Ceferino Arjona Gutierrez y el guardia Andres Gomez Lopez como secretario, a la vista de lo actuado en la diligencia de inspeccion ocular ya resenada, se considera pertinente interrogar a la viuda del fallecido, la cual voluntariamente declara lo que sigue:

Que su nombre y filiacion completa es Presentacion Aldana Cuenca, natural de Quintana Martin Galindez, en la provincia de Burgos, nacida el 13 de enero de 1945, hija de Ambrosio y Maria, de profesion sus labores, con domicilio en Orduna, provincia de Vizcaya, calle Mayor, n? 3, 2? izquierda.

Que ha sido ella la causante del fallecimiento de su difunto marido, don Eladio Ortiz Ortiz.

Que los hechos sucedieron alrededor de las diez de la noche del dia anterior.

Que ella se encontraba en la cocina, planchando, cuando entro su marido, borracho como era habitual en el, insultandola y golpeandola en la cabeza y otras partes del cuerpo.

Que al verla caida en el suelo como consecuencia de los golpes la arrastro hacia el dormitorio matrimonial donde, a la fuerza, intento que la declarante cumpliera con el debito conyugal.

Que al negarse la declarante a satisfacer los deseos de su marido, volvio a ser golpeada con sana por este.

Que desesperada e histerica, sin darse cuenta ni comprender muy bien lo que hacia, cogio un garrote que su marido guardaba en la habitacion por miedo a los ladrones y empezo a golpearle con el.

Que cuando paro de golpearle se dio cuenta de que le habia matado, aunque nunca fue esa su intencion.

Que si no llamo antes a este puesto de la Guardia Civil no fue para ocultar nada, sino porque perdio la razon como consecuencia del hecho y hasta el momento en que ha procedido a efectuar la llamada no se habia recuperado.

Que todo lo que ha dicho es la verdad, no teniendo nada que anadir.

Cerrada que es la declaracion estampa en la misma su huella digital, por no saber firmar, en conformidad con lo transcrito, en compania de los senores instructor y secretario, en Orduna, provincia de Vizcaya, a 3 de octubre de 1993.

Aprovechando que el sargento Arjona no habia vuelto de efectuar su ronda -posiblemente habia muchos bares en los que parar-, Rojas hablo a solas con la detenida, que confirmo lo ya declarado, sin anadir ni quitar una coma. Examino tambien el arma con la que se habia perpetrado el crimen. Era un garrote fuerte y solido. Parecia mentira que la acusada hubiera podido blandirlo hasta causar la muerte de su marido, pero no era tan extrano que alguien poseido por la ira y la exasperacion sacara mas fuerzas de las que aparentemente cualquiera le hubiera adjudicado. Continuaba banado en sangre y no habia ninguna duda acerca de su utilizacion en el asesinato. Posteriormente se acerco al Juzgado, donde tambien le permitieron leer las diligencias. Todavia no se habia practicado la autopsia al cadaver, pero el informe previo del medico corroboraba las causas de la muerte apuntadas en el atestado. El propio juez le indico que ese mismo dia iba a enviar las diligencias al juez de Instruccion competente, pero que parecia un asunto bastante claro. Antes de despedirle le pidio un favor.

– El fallecido tenia un hijo, Antonito, y todavia no hemos tenido tiempo de comunicarle lo sucedido. Bueno, en realidad si hemos tenido tiempo -sonrio avergonzado-, pero todavia no se lo hemos dicho, es un asunto tan delicado y le conocemos desde hace tanto tiempo… Ya se que es mucho pedir, pero como usted es un inspector de Homicidios y no tiene ninguna relacion de amistad con el chico, quiza no le importe decirselo.

Si le importaba, ya que esas situaciones no eran plato de buen gust,o para nadie, pero se hizo cargo de los razonamientos de su interlocutor y accedio. El juez le dijo que el muchacho salia todas las mananas temprano de casa para trabajar en un pueblo cercano, en un taller de carpinteria propiedad de un amigo de la familia, Efren Ruigomez. El pobre Antonito, le aclaro el juez, era deficiente psiquico, pero su atraso mental no le impedia tener cierta habilidad manual de la que estaba orgulloso y que le permitia ser util de alguna manera, ademas de ganarse unas escasas pesetas. Trabajaba de sol a sol y, aunque posiblemente le enganaban en el sueldo, su madre pensaba que era mejor eso a que anduviera haraganeando por el pueblo sin hacer nada y siendo objeto de la burla de sus paisanos. Por lo menos, al ser capaz de trabajar, sus vecinos, aunque no le consideraran del todo normal, si le tenian cierto afecto.

Antonito, segun el juez, era de costumbres fijas, asi que Rojas se acerco al bar Kepa, donde seguramente estaria jugando al billar y bebiendo Fanta de naranja. Si el juez de paz hubiera descrito fisicamente a Antonito, Rojas no habria necesitado preguntar por el como hizo, ya que el tal Antonito, como se le llamaba en el pueblo, era un hombreton de metro noventa de estatura y ciento veinte kilos de peso. Con paso lento y cansino, Rojas se aproximo al objetivo, dispuesto a cumplir la dificil mision encomendada.

– Hola, tu eres Antonito, ?verdad? -pregunto sabiendo que lo era, pero de algun modo tenia que romper el hielo.

– ?Quien es usted? ?Le envia el senor Efren? Digale que lo siento mucho, que me perdone, que no lo volvere a hacer mas.

– ?Que es lo que no vas a volver a hacer?

– Faltar al trabajo. Mire, senor, digale que manana trabajare todo el dia, pero que no me castigue, por favor - dijo mientras por sus ojos de nino asustado empezaban a correrle dos rebeldes lagrimones.

– Tranquilo, soy amigo tuyo y nadie te va a castigar, pero dime: ?por que no has ido hoy a trabajar?

– Pues porque estaba celebrandolo, por que va a ser -comento extranado de que su nuevo amigo fuera tan poco espabilado y anadiendo con un brillo infantil en la mirada-: ?Sabes?, me he tomado siete fantas. Yo solo.

– ?Y que estas celebrando?

– Pues que va a ser, pareces tonto. Que ya no va a haber mas golpes. Papa ya no va a pegar mas ni a mama ni a Antonito.

Rojas le volvio a mirar, pensando que por momentos se desmoronaba el caso solidamente construido por el sargento Arjona. Antonito, un hombre con mentalidad de nino que media un metro noventa y pesaba ciento veinte kilos, tenia unas manos como palas de excavadora. Para esas manos, manejar un recio garrote era tan facil como para las del inspector agarrar un palillo.

– Quieres mucho a tu mama, ?no es asi, Antonito?

– Si, mucho, mucho.

– Por eso, cuando viste que tu papa la golpeaba cogiste el garrote y la defendiste. -Se sintio como un canalla al decirle esto, pero ya no podia echarse atras.

– Si, eso es lo que hice, aunque mama se asusto y se echo a llorar -respondio entristecido-. Pero yo lo hice por su bien, ?sabes? Ella, algunas veces, cuando me echa una bronca, me dice que es por mi bien y yo la creo, porque es una mama muy buena. Por eso creo que se le pasara el enfado. ?Tu crees que se le pasara?

– Seguro que si. Mira, vamos a hacer una cosa. Mama ha tenido que salir de casa, asi que si quieres puedes acompanarme a la del sargento Arjona. ?Conoces al sargento Arjona?

– Claro que si -dijo palmoteando feliz-. Es un guardia civil muy raro porque nunca me ha pegado, aunque me suele gastar bromas, pero tambien me suele dar galletas de chocolate.

– ?Vamos, vamos pronto! -anadio tirandole de la manga de la chaqueta.

El sargento Arjona cumplio con su obligacion soltando a la madre y encarcelando al hijo, pero la mirada con la que despidio al policia era de las que taladraban el alma. ?Quien era Rojas para interferir en el sacrificio de una madre que habia intentado proteger a su hijo invalido? «?Mierda! -penso Rojas-, soy policia y mi trabajo es detener a los asesinos, no juzgarlos.» Si, era policia, pero a veces su trabajo le parecia muy amargo.

Intentando olvidar lo ocurrido puso la radio de su vehiculo. Estaban dando las noticias del mediodia y la engolada voz del locutor iba desgranandolas una por una, con la misma entonacion para un triunfo deportivo del Athletic que para un terremoto en Colombia. Sin darle un enfasis especial comento que la carretera se habia vuelto a cobrar, ese fin de semana, la vida de dos ciudadanos vascos.

«Una mujer residente en Bilbao y su hijo de corta edad, que volvian de pasar el fin de semana en Andorra, a donde habian ido a esquiar, fallecieron ayer de madrugada al despenarse su vehiculo por un barranco. Los fallecidos son Nekane Larrondo y su hijo Asier Ferrer. Nekane Larrondo era viuda del periodista recientemente fallecido Andoni Ferrer. Familiares con los que ha podido hablar nuestra redaccion manifestaron que la senora Ferrer aun no habia superado la tragica muerte de su marido y que quiza eso le quitara concentracion a la hora de conducir, ya que la carretera estaba en buen estado y el accidente se produjo al invadir el carril contrario y golpear frontalmente con un camion.»

Cuando a Rojas le felicitaron sus companeros por el trabajo realizado en Orduna, todos se extranaron de que los mandara a la mierda mientras se encerraba en su cubiculo para preparar el informe.

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