Las comisuras de los pequenos labios temblaron de la contenida risa.
— Si, lo mismo que usted a mi.
Dar Veter miro por encima de la abundante cabellera negra, espesa, reluciente y un poco ondulada, de la joven mujer y dirigio a Veda una ancha sonrisa.
— Veter, usted no sabe decir galanterias a las mujeres — dijo Veda picara, ladeada la cabeza.
— ?Es preciso eso ahora, cuando ha desaparecido la necesidad del engano?
— Es preciso — tercio en la conversacion Evda Nal —. ?Y lo sera siempre!
— Mucho me agradaria que me lo explicasen — repuso Dar Veter, frunciendo levemente el entrecejo.
— Dentro de un mes, pronunciare mi discurso de otono en la Academia de las Penas y de las Alegrias. En el hablare mucho de la importancia de las emociones directas… — y Evda Nal hizo una inclinacion de cabeza a Mven Mas, que se acercaba.
El africano, segun su costumbre, caminaba a pasos iguales, silenciosos. Dar Veter observo que las mejillas morenas de Chara se tenian de vivo arrebol, como si el sol de que estaba impregnado todo su cuerpo asomase, de subito, a traves de la bronceada piel.
Mven Mas saludo con indiferencia.
— Voy a traer a Ren Boz. Esta sentado sobre aquella piedra.
— Vayamos alli — propuso Veda —, y al encuentro de Miiko, que ha ido en busca de los aparatos. Chara Nandi, ?nos acompana usted?
La muchacha nego con la cabeza.
— Ya viene mi dueno y senor. El sol se ha puesto, pronto empezara el trabajo…
— Es penoso posar, ?verdad? — pregunto Veda —. ?Una verdadera hazana! Yo no podria.
— Yo tambien creia lo mismo. Pero cuando la idea del pintor apasiona, participa una misma en la creacion. Busca el modo de encarnar la imagen… ?En cada movimiento o linea hay millares de matices! Y hay que atraparlos como los sonidos fugitivos de la musica…
— ?Chara, usted es un tesoro para un pintor!
— ?Un tesoro! — repitio una fuerte voz de bajo, interrumpiendo a Veda —. ?Si supieran como lo encontre!.. ?Es algo increible! — y el pintor Kart San agito en alto el puno poderoso. Sus claros cabellos se esparcieron al viento, su atezado rostro enrojecio.
— Acompanenos, si tiene tiempo — le rogo Veda —, y nos lo contara.
— Yo soy mal narrador. Sin embargo, esto es interesante. Me ocupo de la reconstitucion de diversos tipos raciales existentes en la antiguedad, hasta la misma Era del Mundo Desunido. Despues del exito de mi cuadro «La hija de Gondwana», ardia en deseos de crear otro tipo racial. La belleza del cuerpo es la mejor expresion de una raza a traves de generaciones de vida sana y pura. Antiguamente, cada raza tenia su ideal, su canon de belleza, que se venia estableciendo ya desde los tiempos del salvajismo. Tal es la concepcion que tenemos de esto los pintores, a quienes se nos considera rezagados de las cimas de la cultura… Asi se nos debio de considerar siempre, incluso en las cavernas de la Edad de Piedra. Pero me estoy desviando del tema… Concebi un cuadro titulado «La hija de Tetis», mejor dicho, del Mediterraneo. Me asombraba que en los mitos de la Grecia antigua, de Creta, de Mesopotamia, de America, de la Polinesia, los dioses procedieran del mar. ?Hay algo mas maravilloso que el mito heleno de Afrodita, la diosa del Amor y la Belleza de los antiguos griegos? Hasta su propio nombre:
Afrodita Anadiomene, nacida de la espuma, emergida del mar… ?Una diosa que nacio de la espuma fecundada por el fulgor de las estrellas sobre el mar, en la noche! ?Que pueblo ha inventado algo mas poetico?…
— Del fulgor de las estrellas y la espuma del mar — repitio en un susurro Chara. Veda Kong miro con disimulo a la muchacha.
Su perfil neto, como tallado en madera o en piedra, evocaba los pueblos antiguos. La nariz, pequena y recta, ligeramente redondeada; la frente, un poco inclinada hacia atras; el tesonero menton y, en particular, la gran distancia entre la nariz y la oreja, todos los rasgos caracteristicos de los viejos moradores de la cuenca del Mediterraneo estaban reflejados en el rostro de Chara.
Veda la examino discretamente, de pies a cabeza, y decidio que todo en ella era un poco «excesivo». La piel, demasiado tersa; el talle, demasiado fino; las caderas, demasiado anchas… Manteniase muy erguida, lo que destacaba su busto firme. Tal vez fuera aquella acentuacion lo que buscaba el artista.
Mas cuando una barrera rocosa le cerro el paso, Veda cambio de opinion inmediatamente: Chara Nandi saltaba de piedra en piedra con la ligereza y gracia de una bailarina.
«Sin duda, hay en sus venas sangre india — penso Veda —. Se lo preguntare luego…» — Para crear «La hija de Tetis» — continuo el pintor —, necesitaba familiarizarme con el mar, habituarme a el por entero, pues mi cretense debera salir del mar como Afrodita, pero de manera que todos lo comprendan. Cuando me disponia a pintar «La hija de Gondwana», trabaje tres anos en una explotacion forestal del Africa Ecuatorial. Terminado el lienzo, me puse a trabajar de mecanico en una motora postal, y estuve repartiendo el correo, a traves del Atlantico, durante dos anos. Llevaba la correspondencia a todas esas factorias pesqueras, salinas y fabricas de sustancias albuminoideas que se encuentran alli, flotando sobre enormes balsas metalicas.
«Una tarde, yo conducia la motora por el Atlantico central, al Oeste de las Azores, donde una contracorriente se junta con la corriente septentrional. Alli corren siempre grandes olas, una tras otra, tremendas, como cadenas montanosas. Mi lancha motora tan pronto se lanzaba contra las nubes bajas, como volaba sobre las simas que se abrian entre las olas. Rugia la helice; yo estaba de pie en el alto puente, junto al timonel. Y de pronto… ?Nunca lo olvidare!
«Imaginense, una ola mas grande que las otras venia rauda a nuestro encuentro. Y en su lomo, bajo las mismas nubes compactas y cernidas, de un color rosaceo con nacarados reflejos, se alzaba una muchacha cuyo cuerpo parecia de bronce rojizo… La ola avanzaba silenciosa, y ella se deslizaba sola, henchida de orgullo, en medio del oceano infinito. Mi motora se elevo a gran altura y pasamos veloces frente a la muchacha, que agitaba la mano saludandonos afectuosa. Entonces adverti que se mantenia sobre un lat, una de esas planchas con acumulador y motor que se gobiernan con los pies.
— Las conozco — repuso Dar Veter —. Sirven para deslizarse sobre las olas.
— Lo que mas me sorprendio fue que, alrededor, no hubiera nada; tan solo nubes bajas, el mar, desierto en cientos de millas a la redonda, la luz vespertina y la muchacha sobre la ola enorme. Aquella muchacha era…
— ?Chara Nandi! — exclamo Evda Nal —. Ya me lo suponia… Pero ?de donde habia salido?
— ?Claro que no de la espuma y del fulgor de las estrellas! — repuso Chara, dando suelta a su risa, argentina —. De una fabrica de albuminas, simplemente. Nos encontrabamos entonces al borde de la zona de los sargazos, donde se cria la clorella.
Yo trabajaba alli de biologo.
— Supongamoslo — asintio conciliador Kart San —. Pero desde aquel momento usted fue para mi la hija del Mediterraneo, surgida de la espuma, y el modelo forzoso para mi cuadro. Llevaba esperandola un ano entero.
— ?Nos permite que vayamos a ver el lienzo? — rogo Veda Kong.
— Desde luego, pero no a las horas de trabajo; es mejor por la tarde. Yo pinto muy despacio y no puedo soportar la presencia de nadie mientras estoy creando.
— ?Emplea usted pinturas?
— Nuestro trabajo ha cambiado poco en los milenios de existencia de la pintura. Las leyes opticas y el ojo del hombre son los mismos. Se ha agudizado la percepcion de algunos matices e inventado las pinturas cromocatoptricas, con reflejos internos, y algunos metodos de armonizacion de colores. Pero, en general, los pintores de la mas remota antiguedad trabajaban como yo. Y en ciertos aspectos, mejor… Hay que tener paciencia, y saber creer; nos hemos vuelto demasiado impetuosos y faltos de fe en nuestra razon. Y para el arte, la ingenuidad es preferible a veces… ?Bueno, me he puesto a divagar otra vez! Debo marcharme, ya es hora… Vamos, Chara.
Todos se detuvieron para seguir con la mirada al pintor y a su modelo.
— Ahora ya se quien es — murmuro Veda —. Yo he visto su cuadro «La hija de Gondwana».
— Y yo tambien — dijeron a un tiempo Evda Nal y Mven Mas.
— ?De Gondwana, el pais de los gonds? — pregunto Dar Veter —. De esa region de la India, ?verdad?