pies rozaron la compacta arena, de tenues reflejos argentados. Al volver la cabeza con esfuerzo hacia donde le indicaba la muchacha, se tambaleo de la sorpresa y solto el pedrusco; al momento, fue lanzado hacia arriba.
Envuelto en roja neblina, sin ver nada, no recordaba como habia salido a la superficie.
Convulso, intento recobrar la respiracion normal. Poco despues, los efectos de la presion submarina desaparecieron y en su memoria resurgio lo que habia visto. ?Cuantos detalles habian captado sus ojos y recogido su cerebro en un solo instante!
Las negras cumbres de dos rocas se juntaban formando gigantesca ojiva bajo la cual se erguia la figura de un caballo de colosales dimensiones. Ni una alga ni una concha se habian adherido a la pulida superficie de la estatua. El ignoto escultor, deseoso ante todo de representar la fuerza, habia agrandado la parte anterior del cuerpo, ensanchando desmesuradamente el pecho del bruto, y elevado su combado cuello. La pata delantera izquierda estaba alzada y avanzaba la redonda rodilla doblada, mientras el enorme casco casi tocaba su pecho. Las otras tres patas se afianzaban tensas en el suelo, dando la impresion de que el caballo iba a abatirse sobre el que lo observaba y a aplastarle con su fantastico peso. Sobre el combado cuello se erizaban las crines, semejantes a crestas montaneras, la cabeza casi se apoyaba en el pecho, y bajo la agachada frente miraban amenazadores los ojos, con un rencor maligno reflejado tambien en las pequenas orejas, pegadas a la testa de aquel petreo monstruo.
Cerciorada de que Dar Veter habia recobrado ya el aliento, Miiko le dejo tendido sobre la lisa piedra y se zambullo de nuevo en el agua. Por fin, cansada de las profundas inmersiones y contenta del soberbio hallazgo, la muchacha se sento al lado de su companero y permanecio callada largo rato, junto a el, hasta que la respiracion se hizo normal.
— Seria interesante saber cuantos anos tiene esa estatua — dijo Miiko pensativa.
Dar Veter se encogio de hombros al recordar lo que mas le habia sorprendido.
— ?Por que el caballo no esta cubierto de algas y conchas?
Miiko se volvio hacia el con rapidez.
— ?En efecto! Yo he visto ya hallazgos semejantes. Resulto que habian sido recubiertos de una sustancia que impedia la adherencia a ellos de seres vivos. Por consiguiente, la estatua debe de ser de fines del ultimo siglo de la Era del Mundo Desunido.
En el mar, entre la orilla y el islote, aparecio un nadador. Al acercarse, alzose un poco del agua y saludo afectuoso, agitando las manos. Dar Veter vio el ancho pecho y la reluciente piel oscura de Mven Mas. Poco despues, la alta figura negra trepaba a la roca y una sonrisa plena de bondad iluminaba el mojado rostro del nuevo director de las estaciones exteriores. Saludo a la pequena Miiko con una rapida inclinacion de cabeza y a Dar Veter con amplio y natural ademan.
— Ren Boz y yo hemos venido, por un dia, a pedirle consejo.
— ?Ren Boz?
— Es un fisico de la Academia de los Limites del Saber…
— Le conozco un poco. Trabaja en la esfera de las relaciones mutuas entre el espacio y el campo. ?Donde lo ha dejado usted?
— En la orilla. El no nada tan bien como usted, al menos…
Un ligero chapoteo interrumpio las palabras de Mven Mas.
— ?Voy a ver a Veda! — grito Miiko desde el agua.
Dar Veter sonrio carinoso a la muchacha.
— ?Lleva un descubrimiento! — le explico a Mven Mas, y empezo a contarle el hallazgo del caballo submarino.
El africano le oia sin interes. Sus largos dedos palpaban el menton. Y Dar Veter leyo en sus ojos inquietud y esperanza.
— ?Tiene usted alguna preocupacion seria? Entonces, ?a que demorar el asunto?
Mven Mas aprovecho la invitacion. Sentado al borde de la roca, sobre el abismo que ocultaba el enigmatico caballo, comenzo a hablar de sus terribles dudas. Su entrevista con Ren Boz no habia sido casual. La vision del magnifico mundo de la Epsilon del Tucan no le abandonaba ni un instante. Y desde aquella noche acariciaba una ilusion:
aproximarse a aquel mundo, venciendo a toda costa la enorme distancia que le separaba de el. Para que la emision y recepcion de informaciones, senales y vistas no requiriesen ya seiscientos anos, plazo inaccesible para la vida humana. Sentir el pulso y el aliento de aquella vida hermosa, tan analoga a la nuestra, tender la mano a nuestros hermanos de alla, a traves de la inmensidad del Cosmos. Mven Mas habia concentrado toda su atencion en el estudio de los problemas no resueltos y de los ensayos no terminados que venian realizandose, desde hacia ya mil anos, en la investigacion del espacio como funcion de la materia. El problema que sonaba Veda Kong la noche de su primera intervencion por el Gran Circuito…
En la Academia de los Limites del Saber, dirigia esas investigaciones Ren Boz, joven fisico-matematico. Su entrevista con Mven Mas y la amistad ulterior entre ambos eran debidas a la comunidad de afanes.
Ren Boz consideraba que el problema estaba ya lo suficientemente estudiado para pasar a la experimentacion. El ensayo, como todo lo relativo a las dimensiones cosmicas, no podia ser efectuado en laboratorio. La magnitud de la cuestion exigia un experimento en gran escala. Ren Boz habia llegado al convencimiento de que era preciso hacerlo por medio de las estaciones exteriores, utilizando toda la energia terrestre, incluso la estacion de reserva de energia Qui, de la Antartida.
Al mirar con fijeza a Mven Mas y ver sus febriles ojos y el temblor de las aletas de su nariz, Dar Veter tuvo la sensacion del peligro.
— ?Usted necesita saber que haria yo en su lugar? — formulo tranquilo la decisiva pregunta.
Mven Mas asintio con la cabeza y se paso la lengua por los resecos labios.
— Yo no realizaria el experimento — manifesto Dar Veter, recalcando las palabras, indiferente a la mueca de dolor del africano, tan fugaz, que habria pasado inadvertida a un interlocutor menos atento.
— ?Me lo figuraba! — exclamo impetuoso Mven Mas.
— Entonces, ?por que daba importancia a mi consejo?
— Creia que conseguiriamos convencerle.
— Bueno, ?pues intentenlo! Vayamos a la orilla a reunimos con los camaradas.
Seguramente, estaran preparando los aparatos de buceo para ver el caballo.
Veda cantaba, acompanada de dos voces femeninas desconocidas.
Al divisar a los nadadores, los llamo, infantil, con la mano. La cancion se interrumpio.
Dar Veter reconocio a una de las mujeres: era Evda Nal. Por primera vez la veia sin la blanca bata de medico. Su esbelta figura se destacaba por la blancura de la piel, no tostada aun del sol. Por lo visto, la famosa psiquiatra habia estado muy ocupada ultimamente. Sus cabellos, negros como la endrina, partidos por una raya en medio, estaban recogidos junto a las sienes. Los pomulos salientes sobre las mejillas un poco hundidas destacaban los ojos alargados, negros, de penetrante mirada. Su rostro recordaba vagamente a una esfinge del antiguo Egipto, aquella que, desde tiempos inmemoriales, estuviera en un extremo del desierto ante las piramides, tumbas de los faraones del mas antiguo Estado de la Tierra. Diez siglos despues de que el desierto hubiese desaparecido, sobre las arenas rumoreaban bosquecillos y vergeles, y la esfinge estaba cubierta por un gran fanal que no ocultaba los hoyos de su cara, roida por el tiempo.
Dar Veter, recordando que Evda Nal descendia de peruanos o de chilenos, la saludo a la manera antigua de los sudamericanos adoradores del Sol.
— El trabajo con los historiadores le ha sido provechoso — bromeo Evda —. Debe darle las gracias a Veda…
Dar Veter se volvio presuroso hacia su encantadora amiga, pero ella le tomo del brazo y le condujo adonde estaba una mujer completamente desconocida.
— ?Le presento a Chara Nandi! Todos nosotros somos huespedes suyos y del pintor Kart San, pues ellos viven aqui desde hace ya un mes. Su estudio ambulante se encuentra al fondo de la ensenada.
Dar Veter tendio la mano a la joven mujer, que le miraba con sus azules ojazos. Por un instante, quedo suspenso de admiracion: habia en aquella mujer algo que la diferenciaba de todas las demas. Estaba en pie entre Veda Kong y Evda Nal, cuya belleza, pulida por un intelecto preclaro y una larga labor reglamentada de investigacion cientifica, palidecia, sin embargo, ante la maravillosa y radiante hermosura de la desconocida.
— Su nombre se parece algo al mio — comento Dar Veter.