inmediatamente. Sin embargo, vos entendisteis su mensaje como un golpe de buena suerte: Passerel seria el culpable. Pero entonces empezasteis a urdir el siguiente plan: Ascham y el administrador eran amigos; quizas Ascham le habia contado sus sospechas sobre vos. Entonces os las arreglasteis para que David ap Thomas y sus estudiantes recibieran una pequena donacion; el resto fue pan comido. Echaron la culpa a Passerel y el huyo hacia el santuario, pero sabiais que el rey enviaria a uno de sus escribanos a Oxford y que Passerel no desperdiciaria la oportunidad de hablar conmigo. Por tanto, enviasteis a Moth con una jarra de vino envenenado y Passerel dejo de ser un peligro. Se que fue Moth quien entro por la puerta lateral de San Miguel; la anacoreta vio como tropezaba con la barra de hierro para limpiarse los pies, pero no grito. Al ser sordomudo, Moth tuvo que aguantarse el dolor en silencio.

– ?Y Langton? -pregunto lady Mathilda.

– Antes de partir para Oxford -replico Corbett-, colgue a un hombre llamado Boso. Antes de que le sentenciara a muerte le pregunte por que habia matado. Su respuesta tenia su propia y extrana logica: «Cuando se mata una vez, la segunda y tercera y las siguientes resultan muy faciles». Vos, lady Mathilda, teneis mucho en comun con Boso. Sois el Campanero, el vengador de todos los insultos de estos anos. Ejecutasteis vuestra sentencia de muerte sobre aquellos profesores que se habian atrevido a considerar cambios en la universidad fundada por vuestro querido hermano. Al mismo tiempo, conseguiriais perturbar la conciencia al rey.

Lady Mathilda sonrio y dejo la labor a un lado.

– Hablasteis de ajedrez, sir Hugo. Siempre me gusta jugar a un buen juego: debeis visitarme algun dia y jugar conmigo.

– Oh, estoy seguro de que os gusta vuestro juego -replico Corbett-. Una vez fuisteis la espia del rey: os gusta la cuchillada y la punalada de la intriga. De todos modos, despues de devolver el libro que Ascham estaba estudiando, os sentisteis segura; al fin y al cabo, ya habiais revisado los papeles de vuestro hermano y eliminado cualquier referencia a su soror mea, parva passera. Estabais al mando de Sparrow Hall, teniais acceso a los documentos y manuscritos de las victimas, a los venenos de Churchley y todo el tiempo del mundo para preparar vuestro complot y a la vez vuestra coartada. ?Pensasteis alguna vez que las muertes de los pobres mendigos podrian estar conectadas con Sparrow Hall?

Lady Mathilda se limito a esbozar una sonrisa.

– No -continuo Corbett-. Supongo que estariais demasiado absorta en vuestros propios planes descabellados de asesinato. Quizas olvidasteis vuestro proposito inicial, dividir a los profesores de Sparrow Hall y que el colegio cerrara, de forma que pudieseis volver a reconstruirlo con el favor del rey; tal vez os acabo por interesar mas el propio juego que el resultado de vuestro plan. La muerte de Langton fue simplemente para crear mas panico - continuo Corbett-. Como el Campanero, me escribisteis una carta antes de la cena y se la disteis a Langton para que la guardara. Era muy obediente y se habria creido cualquier historia que le contaseis. Le disteis instrucciones de que me la diera solo cuando acabara la velada.

– Las cosas podrian haber salido mal -objeto lady Mathilda.

– En ese caso le habriais pedido que os la devolviera -replico Corbett-. Era un juego pero a vos os encantaba. Aumentaria el miedo y quiza me entrara panico, de modo que el Campanero pareceria aun mas siniestro y poderoso. Nos reunimos en la biblioteca. Los criados trajeron copas de vino blanco. Sabiais que iba a visitar la biblioteca despues de la cena. Quiza le entregasteis a Langton la carta cuando salimos del refectorio. Yo me limite a seguir a Tripham y el resto, incluyendo mis siervos, habia bebido bastante. Durante la conversacion, cogisteis la copa de Langton, vertisteis el veneno y os asegurasteis que no quedara muy lejos del alcance de su mano. Langton bebio, murio y la carta fue entregada.

– ?Es asi como murio Copsale? -interrumpio Ranulfo con brusquedad-. ?Le disteis un somnifero para que durmiera el sueno eterno?

Lady Mathilda ni se molesto en contestar a la pregunta.

– Podemos probarlo -afirmo Corbett-, pero estoy convencido de que su asesinato fue una sentencia ejecutada contra un hombre que se habia atrevido a cuestionar y plantearse algunos cambios en Sparrow Hall.

Corbett estaba a punto de continuar cuando alguien llamo a la puerta. Le dio permiso a Ranulfo para que la abriera y entonces entro Tripham.

– Sir Hugo, ?pasa algo?

– Si y no -contesto Corbett-. Profesor Alfred, preferiria que os quedarais abajo. ?Ah! Y si Moth regresa, entretenedle con cualquier pretexto.

Tripham estaba a punto de protestar pero Corbett levanto la mano.

– Profesor Alfred, os prometo que no tardare mucho.

Ranulfo cerro la puerta con llave cuando aquel se marcho. Lady Mathilda hizo el ademan de levantarse, pero Corbett se lo impidio y la obligo a sentarse.

– Creo que sera mejor si os quedais donde estabais. Dios sabe lo que tendra esta habitacion: un cuchillo, una ballesta, veneno… Sparrow Hall esta lleno de veneno, ?verdad? Y no os resulto dificil acceder a los almacenes del profesor Churchley, pues, por supuesto, teneis una llave de todas las camaras.

– Os he escuchado, sir Hugo. -Lady Mathilda respiro hondo.

Corbett se quedo maravillado de su porte y frialdad.

– He escuchado vuestra historia, pero todavia no me habeis mostrado ninguna prueba.

– Os hablare de ellas pronto -contesto Corbett-. Sois como todos los asesinos que me he encontrado, lady Mathilda, arrogantes, llenos de odio y desprecio hacia mi. De ahi los mensajes en tono de burla, el cuerpo corrompido de un cuervo. -La senalo con un dedo-. Pero no hicisteis mas que cometer errores: como el de apartar vuestros dedos cuando intente besaros la mano para que no notara las manchas de tinta, o el de llevaros la copa tranquilamente a la boca justo cuando Langton habia muerto al ingerir el vino envenenado. Ademas, vos, entre todos los que viven en Sparrow Hall, erais la que pareciais menos perturbada por la muerte de Norreys.

– Es mi forma de ser, sir Hugo -interrumpio lady Mathilda.

– Oh, estoy seguro de ello. De verdad pensasteis que jamas os atraparia. En el caso de que os sintierais amenazada me habriais eliminado igual que vuestro asesino Moth mato a Maltote. ?Y que importaba? Cualquier excusa era buena para alimentar la rabia o las sospechas del rey. Sin embargo, tomasteis precauciones: el Campanero parecia tener los dias contados, asi que matasteis al profesor Appleston para que el asumiera toda la culpa. -Por primera vez el labio de lady Mathilda empezo a temblar-. En realidad no queriais hacerlo, ?verdad? - pregunto Corbett-. Appleston era un simbolo de la grandeza de vuestro hermano, de la generosidad de su espiritu. Pero alguien tenia que parecer culpable. Asi que anoche, vos y Moth le hicisteis una visita y le llevasteis una jarra de vino, del mejor clarete de Burdeos. Appleston debio de sentarse y empezo a hablar. Luego cayo en un profundo sueno y vos y Moth colocasteis un cojin sobre su cara y lo apretasteis con fuerza. Appleston, drogado, incapaz de resistirse, murio sin apenas defenderse, como el resto de las victimas. Despues, con la puerta cerrada con llave, dejasteis suficientes pruebas para que todo el mundo pensara que Appleston era el Campanero, y os retirasteis a vuestros aposentos.

– Entonces -empezo a decir lady Mathilda-, si eso paso, ?como podeis probarlo?

– Appleston se habia retirado para irse a dormir. Habia planeado ir a los colegios al dia siguiente y dejo ropa limpia preparada. Tenia una herida en el labio; cuando le asfixiasteis con el cojin, rozasteis la costra y esta sangro. Luego le disteis la vuelta a los cojines y colocasteis el que estaba manchado debajo del resto. Al intentar hacer que su muerte pareciese un suicidio cometisteis un error imperdonable.

– Muy astuto -alabo lady Mathilda-, pero ?donde esta la autentica prueba, la prueba para los jueces?

– Ya habeis oido parte de ella.

– ?Unas cuantas manchas de sangre! -se mofo lady Mathilda-. Podeis buscar y rebuscar en lo mas profundo de vuestro corazon, senor cuervo, pero no encontrareis nada sustancioso.

– Oh, todavia no he empezado -replico Corbett mirando alrededor de la alcoba-. Os mantendre encerrada en las bodegas, lady Mathilda. Luego Bullock y yo buscaremos por toda esta habitacion -sonrio a la cara de lady Mathilda-. Encontrare la prueba que necesito: plumas, tinta y pergamino. Ah, y olvide deciros que la anacoreta de San Miguel, la que queriais haber matado -Corbett le dirigio una mirada audaz para que no detectara que estaba mintiendo-, vio a Moth entrar en la iglesia con el vino envenenado.

Lady Mathilda echo atras la cabeza.

– Estaba demasiado oscuro. Oscuro como la noche. ?Como puede alguien ver algo entre las tinieblas?

– ?Quien dijo que la anacoreta estaba en su celda? -mintio Corbett-. Estaba justo en la entrada. Me dio una descripcion que encajaba con Moth. Luego recordo -continuo Corbett implacable- haber visto a la misma persona

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