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Inaki Artetxe no podia afirmar que la chica de la secta que le habia rociado los ojos con un aerosol irritante le cayera bien, pero su muerte habia sido un mazazo. En primer lugar, por el simple hecho de su fallecimiento, que, aunque parecia accidental -el mismo habia declarado ante la policia que tal y como estaba de drogada no era extrano que hubiera dado voluntariamente el salto fatal-, venia a sumarse a las muertes que directa o indirectamente relacionadas con el caso parecian surgir a su alrededor. En segundo lugar, porque se habia truncado otra pista. Estaba convencido de que la chica sabia algo, pero con su muerte nunca podria conocer que era exactamente ese algo. Quedaba su supuesto jefe, guia espiritual o novio, el mandamas de la Eterna Luz, pero en estos momentos estaria lejos de su alcance. Rojas le habia dicho que se habia comunicado su orden de busca y captura, pero eso no significaba nada. Antes o despues le encontrarian, de eso estaba seguro, pero el cuando era impredecible. Lo mismo le echaban el guante al cabo de tres dias que de siete anos, asi que no merecia la pena pensar en ello por ahora.
Lo unico que se le ocurria era hablar con la senora que los habia denunciado por escandalo. Segun los municipales con los que estuvo hablando, era muy conocida por su aficion a poner denuncias a diestro y siniestro. Le falta un tornillo pero es inofensiva, anadieron. Inaki Artetxe habia conocido a mas de una persona de esas caracteristicas y sabia como tratarlas. Se imaginaba que seria una vieja entrometida y grunona a la que presumiblemente le ahogara la soledad. Si la trataba con inteligencia, no dudaba de que le contaria todo lo que supiera.
Mirando los buzones del portal comprobo el piso en que vivia. En la cartulina podia leerse Rosario Aurtenetxe, viuda de Txomin Galparsoro. La lectura confirmo sus ideas: posiblemente seria mayor -no todas las viudas son de avanzada edad, pero hay mas posibilidades a favor que en contra de que lo sean- y seguramente vivia sola.
Un desabrido «?quien es?» sono detras de la puerta blindada pocos segundos despues de que Artetxe pulsara el timbre.
– Soy un colaborador de la policia -contesto el detective-. Si no le produce mucho trastorno me gustaria hablar con usted sobre su vecina del piso de abajo.
– ?Y que quiere saber de ella? -volvio a escucharse a traves de la puerta cerrada.
– Pensamos que quiza fuera una delincuente habitual y quisieramos saber la opinion de una vecina como usted, que seguramente no aprobaba el tipo de vida de esa drogadicta.
– Tiene usted mucha razon, toda la razon del mundo -contesto dona Rosario abriendo la puerta-. Mas de una vez les he llamado para decirselo, pero no me han hecho ustedes mucho caso, joven.
– Lo siento mucho, pero estamos dispuestos a enmendar nuestro error, aunque para ello necesitamos su colaboracion.
– Naturalmente que si, pero pase, pase, no se quede ahi fuera. Venga conmigo, por favor.
La duena de la casa condujo a Artetxe por un largo pasillo hasta que llegaron a un salon en cuyo interior cabia un apartamento entero. Estaba decorado con un gusto algo antiguo: figuras de angelitos imitando el estilo rococo y todo asi, pero los muebles eran de textura castellana, recios y sobrios. Artetxe se sento en una butaca ajada por el tiempo pero totalmente comoda.
– ?Le apetece un te? Cuando ha sonado el timbre me estaba preparando uno precisamente.
Aunque el te no era la bebida preferida de Artetxe, asintio solemnemente al ofrecimiento, no en balde el trato con su tia Gotzone le habia acostumbrado a estas circunstancias.
– Me ha comentado que es usted colaborador de la policia, ?que quiere decir eso? ?Que no es usted policia?
– Si y no -replico Artetxe ambiguamente, mientras le ensenaba la fotocopia de su antiguo nombramiento como funcionario de la Ertzantza-. En estos momentos no estoy en nomina, pero colaboro en asuntos delicados.
– Asi que ertzaina, ?eh? Pues me alegro. Mi difunto marido, cuando la guerra, fue tambien ertzaina. He pedido una pension, pero me han contestado negativamente, porque dicen que ya tengo una muy elevada de viudedad, pero a mi no me importa el dinero, sino la memoria de mi marido. ?No podria usted hacer algo al respecto?
– Tal vez si. Los mandos son muy receptivos con los ciudadanos que colaboran con nosotros -mintio Artetxe sin ningun rubor.
– No sabe usted lo agradecida que le quedaria si me moviera el asunto. Pero bueno, supongo que querra explicarme lo que desea de mi, joven -dijo la senora mientras servia un humeante te en sendas tazas.
– Tenemos sospechas de que su vecina, la que fallecio al tirarse por la ventana, no era trigo limpio.
– Claro que no lo era. La de cosas que podria contade yo sobre ella… -respondio como en un suspiro.
– Estoy dispuesto a escucharla -contesto Artetxe mientras se arrebujaba en su butaca, como si lanzara un inequivoco mensaje de que era todo oidos.
– Pues mire usted, esa chica, que en paz descanse y Dios sabe bien que no me gusta hablar mal de los muertos, era una autentica viciosa. ?A saber de donde sacaria el dinero para el tren de vida que llevaba! No era raro verla drogada o bebida por la escalera. ?Y los escandalos que montaba? Musica a tope, tan fuerte que no me dejaba descansar, y un transito de gente por su piso enorme. No era nada raro verla con hombres de lo mas estrafalarios. Hasta con negros la he visto. Y no me cabe duda de que hacia inmoralidades con ellos. Los tabiques de esta edificacion son solidos, pero con el triquitraque que solian tener ella y sus amiguitos se escuchaba todo. Casi ninguna noche dormia sola, la muy zorrita, y que Dios me perdone por esto ultimo.
– No se preocupe, a la policia hay que contarselo todo.
– Si, eso es cierto. Pues lo que le iba diciendo: le gustaba la buena vida, drogas, alcohol, hombres, musica. Una vez coincidi con ella en el video club y vi como cogia una pelicula que tenia en la portada la foto de dos mujeres desnudas que se estaban abrazando. Desde luego, una pelicula autorizada no era.
– Seguro que no.
– Asi que no me extrana su tragico fin, y que conste que nunca le he deseado mal a nadie, pero esta claro que quien la hace la paga.
– Eso mismo pensamos nosotros, senora, por eso queremos saber mas de ella, sobre todo de sus amigos. Me ha dicho que solia cambiar mucho de pareja, pero ?habia alguno que la visitara con mas asiduidad que los demas?
– Si, habia dos, mas concretamente. Lo que no se es si se conocian entre si, aunque no me extranaria nada, porque los jovenes de ahora son asi, ?como se lo diria?, no les importa nada el que diran, no tienen ningun tipo de verguenza y no les parece mal compartir una mujer. La verdad es que estos tiempos son un asco. Mire, joven, no es por ponerme medallas pero yo, con mi marido, hemos estado toda la vida luchando contra la dictadura de Franco, por la libertad de Euskadi, nuestra patria. Mas de una vez pasamos la frontera llevando propaganda clandestina y libros prohibidos, pero esto de ahora no es lo que queria Sabina Arana, eso seguro que no. Por lo menos con Franco los vascos estabamos oprimidos, pero eramos gente decente y religiosa, aunque esta juventud de ahora me da que pensar. ?La chica esa era vasca?
– No, claro que no lo era -respondio Artetxe, que no tenia ni idea del origen de la discipula de la secta de la Eterna Luz.
– Eso me imaginaba yo, aunque no crea, nuestros jovenes tampoco llevan muy buen camino. Si nuestro lehendakari Aguirre levantara la cabeza…
– No debe desanimarse, al final las cosas volveran a su cauce y para conseguirlo necesitamos ahora mas que nunca su ayuda, no puede abandonar en estos momentos-. Decididamente era identica a su tia Gotzone. -Ha dicho que habia dos hombres que la visitaban con mas frecuencia que los demas. ?Podria describirmelos?
– Uno era un tipo muy extravagante, que decia que era sacerdote de un culto raro, el Eterno Rayo o algo asi. Era un tipo mas bien gordito pero sin pasarse, con marcadas entradas en la cabeza y moreno. Normalmente iba vestido con chaqueta y corbata, pero una vez le vi con una tunica de colorines muy rara, aunque no era identica a la de esa gente del Tibet que a veces sale por television. Siempre que coincidiamos me saludaba, parecia muy simpatico aunque, claro, siendo amigo de esa pajarraca, supongo que el tampoco sera una joya de hombre.
Mas o menos la descripcion se correspondia con Marcos Ruiz, alias el Lider Excelso, jefe y senor de la secta de la Eterna Luz, penso Artetxe, pero en ese momento no tenia ningun interes para el.
– ?Y el segundo hombre? -pregunto.