humeda por haber estado bajo sus cuerpos. Jack se incorpora apoyandose en la almohada, dejando a la vista los flojos musculos y la pelusa gris de su torso, y Terry, con encantadora impudicia bohemia, no ha subido demasiado su parte de sabana, de modo que sus pechos, blancos como el jabon alla donde el sol nunca los toca, quedan descubiertos para que el los admire y vuelva, si lo desea, a palpar su peso. Le gustan llenitas, aunque no siempre se mantienen entre ciertos limites. Las fragancias de disolvente y aceite de linaza sosiegan a Jack, ahi en la cama de su amante. Como dijo Terry, esta trabajando con formatos grandes, mas luminosos. Cuando al follar se sienta a horcajadas sobre el, empalandose en su ereccion, Jack tiene la impresion de que los colores que recubren las paredes se reflejan en sus costados, la tintura va bajando conforme el los acaricia, tensos, llenos de costillas, ostentosos, de blancura irlandesa. No puede imaginar el peso de Beth sobre su pelvis, ni que sea capaz de abrirse suficientemente de piernas. Se han quedado sin posturas, salvo la de la cuchara; e incluso asi, su enorme culo lo aparta, como si tuvieran un nino celoso en la cama.

– El asunto es que -reanuda Jack, que ha percibido en el silencio de Terry un alejamiento debido a alguna falta de tacto por su parte- mientras todo sigue no importa que no vaya a durar… La madre naturaleza dice: «?Y que mas da?». Parece que vaya a ser para siempre. Me encantan tus tetas, hace un rato que no lo decia, ?no?

– Empiezan a caerse. Deberias haberlas visto cuando tenia dieciocho anos. Eran hasta mas grandes, y bien respingonas.

– Terry, por favor. No me vuelvas a excitar. Tengo que irme. -Las de Beth tambien, recuerda, habian sido como dos cuencos del reves, del tamano de los de tomar cereales por la manana, con unos pezones duros, en la boca le parecian arandanos.

– ?Adonde, Jack? -Hay preocupacion en la voz de Terry. Una amante sabe cuando miente el hombre, mientras que la esposa solo lo supone.

– Una tutoria. Esta es de verdad, al otro lado de la ciudad. Yo tengo el coche; ella lo va a necesitar dentro de una hora y media para ir a la biblioteca. -Esta inseguro, por los vacios que le deja la modorra poscoital en la cabeza, de cuanta verdad hay en lo que dice. Pero Beth si tendra que usar el coche, de eso esta seguro.

Terry, al captar su incertidumbre, se queja:

– Jack, siempre estas con las prisas. ?Huelo mal o que?

Eso duele, porque Beth si; por la noche su olor corporal invade la cama, una emanacion caustica de sus profundos pliegues que se suma a la inquietud y el pavor nocturnos de Jack.

– Ni de cona -dice el, ha aprendido estas expresiones de los alumnos-. Ni siquiera… -Se detiene, a punto de sobrepasarse.

– Mi cono. Dilo.

– Ni siquiera ahi -admite el-. Ahi en especial… eres dulce. Eres mi confite de ciruela. -Aunque a decir verdad le da reparo tener la cara metida demasiado rato entre sus piernas, por miedo a que Beth pueda oler a la otra mujer cuando se den el beso de buenas noches: un roce rapido, pero que ha sido una costumbre arraigada durante treinta y seis anos de matrimonio.

– Hablame de mi cono, Jack. Quiero oirlo. Sueltate.

– Por favor, Terry. Es grotesco.

– ?Por que, pichilla cursi? Anda, un judio con remilgos. ?Que tiene de grotesco mi cono?

– Nada, nada -reconoce, vencido-. Es perfecto, precioso. Es…

– ?Es? ?El que? ?Que es todas esas cosas bonitas, perfecto y precioso?

– Tu cono.

– Bien. Sigue. -Quiza pretenda resaltar que el usa su cono, como la usa a ella, sin prestar la atencion suficiente, sin ver todo lo que lo rodea: el aroma, los aledanos, que la soledad le duela a Terry cuando el se la saca, su conciencia de ser utilizada, y de ser utilizada, precisamente en eso, con aprension.

– Esta mojado -continua el- y rizado, y por dentro es suave como una flor, y elastico…

– Oh -dice ella-, elastico. Esto se pone interesante. Y le gusta… dime que es lo que le gusta.

– Le gusta que lo bese y lo lama, que juegue con el y lo penetre… No me hagas seguir, Terry. Asi mato la pasion. Estoy loco por ti, tu lo sabes. Eres la mujer mas…

– No me lo digas -lo corta, enfadada. Retira la sabana y de un salto sale de la cama; le tremolan las nalgas, que empiezan, como ha dicho antes de otras partes, a colgar. Le esta saliendo piel de naranja. Como si hubiera notado los ojos de Jack mirandole el trasero, se da la vuelta ante la puerta del bano, ofreciendole su pequeno tapiz de color cedro; expone desafiante toda su pastosa blandura (pan blanco sin corteza, le parece a Jack), una invitacion amable que el no ha sabido aceptar con suficiente entusiasmo. Verla tan desnuda y femenina, tan susceptible y grumosa, le deja la boca seca, robandole el aire a su vida habitual, vestida y concienzuda. Terry acaba la frase por el-: Eres la mujer mas bella desde que Beth se puso gorda como una foca. Te gusta bastante follar conmigo, pero no quieres decir «follar» por miedo a que ella, de algun modo, pueda oirlo. Antes echabas un polvo y te largabas porque te daba miedo que Ahmad pudiera aparecer en cualquier momento, pero ahora que tiene trabajo y se pasa el dia fuera, siempre encuentras alguna excusa para no quedarte ni un minuto mas de lo preciso. Que simplemente disfrutes de mi, eso es todo lo que te he pedido, pero no, los judios tienen que sentir culpa, es su manera de mostrar lo especiales que son, lo muy por encima que estan de los demas, Dios solo se cabrea con ellos, por su putrida y valiosa alianza. ?Me das asco, Jack Levy!

Da un portazo en el bano, pero queda pillada una punta de la tupida alfombrilla y la puerta solo se cierra a reganadientes, no antes de que a Jack le de tiempo a ver, por la ranura, como Terry enciende la luz de mala gana y los tremores de sus nalgas irlandesas, nunca besadas por el sol del desierto.

Se queda tumbado, afligido, quiere vestirse pero sabe que asi no haria mas que darle la razon a ella. Cuando Terry sale finalmente del bano, tras haberse olvidado de el con una ducha, recoge su ropa interior y se la pone con gestos comedidos. Sus pechos se balancean al agacharse, y son lo primero que se cubre, encajandolos en las copas de gasa del sosten y cerrandolo, con una mueca, por detras. Luego se pone las bragas por los pies, manteniendo el equilibrio con un brazo alargado, apoyandose con mano firme en el tocador, que esta oculto bajo una capa de tubos de pintura al oleo. Con la otra mano da un primer tiron y despues se ayuda de las dos para terminar de subirse la prenda de nailon; el ensortijado tapiz de color cedro asoma, tras la rapida captura, por encima de la tira elastica de la cintura, como la espuma en una cerveza mal tirada. El sujetador es negro, pero el tanga, lila. Le queda bien abajo de las caderas, deja descubierta la turgencia nacarada de su vientre, como en los pantalones adolescentes mas osados, aunque despues se pone encima unos vaqueros ordinarios y viejos, de cintura alta, con un brochazo o dos de pintura en la parte delantera. Un jersey de cordoncillo y un par de sandalias de lona y ya tendra la armadura completa, estara preparada para enfrentarse a la calle y sus oportunidades. Otro hombre podria robarsela. Jack teme que cada vez que la ve desnuda pueda ser la ultima. El desconsuelo lo abate con fuerza suficiente para hacerle gritar:

– ?No te pongas todo eso! Vuelve a la cama, Terry. Por favor.

– No tienes tiempo.

– Si que tengo. Acabo de recordar que la tutoria no es hasta las tres. Y en cualquier caso, ese chaval es un perdedor, vive en Fair Lawn, y sus padres son unos ilusos que creen que con mi ayuda entrara en Princeton. Evidentemente, no esta en mis manos. ?No te quedas?

– Bueno… un ratito. Solo me acurrucare. Odio que discutamos. No deberiamos tener nada por lo que pelear.

– Nos peleamos -aclara el- porque nos importamos el uno al otro. Si no, no discutiriamos.

Desabrocha el cierre de los tejanos escondiendo barriga, lo que le da un aspecto momentaneamente comico con los ojos mas saltones, y se desliza rapido bajo la sabana arrugada, en su ropa interior negra y lila. El atuendo tiene un cierto desenfado de furcia, como en la imagen de zorra adolescente que adoptan algunas de las chicas mas descaradas del Central High, que le estremece furtivamente el pene. Trata de no darle importancia, le pasa un brazo alrededor de los hombros -el vello de la nuca todavia esta humedo tras la ducha- y la acerca con casto companerismo.

– ?Que tal le va a Ahmad?

Terry contesta con recelo, consciente de la abrupta transicion de puta a madre.

– Parece que bien. Esta contento con la gente para la que trabaja, un padre y un hijo libaneses que se han repartido los papeles de poli bueno y poli malo. Parece que el hijo es todo un personaje. A Ahmad le encanta el camion.

– ?El camion?

– Podria ser un camion cualquiera, pero este es su camion, como si fuera suyo. Ya sabes como son estos

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