trabajar y lo envie aqui, a las bodegas, para recoger un tonel de vino. Pero, claro, aquel viejo estupido tuvo que abrir un barril. Estaba borracho como una cuba cuando baje. Estaba asustado y empezo a correr. Le segui -Norreys hizo un chasquido con la boca-. Estar aqui -le susurro inclinandose hacia delante-, aqui en la oscuridad, sir Hugo, es como estar de nuevo en Gales. Le persegui. Se puso a gritar diciendo que lo sentia. Le alcance. Empezo a luchar para defenderse, asi que le abri la garganta. Deje aqui el cadaver pero aquella noche tuve un sueno.
– Asi que le cortasteis la cabeza, ?verdad? -le interrumpio Corbett-, pusisteis el cadaver y la cabeza en un barril, os encaminasteis hacia alguna de las puertas de la ciudad y lo sacasteis fuera para deshaceros de el.
– Exacto -asintio Norreys-. Arroje el cuerpo en el bosque y colgue la cabeza de una rama. ?Sabeis algo, sir Hugo? Fue igual que ser exorcizado o bendecido en la iglesia. Los suenos desaparecieron. Me senti purificado. - Norreys sonrio; sus ojos tenian un brillo particular-. Me senti como un joven saltando desde una roca de cabeza a un agua limpia y profunda: me senti totalmente renovado. -Se detuvo contemplando algun punto por encima de la cabeza del escribano.
Corbett lanzo un hondo suspiro, aguzo el oido. «?Oh, Dios!, ?donde se habra metido Ranulfo?» Miro hacia el pasillo, detras de Norreys, pero no pudo ver nada.
– Mas volvisteis a matar -remarco Corbett.
– Por supuesto -sonrio Norreys-. Es como el vino, sir Hugo. Uno lo bebe y siente su sabor y su calor en el estomago. Pasan los dias y uno vuelve a necesitar de nuevo ese calor. ?Y a quien le iba a importar? La ciudad esta repleta de mendigos, hombres sin pasado y sin futuro: no son mas que los desechos de este mundo.
– Tenian almas -replico Corbett, deseando que Norreys no apretara tan fuerte con su espada-. Eran hombres y, por encima de todo, eran inocentes: su sangre derramada pide a Dios venganza.
Norreys se movio y Corbett supo que habia cometido una equivocacion.
– ?Dios, sir Hugo? Mi Dios murio en Gales. ?Y que venganza? ?Que vais a hacer, sir Hugo? ?Gritar? ?Rogar misericordia?
– Me echaran en falta.
– Oh, por supuesto. Me llevare vuestro cadaver de aqui. Os prometo que lo hare de forma diferente. Hay pantanos muy profundos en los bosques. Los fuegos del infierno se habran enfriado cuando encuentren vuestro cadaver. Lo he pensado todo. Le echaran la culpa de vuestra muerte al Campanero. Los soldados del rey llegaran a Oxford y esos arrogantes y pomposos bastardos del otro lado de la calle seran los culpables. Cerraran Sparrow Hall, pero no la residencia. -Vio como Corbett desviaba la mirada-. Oh, ?a quien estais esperando? ?A vuestro sigiloso amigo? Cerre la puerta con llave. Estamos solos, sir Hugo. -Ladeo la cabeza-. Pero ?que os hizo sospechar de mi?
– Mi criado, el que murio. ?Fuisteis vos?
Norreys sacudio la cabeza.
– Dijo que se habia golpeado la espinilla contra un cubo -continuo Corbett mientras entrevio una sombra moverse al fondo del pasadizo-. Me pregunte por que el rector de la residencia, un lugar que no es conocido precisamente por su limpieza, debia de estar fregando el suelo de la bodega. Estabais quitando las manchas de sangre, ?verdad? Y luego empece a reflexionar sobre el hecho de que los cadaveres fueron encontrados sin ninguna senal de haber muerto en el bosque; sobre los mendigos que vienen aqui a menudo, pidiendo limosna, pan y agua; sobre lo profundas que son estas bodegas, y me acorde de que vos habiais trabajado como especulador en Gales. Por supuesto, como administrador, teniais el derecho de coger vuestro carro para ir a comprar existencias en las aldeas de los alrededores. Nadie sospecharia de vos, nadie podria deteneros.
Norreys le senalo con un dedo.
– Sois un buen perro de caza.
– Cogisteis los cuerpos y los dejasteis con las cabezas colgando de las ramas. Nadie se daria cuenta de las manchas oscuras de unos barriles fabricados para contener vino y con la tapa firmemente cerrada. Mientras yo, el perro de caza del rey, he permanecido en este lugar, habeis dejado de matar. Sabiais que era muy curioso, asi que limpiasteis el lugar de los crimenes y Maltote se tropezo contra el cubo que estabais usando.
– ?Algo mas?
– Se os cayo un boton…
– ?Ah! Me preguntaba…
– Y hay gravilla muy fina aqui abajo. Encontre algunos restos en las ropas de los mendigos.
– Pense que habiais encontrado algo -se rio Norreys-. Os segui hasta aqui abajo…
– Os propondre una cosa -interrumpio Corbett al ver que Ranulfo todavia no estaba muy cerca.
Norreys abrio unos ojos como platos.
– En el pasillo que hay a vuestras espaldas -continuo Corbett- esta mi sirviente, Ranulfo-atte-Newgate. Antes de convertirse en escribano, Ranulfo era cazador nocturno. Podia abrir cualquier cerradura y moverse como un fantasma.
Norreys sacudio la cabeza, pero su sonrisa se desvanecio al escuchar el chasquido de una ballesta a sus espaldas.
– Podeis apartar vuestra espada -le aconsejo Corbett con calma- y ser juzgado ante un tribunal de justicia del rey.
– Podria mataros -sonrio de nuevo Norreys, pero por poco rato.
Corbett levanto lentamente la mano, toco la hoja de la espada: se tranquilizo, no estaba muy afilada, era solo una barra de hierro.
– Podeis aceptar mi propuesta -insistio Corbett.
Sin embargo, Norreys estaba mas preocupado por tener a Ranulfo a sus espaldas.
– O Ranulfo podria acabar con vos.
De pronto Corbett aparto de un golpe la espada y se echo a un lado. Norreys se puso en pie. Ranulfo aparecio bajo la luz de las velas. Corbett escucho el silbido del cuadrillo de una ballesta y Norreys se tambaleo, dejo caer la espada y se agarro el cuadrillo, que le habia alcanzado directamente en el pecho. La mirada de sorpresa todavia estaba en su rostro incluso cuando Ranulfo le agarro por la cabellera, le echo hacia atras la cabeza y le abrio la garganta. Ranulfo dejo caer a Norreys al suelo y se agacho al lado de Corbett. El escribano cerro los ojos y se acerco a la pared, respirando con dificultad, intentando calmar los latidos de su corazon.
– Vine lo mas rapido que pude -sonrio Ranulfo-. La cerradura estaba oxidada y atrancada y durante unos segundos perdi el control. -Ayudo a Corbett a ponerse en pie-. ?Sabeis lo que haria, amo? ?Me marcharia de este maldito lugar! -Le dio una patada al cadaver de Norreys-. Cabalgaria tan rapido como el viento hacia Woodstock y obtendria el permiso del rey para arrestar a todo el mundo, tanto de la universidad como de la residencia, hasta que este asunto se acabe.
Corbett le aparto de su lado con amabilidad y se reclino en la pared.
«Esto es una pesadilla», penso, mirando a su alrededor. Pasillos oscuros y resbaladizos, luces de vela parpadeantes, el cadaver empapado en sangre de un asesino. ?Como terminaria todo aquello? ?Quiza Ranulfo no llegaria algun dia a tiempo? ?O tal vez se encontraria con un asesino distinto al resto, silencioso y rapido, a quien no le importara jactarse de sus proezas? Corbett recogio su daga y la envaino. Ranulfo limpio la hoja de la suya en el junquillo de Norreys, recogio la ballesta y ayudo a Corbett a volver por el pasillo. Empezaron a caminar, pero Corbett se detuvo. Se sentia mas tranquilo a pesar del frio.
– Tienes razon -murmuro-, recoge nuestras cosas, Ranulfo. Nos marcharemos de aqui e iremos a la taberna de Las Chicas Alegres. Reserva una habitacion pero no digas a nadie donde estamos. -Subio los escalones y abrio la puerta-. No volvere a poner los pies en esa maldita habitacion.
Corbett se sento en un banco y se tapo la cara con las manos. Se acerco un criado para preguntarle si se encontraba bien y si sabia donde estaba el profesor Norreys…
Corbett levanto la cabeza, el hombre echo una mirada al rostro palido y enfurecido del escribano y echo a correr. Llego Ranulfo, con alforjas sobre los hombros y en las manos. Salieron a la calle. Corbett se sentia como en un sueno. Permitio que Ranulfo le guiara a traves de las calles, echando a un lado a los mendigos. En una ocasion Corbett se tuvo que parar, porque el ruido y los olores hicieron que se mareara. Sin embargo, cuando llegaron a la taberna ya se sentia mejor. Todavia tenia frio y estaba cansado. Se sento frente a un fuego de pocas llamas mientras Ranulfo alquilaba una habitacion y pedia algo de comer: faisan asado con salsa de ostras. Ranulfo se quedo en silencio y se limito a observar a Corbett, que comia con desgana. A continuacion se tomo dos copas de clarete y le explico lo de Norreys.
– Dormire durante un rato -concluyo Corbett-. Vuelve a Sparrow Hall, Ranulfo, y cuentale al profesor Tripham lo