— La ionizacion de nuestros potentes tubos es muy grande — dijo en tono de disculpa una mujer alta, un poco cargada de espaldas, en tanto ayudaba a Veda a ponerse el traje de compacto tejido y el casco transparente y le ajustaba a la espalda unas bolsas con baterias.
A la luz polarizada, cada monticulo de la ondulada estepa se perfilaba con una nitidez extrana. Mas alla del campo, cercado en cuadro por unas finas varillas metalicas, oyose como un gemido sordo. El terreno se abombo y hendiose formando un embudo, de cuyo centro emergio un cilindro refulgente de afilada punta conica. Una rosca surcaba su pulida superficie y en su extremo anterior giraba una complicada electrofresa de un metal azulenco. El cilindro se alzo por encima de los bordes del embudo, dio la vuelta, mostrando las paletas posteriores, agitadas por rapido movimiento, y empezo a hundirse de nuevo, unos metros mas alla del embudo, hincando perpendicularmente su reluciente punta en la tierra.
Dar Veter observo que dos cables seguian al cilindro: uno aislado y el otro sin recubrir, reluciente. Veda le tiro de la manga y senalo con la mano hacia delante, pasada la cerca de varillas de magnesio. Otro cilindro, igual al primero, surgio de la tierra; luego, con el mismo movimiento, basculo hacia la izquierda y desaparecio en el terreno como si se hubiera sumergido en el agua. El hombre de tez amarilla les hizo senas de que se apresurasen.
— Lo he reconocido — dijo en voz baja Veda, apretando el paso para alcanzar al grupo —. Es Liao Lan, un paleontologo que ha descubierto el enigma de como se habia poblado el continente asiatico en la era paleozoica.
— ?Es de origen chino? — pregunto Dar Veter al recordar la mirada de sus ojos negros, estrechos y un poco oblicuos —. Da verguenza confesarlo, pero no conozco sus trabajos.
— Ya veo que no esta usted fuerte en paleontologia terrestre — repuso Veda —.
Seguramente conocera mejor la de otros mundos siderales.
Por la memoria de Dar Veter empezaron a desfilar raudas innumerables formas de vida: millones de raros esqueletos en las profundidades de la tierra rocosa de diversos planetas, vestigios de tiempos inmemoriales, ocultos en los estratos de cada mundo habitado. Eran recuerdos de un remoto ayer recogidos por la propia naturaleza antes de la aparicion del ser pensante, que poseia, a mas de la facultad de rememorar, la de reproducir las cosas olvidadas…
Estaban ya sobre una pequena plataforma sujeta al extremo de un medio arco calado, vertical. En el centro del suelo habia una gran pantalla mate. Las ocho personas tomaron asiento en unos bancos bajos, colocados en torno a la pantalla, y quedaron silenciosas, expectantes.
— Ahora terminaran los «topos» su faena — anuncio Liao Lan —. Como ustedes habran adivinado, ellos pasan a traves de las rocas el cable desnudo y tejen una red metalica.
Los esqueletos de animales fosiles yacen dentro de la porosa capa de asperon, a una profundidad de catorce metros. Mas abajo, a diecisiete metros, toda la superficie esta cubierta por la red metalica, conectada a unos inductores de gran potencia. Ello crea un campo reflector que lanza los rayos X a la pantalla, donde aparece la imagen de los huesos fosilizados.
Dos grandes bolas metalicas giraron sobre sus enormes soportes. Encendieronse los proyectores y el bramido de la sirena anuncio peligro. Una corriente continua de un millon de voltios expandio el frescor del ozono, dando a los contactos, aisladores y suspensiones un resplandor azulado.
Con aparente descuido, Liao Lan daba vuelta a las manijas y oprimia los botones del cuadro de comando. La gran pantalla se esclarecia cada vez mas, y en sus profundidades iban pasando lentas unas siluetas confusas, diseminadas por el campo visual. Ceso el movimiento, y los borrosos contornos de una gran mancha ocuparon casi toda la pantalla, precisandose.
Unas cuantas manipulaciones mas en el cuadro de comando, y ante los espectadores aparecio el esqueleto de un ser desconocido, rodeado de una tenue aureola. Las anchas garras ganchudas estaban recogidas bajo el cuerpo, la larga cola se enrollaba en anillo.
Saltaba a la vista el extraordinario grosor y tamano de los huesos, de dilatados extremos retorcidos y apofisis para la insercion de los poderosos musculos. El craneo, con las mandibulas apretadas, dejaba al descubierto los enormes dientes delanteros. Visto desde arriba, el monstruo tenia el aspecto de una mole osea de superficie desigual, llena de hoyos. Liao Lan cambio la distancia focal y amplio la imagen: toda la pantalla fue ocupada por la cabeza de un reptil antediluviano que habia vivido, hacia doscientos millones de anos, en las orillas del rio que existia alli entonces.
Las paredes de la boveda craneana tenian como minimo veinte centimetros de espesor. Sobre las orbitas, las cavidades temporales y las protuberancias de los parietales se destacaban unas excrecencias oseas. En el occipucio se alzaba un gran cono con la enorme cuenca de la mollera. Liao Lan dio un fuerte suspiro de admiracion.
Dar Veter miraba con fijeza la desgarbada osamenta del antiquisimo animal. El acrecentamiento de la fuerza muscular originaba el engrosamiento de los huesos, sometidos a una pesada carga, mientras que el aumento de peso del esqueleto requeria un nuevo reforzamiento de los musculos. Aquella dependencia directa, propia de los organismos primitivos, llevaba el desarrollo de multitud de animales a un callejon sin salida, hasta que algun perfeccionamiento fisiologico importante les permitia suprimir las viejas contradicciones y elevarse a un grado superior de evolucion. Parecia increible que tales seres pudieran encontrarse entre los ascendientes del hombre, cuyo cuerpo magnifico era de una movilidad y una destreza extraordinarias.
Dar Veter observaba los abultados arcos superciliares, reveladores de la obtusa ferocidad del reptil permiano, y comparaba aquello con la gracil Veda, de ojos claros que brillaban en un rostro vivaracho e inteligente… ?Que inmensa diferencia en la organizacion de la materia viva! Sin querer, miro de reojo tratando de distinguir bajo el casco las facciones de Veda, y cuando se volvio de nuevo hacia la pantalla, ya habia en ella otra imagen. Era el craneo, ancho, parabolico y liso como un plato, de un anfibio, de una antigua salamandra condenada a yacer en el agua turbia y calida de un tremedal permiano en espera de que algo comestible se acercase a conveniente distancia.
Entonces, con rapida arrancada, atrapaba la presa, chascaba la bocaza al cerrarse… y de nuevo, la inmovilidad paciente, infinita, absurda. Dar Veter sentia una irritacion imprecisa; aquellas pruebas de la interminable y cruel evolucion de la vida le abatian. Enderezose, y Liao Lan, al advertir su estado de animo, les propuso que volviesen a la casa, a descansar un rato. Veda, cuya curiosidad era insaciable, aparto con esfuerzo sus ojos de la pantalla cuando vio que los cientificos se apresuraban a conectar las maquinas para el fotografiado electronico y la grabacion sonora, simultaneos, a fin de economizar la potente energia.
Poco despues, Veda se echaba en un ancho divan de la sala de la casita destinada a las mujeres. Dar Veter, antes de acostarse, paseo un rato por la llana plazoleta, frente a la casa, evocando las impresiones de la jornada.
La manana nortena habia lavado con su rocio la polvorienta hierba. El impasible Liao Lan, al volver de su trabajo nocturno, invito a los huespedes a ir al aerodromo cercano en un «elf», pequeno automovil de acumuladores. La base de aviones saltadores de retropropulsion se encontraba solo a cien kilometros al Sudeste, en el delta del Trom Yugan. Veda pidio que la pusieran en comunicacion con su grupo expedicionario, pero resulto que en las excavaciones no habia una emisora lo bastante potente. Desde que nuestros antepasados comprendieron el dano de las emanaciones radiactivas y establecieron un regimen estricto, las emisiones dirigidas requerian aparatos mucho mas complicados, especialmente para las conversaciones a larga distancia. Ademas, el numero de estaciones se habia reducido de modo considerable. Liao Lan decidio enlazar con la torre-observatorio de ganaderos mas proxima. Estas torres comunicaban entre si por medio de emisiones dirigidas y podian transmitir cualquier mensaje a la estacion central de su region. La joven practicante que conducia el «elf» y debia regresar con el al campo de los paleontologos aconsejo a los viajeros que pasasen por la torre, y asi podrian hablar ellos mismos por el televisofono (TVF). Dar Veter y Veda aceptaron de muy buena gana. El fuerte viento levantaba a un lado nubeculas de polvo y azotaba los cortos y espesos cabellos de la joven chofer. Apenas cabian en el asiento, de tres plazas, pues el gran cuerpo del ex director de las estaciones exteriores dejaba a sus companeras menos espacio. La fina silueta de la torre de observacion se columbraba imprecisa en el despejado cielo azul. Pronto, el «elf» se detuvo a la entrada de la torre, cuyas patas metalicas, muy abiertas, sostenian una marquesina de plastico, bajo la que estaba parado otro coche igual. La caja del ascensor atravesaba la marquesina por su centro. La diminuta cabina los subio por turno, pasando por el piso dedicado a vivienda, hasta la cima, donde fueron recibidos por un joven tostado por el sol y casi desnudo. La subita turbacion de la resuelta muchacha chofer indico a Veda que la sagaz propuesta de aquella paleontologo de cortos cabellos tenia raices