acomodando sus labios de color violeta, enmarcados entre su cuidada barba y su bigote, como si quisiera mantener una distancia ironica.

– Lee en voz alta -le indica a Ahmad-, que se note el ritmo, por favor. -Y cierra los ojos para escuchar mejor; en sus parpados bajados asoman capilares purpura, vividos sobre su ceroso rostro.

Ahmad recita la formula invocatoria:

– bi-smi llahi r-rah-mani r-rahli m. -Con tension por la demanda de ritmo de su maestro, emprende alzando la voz la primera aleya de la sura-: a-lam tara kayfa fa'ala rabbuka bi- asha'bi 'l-fil.

Con los ojos todavia cerrados, recostado en los cojines de su espaciosa butaca de orejas, de color gris plata y respaldo alto, en la que recibe sentado al escritorio a su pupilo, el cual toma lugar junto a una esquina de la mesa en una espartana silla de plastico moldeado como las que se encuentran en los bares de aeropuerto de las ciudades pequenas, el sheij lo previene:

– S y h: son dos sonidos separados, no digas sh. Pronuncialos como en…, esto… asshole. * Tendras que perdonarme, es la unica palabra de la lengua de los demonios que me viene a la cabeza. No te excedas en la oclusion glotica, el arabe clasico no es una de esas lenguas africanas que funcionan con chasquidos. Que fluya con facilidad, como si fuera instintivo; que lo es, por cierto, para los hablantes nativos y los estudiantes lo bastante diligentes. Manten el ritmo a pesar de la dificultad de los sonidos. Pon el acento en la ultima silaba, la que rima. ?Recuerdas la regla? El acento cae en las vocales largas entre dos consonantes o en las consonantes seguidas primero de una vocal corta y luego de dos consonantes. Continua, por favor, Ahmad. -Incluso la pronunciacion de su nombre por parte del maestro tiene el suave filo cortante, el espiritu, de la fricativa faringea. a-lam yaj'al kaydahum fi tadil…

– Pon el enfasis en ese «lil -dice el sheij Rachid, con los parpados aun bajados, tremolos, como cediendo al empuje de una masa de gelatina-. Es audible incluso en la peculiar traduccion del siglo diecinueve del reverendo Rodwell: «?Acaso El no dio al traste con sus artimanas?». -Entreabre los ojos mientras explica-: Las artimanas de los duenos del elefante. La sura supuestamente se refiere a un hecho veridico, el ataque a La Meca de Abraha al-habashi, a la sazon gobernador del Yemen, la tierra de espliego de mis antepasados guerreros. Los ejercitos, en aquel entonces, claro esta, debian tener elefantes: eran los tanques Sherman MI, los humvees blindados de la epoca. Esperemos que tuvieran la piel mas gruesa que la de los desafortunados humvees de que disponen las valientes tropas de Bush en Irak. Se cree que el suceso historico acontecio alrededor del ano en que el Profeta nacio, el 570 de la era cristiana. Habria oido a sus parientes, no de boca de sus padres, puesto que el padre murio antes de que naciera su hijo y su madre cuando el Profeta tenia seis anos, quiza fueran su abuelo, 'Abd al-Muttalib, y su tio, Abu Talib; le habrian hablado estos, pues, de esa legendaria batalla a la luz de una hoguera en los campamentos de los hachemies. Durante un tiempo, el nino estuvo al cuidado de una ninera beduina, y quiza de ella, como se ha propuesto, bebio la pureza sagrada de su arabe.

– Senor, ha dicho usted «supuestamente», pese a que en el primer versiculo de la sura se pregunta «?No has visto?», como si el Profeta y sus oyentes lo hubieran visto.

– Mentalmente -deja ir el profesor en un suspiro-. Mentalmente, el Profeta vio muchas cosas. Y en cuanto a si el ataque de Abraha acontecio de verdad, los eruditos, todos devotos e igualmente convencidos de que el Coran fue inspirado por Dios, discrepan. Leeme las tres ultimas aleyas, que son especial y profundamente arrebatadas. Deja fluir la respiracion. Usa los conductos nasales. Quiero oir el viento del desierto.

– wa arsala 'alayhim tayran ababil -salmodia Ahmad, intentando hundir la voz hasta un lugar de gravedad y belleza, muy abajo en la garganta, para sentir la sagrada vibracion en los senos del craneo-, tarmihim b-bijaratin min sijjil -prosigue, en una envolvente resonancia, al menos en sus propios oidos- faja'alabum ka-'afin ma'kul.

– Eso esta mejor -concede indolente el sheij Rachid, indicando que ya basta con un ademan de su blanda y blanca mano, cuyos dedos parecen sinuosamente largos a pesar de que su cuerpo, tomado entero, arropado en un caftan bordado con exquisitez, es menudo y de poca estatura. Debajo lleva unos calzones blancos, el llamado sirwal, y sobre su pulcra cabeza, el blanco gorro sin alas de encaje, el amama, que lo distingue como iman. Sus zapatos negros, menudos y rigidos como los de un nino, asoman bajo el dobladillo del caftan cuando los levanta y acomoda en el reposapies acolchado con el mismo tapizado lujoso, en el que destellan miles de hilos plateados, que forra el sillon parecido a un trono desde el que imparte sus ensenanzas-. ?Y que nos dicen estos magnificos versiculos?

– Nos dicen… -aventura Ahmad, presa del rubor por arriesgarse a mancillar el texto sagrado con una parafrasis torpe que, ademas, no depende tanto de improvisar sobre su lectura del arabe antiguo como del cotejo subrepticio con alguna traduccion inglesa-… nos dicen que Dios les envio bandadas de aves que los arrojaron contra piedras de arcilla, redujo a los hombres del elefante a un estado similar al de las briznas de hierba que han sido comidas. Devoradas.

– Si, mas o menos -dijo el sheij Rachid-. Las «piedras de arcilla», como tu las has llamado, seguramente formaron un muro que luego cayo, bajo el aluvion de aves, lo cual a nosotros nos parece algo misterioso pero es de suponer que esta tan claro como el agua en el prototipo del Coran que permanece esculpido en el Paraiso. Ah, el Paraiso, apenas puede esperar uno.

El sonrojo de Ahmad se desvanece lentamente, dejando en su cara una corteza de inquietud. El sheij ha cerrado de nuevo los ojos, ensimismado. Cuando el silencio se alarga dolorosamente, Ahmad pregunta:

– Senor, ?esta usted sugiriendo que la version de que disponemos, fijada por los primeros califas a los veinte anos de la muerte del Profeta, es en el fondo imperfecta si la comparamos con la version que es eterna?

El profesor declara:

– Las imperfecciones residen sin duda en nuestro interior, en nuestra ignorancia, y en las anotaciones que los primeros discipulos y escribas hicieron de las palabras del Profeta. El mismo titulo de esta sura, por ejemplo, podria ser un error en la transcripcion del nombre del monarca de Abraha, Alfilas, que una omision de las ultimas letras habria dejado en al-Fil: el elefante. Puede conjeturarse que las bandadas de aves son una metafora de algun tipo de proyectil lanzado por una catapulta, y si no, queda la vision tosca de que se tratara de criaturas aladas, menos impresionantes que el Roc de Las mil y una noches pero presumiblemente mas numerosas, clavando sus picos en los ladrillos de arcilla, los bi- hijaratin. Veras que si tomamos esta aleya, la cuarta, hay algunas vocales largas que no estan a final de versiculo. Pese a que desdenaba el titulo de poeta, el Profeta, sobre todo en estos primigenios versos mequies, logro algunos efectos exquisitos. Pero si, la version que nos ha llegado, aunque seria blasfemo tacharla de imperfecta, esta necesitada, a causa de nuestra ignorancia de mortales, de interpretacion, y las interpretaciones, a lo largo de catorce siglos, han diferido. El significado exacto de la palabra ababil, por ejemplo, sigue siendo tras tanto tiempo una conjetura, pues no aparece en ningun lugar mas. Hay una locucion griega, querido Ahmad, para designar una palabra tan unica y por tanto indeterminable: hapax legomenon. En la misma sura, sijjil es otra palabra enigma, aunque se repite tres veces a lo largo del Libro Sagrado. El propio Profeta previo las dificultades y, en el septimo versiculo de la tercera sura, «La familia de Imran», admite que algunas expresiones son univocas, muhkamat, pero que otras son solo asequibles a Dios. Quienes siguen estos pasajes poco claros, llamados mutashibihat, son los enemigos de la fe verdadera, «los de corazon extraviado», en palabras del Profeta, mientras que los sabios y los fieles dicen: «Creemos en ello; todo procede de nuestro Senor». ?Te estoy aburriendo, querido pupilo?

– Oh, no -contesta Ahmad con sinceridad, pues mientras el profesor prosigue con su murmullo informal, el alumno siente que un abismo se abre en su interior, la sima de lo antiguo, por definicion problematico e inaccesible.

El sheij, inclinandose hacia delante en su gran sillon, retoma con energica vehemencia su discurso, gesticulando indignado con sus manos de largos dedos.

– Los estudiosos ateos de Occidente alegan, en su ciega vileza, que el Libro Sagrado es una mezcolanza de fragmentos y adulteraciones reunidas aprisa y dispuestas en el orden mas infantil posible, a bulto, las suras mas largas al principio. Afirman encontrar interminables puntos oscuros y entresijos. Recientemente, por ejemplo, ha habido una controversia bastante curiosa acerca de los dictamenes academicos de un especialista aleman en lenguas del Oriente Medio, un tal Christoph Luxenberg, quien mantiene que muchas de las oscuridades del Coran

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