Se abrio paso y volvio a su cuarto en busca de Ranulfo. No hablaron de lo que habia sucedido. En vez de eso, Corbett abrio las cartas que habia recibido del rey y de Maeve.

– Y aqui hay una de Simon para ti.

Le entrego a Ranulfo un trozo de pergamino rectangular con un sello de cera roja en el centro.

Corbett abrio sus cartas. El mensaje del rey era previsible. Habia llegado a Woodstock con sus tropas y esperaba alli hasta que su «buen escribano» hubiera resuelto satisfactoriamente todo aquel asunto. La otra carta era de Maeve. Corbett se sento a la mesa y la estudio con cuidado. La mayor parte se centraba en las novedades sobre el feudo, que habia buenas previsiones para la proxima cosecha y que unos pescadores furtivos se habian colado en el estanque.

Luego Maeve continuaba diciendo que tanto ella como Eleanor le echaban de menos y referia lo orgulloso que se habia quedado el tio Morgan despues de la visita del rey.

Espero -decia- que no le de la murga a Eleanor con sus historias sobre Gales y el modo tan horrible en el que nosotros, los galeses, aterrorizabamos a nuestros enemigos lanzando cabezas decapitadas en el campo de batalla. Aunque creo que Eleanor le tira de la lengua.

Corbett siguio leyendo, luego levanto la vista hacia Ranulfo.

– Lady Maeve me envia recuerdos para ti. ?Que nuevas tienes?

– Oh, solo chismorreos sobre la cancilleria.

Ranulfo rehuyo mirarle a los ojos y se guardo la carta en el zurron.

Corbett releyo el ultimo parrafo de la carta de Maeve:

Te echo mucho de menos -decia- y cada dia voy a la capilla y enciendo una vela para que vuelvas sano y salvo a casa. Con todo mi amor y mis mejores deseos para Ranulfo y Maltote. Tu querida esposa,

Maeve

Corbett cogio un trozo de pergamino y empezo a escribir la respuesta. Describio la muerte de Maltote, luego se detuvo al recordar como el mozo habia sacado a pasear a Eleanor en su poni y como ella no hacia mas que reir y chillar. Maltote intentaba ensenarle algunas cosas sobre los caballos y aunque Eleanor no podia entender casi nada permanecia sentada en su montura especial y asentia con solemnidad. Corbett pestaneo para quitarse las lagrimas y en unas frases escuetas describio su sentimiento de perdida. Luego hizo una pausa.

– Ranulfo -le dijo-, el cuerpo de Maltote sera enviado de vuelta a Leighton, ?verdad?

– Desde luego. Le dije a Tripham que pagaria todos los gastos.

– Yo lo hare -replico Corbett.

– No, amo, dejadme a mi. Tenia dos amigos, ahora solo tengo uno.

Corbett se volvio para mirar de cerca a Ranulfo.

– ?Tengo yo la culpa? -le pregunto-. ?Cause yo la muerte de Maltote?

Ranulfo sacudio la cabeza.

– La danza que estamos bailando es mortal. Podria haberle sucedido a cualquiera de nosotros en cualquier momento. Somos como cazadores -concluyo-. Cazamos en la oscuridad y es facil olvidar que tambien somos las presas de aquellos a los que damos caza: un cuchillo por la espalda, una copa de vino envenenado, un accidente desafortunado…

– ?Y quien piensas que fue el responsable?

– Bueno, no pudo ser David ap Thomas. El y sus hombres estaban encerrados en el castillo. Debio de ser el Campanero.

– Lo que significa -replico Corbett- que debemos entender la muerte de Maltote como una seria advertencia… o que el Campanero estaba planeando su proximo ataque cuando Maltote se interpuso en su camino. Le mataron con el truco mas viejo de la Biblia: el del mendigo pidiendo limosna. -Corbett se puso en pie-. Voy a cogerle, Ranulfo. Voy a coger al asesino de Maltote y, que Dios me perdone, voy a ver como le cuelgan.

Ranulfo le devolvio la mirada desafiante.

– Quiero decir -insistio- que lo atraparemos y lo llevaremos ante un tribunal. Morira en la horca.

Ranulfo se puso en pie, su rostro a unos centimetros del de Corbett.

– Eso esta muy bien, pero dejadme que os diga que la ley de Ranulfo-atte-Newgate se asegura de que no se pierda la sopa entre la cuchara y la boca; en este caso, entre el prisionero y la horca. ?Ojo por ojo, diente por diente, vida por vida!

Capitulo X

Corbett estaba a punto de contestar cuando oyo que llamaban a la puerta. Era lady Mathilda, que entro con Moth a su lado como una sombra. La vieja dama se apoyaba en su baston y respiraba con dificultad.

– He venido para expresaros mis condolencias.

Tendio su mano a Corbett; este se la cogio y le beso los dedos, pero ella la retiro inmediatamente.

– Lo siento -se disculpo ante la mirada aturdida de Corbett-, pero todo este asunto…

– ?Corbett!

Se volvio. Se escucho un crujido en las escaleras y Bullock aparecio moviendose con pesadez; tenia el rostro rojo como un tomate.

– ?Oh, por todos los santos! -susurro lady Mathilda-. Otra vez ese maldito baile. -Se dio la vuelta, olisqueando el aire-. Huele que apesta.

Tendio la mano a Moth, que se la cogio; sus ojos nunca se apartaban de ella. Salieron al pasillo, apartando a Bullock de su camino y empujandole contra la pared. El baile contemplo como se marchaban con los ojos entornados y el rostro rubicundo brillante por el sudor.

– He venido tan pronto como he podido -balbuceo. Inclino la cabeza senalando a lady Mathilda, que ahora bajaba las escaleras-. ?Que queria esa vieja arpia?

– Vino a ofrecerme sus condolencias -replico Corbett-. Apunalaron a mi amigo Maltote ayer por la noche. Esta muerto.

Bullock solto un grunido, golpeando la alforja de montar que llevaba apoyada en una pierna.

– ?Que Dios se apiade de el! -suspiro-. ?Y que el Senor y la Virgen lo acojan en su gloria! -Entro con Corbett en la habitacion-. ?Y quien fue?

– No lo sabemos. Segun parece un mendigo, pero probablemente fue obra del Campanero.

Bullock saludo con la cabeza a Ranulfo, que se levanto para hacer otro tanto.

– Esto es tambien obra del Campanero.

El baile abrio la alforja y lanzo sobre el suelo el cuerpo descuartizado y corrompido de un cuervo con una cuerda alrededor del cuello. Ranulfo se agacho, cogio el animal y, antes de que nadie pudiera reaccionar, lo arrojo por la ventana.

– ?Que mas ha hecho ese bastardo? -pregunto.

Bullock le entrego a Corbett un trozo de pergamino.

– Ayer por la noche colgaron dos como este -contesto-. Uno en la puerta de Oxford Hall, el otro en el Vine. Tenia dos soldados patrullando por la ciudad antes del amanecer. Encontraron esto y el cuervo muerto.

Corbett desenrollo el pergamino y leyo las palabras, que parecian querer salirse del papel:

Asi que el cuervo del rey ha llegado a Oxford. ?Cra, cra, cra!

Asi que el cuervo del rey, la Corbiere , se dedica a picotear en el muladar de la ciudad. ?Cra, cra, cra!

Pues esto es lo que el Campanero dice: maldito sea Corbett en sus suenos.

Maldito sea Corbett cuando se despierta.

Maldito sea Corbett cuando come.

Maldito sea Corbett cuando se sienta.

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