mas profundas… La redonda pieza, de paredes de cristal, oscilaba sensiblemente, mientras la ligera torre vibraba, con monotono sonido, como una cuerda tensa. El techo y el suelo estaban pintados de color oscuro. A lo largo de las ventanas, habia unos estrechos tableros con prismaticos, maquinas calculadoras y cuadernos de apuntes. Desde aquella altura de noventa metros se divisaba un enorme sector de la estepa, hasta los limites de visibilidad de las torres vecinas. Desde alli se observaban de continuo los ganados y se hacia el computo de las reservas de forraje. Formando circulos concentricos verdes, resaltaba en la estepa el laberinto de las empalizadas bordeando las sendas por las que, dos veces al dia, era conducido el ganado lechero. La leche, que no se agriaba nunca como la de las gacelas africanas, era recogida y congelada alli mismo, en unos frigorificos subterraneos donde podia conservarse largo tiempo. La conduccion del ganado se efectuaba con ayuda de unos «elfes» adjuntos a cada torre. Los observadores podian estudiar durante las guardias; por ello, en su mayoria, eran aun alumnos. El joven ligero de ropa llevo a Veda y a Dar Veter, por una escalera de caracol, al piso destinado a vivienda que, sujeto por unas vigas cruzadas, pendia unos metros mas abajo. Aquel local estaba dotado de paredes aislantes, impenetrables al sonido, y los viajeros se encontraron en completo silencio. Tan solo el constante balanceo les recordaba que la estancia se hallaba a una altura peligrosa a la menor imprudencia.
Otro muchacho estaba trabajando precisamente en el puesto de radio. El complicado peinado y el policromo vestido de su interlocutora, reflejada en la pantalla, revelaban que estaba comunicando con la estacion central, pues los trabajadores de la estepa llevaban ligeros monos cortos. La muchacha de la pantalla enlazo con la red de circunvalacion, y poco despues, en el TVF de la torre, aparecio la cara triste y la figura menudita de Miiko Eygoro, la primera ayudante de Veda Kong. Sus ojos, oscuros y oblicuos como los de Liao Lan, reflejaron gozoso asombro, mientras su pequena boca se entreabria de la sorpresa. Un segundo mas tarde, su rostro se tornaba de nuevo impasible y solo denotaba sostenida atencion. Cuando Dar Veter volvio a la cima de la torre, sorprendio a la muchacha paleontologo en animada charla con el primer joven, y salio al balcon circular que rodeaba la estancia de cristal. El humedo frescor de la manana habia sido sustituido hacia tiempo por el bochorno del mediodia que quitaba brillantez a los colores y allanaba los pequenos accidentes del terreno. La estepa se extendia ancha y libre bajo un cielo calido y limpido. A Dar Veter le acometio otra vez la confusa nostalgia del Norte, de las tierras humedas de sus antepasados. Acodado en la barandilla del movedizo balcon, el ex director de las estaciones exteriores percibia, con mas fuerza que nunca, la realizacion de los suenos de los antiguos. Los rigores de la naturaleza habian sido rechazados hacia el Norte, muy lejos, por la mano del hombre, y el calor vivificante del Sur expandiase por aquellas llanuras ateridas en un tiempo bajo las frias nubes.
Veda Kong entro en la habitacion de cristal y anuncio que el operador de la radio se encargaria de llevarlos a su destino. La muchacha de los cabellos cortos dirigio a la historiadora una larga mirada de agradecimiento. A traves de la transparente pared, se veia la ancha espalda de Dar Veter, abismado en la contemplacion.
— ?Piensa usted — oyo tras el — tal vez en mi?
— No, Veda. Estaba pensando en un postulado de la antigua filosofia hindu, que dice:
El mundo no ha sido creado para el hombre, y este solo se hace grande cuando comprende todo el valor y la belleza de otra vida, de la vida de la naturaleza…
— No le entiendo, eso es incompleto.
— ?Incompleto? Quiza. Yo anadiria que solo al hombre le ha sido dada la facultad de comprender no solo la belleza de la vida, sino sus lados duros, sombrios. ?Y unicamente el es capaz de sonar y crear una vida mejor!
— Ahora si le he entendido — dijo Veda en voz baja. Y luego de una larga pausa, agrego —: Ha cambiado usted, Veter.
— Claro que he cambiado. Han sido cuatro meses removiendo con una simple pala las pesadas piedras y los troncos medio podridos de sus tumulos. Y sin querer, empieza uno a mirar a la vida mas simplemente y a apreciar sus sencillas alegrias…
— No bromee, Veter — repuso Veda, con ceno —. Le estoy hablando en serio. Cuando yo le conoci gobernando toda la fuerza de la Tierra, hablando con mundos lejanos… Alli, en sus observatorios, parecia usted un ser sobrenatural de la antiguedad, ?un dios! como decian nuestros antepasados. Pero aqui, en nuestro modesto trabajo, igualado a otros muchos, usted… — Veda no termino la frase.
— Yo ?que? — inquirio con curiosidad —. ?He perdido mi grandeza? Entonces, ?que habria dicho si me hubiera visto antes de mi traslado al Instituto de Astrofisica, cuando era maquinista de la Via Espiral? ?En esa profesion hay tambien menos grandeza? ?O al verme de mecanico de cosechadoras de frutos en los tropicos?
Veda dio suelta a una sonora risa.
— Voy a descubrirle un secreto de mi adolescencia. Cuando yo estaba en la escuela del tercer ciclo, mi ideal era el maquinista de la Via Espiral. No me imaginaba a nadie mas poderoso que el —… Mire, ahi viene el operador de la radio. ?En marcha, Veter!
Antes de tomar a bordo a Veda y Dar Veter, el aviador pregunto una vez mas si su estado de salud les permitiria soportar la brusca aceleracion del aparato saltador. Siempre cumplia estrictamente estas instrucciones. Cuando hubo recibido por segunda vez afirmativa respuesta, instalo a ambos en los profundos sillones, situados en la transparente proa del avion, parecido a una gigantesca gota de agua. Veda se sentia muy incomoda, pues los asientos estaban muy echados hacia atras en la alzada carlinga.
Resono vibrante el gong, anunciando la partida. Un poderoso resorte lanzo el aparato poniendolo en posicion casi vertical, y el cuerpo de Veda se hundio lentamente en el sillon como en un liquido elastico. Dar Veter volvio con esfuerzo la cabeza para dirigir a su companera una animadora sonrisa. El piloto puso en marcha el motor. Oyose un prolongado rugido, una gran pesantez se expandio por todo el cuerpo, y el aparato gotiforme salio disparado, trazando en el aire un arco a veintitres mil metros de altura.
Parecian haber transcurrido solamente unos minutos, cuando los viajeros, debiles las piernas, descendian ya del avion frente a sus casitas de la estepa cercana al Altai, mientras el aviador agitaba la mano indicandoles que se alejasen mas. Dar Veter dedujo que alli, a diferencia de en la base, a falta de catapulta, habria que despegar directamente de la tierra. Tomando a Veda de la mano, corrio hacia Miiko Eygoro, que salio presurosa a su encuentro. Las dos mujeres se abrazaron, como despues de una larga separacion.
Capitulo V. UN CABALLO EN EL FONDO DEL MAR
El mar estaba tibio, cristalino, apenas ondulado por las olas, de un color glauco, de esplendido fulgor. Dar Veter se adentro en el y, con el agua al cuello, abrio los brazos para mantenerse en pie sobre el fondo en declive. Al mirar a la refulgente lejania, por encima del lomo de las suaves olas, le parecio de nuevo que se diluia en el agua convirtiendose en parte integrante del inmenso liquido elemento. Traia al mar una pena escondida en el alma desde hacia tiempo: el dolor de la separacion del Cosmos, con su apasionante grandeza y su oceano de conocimientos e ideas, el pesar de la falta de aquella dedicacion austera de cada dia de la vida. Su existencia transcurria de un modo muy distinto. El amor creciente a Veda embellecia las jornadas de trabajo inhabitual, atenuando las nostalgias de un cerebro acostumbrado al libre pensamiento y excelentemente entrenado en la labor. Con entusiasmo de colegial, se abismaba en las investigaciones historicas. El rio del tiempo, reflejado en su mente, le ayudaba a sobrellevar el cambio de vida. Agradecia a Veda que, con un tacto digno de ella, hubiera organizado aquellos viajes en giroptero por un pais transformado por el trabajo del hombre. Y cuanto habia perdido se tornaba pequeno en la magnitud de las labores terrenales, como en la inmensidad del mar. Dar Veter se resignaba a lo irreparable, que suele ser lo mas dificil de aceptar…
Una voz dulce, casi infantil, le llamo. Dar Veter reconocio a Miiko y, echando atras los brazos, tendiose boca arriba sobre la superficie, en espera de la pequena muchacha. Ella, de un rapido salto, se tiro al mar. De sus cabellos, negros como la endrina, caian gruesas gotas, mientras su cuerpo tomaba bajo la translucida capa de agua un matiz verdoso.
Luego, los dos juntos nadaron al encuentro del sol, hacia un islote, solitario y desierto, que se alzaba como un penasco negro a un kilometro de la orilla. En la Era del Gran Circuito, todos los ninos, criados junto al mar, se hacian excelentes nadadores. Dar Veter poseia ademas, en este aspecto, aptitudes innatas. Al principio, nado