– ?Quien eres? -pregunto entrecortadamente Gonzalez Caballer, todavia sin recuperarse de los golpes recibidos y al que la presencia de la pistola en manos de Miren habia generado una pronunciada lividez.

– Eso a ti no te importa. ?Vuelve a sentarte, que todavia no hemos acabado de hablar!

– ?Quieres dinero? ?Se trata de eso?

– Metase su dinero en el culo -respondio Miren-. Quiero saberlo todo acerca de su hija Begona y sus relaciones con su novio. ?Donde esta ella? ?Por que no se le ha contado la verdad a Carlos Arroniz? ?Por que envio un maton para darle una paliza?

– Asi que se trata de eso -rugio Gonzalez Caballer-; el hijoputa de Carlos quiere vengarse por los golpes recibidos. Muy propio de el. Le advierto, senorita, que puede ser acusada de allanamiento de morada y amenazas, asi que sera mejor que deponga su actitud.

– Y usted de intento de violacion -respondio Miren.

– No me haga reir, por favor. ?Cree usted que algun juez se tragaria esa historia? ?De verdad piensa que alguien va a aceptar que yo he intentado violarla cuando no tiene usted ninguna senal de ello y, ademas, se encontraba en mi domicilio, de noche y a solas, despues de haber venido voluntariamente hasta aqui y haber conseguido entrar enganandome? Porque en ningun momento me he creido esa historia tan absurda acerca de que era amiga de mi hija. Asi que ya ve como estan las cosas. No tiene nada que hacer.

Miren sabia que Gonzalez Caballer estaba en lo cierto, pero decidio no rendirse.

– Tal vez tenga razon, pero eso no tiene la menor importancia. Usted no me conoce, no sabe quien soy, asi que puedo irme en cualquier momento y no podra localizarme. Ademas, nadie, salvo algunos buenos y escogidos amigos, sabe que estoy aqui y a que he venido, por lo que si me decidiera poner en funcionamiento este cacharro - anadio senalando la pistola- me temo que saldria usted perdiendo de todas todas.

– No creo que un asunto sentimental sea para ponerse asi -contesto Gonzalez Caballer-. Si lo que desea es hablar sobre mi hija y su novio no veo la necesidad de que saque la pistola y profiera esas amenazas.

– No ha sido por eso por lo que la he sacado, cerdo.

– Lo se y le pido disculpas; me he comportado como un sinverguenza, lo admito. No quiero que lo considere una excusa, pero la tension que estoy sufriendo me lleva a cometer tonterias imperdonables. Lo siento y le ruego, por favor, que guarde su arma. No la va a necesitar.

– De acuerdo -dijo Miren guardandola de nuevo en la mochila abierta, a su alcance como medida de precaucion-, pero a cambio de eso me tendra que explicar, con pelos y senales, todo lo que ha ocurrido con su hija desde el dia en que no acudio a su cita con Carlos Arroniz.

– Asi lo hare -contesto sonriente Gonzalez Caballer, que no habia dejado en ningun momento, desde que reinicio su conversacion con Miren, de juguetear con un pisapapeles que tenia sobre la mesa-, aunque quiza debamos posponerlo para otra ocasion mas favorable.

– No, sera ahora -contesto, airada, Miren.

– Me temo que no, senorita, y si no esta de acuerdo vuelvase y mire hacia atras.

Miren obedecio cautamente la sugerencia de su interlocutor y pudo ver como detras de ella se encontraba el hombre que la habia recibido en la entrada de la vivienda. Se habia introducido tan sigilosamente en la estancia que no se habia percatado de su presencia. Posiblemente, penso utilizando su experiencia en sistemas de seguridad, el maldito pisapapeles contenia algun dispositivo capaz de avisar al empleado de que habia alguna emergencia grave. Esto ultimo lo deducia del hecho de que el nuevo inquilino del despacho llevara en sus manos una pistola.

– ?Que hago con ella, jefe? -pregunto.

– Echala -fue la ultima palabra que Miren oyo decir, antes de que un golpe dado en la cabeza con la pistola le hiciera perder el conocimiento.

Dos dias despues, Inaki Artetxe ocupaba toda la tarde practicando un exhaustivo seguimiento de Andres Ramirez, que asi se llamaba el chofer de Gonzalez Caballer. Debia de ser su dia libre, pues practicamente durante casi todo el tiempo estuvo con un amigo rubio, de aspecto nordico, dedicandose al copeo en la zona de Telesforo de Aranzadi y Galerias Urkijo.

Cuando el vigilado se despidio de su acompanante ya habia anochecido, cosa que favorecia los planes de Artetxe, consistentes, basicamente, en devolver golpe por golpe, corregidas y aumentadas, las palizas que habia propinado a su cliente y a Miren, sobre todo a Miren. Antes de ser expulsada de la casa, el chofer se habia regodeado en el castigo, aunque ninguna de las heridas recibidas era irreversible ni dejaria secuelas. Parecia claro que el supuesto chofer era un autentico profesional, y no del volante precisamente. Artetxe sabia que no era ese el mejor modo de actuacion, pero no podia evitar sus sentimientos ni sus ganas de darle cana al cuerpo.

La ocasion surgio al cruzar junto a un solar en obras en la calle Euskalduna, que a esas horas se encontraba totalmente despoblada. Artetxe se coloco justo detras de su objetivo y le puso una pistola en la nuca, al tiempo que en susurros le apercibia para que no se moviera. Le cacheo a conciencia, encontro otra pistola y una navaja que se guardo, y le obligo a entrar en el solar. Una vez dentro le golpeo con la culata del arma en la cabeza, haciendole retorcerse de dolor y enviandole de bruces contra el suelo, y le pateo sin ningun tipo de escrupulos hasta que comprobo que empezaba a sangrar por la nariz y por la boca. No habia igualdad de condiciones entre los dos, pero eso no le importaba para nada a Artetxe. El no era ninguno de esos falsos heroes de pelicula que se despojan de sus armas y renuncian a su ventaja para enfrentarse al «malo» noblemente, en equilibrada lid. En las peliculas los «buenos» acostumbran ganar porque tienen al guionista de su parte, pero en la vida real cada uno tiene que hacerse su propio guion. Y en el de Artetxe no entraba la posibilidad de dar facilidades a su contrincante.

Con sus propias manos izo a Andres Ramirez. Despues de haberse desahogado, se sereno e inicio el interrogatorio.

– ?Donde esta Begona, cabron? -le espeto con la pistola en la mano, con la intencion de mantener su ventaja y el desconcierto en su interlocutor.

– ?De que Begona me hablas? -respondio entrecortadamente, apenas con un hilillo de voz-. No entiendo que es lo que quieres.

– Te estoy preguntando por la hija de tu patron.

– No se donde esta, juro que no lo se. Es la verdad. ?Solo para saber eso me has montado este show? - contesto con una mezcla de estupefaccion y duda, de la que no se hallaba exento el odio naciente.

– Por eso solo, no. Ayer golpeaste a una amiga mia que fue a casa de tu patron a preguntar por su hija, y a mi no me gusta nada que golpeen a mis amigas; no lo considero precisamente un sintoma de buena educacion.

– Me limitaba a cumplir ordenes. Ademas, habia apuntado con una pistola al jefe; no me quedaba mas remedio que intervenir y, despues de todo, no le hice mucho dano.

– Si apuntaba con una pistola a tu jefe sus razones tendria y, por lo demas, en lo que a mi respecta estamos en paz. Tu cumplias ordenes de tu jefe y yo cumplo las mias propias para demostrarte que nadie golpea a mis amistades impunemente. ?Esta claro o continuamos?

– Esta claro -contesto el chofer.

– En ese caso te voy a soltar, pero me llevo tu cacharreria por precaucion ya que no me pareces muy de fiar. Te la devolvere manana por la tarde, porque manana -dijo recalcando las palabras- sere yo, y no mi amiga, quien visite al senor Gonzalez Caballer. Diselo a tu jefe.

– Su desfachatez no tiene limites. Le da una paliza brutal a mi chofer y despues de eso se presenta ante mi, como quien no ha roto un plato en su vida, para hablar conmigo. Creo que me debe una explicacion.

– Yo no le debo nada a usted. Sera al reves, en todo caso. ?O me equivoco y no estoy hablando con la persona que hace unos dias intento abusar de una joven que se hallaba sentada en el mismo lugar en el que me siento yo ahora?

Inaki Artetxe se hallaba en el despacho de Gonzalez Caballer, hablando con el propietario de la casa. Su sistema para conseguir citas no era muy normal, pero habia funcionado.

– Si, es usted quien debiera darme una explicacion -repitio.

– ?Que dice? ?Yo, darle una explicacion? Esta usted loco.

– Bueno, no voy a enfadarme por eso. Incluso pudiera usted tener razon. Ya se sabe que los ninos y los locos suelen decir la verdad. Es cierto que ayer golpee con ganas a su chofer, pero es mucho mas cierto que se lo tenia merecido, aunque quiza fuera usted quien mas se lo mereciera por ser quien dio las ordenes y quien previamente habia intentado violarla. Asi que no va a tener mas remedio que aguantarme. Es lo minimo que me debe.

Gonzalez Caballer miraba fijamente a Artetxe mientras jugueteaba con un lapicero. Era hombre acostumbrado

Вы читаете Lejos De Aquel Instante
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату