– Esa vieja chiflada -interrumpio lady Mathilda-; tendria que haberme encargado de ella hace anos… -Hizo una pausa y sonrio.

– ?Que ibais a decir, lady Mathilda?

– ?Que pruebas? -pregunto con rapidez-. ?Que pruebas teneis?

– Algunas. Suficientes para que los justicieros del rey empiecen su interrogatorio.

Corbett estudio de cerca a aquella mujer apasionada de aspecto tan menudo. Hace anos, en San Pablo, un cura le habia atacado en un confesionario con un cuchillo. Corbett sabia que lady Mathilda, a pesar de su aparente fragilidad, era peligrosa. Para cometer un asesinato no siempre era necesario una gran fuerza fisica, sino solo la voluntad para llevarlo a cabo.

– Os he preguntado que pruebas teneis, sir Hugo.

– Ya me referire a ellas mas tarde; pero todo a su tiempo, lady Mathilda. Vayamos a la raiz del asunto y a la causa de todo esto, hace cuarenta anos, cuando Henry Braose y su hermana Mathilda decidieron ofrecer su apoyo al rey. Ambos eran muy habiles, crueles y decididos. Henry era un soldado valiente y Mathilda, que adoraba a su hermano como si fuera el mismo Dios, era tambien muy resuelta: una mujer de gran inteligencia y capacidad de engano, bien formada en el arte de la escritura y la lectura. Se convirtio en la espia del rey en Londres. Ella y su hermano eran unos oportunistas con una gran ambicion para ascender y subir tan alto como pudieran. El unico obstaculo era De Montfort. Que dias tan gloriosos, ?eh, Mathilda? Mientras Henry luchaba con el rey, vos espiabais a sus enemigos. Dios sabe cuantos hombres pagaron con su vida por haber depositado su confianza en vos.

Lady Mathilda sonrio; inclino la cabeza y continuo cosiendo.

– Pero en Evesham todo acabo -continuo Corbett-. Derrotaron a De Montfort y a los Braose les falto tiempo para reclamar su recompensa: tierras, propiedades, tesoros y el favor personal del rey. Hombres como De Warrenne y De Lacey ya tuvieron suficiente con lo que les toco, pero no los Braose. Ambos hermanos tenian un sueno: fundar una universidad, una residencia en Oxford.

Lady Mathilda levanto la vista.

– Dias gloriosos, sir Hugo. Pero aquellos que juegan y ganan…

– Vos, lady Mathilda, erais la fuente de energia y ambicion de vuestro hermano. Lo compartia todo con vos, ?verdad?

Lady Mathilda le devolvio la mirada sin ni siquiera pestanear.

– Y os asegurasteis de que el sueno se hiciera realidad. Comprasteis un terreno aqui, al otro lado de la calle, echasteis a sus habitantes e invertisteis todo vuestro tesoro en la construccion de Sparrow Hall.

– Teniamos derecho -intervino lady Mathilda-. Solo aquellos que han soportado el sudor de la plantacion tienen derecho a recoger su cosecha.

– Y eso hicisteis -replico Corbett-. El sueno de vuestro hermano se hizo realidad. Pero, hacia el final de sus dias, empezo a lamentarse de sus ambiciosas adquisiciones. Vuestro hermano murio y, para vuestro enojo, os enterasteis de que todo lo que habia construido habia pasado a manos de otros que querian que Sparrow Hall rompiera con el pasado. El rey, vuestro viejo senor y amigo, dejo de prestaros atencion, ?me equivoco? Dejaron de concederos donaciones y privilegios. Y los profesores de aqui no solo querian olvidar a vuestro hermano, sino que deseaban veros tambien a vos fuera de Sparrow Hall.

– Todavia no habeis mencionado ninguna prueba.

– Oh, ya llegaremos a ello. Lo que quiero que me digais -Corbett se levanto y acerco su silla- es por que lo hicisteis. Creo que se la razon. Como un nino, lady Mathilda, sentisteis que los demas no deberian tener aquello que ya nunca os podria pertenecer. Decidisteis destruir lo que vos y vuestro hermano habiais construido y, al hacerlo, librar una terrible guerra contra vuestro antiguo amigo el rey. ?La venganza fue vuestro motivo, el mal que vos llamais vuestro bien!

Capitulo XIV

Corbett miro a Ranulfo, que permanecia de pie con la espalda pegada a la pared, mirando hacia el suelo con los brazos en cruz. No demostro emocion alguna, ni rastro de su deseo habitual de participar en el interrogatorio. Corbett disimulo su inquietud.

– ?Vais a contarme el resto? -interrumpio lady Mathilda-. ?U os paso parte de este bordado para que me ayudeis, sir Hugo?

– Os explicare una historia -replico Corbett- de traicion y asesinatos sangrientos. Llena de maldad, lady Mathilda, y de rabia por la falta de apoyo del rey. Ahora sentaos y bordad. Vos, por encima de todo, conoceis las pesadillas que atormentan el alma del rey. Escogisteis vuestro juego y lo practicasteis con mucha habilidad. Estudiasteis el libro que encontre en la camara de Appleston: todas las peticiones y objetivos de De Montfort y su partido. Os convertisteis en el Campanero.

– Y si lo hice, ?por que tuve que nombrar Sparrow Hall?

– ?Oh! Ese era el motivo de todo vuestro complot: ensenar al rey la leccion, que nunca se olvidara de Sparrow Hall. Empezaron los problemas y, a la vez, os ofrecisteis a ser la espia del rey.

– ?Y que esperaba ganar con ello?

– Su atencion. Quiza que echaran a ciertos profesores que tenian planes de cambiar el nombre y el estatus de la residencia. Levantar sospechas y crear confusion y, al mismo tiempo, fortalecer vuestra autoridad aqui.

– Y supongo que me escape de Sparrow Hall por la noche para colgar esas proclamas en las puertas de las iglesias.

– Por supuesto que no. Lo hizo vuestro siervo, el silencioso Moth. Me he fijado en la ubicacion de vuestra camara; le resultaria muy facil saltar por la ventana, cruzar el patio y ocultarse tras el muro.

– Pero Moth no sabe leer ni escribir.

– Oh, creo que era perfecto para vuestros planes -afirmo Corbett-. Es joven, habil y vigoroso. Podia desplazarse como una sombra a lo largo de las calles y caminos de Oxford. Y, si lo requeria la situacion, vestirse como un mendigo…

– Sea lo que sea, sir Hugo, no sabe leer ni escribir…

– Claro que no, por eso dibujasteis una campana en la parte superior de cada proclama. Eso pudo entenderlo y asi sabia donde tenia que clavar el clavo para colgarla. -Corbett hizo una pausa-. Todas las proclamas tenian ese simbolo. Me preguntaba por que, y ahora ya se el motivo.

Corbett se alegro al darse cuenta de que se habia ganado la atencion de lady Mathilda, que habia dejado de bordar.

– Asesinar es como un juego -continuo Corbett-. Como en el ajedrez, uno empieza la partida y planea los proximos movimientos. Dudo de si vuestra intencion era la de matar en un principio; supongo que deseabais por encima de todo ganaros la atencion del rey y hacer lo que os placiera en Sparrow Hall. Hasta que Ascham tuvo sospechas, Dios sabe por que o como. Era amigo de vuestro hermano. El tambien recordo los folletos y escritos de De Montfort. Sabia que vos os habiais formado en el arte de la escritura. -Corbett senalo sus dedos manchados de tinta-. Por eso retirasteis la mano cuando yo intente besarosla una vez. Un escritorzuelo muy ocupado, ?eh, lady Mathilda? Ascham era muy perceptivo. Sabia que el Campanero se encontraba en Sparrow Hall y que tenia facil acceso a los escritos de De Montfort. Quiza comento sus sospechas y entonces decidisteis matarle. La tarde que murio, vos estabais con Tripham, o eso dijisteis, pero sospecho que lo matasteis antes de reuniros con el vicerregente. Vos y Moth teniais que moveros con rapidez antes de que Ascham comprobara sus sospechas. Bajasteis al jardin desierto, os ocultasteis tras los arbustos y le ordenasteis a Moth que cometiera el terrible asesinato. Moth golpeo en las contraventanas y cuando Ascham lo vio no creyo que hubiera peligro alguno; por eso abrio la ventana. Pero vos estabais alli tambien, oculta bajo el alfeizar o en un lado. Da igual, le disparasteis un cuadrillo con la ballesta y luego lanzasteis el pergamino dentro. Ascham, delirando, intento escribir el nombre de su asesino con su propia sangre en aquel trozo de vitela. Estaria todavia pensando en Henry Braose y Mathilda, su querida hermana, parva passera. Pero nunca pudo terminar.

Corbett miro a Ranulfo, que observaba a lady Mathilda. El escribano deseo con toda su alma que Moth no regresara, aunque estaba seguro de que, si lo hacia, no seria un obstaculo para Ranulfo. Se humedecio los labios.

– Ahora bien, como en el juego del ajedrez, al mover uno puede cometer errores. Ascham debia morir

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