cabos, que la mantenian fuera del alcance de la bancada de remos que tenia encima.

– ?Por el bien de Apolo! -susurro Memnon al capitan-. ?No quiero que se enrede! Alguno de los capitanes de Alejandro podria decidir que no le vendria mal un crucero nocturno.

– La mantendremos firme -le tranquilizo el capitan.

Memnon se volvio al escuchar unas pisadas. Cinco hombres salieron a cubierta. Cada uno llevaba un hato en una mano y la coraza en la otra. Vestian unas tunicas sencillas, capas y botas de marcha. Las joyas baratas, brazaletes, anillos y collares brillaban en la escasa luz. Con los pendientes de plata en las orejas y los cabellos muy cortos, tenian todo el aspecto de lo que simulaban ser: mercenarios hoplitas que buscaban a un amo. Memnon estrecho la mano de su lider, Droxenius.

– ?Sabes lo que debes hacer? ?Lo que debes decir?

– Somos soldados de Argos -respondio Droxenius-. Somos mercenarios que venimos a aceptar el dracma de Alejandro de Macedonia. Viajamos por tierra. Tenemos armas, pero no tenemos amo. Hemos prestado servicios en Lidia y mas al norte. Teniamos la intencion de unirnos a Memnon en Rodas. Sin embargo -Droxenius se toco la entrepierna, un gesto para evitar la mala fortuna-, creemos que perdera. Cuando desaparece el dinero y la suerte, tambien desaparecen los mercenarios.

Memnon rio suavemente al escuchar la ultima frase.

– Lo que ocurra despues -manifesto- es responsabilidad vuestra. Escoged el momento y el lugar y atacad inmediatamente. Si escapais, tendreis mas riquezas de las que habeis sonado. No hagais prisioneros. Si os matan y os encontrais en los Campos Eliseos, sabed que hare los sacrificios y tratare a vuestros amigos como si fueran mios -prometio Memnon mientras el viento nocturno sacudia su capa-. Teneis una unica y exclusiva tarea: la ejecucion de Alejandro de Macedonia. Habeis dicho que sois de Argos, pero la verdad es que sois de Tebas. Recordad lo que fue la ciudad y la ruina en que la ha convertido Alejandro -continuo diciendo mientras se acercaba al grupo y miraba atentamente el rostro de cada uno comprobando como todos mostraban expresiones decididas-. Cada uno de vosotros tiene una deuda de sangre. ?Las sombras de vuestros familiares, madres, padres, hermanos y hermanas claman venganza contra el tirano! ?Golpead fuerte! ?Golpead deprisa! -exclamo levantando una mano en senal de despedida-. ?Despues corred rapidos como el viento!

Estrecho la mano de cada uno. Se acercaron a la proa y, ayudados por algunos de los tripulantes, se descolgaron por los cabos hasta la barca. Droxenius fue el ultimo. Cuando se disponia a bajar, Memnon le cogio por el hombro.

– Nadie sabe que vais alli. Los espias pueden ser tan abundantes y rapidos como las moscas en una cagada de perro. Tu tarea es matar a Alejandro, pero ve con mucho cuidado. Si puedes, intenta encontrar a una persona llamada Naihpat.

– ?Que pasara si lo encontramos? -pregunto Droxenius observando el rostro de Memnon-. ? Lo matamos?

– No -contesto Memnon sacudiendo la cabeza-. Si los dioses os protegen, a vuestro regreso, decidme quien es.

Droxenius asintio. Los pescadores llamaban en medio de la oscuridad. Memnon percibio el ascenso de la marea mientras cambiaban las traicioneras corrientes de estas aguas. El mercenario bajo. Memnon le paso el hato por encima de la borda. Quitaron los arpeos. El capitan dio una orden y el trirreme se movio suavemente hacia atras mientras el jefe de los remeros daba instrucciones precisas a algunos de sus hombres. La nave de guerra lucho contra la corriente para permitir que la barca virara. La pequena embarcacion desaparecio rapidamente en la bruma.

Droxenius se sento a popa, desde donde observaba a los tres pescadores. Memnon le habia dicho que los habian sobornado para que se arriesgaran a navegar de noche y, siguiendo unas senales, a trasladar a unos hombres hasta la playa. Los pescadores habian recibido una buena paga de manos de los agentes de Memnon y les habian prometido mas en cuanto acabaran el desembarco.

Se sujeto con fuerza ante los vaivenes de la fragil embarcacion. Despues de la seguridad y la relativa comodidad del trirreme, tenia la sensacion de que habia sido abandonado en una balsa en medio de un mar embravecido para que se las apanara por su cuenta. Sin embargo, los pescadores conocian su trabajo. Al principio, no vio nada mas que el mar revuelto. Sonaron unas ordenes. Droxenius distinguio en la oscuridad unas borrosas manchas blancas que correspondian a los acantilados y a la playa de piedras arenosas de una pequena cala. La barca mantuvo el rumbo hasta que el casco rozo el fondo. Dos de los pescadores saltaron al agua, al tiempo que urgian a Droxenius y los demas a que se unieran a ellos. Los mercenarios obedecieron. Entre todos arrastraron la embarcacion a tierra. Droxenius se aseguro de que habian bajado y llevado la carga a la arena seca. Miro por un momento las estrellas; era plena madrugada y aun les quedaba por delante un largo camino. Miro en derredor. Si se habia planeado una traicion, ocurriria ahora. Algun movimiento, el brillo de una armadura, el resoplo de un caballo…Todo estaba en silencio. Uno de los pescadores le toco el brazo y extendio la mano con la palma hacia arriba.

– ?Ah si! -Droxenius sonrio-. ?Es la hora de pagar! ?Muchachos! -llamo suavemente en la oscuridad-, nuestros barqueros quieren oro y plata. ?Pagadles como hago yo!

Droxenius desenvaino la espada con la velocidad del rayo y la clavo en el estomago del pescador. El hombre, con su rostro manifestando sorpresa, abrio la boca mientras miraba atonito la hoja del arma.

– Lo siento -susurro Droxenius. Apoyo una mano en la nuca del hombre y lo empujo para ayudar a que la espada lo atravesara-. Es mejor de esta manera.

Sus companeros se ocuparon de los otros dos pescadores, a quienes tambien habian pillado desprevenidos. En cuestion de segundos los tres yacian muertos en la playa. Droxenius dio las ordenes. Los cadaveres fueron arrojados al interior de la barca. Dos de los hombres de Droxenius se desnudaron y, a continuacion, arrastraron la barca hasta el agua, desplegaron la vela y dejaron que el viento los separara de la playa. Desde donde se encontraba, Droxenius escucho como abrian agujeros en el casco y arrancaban tablas. Una y otra vez miraba por encima del hombro hacia lo alto del acantilado mientras rogaba que no les abandonara la suerte. Sin embargo, ?que motivos tendria Alejandro para enviar a una patrulla de vigilancia? Cuando miro de nuevo hacia el mar, la embarcacion ya se estaba hundiendo. Sus dos hombres, nadadores expertos, la dejaron a su suerte, se lanzaron al agua y nadaron hasta la orilla.

– No quedara ningun rastro -afirmo uno de ellos sacudiendose el agua como un perro-. Atamos los cuerpos a la barca. Pasaran semanas antes de que los encuentren.

Droxenius les dio prisa para que se vistieran. En cuanto acabaron, el grupo de asesinos se alejo rapidamente al amparo de la oscuridad como si fuesen sabuesos.

* * *

Dario, Rey de Reyes, se hubiera sentido satisfecho con el caos y la muerte que ahora acechaban a Alejandro de Macedonia, que bebia alegremente con sus companeros, sin tener idea de los peligros que le rodeaban. Tambien los exploradores que habia traido la sacerdotisa Antigona experimentaban una falsa seguridad. Habian presentado sus ultimos respetos al companero muerto. Alejandro en persona habia rendido honores al cadaver. Habia dado el dinero para pagar a Caronte y la comida para alimentar al siniestro perro Cerbero. Ahora los exploradores estaban sentados alrededor de una hoguera en los limites del campamento macedonio y disfrutaban del vino y la comida que el rey les habia obsequiado para la vigilia. Ahora creian que la muerte de su companero habia sido un desgraciado accidente. El campamento estaba lleno de bribones, ladrones y prostitutas. Quiza solo habia sido una cuestion de mala suerte; despues de todo, el camarada muerto tenia fama de ser un libidinoso.

– Como una cabra en celo -bromeo uno de ellos-. Quizas hubo una pelea por una mujer, una partida de dados o de taba.

La muerte nunca estaba muy lejos. Todos conocian los peligros que los amenazaban. Los exploradores se consolaban con estas reflexiones y palabras. Como rudos campesinos de la costa jonica, ya estaban discutiendo entre ellos lo que harian con el oro y la plata que Alejandro de Macedonia les habia prometido. La sacerdotisa Antigona les habia asegurado con terminos inequivocos: «No tendreis que combatir, solo marchar con el ejercito de Alejandro para guiarlo hacia el sur. A cambio, os daran mas oro y plata de la que podriais ganar en mil vidas». Con la astucia tipica de los campesinos, habian sopesado todas las posibilidades. Se enorgullecian de ser griegos. No les agradaban los persas con sus altivos modales, las lujosas tunicas, los rostros arrogantes, los ojos oscuros, su idioma que nunca podrian aprender…

«Sera sencillo -habia afirmado su jefe Critias-. Guiaremos a Alejandro en la marcha hacia el sur y cobraremos

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату