impios.

– Habib y Maurice -aclara el iman con una impaciencia que desgarra las palabras con la misma precision con que esta recortada su barba-. Son libaneses, ni maronitas ni drusos. Llegaron a este pais de jovenes, en los sesenta, cuando parecia que el Libano podia convertirse en un satelite del ente sionista. Trajeron algo de capital consigo y lo invirtieron en Excellency. Muebles baratos, nuevos y usados, para los negros, esa era la idea. Y ha tenido exito. El hijo de Habib, al que informalmente llaman Charlie, se encargaba de vender la mercancia y del transporte de los pedidos, pero quieren que desempene un papel mas importante en las oficinas, ahora que Maurice se ha jubilado y vive en Florida, salvo unos meses en verano, y que la diabetes le esta minando las fuerzas a Habib. Charlie se encargara… ?Como se dice? Si, de ponerte al dia de todo. Te caera bien, Ahmad. Es muy americano.

Los ojos grises y femeninos del yemeni se entornan, animados. Para el, Ahmad es estadounidense. Por mucho entusiasmo y dedicacion al Coran que le ponga, nada cambiara la raza de su madre y la ausencia del padre. No tener padres, el fracaso que supone para un hombre engendrar y no mantenerse fiel al hogar, es una de las senas de identidad de esta sociedad decadente y desarraigada. El sheij Rachid -un hombre menudo y delgado como una daga, que tiene un aire taimado y peligroso, capaz de insinuar en ocasiones que el Coran bien podria no haber preexistido eternamente en el Paraiso, alli donde fue el Profeta en un viaje de una noche a lomos del caballo Buraq- no se ofrece a ocupar el lugar del padre; le presta a Ahmad una atencion un tanto fraternal y burlona, con un pellizco de hostilidad.

Pero tiene razon, a Ahmad le cae bien Charlie Chehab, un tipo robusto de metro ochenta, treintanero, tez morena surcada de arrugas, con una boca ancha y flexible que siempre esta en movimiento.

– Ahmad -lo llama, dandole a todas las silabas la misma longitud, nadie suele pronunciar su nombre asi, alargando la segunda «a» como en «Bagdad», como en «amad». Le pregunta-: ?O sea que eres un campeon de los amores, que vas por ahi mandando a la gente que ame? -Sin aguardar a la respuesta, prosigue-: Bienvenido a Excellency, menudo nombre. Mi padre y mi tio no sabian mucho ingles cuando lo pusieron, no tenian idea de que fuera un tratamiento de cortesia para nobles, mas bien creian que servia para designar algo excelente. -Mientras habla, su rostro parece transido de complejos flujos mentales, como desden, sentimiento de inferioridad, sospecha y (enarcando las cejas) el buen humor con que se percata de que tanto el como su interlocutor han llegado a una situacion embarazosa.

– Si que sabiamos ingles -dice su padre, que esta junto a el-. Lo aprendimos en la American School de Beirut. «Excellency» quiere decir que algo tiene clase. Como el «new» de New Prospect. No significa que Prospect sea nuevo ahora, pero si entonces. Si le ponemos «Chehab Furnishings», la gente pregunta: «?Que quiere decir eso de Chehab?» -Pronuncia la «ch» con un leve carraspeo, con un sonido que Ahmad asocia a sus lecciones coranicas.

Charlie le saca mas de un palmo a su padre, y rodea suavemente con el brazo la cabeza del hombre, de tez mas clara, hasta darle un carinoso abrazo, imitando inofensivamente una llave de lucha libre. Acunada de este modo, la cabeza del viejo senor Chehab parece un huevo gigante, sin un solo pelo y con la piel mas fina que el caucho que recubre la cara de su hijo. La del padre es algo traslucida e hinchada, quiza por la diabetes que menciono el sheij Rachid. La palidez del senor Chehab es vidriosa, pero no tiene el aire de un enfermo; pese a ser mayor que, por ejemplo, el senor Levy, tiene un aspecto mas joven, relleno, nervioso y abierto a las bromas, incluso a las de su hijo. Se sincera con Ahmad:

– Estados Unidos. No entiendo todo este odio. Llegue aqui de joven, casado, aunque mi esposa no pudo acompanarme, vinimos solo mi hermano y yo, y no encontramos ni rastro del odio y los tiros que habia en mi pais, dividido en tribus. Los cristianos, los judios, los arabes, da igual que fueran blancos o negros o una mezcla: todos se llevaban bien. Si tienes buen genero que vender, la gente compra. Si tienes trabajo que ofrecer, la gente trabaja. Todo esta claro, no hay mas de lo que se ve. Es bueno para el negocio. Desde el principio, ni un problema. Primero pensamos en montarlo como en el Viejo Mundo: poner los precios altos y despues regatear. Pero nadie lo entendia, incluso los zanj pobres venian a comprar un sofa o un sillon y pagaban lo que ponia en la etiqueta, como en las otras tiendas. Pocos clientes. Lo entendimos, y marcamos los muebles con los precios que en el fondo esperabamos cobrar, mas bajos, y entonces vinieron mas. Le dije a Maurice: «Este es un pais amable y honesto. No tendremos problemas».

Charlie lo libera de su abrazo, mira a Ahmad frente a frente, pues el nuevo empleado es igual de alto que el aunque pesa unos quince kilos menos, y le guina el ojo.

– Papa -dice con un grunido de resignacion-, si hay problemas. Los zanj no tenian derechos, les toco luchar por ellos. Los linchaban, no les dejaban entrar en los restaurantes, ni siquiera les permitian beber de las mismas fuentes; tuvieron que ir al Tribunal Supremo para que les considerasen seres humanos. En Estados Unidos nada es gratis, hay que pelear por todo. No hay guardianes de la sabiduria ni leyes justas, no hay umma ni sharia. Que te lo diga este joven, acaba de salir del instituto. Siempre en guerra, ?no? Mira lo que hace Estados Unidos en el extranjero: la guerra. Impuso por la fuerza un Estado judio en Palestina, justo en la garganta de Oriente Medio, y ahora se ha metido en Irak para convertirlo en un Estados Unidos en miniatura, y quedarse el petroleo.

– No le creas -le pide Habib Chehab a Ahmad-. Viene con esta propaganda pero en el fondo sabe que aqui lo tiene facil. Es un buen chico. Mira como sonrie.

Y Charlie no solo sonrie, suelta una carcajada, echando la cabeza atras hasta que se hacen visibles el arco de herradura de su mandibula superior y la textura granulosa de su lengua, como la de un gusano gordo. Sus flexibles labios se cierran en una sonrisa de satisfaccion y se queda pensativo. Bajo sus tupidas cejas, los ojos, despiertos, examinan a Ahmad.

– ?Y tu que piensas de todo esto? El iman dice que eres muy devoto.

– Intento ir por el Recto Camino -admite Ahmad-. No es facil en este pais. Hay demasiados caminos, se venden demasiadas cosas inutiles. Se jactan de su libertad, pero la libertad sin fin concreto se convierte en una especie de carcel.

El padre lo interrumpe, sube la voz:

– Tu nunca has visto una carcel. En este pais, la gente no les tiene miedo. No es como en el Viejo Mundo. No es como con los saudies, o como Irak en el pasado.

Charlie interviene, conciliador:

– Papa, Estados Unidos es el pais con mas poblacion penitenciaria.

– No mas que en Rusia. Ni que en China, si lo pudieramos saber.

– Bueno, pero hay muchisimos presos, casi dos millones. Las negras jovenes no tienen con quien salir. Estan todos entre rejas, por Dios.

– Son para los criminales. Las carceles, quiero decir. Tres y cuatro veces al ano nos entran a robar. Si no encuentran dinero destrozan los muebles y se cagan por todas partes. ?Que asco!

– Papa, son los desfavorecidos. Para ellos, nosotros somos ricos.

– Tu amigo Saddam Hussein, ese si que sabe de carceles. Los comunistas tambien. En este pais, el hombre de a pie no tiene ni idea de como son. El ciudadano medio no tiene miedo. Hace su trabajo. Acata las leyes. Son leyes faciles: no robes, no mates, no te folles a la mujer de otro.

Unos cuantos companeros de Ahmad, del Central High, quebrantaron la ley y fueron condenados por un tribunal de menores, por posesion de droga, allanamiento de morada y conduccion bajo los efectos del alcohol. Para los peores de todos ellos, los juicios y la carcel formaban parte de su vida diaria, nada los asustaba; simplemente se resignaban a vivir asi. Pero antes de que Ahmad pueda intervenir en el debate, como desea, con estas informaciones, Charlie se lo impide con una frase habil que quiere poner paz y a la vez dejar claro su irrebatible punto de vista:

– Papa, ?y que dices de nuestro pequeno campo de concentracion en la bahia de Guantanamo? Esos pobres diablos no tienen ni abogado. Ni siquiera tienen imanes que no sean unos soplones.

– Son soldados enemigos -apunta enfurrunado Habib Chehab, deseando que la discusion termine ya pero sin dar su brazo a torcer-. Son hombres peligrosos. Quieren destruir este pais. Es lo que dicen a los reporteros, a pesar de que les damos mejor de comer que los talibanes. Creen que el 11-S fue una broma genial. Para ellos es como estar en guerra. Es la yihad. Asi lo ven. ?Que esperan, que los estadounidenses se dejen pisotear sin defenderse? Incluso Ben Laden espera resistencia.

– La yihad no tiene por que ser una guerra -interviene Ahmad, la voz rasgada por su timidez-. Significa el esfuerzo por mantenerse en la senda de Dios. Tambien puede tratarse de una lucha

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