Dentro, el olor a marihuana era asfixiante, superaba con creces al del incienso en los templos hindues. Despues de su primera sorpresa, Artetxe reconocio a la chica. Era la morenita de ojos verdes que le habia recibido en el caserio y que luego le habia rociado los ojos con aerosol. Tenia un cuerpo menudito pero apetecible, con el negro pelo cortito y unos pechos pequenos pero erectos. Ademas, estaba totalmente fumada. Artetxe no sabia que hacer, si volver en otro momento o quedarse a ver como evolucionaban los acontecimientos. Iba a elegir lo segundo, pero no fue necesario, ya que la morenita decidio por el al empujarle contra un mullido sofa y montar encima de el, mientras le abria la bragueta.
– Hector, mi amor, sabia que eras tu; sabia que ibas a venir, mi amor, amor, amor, amor, amor… Hector, mi amor, damelo todo, mi amor, amor, amor…
Si algo tenia claro en ese momento Inaki Artetxe es que Hector no era su segundo nombre de pila y, aunque no estaba muy seguro de ello, posiblemente tampoco lo era de Marcos Ruiz. Cuando su musculo mas jugueton estaba entre las manos de la morenita dio un salto y se zafo de su suave presa. Estaba sudando pese a que no se habia movido. Indudablemente este recibimiento era mejor que la despedida del otro dia, pero le habia entrado miedo. No estaba alli para hacer el amor con una mujer drogada, sino para averiguar los motivos ultimos de la muerte de Begona Gonzalez. Ademas, podia ser una trampa. Solo faltaria que le acusaran de violacion. No pensaba en esto ultimo seriamente, ya que la chica tendria que ser muy buena actriz para aparentar, sin estarlo, el grado de intoxicacion que llevaba encima, pero mas le valia prevenir que lamentar.
Cuando golpearon la puerta y oyo gritar «policia», el corazon le dio un vuelco. Como pudo la enfundo en una bata de seda que encontro en un armario y fue a abrir la puerta. El ver a la policia municipal le tranquilizo un poco.
– ?Que desean? -pregunto.
– Lamentamos molestarle -contesto uno de los dos policias, el de mas rango-, pero hemos recibido una denuncia por escandalo y ruidos superiores a lo tolerable.
– Entiendo, miren, mi novia acaba de recibir una mala noticia por telefono y se esta comportando de un modo extrano. Quiza de ahi provenga la confusion.
No habia acabado de pronunciar estas palabras cuando la morenita, que se habia desprendido de la bata, se acerco a la puerta.
– ?Que ocurre, carino? Di a esos hombres que se vayan y cogeme entre tus brazos.
– En seguida, espera un momento. Mira, hablo un poco con los senores y ahora vuelvo. Vete abriendo la cama -anadio con lo que pretendia ser un guino erotico. Luego, dirigiendose a los municipales-: Lamento lo que ocurre. Si lo prefieren, me traslado con ustedes a la comisaria y alli me explico mejor.
– No es mala idea, pero ?sera prudente dejar sola en casa a su novia?
– Si, no habra ningun problema. Como consecuencia de la noticia se ha tomado tres cubalibres seguidos, asi que lo mas probable es que en cuanto abra la cama se quede totalmente dormida.
– De acuerdo, entonces. Acompanenos, por favor.
La estancia en comisaria no se prolongo demasiado. El sargento de los municipales le dijo que no era nada raro que una de las vecinas de la chica pusiera denuncias a todo el mundo y por cualquier motivo.
– Pero es tia de un concejal, asi que denuncia que pone, denuncia que tenemos que atender. Lo lamento, y estese tranquilo. Si no le importa pasamos a maquina la declaracion, nos la firma, la archivamos y hasta otra.
Mientras el sargento e Inaki Artetxe esperaban a que se transcribiera la declaracion, un policia irrumpio en la oficina y pregunto al primero si era el quien acababa de venir de un atico de la calle Santa Ana.
– Si, en efecto. ?Por que?
– La chica que vivia alli acaba de saltar por la terraza. Ha muerto al instante.
28
Aquella manana del mes de octubre no se presentaba muy gratificante para el inspector Rojas. Por de pronto, nada mas llegar a las oficinas del Grupo, tuvo que pelearse con la maquina de escribir para redactar un aburrido informe sobre un asunto rutinario. No habia acabado de redactar el escrito cuando entro, todo sonrisas, la rutilante estrella del Grupo, el protegido del comisario Manrique, el inspector Merino, en suma.
– Caramba, Manolo, que madrugador te veo, y convertido en un autentico chupatintas, por ende.
El «grrr» que recibio por contestacion, seguido de un igualmente expresivo «brmmm», no desanimaron a Merino, imbuido totalmente del espiritu de alma de la fiesta.
– Tranquilo, chaval, que vengo a rescatarte. Levanta el culo de ese polvoriento asiento y sal a la calle, que el crimen nos espera. Se ha cometido un asesinato y tienes que hacerte cargo del caso.
– Bueno, ?de que se trata? -pregunto Rojas, dejando de teclear en la maquina e interesandose, muy a su pesar, por las ultimas palabras de Merino.
– Una mujer que acaba de matar a su marido, la muy bestia. Como sigamos dejando que las feministas hagan lo que les sale de los ovarios no se hasta donde vamos a llegar, y que conste que no soy machista, ?eh? Ha ocurrido esta manana, en Orduna. La Guardia Civil se ha ocupado del caso, pero desde el Gobierno Civil nos han dicho que hagamos nosotros las diligencias. Ultimamente se han vuelto muy formalistas, ya sabes.
– Si, ya se.
Claro que sabia. En vez de trabajar en aquello que era interesante y prioritario, le seguian enviando a realizar trabajos aburridos en los que lo unico que podia demostrar era que hacia muy bien los recados. Pero era su trabajo y no le quedaba mas remedio que hacerlo. Ademas, para acabar de rematar la faena, ese dia habia huelga en el transporte de pasajeros, por lo que la carretera estaba colapsada. Tardo tres veces mas de lo habitual en llegar a su destino, con una mala leche considerable y un gasto de gasolina que intuia irrecuperable.
En el cuartelillo de los civiles estaban esperando su llegada. El sargento Arjona, su panzudo comandante de puesto, le hizo pasar al cuchitril que tenia por oficina y le hizo un breve resumen de lo ocurrido.
– Como ves -dijo para finalizar-, el asunto esta claro. Una senora que se ha hartado de su marido y en lugar de divorciarse, cosa que no esta bien vista por la Iglesia -anadio entre grandes risotadas-, decidio acabar con el de una santa vez. Yo casi prefiero el divorcio.
– Me gustaria ver las diligencias que habeis hecho y entrevistarme con la mujer.
– Por supuesto, lo tenia todo previsto. Aqui tienes las diligencias; en cuanto a la mujer, esta aqui mismo, en nuestros calabozos. Cuando acabes la lectura te llevaremos junto a ella. Tengo que salir, asi que quedate en el despacho con toda tranquilidad. No hay ninguna prisa por nuestra parte.
Rojas agradecio la invitacion y, tomando posesion de la silla del sargento, que era mucho mas comoda de lo que sus costurones sugerian, se puso a leer las diligencias llevadas a cabo por los efectivos de la Guardia Civil.
En Orduna, provincia de Vizcaya, siendo las seis treinta horas del dia de la fecha, se recibio en este puesto de la Guardia Civil una llamada telefonica de quien dijo llamarse Presentacion Aldana Cuenca, quien comunico que su marido yacia muerto y asesinado. Personados en el domicilio de la susodicha el sargento Ceferino Arjona Gutierrez y los guardias Andres Gomez Lopez, Nicasio Torres Rey y Angel Cabrero Perez, comprobaron como en el dormitorio principal de la vivienda se encontraba el cadaver de quien resulto ser don Eladio Ortiz Ortiz, marido de la denunciante, el cual tenia la cabeza destrozada y empapada en sangre. Junto al cadaver, aunque tirado en el suelo, se hallaba un garrote de madera lleno de sangre, que al parecer habia sido el arma utilizada para causar la muerte del finado. Avisado el senor juez de paz de Orduna, a las siete horas y cinco minutos se procedio al levantamiento del cadaver, ordenandose por Su Senoria la confiscacion del arma homicida asi como la detencion y puesta a su disposicion en los calabozos de este puesto de dona Presentacion Aldana Cuenca. Firman el presente atestado el sargento Ceferino Arjona Gutierrez como instructor y el guardia Andres Gomez Lopez como secretario, en Orduna, provincia de Vizcaya, a 3 de octubre de 1993.
Se detuvo un momento para prepararse un cafe en la mugrienta cafetera del sargento Arjona -por lo menos tenia cafetera- y continuo leyendo.
Acta de ampliacion de diligencias. En Orduna, provincia de Vizcaya, siendo las siete horas y cincuenta minutos del dia de la fecha, en las dependencias de este cuartel de la Guardia Civil, y actuando como instructor el sargento