utilizadas para la intimidacion, las torturas y el castigo, para leer los pensamientos y convertir a las masas en gentes sumisas, medio idiotas, dispuestas a cumplir cualquier orden por monstruosa que fuera. El angustioso clamor de uno de esos planetas, demandando ayuda, irrumpio en el Circuito y atraveso el espacio muchos siglos despues de que perecieran tanto quienes habian lanzado el mensaje como sus crueles gobernantes.

Nuestro planeta se encontraba en un grado de desarrollo general tan elevado, que excluia para siempre la posibilidad de tales horrores. Pero el desarrollo espiritual del ser humano era todavia insuficiente, y en subsanar esto se esforzaban personas como Evda Nal…

— El pintor Kart San decia que la sabiduria es la union de los conocimientos y los sentimientos. ?Seamos sabios! — resono atras la voz de Chara.

Y, pasando rauda junto al africano, la muchacha se arrojo desde el acantilado a la fragorosa sima.

Mven Mas vio que, suavemente, daba la vuelta en el aire, extendia los brazos, como alas, y desaparecia al instante entre las olas. Los muchachos del destacamento sanitario, que se estaban banando abajo, quedaron inmoviles, mientras por la espalda del africano corria un escalofrio de admiracion, rayana en miedo. Aunque el no habia saltado nunca desde tan espantosa altura, acercose sin temor al borde del precipicio y se desnudo. Mas tarde, recordaba que, en sus fugaces y confusos pensamientos, Chara le habia parecido una diosa omnipotente de la antiguedad. Y puesto que ella habia podido, ?el podria tambien!

El grito de la muchacha, advirtiendole del peligro, se alzo debil entre el fragor de las olas, pero Mven Mas, que se habia lanzado ya al abismo, no lo oyo. La caida era deliciosamente larga. Excelente saltador, el africano penetro de cabeza, con precision, en el agua y hundiose a gran profundidad. La asombrosa transparencia del mar le hizo creer que el fondo estaba peligrosamente cerca. Encogiose, y recibio tan tremendo golpe, a causa de la inercia, que, por un instante, perdio el conocimiento. Con la celeridad de un cohete subio a la superficie, echose de espaldas y se entrego al balanceo de las olas. Al recobrarse por completo, vio que Chara se acercaba nadando. La palidez del espanto habia atenuado por vez primera el reluciente bronceado de su piel. El reproche y la admiracion brillaban en sus ojos.

— ?Por que ha hecho usted eso? — pregunto en un susurro, casi sin aliento.

— Porque usted lo habia hecho antes. Yo la seguire a todas partes… ?para construir en nuestra Tierra nuestra Epsilon del Tucan!

— ?Y volvera conmigo al Gran Mundo?

— ?Si!

Mven Mas se volvio para nadar mas lejos y lanzo un grito de sorpresa. La inaudita transparencia del mar, que acababa de jugarle una mala pasada, era aun mayor alli, a distancia de la costa. Chara y el parecian planear a una altura de vertigo sobre el fondo, netamente visible hasta en sus menores detalles a traves del agua, tan transparente como el aire. El arrojo triunfante de los que lograban sobrepasar los limites de la atraccion terrestre se apodero de Mven Mas. Aquellos vuelos en plena tempestad, sobre el oceano encrespado, y los saltos en el negro abismo del Cosmos desde satelites artificiales suscitaban las mismas sensaciones de infinita intrepidez y seguro exito. De un fuerte impulso, acercose a Chara, susurrando su nombre y leyendo la ardiente respuesta en sus ojos claros, audaces. Y sus manos y sus labios se unieron sobre la sima de cristal.

Capitulo XII. EL CONSEJO DE ASTRONAUTICA

El Consejo de Astronautica, al igual que el de Economia, cerebro del planeta, poseia un edificio aparte para sus sesiones cientificas. Se estimaba que el acondicionamiento y el ornato especiales del local debian disponer bien a los congregados para la solucion de los problemas del Cosmos, contribuyendo asi al rapido transito de los asuntos terrestres a los siderales.

Chara Nandi, que no habia estado nunca en la gran sala del Consejo, entro con emocion, acompanada de Evda Nal, en aquel extrano recinto, cuya boveda parabolica y anfiteatro eliptico le daban una forma oval. Una clara luz rosaceo-violada, que parecia emitida por otro astro, inundada la sala. Todas las lineas de los muros, del techo y de las gradas iban a unirse al fondo de la enorme estancia, como si aquel fuese su punto de convergencia natural. Alli, sobre un estrado, habia unas pantallas para las proyecciones, una tribuna y unos asientos destinados a los miembros del Consejo que presidian la sesion.

Los paneles de las paredes, de color oro mate, estaban cruzados por una fila de mapas en relieve. A la derecha, se extendian los de los planetas del sistema solar; a la izquierda, los de los planetas de las estrellas proximas, estudiados por las expediciones del Consejo. Mas arriba, bajo el telon azul de la boveda, se alineaban los esquemas, trazados con colores luminosos, de los sistemas estelares habitados, recibidos de los mundos vecinos por el Gran Circuito.

A Chara le llamo la atencion un cuadro, oscurecido por el tiempo y restaurado, sin duda, mas de una vez, que se encontraba sobre la tribuna, en el muro del fondo. Un cielo morado ocupaba toda la parte superior del inmenso lienzo. La pequena hoz de una luna ajena lanzaba su luz blanquecina y muerta sobre la popa, alzada impotente hacia el cielo, de una vieja astronave que se destacaba con rudeza sobre la purpura del crepusculo.

Erizabanse en hileras unas azules plantas deformes, secas y duras, que parecian metalicas. Y un hombre con ligera escafandra de proteccion caminaba a duras penas hundiendo los pies en la profunda arena. Miraba atras, a la nave destrozada y a los cuerpos, sacados de ella, de sus companeros perecidos. Los cristales de su mascara tan solo reflejaban los purpureos resplandores del sol poniente; pero el pintor, con ignoto artificio, habia sabido expresar en ellos la infinita desesperacion de la soledad en un mundo extrano. A la derecha, por un monticulo, reptaba algo vivo, informe y repugnante.

Al pie del cuadro, su titulo — «Solo» — era tan laconico como expresivo.

Cautivada por el lienzo, Chara no advirtio al pronto el arte y el ingenio con que el arquitecto habia proyectado la sala: las gradas estaban dispuestas en abanico y de manera que se podia llegar a cada asiento por galerias disimuladas bajo el anfiteatro.

Cada una de las filas estaba aislada de la vecina, superior o inferior. Apenas se hubo sentado junto a Evda, Chara reparo en el estilo antiguo de los sillones, pupitres y barreras, de madera natural, gris perla, de Africa. Ahora nadie habria gastado tanto trabajo en hacer todo aquello, que se podia fundir y pulir en unos minutos. Tal vez por ese respeto a la antiguedad propio de las gentes, a Chara le parecio la madera mas intima y viva que el plastico. Y con ternura, acaricio el curvado brazo del sillon, en tanto examinaba la sala.

Como de ordinario, se habia congregado mucha gente, aunque potentes teletransmisores habrian de difundir por todo el planeta cuanto ocurriese en la sala. Mir Om, secretario del Consejo, dio como de costumbre una breve informacion de las novedades acaecidas desde la ultima sesion. Entre los centenares de personas que se encontraban alli presentes no se veia un solo rostro distraido o desatento. La profunda atencion a todo constituia el rasgo caracteristico de las gentes de la epoca del Circuito.

Sin embargo, Chara, que continuaba observando la sala, no oyo el primer comunicado, pues leia en aquel momento las sentencias de celebres sabios inscritas bajo los mapas de los planetas. Le gusto en particular un llamamiento, al pie de Jupiter, en el que se exhortaba a ser sensibles a los fenomenos de la Naturaleza: «Fijaos en que, por doquier, nos rodean hechos incomprensibles; se nos meten por los ojos, gritan en nuestros oidos, pero nosotros permanecemos ciegos y sordos a los grandes descubrimientos que encierran bajo sus confusos contornos.» En otro sitio, campeaba la siguiente inscripcion:

«No debemos limitarnos a alzar el velo de lo desconocido; solo despues de un trabajo tenaz, de retrocesos y desviaciones, empezamos a captar el verdadero sentido de las cosas y a percibir las nuevas e inmensas perspectivas que se abren ante nosotros. No eludais nunca lo que a primera vista parece inutil, inexplicable.» Un movimiento en la tribuna, y en la sala se atenuo la luz. La voz serena y fuerte del secretario del Consejo temblo de emocion.

— Vais a ver ahora lo que hace poco parecia completamente imposible: una fotografia de nuestra Galaxia, tomada desde fuera de ella. Hace mas de ciento cincuenta mil anos, es decir, un minuto y medio de tiempo galactico, los habitantes del sistema planetario… — siguio una serie de cifras que no decian nada a Chara —… de la constelacion del Centauro se dirigieron a los moradores de la Gran Nube de Magallanes, unico sistema estelar

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