– Ya sabes que eso no constituye ningun problema. Se te devolvera todo y por triplicado ademas.
– No, no se trata de eso. Me gusta el dinero, como a todo el mundo, y quiza mas que a muchos, pero puedo desprenderme con facilidad de cantidades que no juntarian mil personas en toda una vida de trabajo. Asi que, por esta vez y sin que sirva de precedente, podeis considerar que los gastos que he realizado son un donativo para el triunfo de la causa. Es otro el pensamiento que me preocupa.
– Dime.
– Creo que no me dijiste toda la verdad. Escuchame un momento antes de decir nada -anadi al ver que se disponia a hablar-. No te lo digo como un reproche porque posiblemente yo en tu caso habria hecho lo mismo, pero estoy convencido de que hay algo mas de lo que me comentaste. Tras la muerte de mi colaborador, muerte que por otra parte no he llorado, hice unas averiguaciones por mi cuenta y he llegado a saber o adivinar que si el uranio es necesario no se debe a sus aplicaciones industriales, sino mas bien a otras implicaciones relacionadas directamente con el esfuerzo belico.
Sabia que me la estaba jugando, pero crei conveniente actuar con audacia para conseguir estrechar cada vez mas los lazos que me unian al coronel, y mi experiencia anterior me indicaba que el aleman era susceptible a esos gestos, aunque seguramente mas que admiracion ante mi insolencia lo que habia en el interior de Reiner Vonderschmidt era una lucha entre el deseo de pegarme un tiro alli mismo y la opcion de escucharme hasta el final y pegarme el tiro cuando acabara. Sin esperar a que tomara una decision, continue deslizandome por la cuerda floja y segui con mi discurso.
– A pesar del peligro evidente -le dije-, prosegui mis esfuerzos para coronar con exito la mision. Y lo he conseguido, por eso estimo que estoy en el derecho de hablarte como te estoy hablando. Sin ninguna vanidad por mi parte, tienes que reconocer que mi trabajo ha sido importantisimo para que, por fin, podamos triunfar en esta guerra. Y esto es lo que quiero que se me reconozca. Quiero participar en esta nueva fase de la guerra. No quiero dinero ni otro tipo de prebendas u honores. Quiero que dentro de unos anos, cuando los libros de historia hablen del final de la guerra, se diga que sin la colaboracion de Javier de Ithurbide, heredero de la corona imperial mexicana, no hubiera sido posible el triunfo de los valores del nacionalsocialismo. ?Es mi derecho y por eso lo exijo!, porque tambien para mi el honor se llama lealtad.
Cuando cerre la boca la sentia reseca y pastosa. Tenia mis dudas sobre si habia actuado cuerdamente o no, pero la apuesta estaba encima de la mesa y no podia retroceder. Ahora era Vonderschmidt quien tenia que decidir si estaba jugando de farol o tenia todos los ases en mis manos, y reacciono de un modo silencioso pero elocuente. Se levanto de su silla y, acercandose a mi, me dio un abrazo de oso que duro por lo menos cinco minutos. Acababa de obtener mi primera victoria en ese juego, pero el miedo no ha abandonado todavia mi cuerpo. Se que de nada me habra servido ganar esta batalla si perdemos la guerra y pienso que habeis echado sobre mis fragiles hombros una gran responsabilidad, Cameron. Pero el baile se ha iniciado y no me queda mas remedio que seguir el compas. Quiera Dios que las cosas no se tuerzan y al final logremos nuestro objetivo.
Mientras tanto, recibe un fuerte abrazo de alguien que esta solo y al que solo el recuerdo de sus amigos y seres queridos, de su patria y sus ideales, le dan la fuerza necesaria para aguantar sin desfallecer.
27
Cuando Inaki Artetxe fue a buscar su automovil no quedaba nadie en el caserio. Efectuado un examen minucioso, tanto del edificio como de los alrededores, parecia como si en mucho tiempo no hubiera andado nadie por alli, mucho menos una secta al completo. Si no hubiera estado en ese lugar el dia anterior, el mismo pensaria que su relato era una alucinacion o un sueno.
Una vez recuperado el vehiculo, paso por la Comandancia de la Guardia Civil. Dos horas de interrogatorio le aumentaron la jaqueca que habia empezado a notar nada mas despertarse, pero por lo menos prometieron dejarle momentaneamente en paz, aunque «si recuerda algo que no nos ha dicho, convendria que nos llamara».
Una cosa buena habia salido de su aventura del dia anterior: su convencimiento de que estaba en el buen camino. En caso contrario, ?a que venia el maniatarle y llevarle de paseo dentro del maletero de un coche? El problema era retomar la pista.
Antonio Alferez no estaba en el club, pero le informaron de donde podia encontrarle a esas horas. La Universidad de Deusto apenas habia cambiado desde que el iniciara sus nunca acabados estudios de Filosofia, antes de que decidiera ingresar en la policia autonoma, y en los merenderos, como se denominaba a una de las areas preparadas teoricamente para el silencioso estudio, seguia habiendo numerosas tertulias que ayudaban a mantener un agradable ambiente academico. El amigo de Begona estaba sentado con un libro abierto entre las manos mientras intentaba convencer a una companera de que, por un dia de estudio que perdieran, no iban a verse afectados los resultados de los examenes. Cuando noto posarse sobre su hombro la mano de Artetxe y volvio la cara hacia el se le petrificaron los ojos.
– Hombre, mi amigo Antonio -dijo Artetxe-. Te he visto de lejos y me he dicho a mi mismo: ?Que mejor momento que este para pagarle la cerveza que le debo? Venga, deja de estudiar y acompaname al bar. Los dos solitos -anadio.
Como un cordero al que conducen al matadero, Antonio Alferez siguio mansamente a Inaki Artetxe hasta el bar de la Universidad. La mayoria de las mesas estaban desocupadas, asi que tomaron asiento en la que estaba mas alejada tanto de la puerta como de la barra. Con sus dos jarras sobre la mesa parecian ser dos viejos conocidos que charlaban sobre lo divino y lo humano.
– Estuve viendo a tu amigo Marcos Ruiz, ?sabes?, y por poco me mata.
– Yo no se nada de eso, se lo juro.
– Bueno, no tiene importancia. Igual le avisaste de mi llegada o igual no tienes nada que ver, pero me da exactamente lo mismo. Tu, para mi, no eres mas que una mierda pinchada en un palo de la que si me es util me olvidare cuanto antes mejor, pero solo si me es util. ?Me entiendes?
– Ya le dije todo lo que se.
– Nadie dice nunca todo lo que sabe -respondio Artetxe meneando tristemente la cabeza-, todo el mundo deja siempre algo en su armario, pero te repito que lo que paso ayer no importa, importa lo que me puedes decir hoy. Marcos Ruiz ha desaparecido del caserio, pero sigo necesitando encontrarle. ?Que me puedes decir?
– Nada.
– Mira, Antonio, yo te comprendo; si estuviera en tu lugar tambien lo negaria todo, pero no estoy en tu lugar, ?comprendes? He sido ertzaina y ahora trabajo como detective y, a pocas novelas policiacas que hayas leido, sabras que los detectives caemos muy mal a la policia oficial; por eso, para congraciarnos con ellos, de vez en cuando les pasamos informacion para que detengan a delincuentes y se luzcan. Si yo hubiera sacado algo en claro de Marcos Ruiz, habria entregado su cabeza puesta sobre una bandeja de plata al Grupo de Estupefacientes de Bilbao y todos me habrian dado una palmadita en la espalda, pero, como por lo que parece ser, Marcos Ruiz se me ha escapado, tu eres lo unico que tengo. Ayer, un comandante de la Guardia Civil me amenazo con sacarme de la circulacion, y si eso ocurre, ?de que van a comer mis tres ex mujeres y mis siete hijos? Asi que tu veras. O les entrego a Marcos Ruiz o les entrego a Antonio Alferez.
– Eso es un vulgar chantaje.
– En efecto, asi que tu decides. La cabeza de Marcos Ruiz o la cabeza de Antonio Alferez.
– Siempre se sale con la suya, ?verdad?
– ?Ojala fuera eso cierto! Simplemente me limito a hacer mi trabajo.
Antonio Alferez no sabia donde encontrar a Marcos Ruiz, pero si sabia donde encontrar a su novia -o lo que sea de el, anadio-, que vivia en Las Arenas, en un atico de la calle Santa Ana. El edificio era nuevo y los materiales con los que habia sido construido, de primera. Seguramente el atico habia costado un paston. El guru de Bakio debia de codearse con gente importante.
El ascensor hacia menos ruido al moverse que el que podia escucharse en un monasterio cartujo, y en su interior podria haberse celebrado una boda. La vivienda de la novia de Marcos Ruiz ocupaba todo el ala derecha y hacia alli encamino sus pasos Inaki Artetxe cuando salio de el. Desde que pulso el timbre hasta que la puerta se abrio transcurrieron escasos segundos. En el interior de la casa, una mujer totalmente desnuda y con la mirada extraviada le agarro de la mano y, casi a la fuerza, le obligo a entrar.