– Es probable que la devolvieran a Antigona. ?Que pretendes insinuar?

– Estoy recordando mis conocimientos de geografia -contesto el fisico-. He estado en el Troad en dos ocasiones. Alli no hay gran cosa, sino solo ruinas: las tumbas en el promontorio, la llanura barrida por el viento y, a lo lejos, las laderas arboladas del monte Ida. Troya y toda su gloria han desaparecido. Cuando viajas hacia el sur, entras en un territorio diferente. Te puedes perder con mucha facilidad -observo exhalando un suspiro; luego se levanto y ayudo a hacerlo a Casandra-. Lo verdaderamente importante es que un ejercito pequeno como el de Alejandro puede ser emboscado sin muchas dificultades. Para decirlo con toda claridad, parece que cualquiera en condiciones de ayudar a Alejandro a atravesar aquella region es arrojado al vacio, apunalado o, como en este caso, ahogado en el fango.

– Pero si fue un accidente -protesto Casandra.

– Un filosofo afirmo en una ocasion que los accidentes no existen…

– ?Telamon! ?Telamon! -rugio una voz.

El fisico cogio la mano de Casandra. Volvieron por el mismo camino entre los arboles hasta donde el jefe del coro de Aristandro les esperaba como un gigantesco oso envuelto con la capa forrada de piel. En una mano sostenia su grotesco casco con forma de cabeza de jabali y en la otra la daga. Senalo a Telamon con el arma.

– Tienes que ir con el rey. Quiere verte.

– ?Y tu puedes guardarte la daga! -le ordeno Casandra con un tono cortante.

El jefe del coro se limito a mirarla.

La muchacha avanzo con una expresion fiera en el rostro.

– ?Venga! ?Guarda de una vez esa daga! Dejate ya de tantos aspavientos. Este es un amigo del rey. ?Ira porque quiere! -exclamo mirando a Telamon por encima del hombro y enarcando las cejas en un gesto de exasperacion-. Si hay algo que he aprendido sobre los celtas, es que son unos redomados mentirosos y que les encanta hacer teatro.

Esta vez el celta envaino la daga sin demora. Ahora miraba a Casandra con adoracion, como si la pelirroja fuese una emperatriz que habia regresado para reencontrarse con sus subditos.

– ?A que estas esperando ahora? ?Venga, en marcha, mala bestia!

El jefe del coro se inclino en senal de obediencia y abrio la marcha de regreso al campamento. Telamon y Casandra se apresuraron a seguirlo.

Las maniobras habian acabado y las unidades regresaban al campamento, en plan de paseo. Los soldados se habian quitado los cascos y las armaduras y los esclavos y sirvientes cargaban con las lanzas y los escudos. Un escuadron de caballeria paso al galope y los infantes corearon una retahila de insultos, molestos por las nubes de polvo levantadas por los caballos. El jefe del coro se abrio paso entre la muchedumbre. En lugar de llevarlos hacia el recinto real, los condujo a traves del campamento hacia el lugar donde habian instalado las tiendas que servian de hospital cerca de un arroyuelo. Hasta ahora, el hospital solo se habia utilizado para tratar lesiones menores y enfermedades. Ahora, en cambio, mientras se acercaban a la tienda principal, Telamon escucho unos gritos de agonia. Los guardias reales se amontonaban en la entrada; en el interior, pobremente iluminado por las lamparas de aceite, reinaba un olor agrio. El rey y sus companeros sujetaban a un joven oficial acostado en una mesa plegable. Todos tenian las tunicas manchadas de sangre y se veia un charco de sangre en el suelo, en el lado derecho de la mesa.

– ?Bendito sea Apolo!

Alejandro, todavia vestido con el uniforme de batalla, los saludo. Tenia los cabellos empapados en sudor. Se quito el panuelo que llevaba anudado al cuello y lo utilizo para secarse el sudor de los brazos. Ptolomeo, Hefestion y los demas permanecian cerca de la mesa, angustiados por los gemidos y los gritos del paciente. Alejandro empujo a Telamon sin miramientos.

– Se cayo del caballo -le informo el rey.

Telamon miro la mano del oficial, convertida en un monton de carne aplastada.

– ?Una coz?

– No. El caballo le piso la mano -contesto Alejandro con un tono desabrido-. Telamon, eres un fisico de primera. ?Que puedes hacer por el?

– Tienes a otros fisicos, mi senor. Si quieres poner a prueba mis conocimientos, no tienes mas que decirlo.

Alejandro no hizo caso de la respuesta.

– ?Que recomiendas, Telamon?

– ?Le han suministrado algun opiaceo?

– No le han dado nada.

Telamon se volvio y cogio a un enfermero por el brazo con firmeza.

– Quiero el vino mas fuerte que tengas con un poco de polvo de amapola. ?Sabes lo que es?

El hombre asintio.

– Casandra, ve a la tienda, trae mi maletin y el pequeno cofre de cedro con una serpiente de plata en la tapa. Uno de los hombres del rey te acompanara.

Alejandro se volvio y chasqueo los dedos. La pelirroja se marcho escoltada por dos oficiales. El enfermero trajo el vino y el polvo de amapola. Telamon preparo la mezcla y, despues de ordenar a los companeros del oficial que lo sujetaran con fuerza, le acerco la copa de vino a los labios.

– ?Bebe! -le urgio, sin hacer caso de la mirada de desesperacion en los ojos del herido-. ?Bebe y tendras paz!

– Voy a morir -balbuceo el oficial. Se habia mordido la lengua y la sangre chorreaba por los labios. Tenia el rostro banado en sudor y la piel de un color grisaceo.

– No vas a morir -replico Telamon-. Todavia no. Bebe esto y conoceras la paz. Aguanta un poco mas el dolor y bebe el vino.

El hombre obedecio. Llenaron otra vez la copa y anadieron mas polvo. El paciente comenzo a cabecear mientras se le cerraban los ojos; Telamon le abofeteo para mantenerlo despierto hasta que acabo de beber la segunda copa. Por fin, el oficial se quedo en silencio.

– El rio de Leteo -murmuro Alejandro-. ?Las aguas del olvido!

– Semillas de amapola y vino fuerte -replico Telamon con un tono caustico-. Los efectos no duraran mucho. El dolor le hara recuperar la conciencia.

– ?Quiero ver todo lo que haces, pero me estoy asando de calor! -Alejandro levanto los brazos y un paje corrio para desabrocharle la coraza-. ?Que haras, Telamon? -Alejandro parecia haber olvidado todo lo referente al ejercito. Una vez mas, la insaciable curiosidad que habia llevado de cabeza a Aristoteles en Mieza habia pasado a primer plano-. ?Que haras?

Telamon no le presto atencion. Sujeto el brazo caido de la victima y lo apoyo suavemente en la mesa. Examino con mucha atencion el hombro, el antebrazo y la muneca. Levanto la mano aplastada. El paciente se movio. Telamon se inclino para observar la mano mas de cerca. De los dedos solo quedaban unos trozos de huesos y piel sanguinolenta.

– Tendre que amputar -manifesto Telamon-. Aqui, a la altura de la muneca, y tendre que hacerlo sin perder ni un segundo.

El enfermero se olvido de quien estaba presente.

– ?Puedes hacerlo? Se desangrara hasta morir.

– Si no lo hago -le explico Telamon-, la mano se le infectara en cuestion de horas, se desparramara el veneno, se le hinchara el brazo y morira en medio de terribles sufrimientos. Necesito un bol con fuego, agua caliente y vendas limpias. ?Lo tienes?

– Obedece -dijo el rey.

El enfermero obedecio. Durante unos momentos reino la confusion. Telamon mando que desalojaran la tienda y que solo se quedaran Alejandro, sus companeros y el enfermero. Casandra entro en la tienda. Telamon les pidio a ella y al enfermero que se lavaran las manos a conciencia. Abrio el maletin y saco los instrumentos: una pequena sierra muy afilada, unos alicates, unas pequenas grapas de bronce y agujas. Cauterizo todos estos objetos en las llamas del brasero.

– ?Por que lo haces? -pregunto Alejandro.

– No lo se a ciencia cierta -contesto Telamon-. Presencie una operacion similar en Siracusa: el fuego lo limpia

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