fiambre de los bocadillos que en el se han consumido. Ahmad se sorprende, tras las horas dedicadas a los folletos del permiso de conduccion comercial, con todo su rollo sobre el doble embrague y la reduccion de marcha en las pendientes peligrosas, de que en el suelo no haya una palanca de cambio.
– ?Como se cambia de marcha?
– No se cambia -le explica Charlie, arrugando el ceno pero manteniendo un tono neutro de voz-. Es automatico. Como en tu querido coche familiar.
El vergonzoso Subaru de su madre. Su nuevo amigo percibe cierto rubor y anade, tranquilizandolo:
– Cambiar de marcha es solo una preocupacion extra. El antepenultimo chaval que contratamos se cargo la caja de cambios al meter marcha atras cuesta abajo.
– Pero en las pendientes inclinadas, ?no hay que reducir? Para no abusar del freno y gastar las pastillas.
– Si, puedes reducir con la palanca que hay en el volante. Pero en esta parte de Jersey no hay tantos desniveles. No es que estemos en Virginia Occidental.
Charlie conoce los estados, es un hombre de mundo. Rodea la cabina y con un salto agil, estirando los brazos como un mono, se sube al asiento del copiloto. Para Ahmad es como si alguien se hubiera metido en la cama con el. Charlie saca una cajetilla de cigarrillos medio roja del bolsillo de la camisa -de un tejido aspero y duro, parecido a la tela vaquera pero de color verde militar en vez de azul- y le da un diestro toquecito para que varios pitillos de filtro marron asomen un par de centimetros. Le pregunta:
– ?Para templar los nervios?
– Gracias, senor, pero no. No fumo.
– ?De verdad? Sabia eleccion. Viviras eternamente, campeon. Y dejate de senor, ni me trates de usted. Con «Charlie» basta. Bueno, vamos a ver como conduces este trasto.
– ?Ahora mismo?
Charlie da un bufido, propiciando una detonacion de humo en un extremo del angulo de vision de Ahmad.
– No, la semana que viene. ?Para que has venido? No estes tan nervioso. Esta chupado. Hay retrasados que lo hacen cada dia, creeme. Esto no es ingenieria aeronautica.
Son las ocho y media de la manana. Demasiado temprano, siente Ahmad, para iniciarse. Pero si el Profeta confio su cuerpo al temible caballo
– ?Es diesel? -pregunta Ahmad.
Con un farfullo, a Charlie se le escapa mas humo, que sigue brotando de lo mas hondo de sus pulmones.
– ?Estas de broma, chaval? ?Alguna vez has conducido un diesel? Lo deja todo apestado y el motor tarda una eternidad en calentarse. Es imposible arrancar y pisar a fondo. A ver, debes tener en cuenta que no hay retrovisor sobre el salpicadero. Que no te entre el panico si, mientras aun te estas acostumbrando, echas una mirada y no lo ves. Utiliza los retrovisores laterales. Otra cosa, recuerda que aqui todo tarda mas: cuesta mas rato frenar y aun mas reanudar la marcha. Los semaforos no estan para ganar carreras. Vaya, ni lo intentes. Es como una viejecita: no le pidas demasiado pero tampoco la subestimes. Aparta la vista por un momento de la carretera y te aseguro que puede matar. Bueno, no te asusto mas. Vamos, dale. Espera: asegurate de que pones marcha atras. Hemos chocado mas de una vez con la plataforma. El mismo conductor del que te he hablado antes. ?Sabes lo que he aprendido con los anos? No existe nada, por estupido que parezca, que nadie no haya hecho alguna vez. Marcha atras, tres maniobras y fuera. Estaras en la Calle Trece, luego sales a Reagan. No puedes girar a la izquierda. Hay una mediana de cemento pero, como te he dicho, hay cosas que por estupidas que parezcan siempre hay alguien que las ha hecho, asi que te aviso.
Charlie aun esta hablando cuando Ahmad saca el camion lentamente hacia atras, traza un semicirculo perfecto y, ya con la marcha correcta, abandona el solar. Descubre que, a esta altura del suelo, va flotando por encima de los techos de los coches. Cuando llega al cruce con el bulevar toma la curva demasiado cerrada, de modo que sube las ruedas traseras a la acera, pero apenas lo nota. Se siente transportado a otra escala, a otro plano. Charlie, atareado en apagar el cigarrillo en el cenicero del salpicadero, no dice nada de la sacudida.
Tras unas cuantas manzanas, los ojos de Ahmad se habituan a saltar del retrovisor de la izquierda, el que tiene mayor angulo de vision, al de la derecha. El reflejo naranja que entreve del rotulo con ribetes brillantes de ambos lados del vehiculo ya ha dejado de alarmarlo y se convierte en una parte mas de si mismo, como los hombros y los brazos que entran en su vision periferica cuando va andando por la calle. En suenos, desde la ninez, a veces volaba por pasillos, descendia casi a ras de tierra por las aceras, y a veces despertaba con una ereccion o, aun mas vergonzoso, con una mancha humeda en la entrepierna del pijama. En vano consulto el Coran para recibir consejos sexuales. Hablaba de la impureza, pero solo en referencia a las mujeres: la menstruacion y el amamantamiento de los bebes. En la segunda sura hallo estas misteriosas palabras: «Vuestras mujeres son campo labrado para vosotros. ?Id, pues, a vuestro campo como querais, pero antes haced algo por el bien de vuestras almas! ?Temed a Dios y sabed que Le encontrareis!». En la aleya previa, leyo que las mujeres son un mal. «?Manteneos, pues, apartados de las mujeres durante la menstruacion y no os acerqueis a ellas hasta que se hayan purificado! Y cuando se hayan purificado, id a ellas como Dios os ha ordenado. Dios ama a quienes se arrepienten. Y ama a quienes se purifican.» Ahmad se siente puro en el camion, desligado de las bajezas del mundo, de sus calles repletas de excrementos de perro y de trozos de plastico y papel barridos por el viento; se siente limpio y libre, haciendo volar como una cometa la caja naranja que aparece detras, en los retrovisores.
– No adelantes si estas en la derecha -lo reprende de golpe Charlie, con voz aguda de alarma. Ahmad aminora, no se habia dado cuenta de que estaba rebasando a los coches que tenia a su izquierda, en el carril de al lado de la mediana, compuesta de una ristra de pilones de seguridad, firmes, sucios, los postes de Jersey, como los llaman en este estado.
– ?Por que se llaman asi? -inquiere-. ?Que nombre les han puesto en Maryland?
– No cambies de tema, campeon. Cuando llevas un camion no puedes estar ahi sentado y sonar despierto. En tus manos estan la vida y la muerte, por no hablar de las reparaciones, que subiran las primas del seguro si haces el tonto. Nada de comer perritos calientes ni hacer el gilipollas con el telefono movil, como si esto fuera un coche. Eres mas grande, por lo tanto tienes que ser mejor.
– ?En serio? -Ahmad intenta pinchar al tipo, mayor que el, su hermano libanes americano, para que deje de estar serio-. Pero ?no deberian apartarse los coches?
Charlie no se da cuenta de que Ahmad esta de broma. Mantiene la vista fija en la carretera, a traves del parabrisas, y dice:
– No seas idiota, chaval. ?Como van a apartarse? Es como con los animales. ?Verdad que no metes en el mismo saco a las ratas y los conejos que a los leones y los elefantes? ?Verdad que no se puede comparar a Irak con Estados Unidos? Si eres mas grande, mas vale que seas mejor.
Esta nota politica le suena a Ahmad extrana, ligeramente desafinada. Pero esta de parte de Charlie, y sumisamente se deja llevar.
– Dios mio -dice Jack Levy-. De esto iba la vida. Ya lo habia olvidado, y no esperaba que me lo volvieran a recordar.
Con esta cautela, en estas circunstancias, sin nombrarla, rinde cierto homenaje a su esposa, quien hace mucho tiempo tuvo su oportunidad de ensenarle de que trataba la vida. Teresa Mulloy, que yace desnuda junto a el, esta de acuerdo:
– Asi es -pero entonces anade, guardandose las espaldas-: pero no dura mucho. -Su cara, con su forma redonda y sus ojos ligeramente saltones, esta tan sonrojada que las pecas quedan camufladas, marron claro sobre rosa.
– ?Acaso hay algo que dure? -pregunta Jack.
En realidad, no es que ella pretendiera que el coincidiese con su salida un tanto brusca. Su rosacea soflama se intensifica hasta el color que viene despues de un amago de rechazo, de la confrontacion con lo indefensa que esta en esta aventura sin porvenir, de lo que sucede tras otro novio casado. El nunca dejara a su gorda Beth, y tampoco pretende que lo haga. Es veintitres anos mayor, y lo que ella necesita es un hombre que le dure para el resto de la vida.
El verano en New Jersey ha alcanzado el bochorno permanente de julio, pero aun asi, sintiendo el frescor del aire en contraste con sus pieles sofocadas por la pasion, los amantes se han tapado con la sabana, arrugada y
