlar las lagrimas de rabia.

– Me estoy muriendo, ?verdad?

Corbett agarro la mano de Maltote, que estaba fria como el hielo.

– No me mintais -susurro-. No tengo miedo o, por lo menos, no de momento.

Su rostro se tenso ante el espasmo de dolor que se habia apoderado de el.

– Le di un opiaceo -afirmo Churchley. Se inclino hacia Corbett desde el otro lado de la cama-. Sir Hugo, supongo que habreis visto heridas en el estomago como esta durante la guerra. Los efectos del opiaceo pronto desapareceran y entonces el dolor sera terrible y tendra una sed insaciable.

– ?Hay algo que podais hacer?

Churchley sacudio la cabeza.

– Sir Hugo, soy medico, no un milagrero. Sangrara hasta que se muera en una gran agonia.

Corbett cerro los ojos, respirando despacio. Se acerco a Maltote.

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