tiempos. Los comunistas solo querian lavarte el cerebro. Los nuevos poderes facticos, las corporaciones internacionales, directamente quieren quitartelo. Quieren volvernos maquinas consumistas: la sociedad del gallinero. Todo el entretenimiento, campeon, es basura, la misma basura que tuvo a las masas como zombis durante la Gran Depresion, solo que entonces te ponias a la cola y pagabas un cuarto de dolar por ver una peli, mientras que hoy te la dan gratis, porque los anunciantes pagan millones por minuto para tener la oportunidad de meterse en nuestras cabezas.

Ahmad, que va conduciendo, intenta mostrar su acuerdo:

– No estan en el Recto Camino.

– ?Estas de broma? Estan en el camino de baldosas amarillas, un empedrado de intenciones insidiosas. -«In- si-dio-sas», piensa Ahmad, recordando la ultima vez que lo sermonearon. En un lado de su campo de vision ve los perdigones de saliva que va soltando Charlie en su hablar apresurado-. Los deportes -escupe-. Pagan millones por los derechos televisivos. Es la realidad sin ser real. El dinero ha arruinado las ligas profesionales; ya nadie se mantiene fiel a su equipo, abandonan el barco si les pagan quince millones mas cuando de hecho no pueden ni contar lo que han amasado. Antes estaba la lealtad a los colores y cierta identificacion regional, los imbeciles de tribuna no saben lo que se pierden. Creen que siempre ha sido asi, jugadores codiciosos y records batidos cada ano. Barry Bonds: ese es mejor que Ruth y que DiMaggio, pero ?quien puede querer a ese cabron lleno de esteroides? Los aficionados de ahora no saben nada del amor. No les importa. Los deportes son como los videojuegos; y los jugadores, hologramas. Escuchas las tertulias de radio y quieres gritarles a esos fans de los Green Bay Packers o de quien sea, que no paran de soltar chorradas: «?Por favor, se una persona normal!». Dios, los pobres idiotas se saben todas las estadisticas de memoria, ni que les fueran a pagar el sueldo de Alex Rodriguez. ?Y que me dices de las comedias que las cadenas nos meten en casa? Joder, ?a quien le hacen gracia? Bazofia. ?Y Leno y Letterman? Mas bazofia. Pero los anuncios son fantasticos. Son como los huevos de Faberge. Cuando alguien de este pais quiere venderte algo, realmente se lo toma muy en serio. Y no para. Ves el mismo anuncio veinte veces, ves como cada segundo vale su peso en oro. Estan llenos de lo que los fisicos llaman «informacion». Si no vieras los anuncios, ?podrias llegar a saber, por ejemplo, que los estadounidenses estan bien jodidos, con tanta indigestion e impotencia y calvicie, siempre teniendo perdidas y los ojetes escaldados? Se que has dicho que nunca los ves, pero realmente no puedes perderte el anuncio de Ex-Lax. Sale una monada de tia, con la melena lisa y dientes de blanquita rica, que mira a camara y te cuenta a ti, a ti, que estas tirado en el sofa con tu bolsa de Fritos, te cuenta que le chifla la comida basura. Esta mas delgada que un palillo y se supone que le gusta la comida basura, ?toma! Dice que a veces tiene problemas de estrenimiento. Pero ?cuantos anos tiene? No llega ni a veinticinco, esta mas maciza que Lance Armstrong y te jugarias lo que fuera a que no hay dia en su vida que haya dejado de echar un recadito en el vater, pero el presidente de Ex-Lax no quiere que las senoras se averguencen de tener el colon embozado. «Mirad», les esta diciendo el, el presidente de Ex-Lax, «incluso una blanquita rica como esta no siempre puede cagar, ni evitar que se le escape una gotita de pis en el campo de golf, o que las hemorroides le arruinen la tarde en las gradas. Asi que, ?abuela!, no estas aun para el arrastre, sino en el mismo saco que estas churris jovenes y glamourosas.»

– A esta sociedad le da miedo envejecer -anade Ahmad, frenando suavemente con anticipacion: tiene algo lejos un semaforo en verde que se pondra rojo antes de que el camion llegue hasta alli-. Los infieles no saben morir.

– No -dice Charlie, su imparable voz ha hecho una pausa, suena cautelosa-. ?Y quien si? -pregunta.

– Los verdaderos creyentes -explica Ahmad, solo porque le ha preguntado-. Ellos saben que el Paraiso aguarda a los justos. -Y mirando, a traves del alto y sucio parabrisas del Excellency, el pavimento manchado de aceite, las luces de freno y el clamor de los reflejos del sol que componen un dia de verano en una ruta de camion en New Jersey, cita el Coran-: «Dios os da la vida y, despues, os hara morir. Luego, os reunira para el dia indubitable de la Resurreccion».

– Desde luego -dice Charlie-. Buena cosa, «indubitable». Yo, por un buen motivo, estaria dispuesto a ir al otro barrio. Tu… tu eres demasiado joven. Tienes toda una vida por delante.

– No creas -opina Ahmad. No ha percibido, en la brusca respuesta de Charlie, el temblor de la duda, el brillo sedoso de la ironia, que si detecta en la voz del sheij Rachid. Charlie es un hombre de mundo, pero el islam es una parte firme de ese mundo. Los libaneses no son gente tan tajante, con dos filos, como los yemenies, ni tan guapos ni esquivos como los egipcios. Con timidez, apunta-: Ya he vivido mas que muchos de los martires de Iran e Irak.

Pero Charlie aun no ha terminado con las mujeres que salen en los anuncios de television.

– Y ahora -prosigue- que los carteles farmaceuticos han hecho su agosto con la Viagra y demas, empiezan a vender potenciadores sexuales, asi los llaman, para mujeres. Hay un anuncio, puede que no lo hayas visto, no lo dan muy a menudo, en que sale una mujer, del tipo sensato, como del monton, una maestra de escuela, imaginas, o una gerente de alguna empresa tecnologica de nivel medio, no de las punteras, y la ves que habla frunciendo un poco el ceno, asi que piensas que le falta algo en la vida, con la musica, que parece que va en clave menor, le dan un trasfondo de inquietud, y lo proximo que aparece, ya ves, es ella flotando envuelta en unas sustancias vaporosas, descalza. Es mejor que vaya descalza, porque al poco te das cuenta de que esta andando por el agua, dejando ondas en la superficie, en una playa, por donde solo cubre un palmo. Pero aun asi no se hunde, y lleva un nuevo peinado, y va mejor maquillada, y otra vez un brillo en los ojos, como la fantastica chupapollas de antes; creo que les echan algun dilatador en los ojos, para que tengan ese aspecto; y luego meten el objeto de todo eso, el logo de este nuevo «potenciador hormonal», vaya nombrecito. El mensaje es que le han echado un polvo. Se ha vuelto loca con tanto orgasmo multiple. Nunca se habrian atrevido a decir algo asi en un anuncio hace diez o quince anos, que a las mujeres les mola, que les va la marcha: que se te cepillen es relajante y realza tu belleza. ?Y tu, campeon? ?Le das al tema o que?

– ?A que tema? -quizas Ahmad ha perdido un poco el hilo. Han dejado atras el peaje de Bayway y estan en el centro de algun pueblo con un monton de coches aparcados en doble fila que no dejan mucho espacio para pasar al Excellency.

– A los chirris -dice Charlie exasperado, conteniendo la respiracion cuando el camion naranja pasa rozando un viejo autobus escolar repleto de caritas mirando-. Que si ves muchos conos -aclara. Al ver que Ahmad, ruborizado, no responde, Charlie declara resolutivo, en voz baja-: Te vamos a llevar a echar un polvo.

Las ciudades del norte de New Jersey se parecen lo bastante entre si -escaparates, aceras, parquimetros, luces de neon y fugaces zonas ajardinadas- como para crear, en un vehiculo en movimiento, la sensacion de estar parado. Los territorios por los que el y Charlie conducen, con sus olores estivales de alquitran ablandado y de aceite de motor derramado, de cebolla y queso salidos de las casas de comidas que dan a la calle, son casi iguales hasta que llegan al sur de South Amboy o a la salida de Sayreville, en la autopista de peaje de New Jersey. Pero mientras cada pequena ciudad va dando paso a la siguiente, Ahmad cae en la cuenta de que no hay dos iguales, y de que en cada una se da su propia diversidad social. En algunas zonas hay grandes casas que se extienden a la sombra, apartadas de la carretera, sobre lozanos tapices de cesped poblados de setos chaparros como guardias de seguridad. El Excellency hace pocas entregas en este tipo de casas, pero pasa por delante de camino hacia las viviendas adosadas de los barrios centricos pobres, donde los escalones de la entrada nacen en la acera, sin el minimo asomo de un patio delantero. Es ahi donde suelen vivir quienes esperan los muebles: familias de piel oscura de cuyas habitaciones interiores, que no estan a la vista, surgen voces y los ruidos del televisor, como si desde el recibidor se desplegaran telescopicamente cuartos y mas cuartos de varios miembros de la misma familia. A veces hay signos de observancia musulmana: alfombras de rezo, mujeres con hiyab e imagenes enmarcadas de los doce imanes, incluido el iman oculto, que aparece sin rasgos faciales, los cuales identifican al hogar como chii. Estos domicilios intranquilizan a Ahmad, al igual que los barrios donde los rotulos de las tiendas estan en ingles y arabe y se han creado mezquitas sustituyendo la cruz por una medialuna en iglesias protestantes desacralizadas. No le gusta quedarse a charlar un rato, a diferencia de Charlie, quien se defiende en cualquier dialecto arabe, con risas y gestos para superar los vacios de comprension. Ahmad siente que el aislamiento altivo y la identidad que se ha forjado se ven amenazados por esas masas de hombres ordinarios y agobiados, de mujeres practicas que se enrolan en el islam por simple pereza, por cuestiones etnicas. Pese a que no era el unico creyente musulman en el Central High, tampoco es que hubiera otros como el: origen interracial y aun asi de firmes creencias, una fe escogida y no simplemente heredada de un padre presente que quisiera apuntalar su lealtad. Ahmad nacio en este pais, y en sus viajes por New Jersey se interesa menos por las diluidas bolsas de poblacion de Oriente Medio que por la realidad estadounidense que lo rodea, un fermento de crecimiento rapido por el que siente la atenuada compasion que le inspiran los experimentos fallidos.

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