cara mientras mira de reojo por el parabrisas y parece meditar sobre lo que le ha dicho a su joven conductor-. La proxima vez que vengamos hacia el sur por la Ruta 10 deberiamos salir en Monmouth Battlefield. Los estadounidenses tuvieron que replegarse, pero hicieron frente a los britanicos con suficiente entereza como para demostrar a los franceses que valia la pena apoyarlos. Y a los espanoles y a los holandeses. Toda Europa estaba dispuesta a bajarle los humos a Inglaterra. Como ahora a Estados Unidos. Que ironico: Luis XVI gasto tanto en ayudarnos que a causa de las subidas de impuestos los franceses se sublevaron y lo decapitaron. Una revolucion llevo a otra. Son cosas que pasan. -Charlie espira pesadamente y, con voz mas grave y subrepticia, como si no estuviera seguro de que Ahmad tenga que oir estas palabras, declara-: La Historia no es algo que este cerrado y terminado, ya sabes. Tambien es el ahora. La Revolucion no se detiene nunca. Le cortas una cabeza y le crecen dos.

– La Hidra -dice Ahmad para senalar que no es un completo ignorante. La imagen es recurrente en los sermones del sheij Rachid, para ilustrar la futilidad de la cruzada estadounidense contra el islam, y Ahmad la vio por primera vez, de nino, en los dibujos animados de los sabados por la manana, cuando su madre dormia hasta tarde. En la sala de estar, solo el y el televisor: una caja electronica frenetica y presuntuosa con los hipos, golpes, estallidos y voces chillonas de sus aventuras animadas, y el publico, el pequeno espectador, extremadamente callado y quieto, con el volumen bajo para dejar que su madre descansara de la cita de la noche anterior. La Hidra era una criatura comica, con todas esas cabezas, sobre ondulantes cuellos, hablando entre si.

– Las viejas revoluciones -continua Charlie en tono de confidencia- tienen mucho que ensenar a nuestra yihad. -A falta de replica por parte de Ahmad, se ve obligado a preguntar con voz decidida, como si lo sondease-: ?Estas con la yihad?

– ?Como no iba a estarlo? El Profeta lo ordena en el Libro. -Y cita-: «Mahoma es el Enviado de Dios. Quienes estan con el son severos con los infieles y compasivos entre si».

Con todo, la yihad parece muy lejana. Entregando muebles modernos y recogiendo muebles que lo habian sido para sus difuntos propietarios, el y Charlie conducen el Excellency por una abrasadora cienaga de pizzerias y salones de manicura, tiendas de segunda mano y gasolineras, hamburgueserias White Castle y cadenas Blimpy, Krispy Kreme y Lovely Laundry, Midas y 877-TEETH-14, Moteles Starlite y Oficinas de Lujo, de sucursales del Bank of America y negocios donde trituran documentos, de delegaciones de los Testigos de Jehova y del Nuevo Tabernaculo Cristiano: los letreros vocean, en vertiginosa multitud, sus mejoras potenciales para todas esas vidas que se apretujan donde antano hubo pastos y factorias hidraulicas. Los edificios de uso municipal, de paredes gruesas, concebidos para la eternidad, siguen en pie conservados como museos o apartamentos o dependencias para asociaciones vecinales. Las banderas estadounidenses ondean por doquier, algunas tan descoloridas o hechas jirones que obviamente han sido olvidadas en sus astas. Las esperanzas del mundo se centraron aqui algun dia, pero ese dia ha pasado. Ahmad ve a traves del amplio parabrisas del Excellency a coagulos de varones y hembras de su misma edad reunidos en cacareante ociosidad, una ociosidad que raya en la amenaza: las pieles morenas de las hembras quedan al descubierto gracias a sucintos pantalones y a tops elasticos y apretados, y los machos se lucen en camisetas de tirantes y pantalones cortos grotescamente holgados, pendientes y gorros de lana, riendose de sus propias payasadas.

La luz incide cegadora en el polvoriento parabrisas, y a Ahmad le asalta una especie de terror ante la remora de tener por delante una vida que vivir. Pese a todo, esos animales condenados, a los que el olfato -apareamiento y gamberradas- ha atraido hasta ahi, tienen el consuelo de su naturaleza gregaria, y cada uno de ellos alberga alguna esperanza o plan para el futuro, un empleo, un destino, una aspiracion, como minimo escalar posiciones haciendo de camellos o de chulos. Y frente a ello, Ahmad, que tiene capacidades de sobra, segun el senor Levy, no tiene proyectos: el Dios que se le ha vinculado como un gemelo invisible, su otro yo, no es un Dios de la iniciativa sino de la sumision. Pese a que procura rezar cinco veces al dia, aunque sea en la cueva rectangular del remolque, con sus mantas apiladas y sus almohadillas de embalaje, o en un pequeno espacio en la grava, detras de un merendero de carretera donde pueda extender la esterilla durante cinco purificadores minutos, el Clemente y Misericordioso no le ha iluminado camino recto alguno hacia una vocacion. Es como si en el delicioso sueno de su devocion por Ala su futuro hubiera sido amputado. Cuando, en las largas pausas que realizan durante sus atracones de kilometros, le confiesa esta inquietud a Charlie, este, que suele hablar por los codos y dar mil informaciones, se muestra evasivo y desconcertado.

– Bueno, en menos de tres anos tendras el permiso de conduccion comercial A, y podras llevar cualquier tipo de carga, materiales peligrosos, remolques articulados… fuera del estado. Vas a ganar un monton de dinero.

– ?Con que fin? ?Para, como dices, consumir como un consumista? ?Para alimentar y vestir a mi cuerpo, al que finalmente espera la decrepitud y que no valdra nada?

– Es una manera de verlo. «La vida apesta, y luego te mueres.» Pero ?acaso no hay otras muchas opciones?

– ?Que? ?«Mujer e hijos», como dice la gente?

– Bueno, con esposa e hijos a bordo, es cierto, muchas de esas grandes preguntas trascendentales quedan en un segundo plano.

– Tu estas casado y tienes ninos, y ni aun asi me hablas de ellos muy a menudo.

– ?Que te voy a contar? Los quiero. ?Y que me dices del amor, campeon? ?No lo sientes por nadie? Como te he dicho, tenemos que hacer que eches un polvo.

– Es amable por tu parte que desees eso para mi, pero sin matrimonio iria contra mis creencias.

– Venga ya. Ni siquiera el mismisimo Profeta era un monje. Dijo que un hombre podia tener cuatro esposas. La chica que te conseguiriamos no seria una buena musulmana; seria una puta. A ella no le importaria y a ti tampoco deberia. Seguiria siendo una asquerosa infiel con o sin tu intervencion.

– No deseo la impureza.

– Y bien, ?que es entonces lo que deseas, Ahmad? Olvidate de la jodienda, siento haber sacado el tema. ?Que tal simplemente vivir? ?Respirar el aire, mirar las nubes? ?No es, de largo, mejor que estar muerto?

Una repentina lluvia de verano -las nubes son indistinguibles del cielo, esta de un gris peltre uniforme por el que se ciernen sofocados rayos de sol- salpica el parabrisas; con un toque, Ahmad activa el aparatoso aleteo de los limpiaparabrisas. El del lado del conductor deja un arco iris de humedad sin barrer, hay una muesca en el filo de goma: toma nota mental de que debe cambiar la escobilla defectuosa.

– Depende -le dice a Charlie-. Solo los no creyentes le temen totalmente a la muerte.

– ?Y que me dices de los placeres cotidianos? Tu amas la vida, campeon, no lo niegues. Se ve en como vienes a trabajar cada manana, impaciente por descubrir que tocara hacer. Hemos tenido a otros chavales conduciendo que no se fijaban en nada, a los que nada les importaba un carajo, que tenian la cabeza hueca. Lo unico que les preocupaba era parar en las franquicias de comida basura para llenar el buche y echar una meada y, cuando terminaban la jornada, salir y colocarse con sus colegas. Pero tu… tu tienes potencial.

– Ya me lo han dicho antes. Pero si amo la vida, como dices, es porque es un don de Dios que El ha elegido concederme, y tambien puede elegir quitarme.

– De acuerdo. Que Dios disponga. Mientras tanto, disfruta del viaje.

– Lo hago.

– Buen chico.

Un dia de julio, de vuelta a la tienda, Charlie le pide que tome la salida de Jersey City, por un poligono industrial donde abundan las vallas de tela metalica, los ensortijados alambres de espino y los ramales abandonados para vagones de mercancias. Pasan por delante de edificios de apartamentos nuevos y altos, revestidos de cristal, construidos en solares donde antes habia viejos almacenes, y aparcan en un lugar desde donde es visible la Estatua de la Libertad y el sur de Manhattan. Los dos hombres -Ahmad con vaqueros negros, Charlie con un holgado mono color oliva y botas de trabajo amarillas- atraen las miradas suspicaces de los turistas mayores, cristianos, que estan con ellos en el mirador de hormigon. Por la zona corretean ninos que acaban de salir del Liberty Science Center, subiendose una y otra vez a la baja barandilla de hierro que bordea el rio. Sopla una brisa, centellean enjambres de chispas, como mosquitos brillantes, provenientes de la Upper Bay, la bahia exterior de Nueva York. La estatua mundialmente famosa, de verde cobrizo, presenta en medio del agua un tamano algo menguado desde este punto, pero la parte sur de Manhattan se abre paso como un hocico de bigotes tupidos.

– Es bonito -comenta Charlie- sin las torres. -Ahmad esta demasiado ocupado empapandose del panorama para responder; Charlie aclara-: Eran feas, extremadamente desproporcionadas. No quedaban bien.

– Se podian ver incluso desde New Prospect -senala Ahmad-, desde la colina que hay sobre la cascada.

Вы читаете Terrorista
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату