brasas.

El comprendio al punto. La vispera de su vuelo habian terminado, en las estepas de la region del Altai, la excavacion de un gran tumulo escitico. En el interior de un sarcofago, se encontraba el esqueleto de un viejo jefe, rodeado de huesos de caballos y de esclavos, recubiertos de tierra del tumulo. El viejo jefe yacia con su espada, su escudo y su coraza; a sus pies, habia otro esqueleto, todo contraido, de una mujer muy joven. Un panuelo de seda, que en un tiempo cinera estrechamente la cara y el cuello, estaba adherido al craneo. A pesar de todos los artificios empleados, no se habia podido conservar el panuelo; pero en los minutos transcurridos antes de que se deshiciera en polvillo, se habia logrado reproducir con exactitud las facciones del bello rostro, impresas en la seda miles de anos antes. El panuelo habia transmitido ademas un detalle espantoso: las huellas de los desorbitados ojos de la mujer, estrangulada sin duda con aquel mismo panuelo y arrojada al sepulcro del marido para que le acompanase en los ignotos caminos de ultratumba. Ella tenia entonces no mas de diecinueve anos; el, no menos de setenta, edad avanzada para aquellos tiempos.

Dar Veter recordo la viva discusion que se entablo acerca del hallazgo entre los jovenes miembros del grupo arqueologico de Veda. ?La mujer habia seguido al esposo de grado o por fuerza? ?Y para que? ?En nombre de que? Si habia sido a impulsos de un gran y fiel amor, ?que falta hacia inmolarlo, en vez de guardarlo como el mejor recuerdo del difunto en el mundo de los vivos?

Entonces, habia tomado la palabra Veda Kong. Fijos en el tumulo los ojos, ardientes, se esforzaba en penetrar con su inteligente mirada en las profundidades de los tiempos pasados.

Tratad de comprender a aquellas gentes. La extension de las antiguas estepas era en verdad infinita para los unicos medios de locomocion existentes en la epoca: caballos, camellos, bueyes. Y aquella inmensidad la poblaban unicamente nomadas, criadores de ganado, los cuales no solo no tenian nexo alguno entre si, sino que vivian en perpetua hostilidad. Multitud de agravios y rencores se iban acumulando de generacion en generacion; todo forastero era un enemigo; toda tribu, un futuro botin de ganado y esclavos, es decir, de hombres que trabajaban a la fuerza, como las bestias bajo el latigo… Aquel regimen social engendraba, por una parte, una gran libertad, completamente desconocida entre nosotros, para el individuo en cuanto a sus mezquinas pasiones y deseos, y, por otra parte, una restriccion extrema en las relaciones humanas y una increible estrechez de pensamientos. Cuando el pueblo o la tribu estaban constituidos por un pequeno numero de personas capaces de alimentarse de la caza y la recoleccion de frutos, aquellos nomadas libres vivian en continuo temor de ser atacados y reducidos a la esclavitud o exterminados por sus belicosos vecinos. Pero si el pais se encontraba aislado de los demas y contaba con una poblacion numerosa, capaz de crear una gran fuerza militar, las gentes pagaban tambien con su libertad las garantias contra las incursiones armadas, pues en tales Estados poderosos se desarrollaban siempre el despotismo y la tirania. Asi ocurrio en el antiguo Egipto, en Asiria y Babilonia.

Las mujeres, en particular las guapas, eran en la antiguedad presa y juguete de los fuertes. No podian subsistir sin un dueno y defensor.

Sus propios anhelos y voluntades significaban tan poco, tan terriblemente poco, que ?quien sabe!.. Tal vez la muerte pareciera el menos penoso de los destinos…

Respondiendo a sus pensamientos, Veda se acerco mas y empezo a remover lentamente las encendidas ramas, siguiendo con la mirada el correr de las azulencas lenguecillas de fuego. — ?Cuanta valentia y paciencia habia que tener en aquellos tiempos para conservar la propia dignidad, para elevarse en la vida, en lugar de descender!.. — exclamo Veda Kong en quedo susurro.

— Yo creo — objeto Dar Veter — que nosotros exageramos un poco los rigores de la vida antigua. Pues a mas de ser habitual para todos, su misma desorganizacion daba lugar a contingencias diversas. La voluntad y la fuerza del hombre arrancaban de aquella vida chispas de romanticos gozos, como el eslabon del pedernal.

— Tampoco concibo — dijo Veda — como nuestros antepasados tardaron tanto en comprender la sencilla ley de que el destino de la sociedad depende solamente de nosotros mismos y que el caracter de esta lo determina el grado de evolucion moral e ideologica de sus miembros, dependiente de la economia.

— …Y que la forma consumada de organizacion cientifica de la sociedad no es una simple acumulacion cuantitativa de las fuerzas productivas, sino un grado cualitativo.

Aunque todo eso es tan sencillo… — anadio Dar Veter —. Y ademas, la comprension de la interdependencia dialectica, de que las nuevas relaciones sociales son tan imposibles sin hombres nuevos como los hombres nuevos sin una economia nueva. Entonces, esa comprension condujo a que la tarea principal de la sociedad fuese la educacion, el desarrollo fisico y espiritual del ser humano. ?Cuando acontecio eso en definitiva?

— En la Era del Mundo Desunido, a fines del Siglo del Desgajamiento, poco despues de la Segunda Gran Revolucion. — ?Fue una suerte que no ocurriese mas tarde! Pues la destructiva tecnica de la guerra…

Dar Veter callo y volvio la cabeza hacia el oscuro calvero que se extendia a la izquierda, entre la hoguera y la ladera de la colina. Unas recias pisadas y un fuerte resollar entrecortado, que se oian muy cerca, obligaron a los dos viajeros a levantarse de un salto.

Un torazo negro surgio ante la hoguera. El resplandor de las llamas encendio, con reflejos sangrantes, sus ojos, desorbitados de furia. Dando bufidos y escarbando con las pezunas la tierra seca, el monstruoso animal se disponia a embestir. A la palida luz, el toro parecia enorme; su cabeza, gacha, se asemejaba a un bloque de granito y su abultado lomo, de musculos salientes, se alzaba como una montana. Ni Veda ni Dar Veter se habian visto nunca frente a la fuerza mortifera y ciega de una bestia cuyo cerebro obtuso estaba cerrado a los imperativos de la razon.

Veda, apretadas las manos contra el pecho, permanecia en pie, inmovil, como hipnotizada por aquella aparicion surgida subitamente de las sombras. Dar Veter, obedeciendo a un poderoso instinto, se planto ante el toro, protegiendo con su cuerpo el de la mujer, como hicieran miriadas de veces sus antepasados. Pero las manos del hombre de la nueva era estaban desarmadas.

— Veda, salte a la derecha… — y apenas hubo pronunciado estas palabras, el animal arremetio contra ellos.

Los cuerpos bien entrenados de los dos viajeros podian competir en rapidez con la agilidad primitiva del toro. La mole paso de largo, y penetro en la espesura de los arbustos, haciendo crujir las ramas, mientras Veda y Dar Veter retrocedian a unos pasos del giroptero. A alguna distancia de la hoguera, la noche no era tan oscura, y el vestido de Veda se divisaba sin duda desde lejos. El toro salio impetuoso de los arbustos. Dar Veter alzo a su companera con destreza, y ella, de un salto, se encontro en la plataforma del giroptero. Mientras el animal se volvia torpemente, excavando la tierra con sus pezunas, ya estaba Dar Veter sobre la maquina voladora, al lado de Veda. Ambos cambiaron una fugaz mirada, y el no leyo en los ojos de ella mas que una sincera admiracion. El carter del motor estaba abierto desde la tarde, cuando Dar Veter intentaba desentranar los secretos de aquel ingenioso mecanismo. Poniendo en tension sus enormes fuerzas, arranco de la barandilla de la plataforma un cable del campo nivelador, introdujo su extremo desnudo bajo el resorte del contacto principal del trasformador y aparto prudentemente a Veda. Entre tanto, el toro engancho la barandilla con un cuerno y el giroptero se balanceo del tremendo tiron. Dar Veter toco con el otro extremo del cable una fosa nasal del bruto. Fulguro un rayo amarillo, resono un golpe sordo y el furioso animal se derrumbo pesadamente.

— ?Lo ha matado usted! — grito indignada Veda.

— ?No creo, la tierra esta seca! — repuso, sonriendo satisfecho, el ingenioso heroe.

Y en confirmacion de sus palabras, el toro lanzo un debil mugido, levantose y, sin volver la cabeza, escapo a un trotecillo vacilante, como avergonzado de su derrota. Los viajeros volvieron a la hoguera. Una nueva brazada de ramiza reavivo las mortecinas llamas.

— Ya no tengo frio — dijo Veda —. Subamos a la colina.

La cima del monticulo ocultaba el fuego; las palidas estrellas del verano nordico, semejantes a diminutas bolillas, se difuminaban en el horizonte.

Al Oeste, no se veia nada; al Norte, en las laderas de unos cerros, parpadeaban unas filas de lucecillas apenas perceptibles; al Sur, tambien muy lejos, brillaba, como un astro luminoso, el faro de la torre de observacion de unos ganaderos.

— Mala suerte; habra que caminar toda la noche… — rezongo Dar Veter.

— No, no, ?mire alli! — dijo Veda senalando hacia Oriente, donde habian surgido de pronto cuatro luces dispuestas en cuadrado. Se encontraban a unos kilometros, pocos.

Una vez tomada la direccion, orientandose por las estrellas, descendieron a la hoguera.

Veda Kong se detuvo ante las mortecinas ascuas, como si quisiera grabar algo en su memoria.

— Adios, hogar nuestro… — dijo sonadora —. Seguramente los nomadas tenian siempre viviendas

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