– ?Alguien se fijo en si la puerta de la capilla que tiene acceso directo a la calle estaba abierta?

Las negativas se sucedieron en todas las cabezas cubiertas con tocas.

– ?Desde que hora estaban ustedes en sus habitaciones aquella noche?

– Desde las diez y media -respondio la superiora sin dudar.

– ?Nadie salio por ningun motivo, nadie hizo algo especial?

El silencio y muchos ojos clavados en el suelo fueron la unica respuesta.

– ?Oyeron ustedes algun ruido extrano, alguna cosa que las sobresaltara o intrigara?

Nuevo silencio. Poco ibamos a sacar de alli, y encima no sabiamos todavia la hora exacta de la muerte. Se me ocurrio una solucion de compromiso.

– Les voy a dar un tiempo de reflexion. A veces los recuerdos surgen mucho despues de haberlos buscado en nuestra mente. Volveremos dentro de un par de dias y, si mientras tanto han conseguido que algo les haga dudar…

Hubo una pequena vibracion de asentimiento, o quiza seria el alivio al comprobar que aquello se acababa. Las monjas desfilaron hacia sus aposentos y la superiora nos miro.

– No ha resultado muy fructifero el interrogatorio, ?verdad?

– Nunca se sabe -dije vagamente.

– Ensenenos la puerta de la calle, madre Guillermina, queremos verla una vez mas -pidio Garzon.

Una vez mas comprobamos que era imposible abrir la puerta desde fuera. ?Y nadie habia oido a un par de hombres llevando una momia a cuestas? Era posible que no, todo dependia del sigilo con el que se hubiera realizado la accion, a aquellas horas en que el cuerpo habia sido sacado del convento segun la mendiga, era perfectamente verosimil que todo el mundo estuviera durmiendo con la mayor profundidad.

Hubo que esperar un dia mas hasta que los resultados de la autopsia estuvieron listos. Me llamaron desde el Anatomico Forense antes de salir de casa y yo avise a Garzon. Quedamos en que desayunariamos juntos. Me despedi de Marcos a toda prisa, estaba afeitandose.

– Querido, me voy zumbando.

– ?Ni siquiera tomas un cafe?

– Marcos, este caso va a ser complicado. Ademas, a la jefatura la tenemos nerviosa. En principio no cuentes conmigo para cenas, desayunos o cualquier otro rito de la vida normal. Dentro de unos dias ya te dire.

– ?No capturareis enseguida al asesino?

– Cuando un asesino deja cartelitos y zarandajas hay que pensar que la cosa va para largo.

Se encogio de hombros y, entre la espuma de afeitar, me parecio que ponia cara de resignacion. Pense que quiza por primera vez desde que estabamos juntos, iba a tener que soportar las incomodidades de vivir con una policia, aquello no era la rutina diaria, sino algo mucho mas comprometido y demencial.

Habiamos quedado en una cafeteria cercana al deposito. Desde que Garzon estaba casado, notaba que se habian efectuado importantes cambios en su modo de vestir. Ahora llevaba camisas y pantalones mas esport, americanas ligeramente desestructuradas, habia abdicado de la corbata y no habia vuelto a ponerse ningun traje en la linea ortopedica que le caracterizo durante su larga viudedad. Tuve la funesta idea de comentarselo porque aquella manana lo encontre particularmente elegante. Como estaba cantado, se mosqueo.

– ?Vaya por Dios! Seguro que la ha llamado Beatriz para pedirle que me lance ese tipo de piropos.

– ?Como puede ser tan desconfiado y tan grunon! Que su pinta ha mejorado es algo facilmente comprobable.

– Pues a mi me gustaba mas como me vestia antes. Creo que iba mas acorde con mi edad. Es que mi mujer se cree que soy todavia un crio, uno de esos chavales con gorra de beisbol que se ven por ahi. Pero ir a trabajar con traje aporta dignidad.

– ?A cuantos companeros ve con traje en comisaria?

– ?Porque todos son mas jovenes que yo! Practicamente todo el mundo, dentro y fuera de comisaria, es ya mas joven que yo.

– ?Tonterias!

– ?Nada de tonterias!; y si continuo haciendo caso de los consejos de Beatriz, pronto parecere uno de esos polis americanos con cazadora brillante y calzado deportivo. ?Una ridiculez!

Todavia enfadado, o aparentando estarlo, pidio al camarero un bocadillo de chorizo, cafe con leche y un cruasan.

– ?Va a zamparse todo eso?

– ?Si! porque, entre otras cosas, nadie nos garantiza a que hora vamos a comer hoy. Ademas, le confesare que ya estoy hasta las pelotas de los brotes de soja y la comida ligera y saludable que comemos en mi casa. ?Y todo para poder llevar una ropa que me sienta como un tiro!

Observe como daba dentelladas al pan con gesto fiero. Tenia ganas de reir, pero me contuve.

– Se diria que es usted tremendamente desgraciado en su matrimonio.

– Usted sabe que no, Petra. De hecho, nunca habia sido tan feliz en toda mi punetera vida. Lo que ocurre es que no estoy acostumbrado a que se ocupen de mi.

– No crea, a mi me ocurre algo por el estilo. Es extrano, recibir atenciones me gusta, pero siento como si me creara una especie de esclavitud.

– Si es asi, entonces cuente que yo soy como uno de aquellos esclavos de la guerra de Secesion, con grilletes y una cadena al cuello. Beatriz se preocupa por mi salud, mi alimentacion, mi aspecto, mi estado de animo… solo tengo la esperanza de que se apunte a alguna ONG y desvie hacia alli todos sus instintos protectores.

En ese momento deje de reprimirme y estalle en carcajadas.

– Riase, riase de mi. En realidad no ha hecho otra cosa desde que nos conocemos.

– Nada de eso, querido colega. Me rio porque es usted un exagerado y porque estoy contenta de que Beatriz le cuide tanto. Si no fuera por ella a estas alturas estaria usted hecho un…

– ?Un que?

– Un guinapo.

– Bueno, me conformo con lo de guinapo; crei que iba a salir peor parado. Oiga, ?y usted por que come tan poco, no quiere un bocadillo?

– Prefiero preparar mi estomago para lo que nos espera.

– Este caso se las trae, Petra. Por la noche me he despertado veinte veces y no he dejado de darle vueltas. ?Por donde vamos a empezar?

– Por el principio y, sobre todo, sin ideas preconcebidas.

– Ya se que a usted todas esas hipotesis del fanatico religioso…

– Dejemos lo que yo pueda pensar. ?Quiere otro cafe?

– Me inclino por acabar con un chupito de whisky. ?Me acompana?

– Quiza sea lo mejor para enfrentarse a la muerte.

Una vez mas le preguntariamos a la muerte cosas sobre la vida. La muerte, un concepto trascendente que pierde su solemnidad cuando se abre un cajon frigorifico de la morgue. Frente a un cuerpo helado, envasado, almacenado ordenadamente, todo toma el aire de una nevera industrial donde bien podrian estar depositados simples corderos en espera del transporte hasta sus puntos de venta. Nunca me acostumbraria a la frigidez que flotaba en el aire, haciendolo demasiado puro, demasiado carente de olores y movimientos. Tampoco a descubrir la cara del infortunado habitante de la caja, esperando impavidamente que por fin los vivos lo dejaran desaparecer por completo del mundo.

La forense encargada era una mujer: la doctora Nuria Port. Debia de tener mi edad, y a sus ojos afloraba la mirada distante que proporciona la experiencia. Dijo saberse el informe de memoria; pero yo queria ver el cuerpo en silencio antes de oir las circunstancias que lo habian convertido en un cadaver. Busco el numero y me condujo hasta alli. Deslizo el cajon suavemente y abrio la cremallera de plastico. Ante mis ojos aparecio la cara blanca, relajada, de rasgos suaves con la unica discordancia de una gran nariz aguilena que habia pertenecido al hermano Cristobal. Descubri que a ambos lados nasales se veian dos inequivocas marquitas indicativas del peso continuado de unas gafas. Como siempre suele ocurrirme, senti que en aquel momento empezaba a tomar el caso en mis manos. Fraile o no, era un hombre, un hombre de apenas cuarenta anos, muerto, absurdamente muerto, porque no hay muerte violenta o natural que no parezca absurda vista de cerca, ni hombre que no debiera permanecer vivo para siempre. Aprete los parpados para intentar retener su imagen. Mas tarde la evocaria si perdiamos ganas de trabajar, si el curso de la investigacion devenia rutinario, se despersonalizaba o se convertia en un

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