nuestra recompensa. ?Lo que les ocurra es decision de los dioses, no nuestra!»

Todos habian asentido.

– ?Donde esta Critias? -pregunto uno de ellos con voz estridente-. ?Tendria que estar aqui compartiendo el vino!

– Oh, ahora se esta convirtiendo en alguien muy distinguido y poderoso como para estar con nosotros -replico otro.

Todos asintieron, con los rostros enrojecidos y los ojos brillantes. El vino fuerte que Alejandro les habia enviado, estaba comenzando a hacer su efecto; afloraban las viejas tensiones y rivalidades. Siempre habia considerado a Critias un hombre que se daba muchos aires, un griego con un pasado sombrio y con una cierta educacion. Habia prometido a Alejandro dibujar unos mapas donde aparecerian marcados los arroyos y las fuentes para que la caballeria no muriera de sed bajo el sol ardiente.

– Tendria que estar aqui -insistio Lascus, que era el mas alto y fornido de todos ellos.

Cogio un trozo del pescado que se asaba en las brasas y se lo engullo de un bocado. Lascus solo deseaba cruzar el Helesponto cuanto antes. Queria regresar a su casa. Queria que sus paisanos, sobre todo las mujeres, le vieran en toda su gloria. ?No les habia prometido Alejandro una lanza y una espada que podrian llevarse con ellos? Lascus cogio la jarra y, sin hacer caso de las protestas de sus companeros, bebio directamente del recipiente.

– ?Que opinas de nuestras probabilidades, Lascus? -pregunto un companero.

– ?Sera tan facil como segar el trigo! -replico el bravucon, en cuanto acabo de beber. Miro alrededor de la hoguera con una expresion ebria; los rostros de sus companeros estaban sucios de grasa. Hacia meses que no comian ni bebian tanto. Lascus tenia el estomago hinchado; tendria que beber agua antes de echarse a dormir o, a la manana siguiente, se levantaria con un tremendo dolor de cabeza.

– Te dire lo que pasara -dicho esto, Lascus hizo un ruido con los labios-. Teneis que pensar en lo que haran los persas.

– ?Que pasara si queman los campos? -grito alguien-. ?Ya se ha hecho antes!

Lascus le guino un ojo con una expresion picara.

– No lo creo. Conocen a los macedonios. Yo tambien. Los he visto ejercitarse. Les encantan los territorios llanos. He estado en las jaulas de los esclavos. Hable con una puta pelirroja que capturaron en Tebas. Tiene unas tetas muy grandes -puntualizo haciendo un gesto con las manos-. Es una lastima lo que le paso en el rostro - aseguro, comentario que fue recibido con aplausos y voces obscenas-. Tengo la intencion de volver alli -afirmo Lascus.

– ?Que decias de los macedonios?

– Hable con la puta pelirroja. ?Sabeis como se hace llamar? Como la diosa, aquella de la que habla Antigona: Casandra. No creo que ese sea su verdadero nombre.

El hombre que le habia hecho la pregunta comenzaba a impacientarse. Miro a Lascus y le enseno los dientes como un perro furioso.

– Tal como dije, he visto las maniobras de los macedonios. Destrozaron al ejercito tebano delante de la puerta principal. Utilizaron las murallas de la ciudad como un herrero utiliza el yunque. Las machacan y las derriban. Encontraron una puerta abierta y Alejandro y su horda entraron por alli. Los persas no se dejaran atrapar de la misma manera. Alejandro conocera a su ejercito, pero nosotros conocemos nuestro pais.

Sus comentarios fueron recibidos con gestos y grunidos de aprobacion. Los exploradores recordaron las tierras donde habian nacido: llanuras polvorientas, bosques, empinadas colinas, sombrios canones y torrentes y rios todavia caudalosos con las aguas del deshielo.

– ?El Granico! -grito uno de ellos.

– Ah si, el Granico.

Lascus recordo el caudaloso rio, con las empinadas riberas cubiertas de vegetacion. Tendria que hablar con Critias al respecto. Una subita arcada le dejo un regusto acido en la boca. Murmuro algo, se puso de pie y se alejo tambaleante en la oscuridad. Recordaba las ordenes que les habian dado. Los celadores del campamento habian sido muy claros: «?Si teneis que orinar y defecar, id a hacerlo bien apartados del campamento!».

Camino con paso inseguro entre los cuerpos de los soldados que dormian alrededor de los rescoldos de las hogueras. Un centinela le dio el alto. Lascus se senalo la entrepierna. El hombre se rio, solto un escupitajo y le dejo pasar. El explorador se encamino hacia un grupo de arboles. A lo lejos se veian las luces de Sestos y se pregunto si podria ir alli de visita. Hizo una pausa cuando escucho un ruido a su espalda. Miro hacia atras, a las luces del campamento. El terreno era muy quebrado en esta zona. Abundaban los plintos de piedra cubiertos de musgo. Critias afirmaba que en el pasado aqui se habia levantado una ciudad. ?Que sabia Critias? Acabo de orinar y se volvio para emprender el camino de regreso al campamento. Atisbo una silueta que corria hacia el, una sombra recortada por la luna que se movia a gran velocidad. Lascus se quedo paralizado.

Antes de que pudiera recuperarse, la figura ya se le habia echado encima. Sintio un dolor terrible en un costado. Intento defenderse, pero la muerte habia sido mucho mas rapida, como una saeta a traves de la oscuridad. Lascus se tumbo hacia adelante. El dolor era muy intenso. Acerco una mano a la herida y la daga celta se hundio en su costado hasta la empunadura alada. El campesino cayo de rodillas mientras maldecia su propia estupidez. Una lechuza chisto desde un arbol. Lascus el guia, el futuro heroe, se tumbo de bruces, con los ojos sin vida, mientras su asesino le ponia un trozo de pergamino entre los dedos sin fuerza.

* * *

La fiesta en el pabellon real habia degenerado en una algarabia. Seleuco y Ptolomeo discutian agriamente sobre la reputacion de cierta dama que ambos habian cortejado en Macedonia. Hefestion estaba tendido en un divan, con una sonrisa placida en su rostro. Alejandro, ajeno a la tension, no hacia caso a sus invitados y continuaba inmerso en su conversacion con Antigona. A Telamon se le cerraban los ojos. Estaba decidido a que no tuvieran que llevarlo a su tienda, tal como habia dicho Ptolomeo con sorna: «?Como a un crio despues de su primera copa!». Noto una rafaga de aire helado. Uno de los guardaespaldas reales acababa de entrar en el pabellon. Alejandro se levanto del divan y los dos hombres iniciaron una conversacion en susurros a la que no tardo en sumarse Aristandro. El rey se acerco a Telamon y dio un puntapie en la base del divan.

– Aristandro quiere hablar contigo.

– ?Sobre que? -replico Telamon, malhumorado.

– Veneno -contesto Alejandro sonriendo mientras se alejaba.

El custodio de los secretos del rey ya se encontraba en la salida de la tienda y le hacia gestos para que se diera prisa. Telamon se reunio con el en el exterior. El aire frio de la noche le despejo rapidamente.

– ?Que pasa? -pregunto.

– Ven conmigo, Telamon. No corres ningun peligro. Te lo garantizo.

No habian caminado mas que unos pocos pasos cuando Telamon escucho un ruido y se volvio. Un grupo de rudos mercenarios les escoltaban. Eran celtas, no griegos, todos vestidos con las mas estrafalarias y coloridas prendas y armaduras: polainas metidas dentro de las botas; armaduras de cuero sobre las tunicas; cascos con las formas de diversos animales… El jefe llevaba una piel de leopardo sobre un hombro y un escudo donde aparecia pintado el ojo que todo lo ve, el emblema personal de Aristandro. Todos empunaban las espadas y dos de ellos llevaban teas. Telamon los vigilo mientras se acercaban. Los celtas eran unos gigantones que median casi diez palmos de estatura. Las cabelleras, peinadas en trenzas sujetas con cintas de colores, les llegaban hasta mas alla de los hombros. Los cascos cubrian la parte superior de sus rostros y el resto se ocultaba bajo las enormes y enmaranadas barbas.

– ?Ah, mis bonitos ninos! -exclamo Aristandro volviendo sobre sus pasos y mientras se limpiaba las unas pintadas con un mondadientes-. ?No son unos chicos preciosos, Telamon? ?Mi guardia personal! ?Una docena de brutos! -afirmo riendose-. ?Unos chiquillos encantadores que me destrozan la casa y acaban con mis viveres! ?No es asi, precioso mio? -pregunto al lider.

El hombre respondio en un griego macarronico. Sus ojos azul claro iluminados por la luz de las antorchas miraban al fisico con una expresion feroz.

– ?No, no, eres un chico malo! -exclamo Aristandro dandole un golpe en la mano con una expresion juguetona-. Telamon no es mi presa, es mi amigo. ?Verdad que eres mi amigo, Telamon?

El fisico lo miro fijamente.

– ?Lo eres? -insistio Aristandro pateando el suelo con impaciencia.

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