– ?Oh! De nada importante -responde Dega. Me dice que esta enfermo.

– ?Que tiene? ?Una indigestion de tribunal?

Y aquel memo de guardian suelta una carcajada.

Es asi la vida. El “camino de la podredumbre”, ya estoy en el. Se rien a carcajadas, guaseandose de un chaval de veinticinco anos condenado para toda su existencia.

He recibido el estuche. Es un tubo de aluminio, maravillosamente pulido, que se abre desenroscandolo por la mitad. Tiene una parte macho y una parte hembra. Contiene cinco mil quinientos francos en billetes nuevos. Cuando me lo entregan, beso ese trozo de tubo de seis centimetros de longitud, grueso como el pulgar; si, lo beso antes de metermelo en el ano. Respiro hondo para que me suba hasta el colon. Es mi caja de caudales. Pueden dejarme en pelotas, hacerme separar las piernas, hacerme toser, doblarme, que no podran saber si tengo algo. Ha subido muy arriba en el intestino grueso. Forma parte de mi mismo. Es mi vida, mi libertad lo que llevo dentro de mi… el camino de la venganza. ?Porque pienso vengarme! Es mas, solo pienso en eso.

Afuera, es de noche. Estoy solo en esta celda. Una gran bombilla en el techo permite al guardian verme por la mirilla de la puerta. Esa luz potente me deslumbra. Me pongo el panuelo doblado sobre los ojos, pues la verdad es que me los lastima., Estoy tumbado sobre un colchon, en una cama de hierro, sin, almohada, y paso revista a todos los detalles del horrible proceso.

Llegado a este punto, para que pueda comprenderse la continuacion de este largo relato, para que se comprendan las bases que me serviran para perseverar en mi lucha, quizas es menester que sea un poco prolijo y cuente todo lo que me vino y realmente vi en mi mente los primeros dias que estuve enterrado vivo:

?Como me las apanare, una vez me haya evadido? Pues ahora que tengo el estuche, no dudo ni un instante que me evadire.

En primer lugar, vuelvo cuanto antes a Paris. Mi primera victima: ese falso testigo de Polein. Luego, los dos polizontes que llevaron el asunto. Pero con dos polizontes no basta, es con todos los polizontes que debo habermelas. Al menos, con cuantos mas mejor. ?Ah!, ya se. Una vez en libertad, vuelvo a Paris. En un baul metere todos los explosivos que pueda. No se cuantos, exactamente: diez, quince, veinte kilos. Y trato de calcular que cantidad de explosivos serian necesarios para hacer muchas victimas.

?Dinamita? No, la chedita es mejor. ?Y por que no nitroglicerina? Bueno, conforme, pedire consejo a los que, alla, saben mas que yo. Pero lo que es la bofia, pueden creerme, echare el resto e iran servidos.

Sigo con los ojos cerrados y el panuelo sobre los parpados para comprimirlos. Veo claramente el baul, de apariencia inofensiva, repleto de explosivos, y el despertador, puesto en hora, que accionara el fulminante. Cuidado, tiene que estallar a las diez de la manana, en la sala de informacion de la Policia Judicial, Quai des Orfevres, 36, primer piso. A esta hora, hay por lo menos ciento cincuenta polis reunidos para recibir ordenes y escuchar el parte. ?Cuantos peldanos hay que subir? No debo equivocarme.

Habra que cronometrar el tiempo exacto para que el baul llegue desde la calle a su destino en el mismo segundo que debe hacer explosion. ?Y quien llevara el baul? Veamos, hago gala de mi mejor tupe. Llego en taxi y me detengo frente a la puerta de la Policia judicial, y a los dos polizontes de guardia les digo con voz autoritaria: “Subanme este baul a la sala de informacion; yo les seguire. Digan al comisario Dupont que esto lo manda el inspector-jefe Dubois y que en seguida subo.”

Pero, ?obedeceran? ?Y si, por casualidad, en aquella caterva de imbeciles, topo con los dos unicos U s inteligentes de la corporacion? Entonces, fallaria el golpe. Tendre que dar con otra cosa. Y busco, busco. En mi mente, no puedo admitir que no logre encontrar un medio seguro al ciento por ciento. Me levanto para beber un poco de agua. De tanto pensar, la cabeza me duele.

Me acuesto de nuevo, sin la venda. Los minutos transcurren lentamente. Y esa luz, esa luz, ?Dios de Dios! Mojo el panuelo y me lo pongo otra vez. El agua fresca me hace bien y, debido al peso del agua, el panuelo se pega mejor a mis parpados. En adelante, siempre usare ese medio.

Estas largas horas en que bosquejo mi futura venganza son tan penetrantes que me veo obrando exactamente como si el proyecto estuviese en vias de ejecucion. Cada noche y hasta parte del dia, viajo por Paris, como si mi evasion fuese cosa hecha. Es seguro, me evadire y volvere a Paris. Y, por supuesto, antes que nada, lo primero que hare sera presentar la cuenta a Polein y, luego, a los polis. ?Y los del jurado? Esos memos, ?seguiran viviendo tranquilos? Deben de estar ya en sus casas, esos carcamales, muy satisfechos de haber cumplido con su Deber, con mayuscula. Llenos de importancia, henchidos de orgullo ante sus vecinos y la parienta que les espera, desgrenada, para comer la sopa.

Bien. Los jurados, ?que he de hacer con ellos? Nada. Son unos pobres memos. No estan preparados para ser jueces. Si es un gendarme jubilado o un aduanero, reacciona como un gendarme o como un aduanero. Y si es lechero, como un carbonero cualquiera. Han seguido la tesis del fiscal, quien no ha tenido dificultad para meterselos en el bolsillo. Verdaderamente, no son responsables. Asi, pues, esta decidido, juzgado y arreglado: no les hare ningun dano.

Al escribir todos estos pensamientos que tuve hace ya muchos anos y que acuden agolpados, asaltandome con tremenda claridad, me pregunto hasta que punto el silencio absoluto, el aislamiento completo, total, infligido a un hombre joven, encerrado en una celda, puede provocar, antes de convertirse en locura, una verdadera vida imaginativa. Tan intensa, tan viva, que el hombre, literalmente, se desdobla. Echa a volar y, en verdad, vagabundea donde le viene en gana. Su casa, su padre, su madre, su familia, su infancia, las diferentes etapas de su vida. Ademas, y sobre todo, los castillos en el aire que su fecundo cerebro inventa, que el inventa con una imaginacion tan increiblemente viva que, en ese formidable desdoblamiento, llega a creer que esta viviendo todo lo que esta sonando.

Han pasado treinta y seis anos y, sin embargo, mi pluma corre para describir lo que realmente pense en aquella epoca de mi vida sin el menor esfuerzo de memoria.

No, no les hare ningun dano a los jurados. Pero, ?y al fiscal? ?Ah! Ese no debe escaparseme. Para el, ademas, tengo una receta a-punto, dada por Alejandro Dumas. Obrar exactamente como en El conde de Montecristo, con el tipo al que metieron en la cueva y al que hacian morir de hambre.

Ese magistrado si es responsable. Ese buitre entarascado de rojo se merece una muerte de las mas horribles. Si, eso es, despues de Polein y sus polizontes, me ocupare exclusivamente de esa ave de rapina. Alquilare un chalet. Debera tener una cueva muy profunda, con muros gruesos y una puerta muy pesada. Si la puerta no es lo bastante gruesa, yo mismo la cerrare hermeticamente con un colchon y estopa. Cuando tenga el chalet, le localizo y le rapto. Como previamente ya habre fijado unas anillas en la pared, le encadeno en seguida nada mas llegar. Entonces, ?vaya panzada me voy a dar!

Estoy delante de el. Lo veo con una extrana precision bajo mis parpados cerrados. Si, le miro del mismo modo que me miraba el en la Audiencia. La escena es clara y nitida, hasta tal punto que noto el calor de su aliento en mi rostro, pues estoy muy cerca de el, cara a cara, casi nos tocamos.

Sus ojos de gavilan, estan deslumbrados y asustados por la luz de una lampara muy potente que dirijo hacia el. Suda gordas gotas que resbalan sobre su rostro congestionado. Si, oigo mis preguntas, escucho sus respuestas. Vivo intensamente ese momento.

– Canalla,?me reconoces? Soy yo, Papillon, a quien mandaste tan alegremente, para siempre, a trabajos forzados. ?Crees que merecia la pena haber empollado tantos anos para llegar a ser un hombre superiormente instruido, haberte pasado las noches en blanco sobre los codigos romanos y demas; haber aprendido latin y griego, sacrificado anos de juventud para ser un gran orador? ?Para llegar a que, so memo? ?Para crear una nueva y buena ley social? ?Para convencer a las gentes que la paz es lo mejor del mundo? ?Para predicar una filosofia de una maravillosa religion? ?O, sencillamente, para influir en los demas con la superioridad de tu preparacion universitaria, para que sean mejores o dejen de ser malvados? Dime, ?has empleado tu saber en salvar hombres o en ahogarlos?

“Nada de eso. Solo te mueve una aspiracion. Subir y subir. Subir los peldanos de tu asquerosa carrera. La gloria, para ti, es ser el mejor proveedor del presidio, el abastecedor desenfrenado del verdugo y de la guillotina.

“Si Deibler' fuese un poco agradecido, deberia mandarte cada fin de ano una caja del mejor champana. ?Acaso no es gracias a ti, so cerdo, que ha podido cortar cinco o seis cabezas mas, este ano? De todas formas, ahora soy yo quien te tiene aqui, encadenado a esa pared, muy solidamente. Vuelvo a ver tu sonrisa, si, veo la expresion triunfal que tuviste cuando leyeron mi sentencia tras tus conclusiones definitivas. Me hace el efecto de que fue tan solo ayer y, sin embargo, hace anos. ?Cuantos anos? ?Diez anos? ?Veinte anos?

Pero, ?que me pasa? ?Por que diez anos? ?Por que veinte anos? Palpate, Papillon, estas fuerte, eres joven y en tu vientre tienes cinco mil quinientos francos. Dos anos, si, cumplire dos anos de la cadena perpetua, no mas, lo juro.

?Vaya, hombre! ?Te estas volviendo tonto, Papillon! Esta celda, este silencio te llevan a la locura. No tengo cigarrillos. Me fume el ultimo ayer. Voy a caminar un poco. Al fin y al cabo, no necesito tener los ojos cerrados ni el panuelo sobre los ojos para seguir viendo lo que ocurrira. Asi, pues, me levanto. La celda tiene cuatro metros de largo, es decir, cinco pasitos, desde la puerta hasta la pared. Empiezo -a andar, con las manos a la espalda. Y prosigo:

– Bueno. Como te iba diciendo, veo de nuevo muy claramente tu sonrisa triunfal. Pues bien, ?te la voy a transformar en rictus! Tu tienes una ventaja sobre mi: yo no podia gritar, pero tu si. Grita, grita todo lo que quieras, tan fuerte como puedas. ?Que que voy a hacerte? ?La receta de Dumas? No, no es suficiente. En primer lugar, te arranco los ojos. ?Eh? Parece que vuelves a creerte victorioso, piensas que si te arranco los ojos por lo menos tendras la ventaja de no verme y, por otro lado, tambien yo me vere privado del placer de leer tus reacciones en tus pupilas. Si, tienes razon, no debo arrancartelos, por lo menos en seguida. Lo dejaremos para mas tarde.

“Te voy a cortar la lengua, esa lengua tan terrible, cortante como un cuchillo, no, mas que un cuchillo, ?como una navaja de afeitar! Esa lengua prostituida para tu gloriosa carrera. La misma lengua que dice palabras tiernas a tu mujer, a tus chicos y a tu amante. ?Una amante, tu? Un amante, mas bien, eso es. No puedes ser sino un pederasta pasivo y abulico. En efecto, he de empezar por eliminarte la lengua, pues, despues de tu cerebro, es la principal ejecutora. Gracias a ella, como sabes manejarla tan bien, has convencido al jurado de que conteste “si” a las preguntas que se le han hecho.

“Gracias a ella, has presentado a la bofia como gente honesta, sacrificada a su deber; gracias a ella, se aguantaba la fulastre historia del testigo. Gracias a ella, a los ojos de los doce enchufados, yo era el hombre mas peligroso de Paris. Si no hubieses tenido esa lengua tan astuta, tan habil, tan convincente, tan adiestrada en deformar a las personas, los hechos y las cosas, yo aun estaria sentado en la terraza del “Grand Cafe' de la plaza Blanche, de donde no hubiese debido moverme nunca. Asi es que, seguro, te voy a arrancar la lengua. Pero, ?con que instrumento?

Camino, camino, la cabeza me da vueltas, pero sigo cara a cara con el… cuando, de pronto, la luz se apaga y un resplandor muy debil consigue infiltrarse en mi celda a traves de las tablas de la ventana.

?Como? ?Ya es de dia? ?He pasado la noche vengandome? ?Que hermosas horas acabo de pasar! Esa noche tan larga, ?que corta ha sido!

Escucho, sentado en la cama. Nada. El mas absoluto silencio. De vez en cuando, un leve “tic” en la puerta. Es el vigilante que, calzado con zapatillas para no hacer ruido, viene a pegar el ojo en la mirilla que le permite verme sin que yo le perciba.

La maquina concebida por la Republica francesa ha llegado a su segunda etapa. Funciona de maravilla puesto que, durante la primera, ha eliminado a un hombre que podia causarle molestias. Pero no basta. Ese hombre no debe morir demasiado de prisa, no debe escaparsele por un suicidio. Se tiene necesidad de el. ?Que harian en la Administracion penitenciaria si no hubiese presos? El ridiculo. Asi, pues, vigilemosle. Es menester que vaya a presidio, donde servira para hacer que vivan otros funcionarios. El “tic” se oye de nuevo. Me sonrio.

No te hagas mala sangre, cascaciruelas, que no me escapare de ti. Por lo menos, no de la forma que temes: el suicidio.

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