funciones precisamente la de perdonar.
– Necesito tu ayuda. ?Sigues siendo presidente de zona de la Asociacion de Ayuda Internacionalista a los Pueblos Oprimidos?
– Si, lo soy. ?Que ocurre, vas a pedir el ingreso?
– Tal vez, ya sabes que siempre he estado a favor de las causas nobles. Otra cosa son los prejuicios que los fundamentalistas tengan contra las personas que no piensan como ellos.
– No me jodas, Inaki, sabes que eso que dices no es cierto.
– Bueno, vale, dejemoslo. Mira, estoy buscando a un tipo que es, presumiblemente, sudamericano y atiende al nombre de Hector o Capitan Hector.
– O sea que, encima de todo lo que paso, ahora quieres convertirme en un chivato de la policia.
– Dejate de hostias por muy cura que seas y olvida por una vez esas expresiones de chavales jugando en el patio del colegio, que ya no tenemos edad para ello. Mira -Artetxe saco de su cartera sendas fotografias: una de Begona Gonzalez y otra de la devota de la Eterna Luz, ambas cuando ya estaban muertas-, esto es lo que ha hecho la persona a la que quieres proteger contra mi posible represion. Un asesino de jovencitas. Y, casi con toda seguridad, de miles de personas en el Cono Sur si mi intuicion es acertada. No pretendo que delates a un refugiado, sino todo lo contrario, a un represor.
– ?Y que es exactamente lo que quieres que haga?
– Me imagino que entre los miembros de tu asociacion habra mas de un sudamericano y quiza alguno de ellos habra oido hablar de un tal Capitan Hector. En ese caso me gustaria que se pusiera en contacto conmigo.
– De acuerdo, procurare ayudarte.
– Gracias. Bueno, no quiero imponerte mas mi presencia, asi que me largo.
– Inaki -dijo el padre Arbulu poniendo su mano derecha sobre el hombro izquierdo del detective.
– ?Que?
– No, nada -contesto el sacerdote volviendo a su posicion anterior-. Quiza en otro momento… Bueno, vete con Dios. Te llamare si me entero de algo.
Cuando salio de la sacristia todavia estaba alli la viejecita.
– ?Que, encontro al padre Arbulu?
– Si, muchas gracias.
– ?Que es lo que queria de el? Lo pregunto porque aqui es muy raro que entre gente con corbata.
«Si, y porque te mueres de ganas por saberlo», penso Artetxe, que en el fondo sentia ternura por las viejas cotillas.
– Tenia que solucionar un pequeno problema personal. Ha dejado embarazada a mi hermana la pequena, ?sabe?, pero a partir de ahora todo ira bien. Me ha prometido que se hara cargo de los costes economicos del aborto.
Luego, cuando estuvo de nuevo en la calle, se arrepintio de haberse inventado esa historia, sobre todo teniendo en cuenta que su antiguo amigo habia tenido un gesto hasta cierto punto conciliador, y que le iba a ayudar en su investigacion, pero ?que cono!, de vez en cuando viene bien desahogarse y hacia tiempo que le tenia ganas.
El padre Arbulu demostro, en los dias siguientes, ser mas efectivo que el inspector Salceda o, por lo menos, que tenia mejores contactos. Eso penso Inaki Artetxe al recibir su mensaje. Le habia citado en su parroquia a las siete de la manana. Le habia dicho que esa era la hora que mejor le venia porque a las seis y media oficiaba su primera misa, pero Artetxe sospechaba con fundamento que el movil principal era joderle, ya que desde sus tiempos de estudiante sabia lo poco que le gustaba madrugar.
Entro directamente en la sacristia, sin preguntar a nadie por el parroco. Su ex amigo debia de ser partidario de las misas ultrarrapidas porque ya se encontraba esperandole, acompanado de un hombre joven que se hallaba sentado a su lado, junto a una desvencijada mesa camilla.
– Bueno, aqui estoy. Puntual como nunca en tu vida te lo hubieras imaginado.
– Ya veo, ya. Por cierto, muy bueno el cuento que largaste el otro dia a una de mis feligresas. Veo que tu capacidad de manipulacion y desinformacion continua siendo de primera.
– No te lo tomes a mal, hombre; fue solo una broma, aunque reconozco que me pase un poco. Lo siento, de verdad que lo siento.
– Bueno, no hablemos mas de eso y sientate aqui -dijo senalando una silla-. Te presento a Ernesto Dabormida, un companero argentino que quiza pueda darte alguna informacion -anadio mientras Dabormida y Artetxe se estrechaban la mano.
– Si pudiera decirme algo le quedaria profundamente agradecido.
– Tal vez si -contesto el sudamericano con su agradable acento porteno-. En los anos duros de la represion videlista yo formaba parte de un grupo de universitarios democratas y fui encarcelado y torturado. Afortunadamente tuve suerte y me soltaron, aunque mi suerte no es sino una expresion mas del tipo de regimen que era el de los milicos. Quede libre gracias a la fortuna y posicion social de mi familia, no por otra cosa, pero que quiere que le diga, me alegro de estar vivo. Por mi militancia, y tambien gracias a mis contactos familiares, conoci ciertos datos sobre las fuerzas represivas; por eso creo que se quien es, o quien puede ser, el Capitan Hector, si la persona que usted busca es la que yo he conocido.
»Capitan Hector era el nombre de guerra de un capitan de la Marina destinado en la famosa EMA, la Escuela de Mecanica de la Armada, la mayor central de tortura y represion de los militares argentinos. Quien pasaba por alli raramente salia con vida o intacto. No creo necesario extenderme mas sobre el asunto, porque es sobradamente conocido y cuando me acuerdo de ello lo paso mal, lo siento.
– Lo comprendo perfectamente -le hablo Artetxe en tono amable.
– Gracias. Pues bueno, el hombre que usted busca no es de los oficiales mas conocidos de los que pasaron por la EMA, pero si uno de los mas sadicos y efectivos. Su autentico nombre es Raul Villeneuve Svenson y sus crimenes fueron tan horribles que prefirio escapar del pais a la caida de la dictadura, pese a que como es bien sabido a ninguno de los militares que ejercieron el poder se les toco ni un pelo. Le he traido una fotografia suya para que compruebe si es el hombre que busca.
– La verdad es que yo no le he visto en persona, pero uno de los testigos si, asi que si no tiene usted inconveniente me gustaria guardada para que me confirmaran si es el efectivamente.
– No hay problemas, la he traido para eso. Aqui la tiene -contesto el sudamericano entregando una ampliacion de una fotografia tipo carnet a Artetxe.
El detective solo necesito decimas de segundo para recordar que conocia a ese hombre y apenas dos segundos mas para saber de que. El dia que habia estado siguiendo al chofer de Gonzalez Caballer, el padre de la desaparecida Begona, aquel habia pasado la tarde con un amigo alto y rubio. Ese hombre alto y rubio era el que le estaba sonriendo desde la fotografia. Por eso su testigo le habia dicho que era un sudamericano raro. Posiblemente fuera descendiente de franceses y suecos, de ahi que tampoco el lo catalogara como latinoamericano el dia que le vio, pero tenia que ser el hombre que estaba buscando; de ese modo todas las piezas del rompecabezas iban encajando. Necesitaba confirmado hablando con la anciana, aunque estaba practicamente seguro de ello. Y ademas estaba relacionado de algun modo con Gonzalez Caballer, eso era evidente. Se estaba cerrando el circulo, pero todavia no sabia quien se iba a quedar dentro. Tendria que hablar con Rojas y contarselo todo, con pelos y senales. El asunto se estaba haciendo demasiado grande para un detective que actuaba sin red. O intervenia la policia o el quedaria incluido en ese circulo que se iba estrechando cada vez mas. Pero todavia tenia que intentar averiguar algunos datos adicionales.
– ?Seria posible localizar de algun modo a ese tal Capitan Hector?
– Observo que todavia no le ha dado tiempo a leer el periodico y que no tiene la costumbre de poner la radio cuando usa el carro -contesto, sonriente, Dabormida.
– ?Que quiere decirme con eso? -se extrano Artetxe.
Como respuesta, el argentino saco de un portafolios un ejemplar de El Correo Espanol-
ASESINADO EN SU DOMICILIO EL CONOCIDO EMPRESARIO JAIME GONZALEZ CABALLER.
A las once de la noche del dia de ayer fue asesinado, en su domicilio de Algorta, el conocido hombre publico Jaime Gonzalez Caballer, que obtuvo cierto renombre en la epoca de la transicion como dirigente del Partido Democratico Foral de Vizcaya y que tras sus sucesivos fracasos electorales habia abandonado la politica activa para