ser sexy.
– Tengo toda la coleccion, carino, pero me sigue gustando mas Robert Redford.
– ?Y su amigo, inspector? Parece buen mozo, ?no le gustaria jugar un poquito con el Gabacho?
– Quiza el mes que viene -contesto Rojas-. Cuando empiecen las ofertas.
15
A Inaki Artetxe no le fue dificil conseguir una entrevista con la familia de Begona. En realidad no tenia muchos parientes: su tio Jesus Larrabide y su prima Pilar. La madre de esta ultima hacia varios anos que se habia divorciado de su marido y vivia en las Islas Canarias con un ex hippy reciclado en empresario hostelero y promotor inmobiliario quince anos mas joven que ella.
Quedaron un domingo, ya que durante la semana el senor Larrabide no tenia tiempo para nada; «los problemas de la integracion en la Union Europea y la competitividad de nuestras empresas me traen todo el dia de cabeza, senor Artetxe, ya que ademas de mis propios negocios soy miembro ejecutivo de Confebask y la CEOE; ustedes, los autonomos, no saben la suerte que tienen en el fondo, sin todos estos lios que acaban por producirnos ulceras sangrantes, asi que lo siento pero el unico dia que puedo recibirle es el proximo domingo y me temo que no le concedere mucho tiempo».
Larrabide habia huido de Neguri, pero no habia disminuido de estatus. Tenia un chalet en los terrenos de la Sociedad Bilbaina, en Laukariz, encima del embalse. Un chalet individual, separado de las urbanizaciones de viviendas unifamiliares adosadas que habian proliferado en los ultimos tiempos, pero no muy alejado de las dependencias del Club de Campo. Pese a lo mal senalizado de la zona, Artetxe habia recibido unas indicaciones muy concretas y no tuvo dificultad en llegar hasta la vivienda.
Un guarda jurado le pregunto el motivo de su visita.
– Estoy citado con el senor Larrabide.
– ?Es usted el senor Artetxe?
– En efecto.
– ?Le importaria ensenarme su documentacion?
Aunque el vigilante no tenia ninguna autoridad o jurisdiccion para solicitar la documentacion, Artetxe se la enseno. Al fin y al cabo aquello era una propiedad particular y si queria entrar, tenia que acceder a los deseos de sus propietarios. Por otra parte, ya que el dueno de la mansion no le habia puesto ninguna objecion al solicitarle la entrevista, seria un detalle feo que el se pusiera borde con quien no hacia mas que obedecer las ordenes recibidas.
– Aqui esta -dijo ensenando el carnet de conducir-. ?Es suficiente?
– Todo bien, senor Artetxe, disculpe las molestias. -Quiza la urbanidad no formara parte de la preparacion de los guardas jurados, pero este habia asimilado la de sus patronos-. Siga por el camino que empieza detras de la barrera, por el jardin, y llegara a la vivienda. No tiene perdida -anadio mientras desde la garita accionaba el mecanismo que levantaba la barrera.
El camino a la vivienda tenia la anchura necesaria para que se cruzaran dos vehiculos sin ninguna dificultad, y su firme era mejor que el de muchas carreteras. Si todo estaba en consonancia -y logicamente debia estarlo-, Artetxe penso que no iba a interrogar a alguien con muchos millones de pesetas, sino con miles de millones de ecus, marcos o dolares, no estaba muy seguro de cual debiera ser la referencia.
Junto al porche que habia en la entrada de la casa se hallaba un mayordomo con inequivoco aspecto de estar esperandole. Cuando detuvo el coche, se acerco a el para hablarle.
– ?Senor Artetxe? El senor Larrabide le esta esperando. Si tiene la bondad de seguirme, por favor. Por el coche no se preocupe; uno de los criados lo aparcara convenientemente.
Larrabide le estaba esperando en un jardin que habia en la parte posterior de la vivienda, dentro del cual podia vislumbrarse una piscina de tamano olimpico. Cuatro jovenes presumiblemente desconocedoras de la utilidad de los trajes de bano, dignas de aparecer en la portada de la revista
– Senor -dijo el mayordomo dirigiendose a uno de los tres hombres-, el senor Artetxe.
– Gracias, Esteban, puedes retirarte, pero antes, senor Artetxe, ?que desea tomar? Whisky, conac, ginebra, pacharan, lo que quiera.
– Whisky estara bien, gracias.
Nada mas oir lo anterior, Esteban se acerco a un pequeno ambigu que habia en el jardin y le trajo una copa y una botella de whisky escoces.
– ?Hielo, senor? -pregunto, cogiendo la cubitera que habia sobre la mesa.
– Con dos sera suficiente.
Una vez servida la bebida y acomodado Artetxe en una silla junto a los otros tres hombres, el dueno de la casa tomo la palabra.
– Senor Artetxe, permitame que le presente. Don Jose Ignacio Urazurrutia y don Ricardo Albizuribe. Don Inaki Artetxe-. Mientras se estrechaban las manos calurosamente, el ordenador que habia en la cabeza de Artetxe le informaba de que los visitantes de Larrabide no tenian nada que envidiar a su anfitrion, por lo menos en el aspecto economico. -Antes que nada quiero disculparme con usted. Se que le habia prometido concederle una entrevista para hablar sobre los temas que a usted le interesan, y que logicamente esperaria tenerla a solas. No se preocupe que asi se hara, pero le ruego que nos conceda un rato de su tiempo, siempre que no tenga otra cita dentro de poco.
– Nada que no pueda esperar -contesto.
– Estupendo, senor Artetxe, ya que no es nuestra intencion producirle ninguna extorsion. Todos los domingos nos reunimos aqui cuatro amigos para echar una partida de mus, pero hoy nos ha fallado el cuarto, asi que nos haria un favor si se nos une a nosotros. ?Sabe usted jugar al mus, me imagino?
– Bueno, no lo hago del todo mal, aunque hay que pararme, ya que soy propenso a dar y admitir ordagos.
– En ese caso, sera mi pareja. Y si perdemos, no se preocupe, que yo me hare cargo de las perdidas.
– ?Que es lo que se juegan? -pregunto Artetxe.
– Ahi lo puede usted ver -contesto entre risotadas y senalando a las cuatro jovenes sentadas junto a la piscina, el hombre al que le habian presentado como Ricardo Albizuribe-. No pensara usted que son nuestras legitimas esposas, supongo -anadio consiguiendo sacar una estruendosa carcajada de las gargantas de sus dos companeros.
La primera partida se la llevaron de calle, tres a cero. En la segunda, Urazurrutia y Albizuribe cogieron mejores cartas y les ganaron tres a uno. La buena, en cambio, estaba mas disputada. Iban empatados a dos y a falta de dos piedras Artetxe y Larrabide, y de un amarreco sus contrincantes, para acabar. A Artetxe, que era mano, le salieron de primeras dos reyes y dos caballos. Cuando paso a la mayor, Albizuribe, que era postre, dio un ordago que no fue aceptado. Larrabide envido a la pequena, sin obtener respuesta positiva de los contrincantes, por lo que se pusieron a una piedra de la victoria final. Los cuatro tenian pares. Artetxe paso, Urazurrutia y Larrabide hicieron lo mismo. Albizuribe, en cambio, pego un ordago. Artetxe sabia que no debia aceptarlo, pero era mano, tenia dos reyes y dos caballos, no se habia dado mus y no habia detectado ninguna sena entre Urazurrutia y Albizuribe, asi que sin decir nada, con el simple gesto de echar las cartas boca arriba, sobre la mesa, acepto. Albizuribe tenia cuatro reyes. Juego, set y partida para Urazurrutia y Albizuribe.
– El que no se arriesga no pasa la mar -comento sentenciosamente Larrabide, intentando quitar hierro al fallo de Artetxe-. Otra vez sera. Ahora, si quiere, puede unirse a nosotros tres para pasar un rato agradable -sonrio con picardia- o me acompana a mi despacho para sostener la entrevista. Estoy seguro de que cualquiera de las cuatro chicas preferiria estar con usted que no con estos dos carcamales.
– ?Mira quien fue a hablar! -contestaron los aludidos casi al unisono.
– Se lo agradezco mucho, pero me gustaria liquidar lo nuestro cuanto antes.
– Como usted prefiera. Esperadme, chicos -dijo a los dos amigos-, que vuelvo en seguida, y como no esta mi pareja, no me quedara mas remedio que atender yo solito a dos de las chavalillas. ?Menuda envidia vais a tener!