de escuderos. Le pidieron ayuda. Telamon se ocupo de limpiar y vendar las heridas, pero estaba tan agotado que ni siquiera le quedaban fuerzas para hacer un nudo. Uno de los escuderos lo cogio de un brazo y le ayudo a vadear la corriente. Llego a la otra orilla y vio las luces de las antorchas. A su alrededor se reunio una multitud; un coro de voces le hizo mil y una preguntas. Casandra, con el rostro palido y ojeroso, le ofrecio un vaso de vino. Cogio a Telamon de una mano y le hizo beber hasta la ultima gota. Se dejo llevar en medio de la oscuridad hasta un carro, se tumbo en el suelo debajo del carro y se quedo dormido con Casandra a su lado.
Los puntapies que le propinaba un soldado despertaron a Telamon. Entonces escucho las airadas protestas de Casandra, a las que el hombre respondia con gestos obscenos.
– ?Esta bien! ?Esta bien! -protestaba Telamon saliendo de debajo del carro.
Miro al cielo y se dio cuenta de que la manana estaba muy avanzada. Reinaba una gran actividad en el campamento de las caravanas. Se llevaban a los prisioneros fuertemente custodiados. Una cadena de hombres trasladaba de mano en mano a traves del rio los bultos con el botin cogido a los persas. Otros transportaban en unas improvisadas camillas a los macedonios heridos hasta un bosquecillo donde se habia instalado un hospital de campana.
– ?Necesitas ayuda? -murmuro el fisico.
El soldado, borracho y sin afeitar, con las manos cubiertas de sangre hasta las munecas, sacudio la cabeza.
– ?Por favor, senor, di a tu ramera pelirroja que se calle! ?El rey quiere verte!
Callo al oir un griterio donde destacaban los insultos y burlas. Una larga columna de hombres, solo vestidos con los taparrabos y encadenados los unos a los otros por las munecas y los tobillos, avanzaba desde el rio. A cada lado caminaban los escuderos, que trataban a los prisioneros con gran brutalidad. Desfilaron junto a los carros: una larga columna de seres reducidos a una condicion abyecta, sucios de barro y sangre.
– ?Pobres diablos! -murmuro el soldado-. ?Son todos los que quedan de los mercenarios de Memnon!
– ?A cuantos mataron? -pregunto Telamon.
– A unos tres mil; los demas se rindieron. Los envian a las minas de plata de Macedonia.
La noticia de la llegada de los mercenarios prisioneros corrio por todo el campamento. Soldados y civiles se amontonaban para verlos pasar. Hubo muchos que comenzaron a tirarles piedras mientras los insultaban a voz en cuello.
– Hay tebanos entre ellos -observo Casandra-. Me quede aqui noche y dia para vigilar nuestras pertenencias - anadio mirando a Telamon-. Por aqui hay mas ladrones que moscas y la mayoria de ellos son macedonios.
El soldado se adelanto con una expresion amenazadora en el rostro.
– Ahora vere al rey -dijo Telamon apresuradamente.
Habian instalado el pabellon de Alejandro muy cerca del lugar donde el dia anterior habia estado Parmenio con el ala izquierda del ejercito. El rey estaba sentado en un taburete fuera del pabellon. No habia dormido y mostraba un rostro palido y sin afeitar. Iba vestido con la tunica que habia llevado debajo de la armadura durante la batalla. Manchas de sangre seca salpicaban los brazos y las piernas y un vendaje improvisado cubria la herida en la cabeza. Los escribas estaban sentados en el suelo formando un semicirculo. Alejandro vigilaba atentamente a los soldados que apilaban las valiosas armaduras persas recogidas en el escenario de los combates.
– ?Quiero que envien nueve de estos a Atenas! -ordeno Alejandro a voz en cuello-. Con el siguiente mensaje: «Alejandro, hijo de Filipo y los griegos, a Atenas y a todas las ciudades de Grecia excepto Esparta…» -El resto del mensaje era breve y muy claro y consistia en la descripcion de una aplastante victoria. Telamon vio detras de Alejandro a un grupo de comandantes sentados alrededor de una mesa en el interior de la tienda, acompanados por unos cuantos escribas muy atareados en el estudio de los mapas de campana. El rey dicto mas cartas. Hablaba deprisa, impartia ordenes y escuchaba los informes. Luego se volvio para mirar al fisico con una mano por encima de los ojos a modo de visera para protegerlos del resplandor del sol.
– Una gran victoria, ?eh, Telamon? Los dioses han dado a conocer su voluntad. ?Has visto a Cleon? -pregunto dejando de sonreir.
Telamon sacudio la cabeza.
– Probablemente escapo lo mas lejos que pudo -comento Alejandro con un tono seco- y ahora se dirige hacia aqui sin prisas. Tu y yo tenemos asuntos pendientes, ?no es asi? ?Se tiene que revelar la verdad! ?Hazlo rapido! - ordeno agitando la mano-. En secreto. Despues, hazmelo saber. Ah, no te llevaras a la pelirroja contigo -le comunico haciendole venir a su lado con un ademan-. Un grupo de lanceros se encargara de llevarte sano y salvo hasta Troya.
Fingio una expresion de inocencia al ver el desconsuelo que se reflejaba en el rostro de Telamon.
– ?Que pasa, fisico?
– ?Troya! -protesto Telamon enfadado-. ?Tengo que regresar a Troya precisamente ahora?
– Tal como predicaria nuestro gran y amado maestro Aristoteles -replico Alejandro en voz baja-, hay que ser logico en todas las cosas. Tu sabes quien es Naihpat, ?no es verdad, Telamon? ?Conoces la verdadera identidad del criminal y como se cometieron los asesinatos, la traicion?
Telamon sintio que le faltaban las piernas y se sento en un taburete sin esperar la invitacion.
– ?Lo has sospechado desde el primer momento! -susurro Telamon-. Nos has hecho interpretar una farsa. Ahora tenemos a Alejandro el general victorioso, el astuto politico. ?Que personaje desempenabas cuando estuvimos acampados en Sestos?
El rey puso los ojos en blanco.
– E… e… el de un soldado un tanto confuso, sin ninguna experiencia.
– ?Mucho mas que eso! -replico Telamon-. ?Todas aquellas pamplinas de ofrecer sacrificios a este dios y a aquel otro! Preocupado por la ruta que seguirias; los mapas, los guias, las celebraciones en Troya…
Todo aquello solo fueron anagazas. Ya tenias planeado todo lo que iba a pasar, donde irias y como conseguir tus suenos. ?Todo era un puro juego! Me enganaste a mi; enganaste a todos. Durante estos ultimos dias, llegue a mi conclusion a traves de la logica, la reflexion y las pruebas. ?Tu, en cambio, lo sabias desde el principio!
– Por supuesto que si -respondio Alejandro con una sonora risa-. No, miento. No lo sabia, pero lo sospechaba. Necesitaba enganar a todo el mundo. ?Recuerdas cuando nos batimos contra Droxenius? Lo derrote, no porque fueramos mas fuertes o mas habiles en el manejo de las espadas, sino a traves del engano. Lo mismo se aplica a este caso. Engane a Arsites y a sus comandantes. Ahora el juego se ha acabado. Es hora de dejarlo todo limpio, de barrer la porqueria, de desenmascarar al traidor.
– ?Como sabes que estoy preparado para hacerlo?
– Oh, Telamon, es posible que tu me estudies, pero no te quepa duda de que yo lo haga contigo. Me fije en tu rostro durante nuestra marcha hacia el Granico, en lo ensimismado que estabas. Ahora es el momento…
– ?De aplicar la justicia del rey?
– Precisamente -respondio Alejandro despidiendole con un gesto-. Nos veremos esta noche, ?verdad? ?O quiza manana? Me contaras todo lo que ocurra.
Ya era de noche cuando Telamon llego a Troya. La guarnicion que Alejandro habia dejado para vigilar las ruinas y el pueblo estaba ansiosa de noticias. Rodearon al fisico y lo acribillaron a preguntas. Telamon no les hizo caso. Se sentia tan cansado como inquieto. Lamento no haber traido con el a Casandra, o al menos tener la oportunidad de despedirse, pero el oficial al mando de los lanceros tenia ordenes estrictas.
«Debo llevarte directamente a Troya, senor. Protegerte y traerte de regreso», le habia comunicado el oficial.
La multitud se disperso. El oficial llevo a Telamon por las serpenteantes calles hasta el patio ante el templo de Atenea. El portero que dormia en la escalinata se desperto bruscamente. Unos minutos mas tarde, acompano al fisico hasta la pequena habitacion al fondo del templo donde Antigona se encontraba trabajando. Estaba sentada ante la mesa, donde habia cuatro lamparas encendidas; otras iluminaban la estancia desde los nichos construidos en las paredes. La sacerdotisa leia con mucha atencion un pergamino, con un estilo en la mano y un pequeno tintero a un lado. Apenas se molesto en mirar a Telamon cuando entro. Con un gesto distraido, se rasco la mejilla con el cabo del estilo.
– ?Has venido solo, fisico?
– Hay una escolta que me espera en el exterior.
Antigona apoyo la espalda en la pared. La cabellera suelta le caia sobre los hombros y enmarcaba su hermoso rostro.