nunca. A proposito, no se cuanto le pagara Carlos, pero si necesita dinero no deje de pedirmelo.
– No hara falta. Estoy bien remunerado y ademas mi cliente sigue siendo el senor Arroniz.
– Comprendo, no he querido ofenderle, solo colaborar.
– No se preocupe, no tiene importancia, pero si me podria ayudar de otro modo.
– Usted dira.
– Me gustaria hablar con los empleados que tiene en el chalet. Quiza sepan algo, y si digo que voy de parte suya tal vez se muestren mas proclives a colaborar. Tambien quisiera ver la habitacion de Begona.
– Como usted desee, aunque dudo que tengan algo interesante que decirle. En cuanto a lo otro, yo mismo le acompanare hasta su habitacion -anadio levantandose de la silla y conduciendo a Artetxe hasta el dormitorio de su hija.
12
La habitacion de Begona, en contraste con el resto de la vivienda, era pequena y sencilla, con una ventana que daba a la parte trasera del jardin, un par de armarios empotrados, una cama plegable y una mesa de estudio sobre la cual podia observarse un jarron sin flores, como imagen simbolica y desoladora de su propia ausencia. Un poster colocado junto a la ventana mostraba sus aficiones cinematograficas y, mas concretamente, que ella tambien habia sucumbido a los encantos de Antonio Banderas.
Artetxe escudrino todos los rincones de la habitacion intentando encontrar algun indicio de la situacion de su usufructuaria, pero no hallo nada que pudiera servirle, asi que se dedico a hojear los libros que tenia esparcidos por las estanterias que completaban la decoracion. Junto a los libros de texto abundaban los de poesia y narrativa, sobre todo novelas de ciencia ficcion; quiza sonara con otros tiempos y otros mundos, pero por mucho que uno huya siempre acaba encontrandose con el mismo mundo en la misma epoca, penso con tristeza Artetxe. En un cajon de la mesa encontro una agenda y un album de fotos. Se guardo la agenda en un bolsillo, con la esperanza de que alguna de las direcciones alli apuntadas pudiera aportarle algun dato de interes. Despues de hacer esto requiso dos instantaneas del album fotografico; una de ellas era un primer plano de Begona y la otra, una fotografia de un grupo en la playa, en la que podia versela junto a otros ocho amigos y amigas. Finalizada la inspeccion ocular dio aviso de que llamaran al primer miembro del servicio domestico con quien tenia pensado hablar, Alicia Gomez, una joven de poco mas de veinte anos que oficiaba como doncella.
– Don Jaime me ha dicho que desea hablar conmigo -fue lo primero que dijo segun entro en la habitacion-. ?Que es lo que desea saber?
– Estoy buscando a Begona, la hija de su patron, en nombre de su novio, don Carlos Arroniz-. El cliente le habia autorizado a usar su nombre, lo que facilitaba las gestiones, sobre todo con Alicia, que, segun palabras del propio Arroniz, «simpatizaba» con su causa.
– ?Pobre idiota! Todavia sigue enamorado de ella -comento de un modo menos respetuoso de lo esperado.
– ?Por que dice eso?
– Bueno, no me corresponde a mi meterme en la vida privada de mis jefes -dijo con un brillo en los ojos que desmentia sus palabras y denotaba sus ganas de contarlo todo-, pero teniendo en cuenta que el propio don Jaime me ha recomendado que hable con usted, creo que estoy autorizada para expresarme con total sinceridad. Mire, no quiero que piense que es una critica, ya que todo el mundo tiene derecho a hacer lo que quiera, pero la senorita es un autentico conejo caliente, ?me explico? Vamos, que le gusta montarselo con los tios, lo cual no me parece mal, yo tampoco soy precisamente una puritana -anadio de una manera que parecia una clara invitacion a comprobarlo-, pero creo que las cosas deben estar siempre claras y con don Carlos no lo estaban.
– ?A que se refiere?
– Le usaba. Le gustaba ir con el; supongo que asi intentaba enganarnos, como si tuviera una especie de doble vida. El, de todos modos, no sabia nada.
– En ese caso, parece evidente que no tenia intencion de casarse con el.
– De eso nada, por supuesto que queria casarse. Por un lado, estar casada tendria para ella un aspecto positivo, seria la abnegada esposa y madre y tendria a alguien de quien colgarse del brazo cuando fuera a cierto tipo de fiestas y actos, ya sabe, la opera y los festivales de baile, esa clase de cosas que le pirra a la gente rica. Ademas, para ella el cambio seria insignificante ya que seguiria haciendo su santa voluntad porque el matrimonio no le supondria ninguna barrera. Y por otra parte, disgustaria a su padre, que se opone a esa boda, lo que tambien la haria feliz.
– Por lo que me esta diciendo, las relaciones entre padre e hija no son muy cordiales precisamente.
– Son francamente malas diria yo.
– ?Y a que se debe ese distanciamiento?
– No lo se, esa situacion ya existia cuando empece a trabajar en esta casa, hace un par de anos. Lo que si he comprobado es que no han hecho nunca ningun intento por mejorarlas y da la impresion de que incluso intentan hacerse dano mutuamente.
– En ese caso, ?por que se opone su jefe a las relaciones de su hija con el senor Arroniz?
– Por lo mismo que le he dicho. Si don Jaime piensa que a su hija le gusta don Carlos, intentara desbaratar esa relacion, y la senorita al contrario, como piensa que su padre se opone a su noviazgo, insiste en el.
– Si fuera asi no tendria sentido que no se pusiera en contacto con su novio.
– Sobre eso no le puedo decir nada, quiza se harto de todo y de todos -respondio encogiendose de hombros.
– ?Sabe si su padre ha hecho algo para encontrarla?
– Creo que no, pero no estoy segura.
– Entonces, ?no sabe donde se esconde?
– No tengo ni la mas remota idea.
– ?De verdad? De otras cosas parece muy enterada.
– No le estoy mintiendo -respondio con un mohin de enfado que si parecia de mentiras-, usted me cae muy simpatico y me gustaria ayudarle. Podriamos vernos mas tarde.
– Si, tal vez mas tarde, pero ahora tengo que continuar con mi trabajo. ?Le importaria avisar al matrimonio Gutierrez? Me gustaria hablar con ellos.
– Ahora mismo, pero no se olvide de mi -le contesto Alicia entornando los ojos de una manera capaz de derretir el mas solido iceberg.
Cinco minutos despues, Francisco y Maria Gutierrez se encontraban junto a Artetxe en la habitacion de Begona. Ambos habian cruzado el limite de la sesentena y no lo ocultaban. Francisco Gutierrez era un hombre achaparrado y robusto, calvo, aunque todavia le sobrevivian algunos pelos blancos, e iba vestido con un mono azul. Su esposa era una mujeruca de aspecto insignificante y pelo ya ceniciento, que parecia tremendamente asustadiza. Iba vestida con un traje casero que debio de ser viejo diez anos atras. Artetxe los invito a sentarse, pero prefirieron permanecer de pie.
– Supongo que el senor Gonzalez Caballer les habra explicado lo que deseo de ustedes.
– Algo nos ha comentado, pero no mucho -respondio el marido, que parecia llevar la voz cantante.
– Soy detective -explico Artetxe, que poco a poco habia ido asimilando su nuevo estatus- y estoy investigando la desaparicion de Begona, la hija de su patron, que me ha dado permiso para interrogarlos por si ustedes supieran algo sobre ese asunto.
Maria miro a su marido, como esperando que este tomara la iniciativa para contestar, cosa que hizo frunciendo el ceno y con un gesto brusco en la cara que Artetxe no supo interpretar si era de hostilidad a su persona o se debia simplemente al modo de ser de su interlocutor.
– No sabemos nada, ?por que ibamos a saber algo? Solo somos dos empleados, dos trabajadores; los asuntos personales de los patrones no nos interesan para nada -respondio chillando, como si pensara que cuanto mas alto hablara mejor convenceria a Artetxe de la veracidad de sus palabras.
– Entiendo -contesto sosegadamente Artetxe, intentando calmar la situacion-, tan solo habia pensado que tal vez ella tenia confianza con alguno de ustedes o que quiza hubiera comentado algo sin importancia que pudiera