aguardo respuesta. Fin del mensaje.

Pero, para sorpresa de todos, si hubo respuesta:

— Hola Brant, hola, doctor Lorenson — dijo una voz conocida —. Me alegra saberlo. Tengo una novedad que les interesara, si quieren escuchar.

— Por supuesto, senora alcaldesa — dijo Brant, y los hombres cambiaron miradas divertidas —. Adelante, la escuchamos.

— Descubrimos algo sorprendente en el Archivo General. Esto no es la primera vez que sucede. Hace doscientos cincuenta anos trataron de construir un arrecife desde Isla Norte por el metodo de electroprecipitacion. En la Tierra el metodo funcionaba bien. Pero al cabo de un par de semanas aparecieron cables rotos, e incluso faltaban algunas piezas. Parece que los robaron. Nadie investigo el asunto porque el experimento fracaso totalmente. El agua no contiene los minerales necesarios. Bueno, ya ves que no puedes echar la culpa a los Conservacionistas, que en esa epoca no existian.

Era tal el asombro en la cara de Brant que Loren solto un carcajada.

— Y miren quien queria sorprender a quien. Me has demostrado que en este mar existen cosas que yo ni imaginaba. Pero parece que hay cosas que tampoco tu eres capaz de imaginar…

20 — Idilio

Para los habitantes de Tarna era algo inaudito.

— Primero dices que nunca saliste a navegar… ?y ahora resulta que no sabes andar en bicicleta! ?Que verguenza! — dijo Mirissa —. Es el medio de trasporte mas eficiente jamas inventado, el menos danino para la ecologia, y nunca trataste de aprender.

— En la nave no podia y en las ciudades era demasiado peligroso — replico Loren —. Y ademas, no me parece tan dificil.

Poco tardo en descubrir que no era tan facil, a pesar de las apariencias. En realidad lo verdaderamente dificil era caerse de esos aparatos de centro de gravedad tan bajo y ruedas tan pequenas, pero a Loren le sucedio varias veces. Tras sus fracasos iniciales estuvo a punto de abandonar el intento, pero Mirissa le aseguro que era el medio idoneo para conocer la isla; eso le hizo pensar que tal vez seria el medio idoneo para conocer a Mirissa.

Tras un par de caidas mas descubrio que lo mejor era permitir que los reflejos propios del cuerpo se encargaran de resolver el problema del equilibrio. Logico: si uno pensara antes de dar cada paso, nunca aprenderia a caminar. Aunque la mente de Loren acepto esa solucion, no le fue facil dejarse llevar por sus instintos. Una vez que lo consiguio, sus progresos fueron rapidos. Y entonces se cumplio su sueno: Mirissa ofrecio acompanarlo a conocer los rincones menos transitados de la isla.

No se habian alejado ni cinco kilometros de la aldea, pero tenia la impresion de que no habia otra persona en el mundo mas que ellos dos. En realidad, el camino recorrido habia sido mucho mas largo, porque la ciclovia pasaba por los lugares mas pintorescos de la isla. Loren hubiera podido orientarse facilmente con la pequena computadora manual, pero no lo hizo. Le gustaba la sensacion de estar perdido.

Mirissa, por su parte, hubiera preferido que no llevara el aparato consigo:

— ?Por que lo llevas a todas partes? — dijo, senalando la gruesa faja cubierta de botones, sujeta al antebrazo izquierdo —. A veces es agradable aislarse del mundo.

— Pienso lo mismo, pero el reglamento es muy estricto. Si el capitan Bey requiriera mi presencia y no pudiera encontrarme…

— ?Que te haria? ?Te encerraria en el calabozo, con grilletes en las piernas?

— Eso no seria nada en comparacion con el sermon que me daria. De todas maneras lo puse en Sleep. Si el Centro de Control lo pasa por alto es porque existe una verdadera emergencia, y en ese caso no querria estar aislado.

Hubiera podido agregar que durante mas de mil anos cualquier terricola hubiera preferido salir de su casa sin ropa que hacerlo sin su trasmisor personal. La historia de la Tierra conocia miles de casos horribles, de personas descuidadas o temerarias que habian muerto — incluso a pocos metros de la salvacion — por no contar con el boton rojo de emergencia.

Evidentemente, la ciclovia no estaba destinada al transito pesado. Media menos de un metro de ancho, y al principio Loren tenia la sensacion de transitar sobre una cuerda de equilibrista. Mantenia la vista clavada en la espalda de Mirissa (cosa nada desagradable) para no salirse del camino; pero al cabo de un par de kilometros gano confianza suficiente para gozar del panorama. Cuando se cruzaban con vehiculos que venian en direccion contraria todo el mundo bajaba de sus bicicletas: nadie queria ni pensar en las consecuencias de un choque a semejante velocidad. Tendrian que volver a pie, cargando la bicicleta sobre el hombro…

Andaban en silencio, interrumpido de tanto en tanto cuando Mirissa le senalaba algun arbol raro o un lugar especialmente bello. Loren jamas habia conocido tanto silencio; en la Tierra siempre habia estado rodeado de ruidos, y en la nave uno vivia en medio de un reconfortante concierto de ruidos mecanicos, interrumpidos de vez en cuando por una alarma estridente.

Pero ahora los arboles que lo rodeaban formaban un invisible muro anaecoico, donde el silencio parecia absorber cada palabra apenas la pronunciaban. Al principio Loren gozaba con esa situacion novedosa, pero luego empezo a desear que algun ruido llenara el vacio acustico. Sintio la tentacion de encender su trasmisor para escuchar un poco de musica, pero sabia que a Mirissa no le agradaria.

De repente, para su sorpresa, escucho algunas notas de la musica bailable local, provenientes de los arboles. Puesto que ninguno de los tramos rectos de la via tenia mas de doscientos o trescientos metros, debia aguardar a doblar la curva siguiente para ubicar la fuente. Era un melodioso monstruo musical que avanzaba a paso de hombre, abarcando todo el ancho de la via. Parecia un robot sobre orugas; al apartarse del camino para dejarlo pasar, Loren vio que era una maquina automatica de reparacion de caminos. Al saltar sobre algunos baches y tramos desparejos se habia preguntado si el Departamento de Obras Publicas de Isla Austral no pensaba hacer algo al respecto.

— ?A que se debe la musica? — pregunto —. No creo que la maquina sepa apreciarla.

No habia terminado la frase cuando el robot le hablo en tono severo: «Por favor no transite sobre la via hasta pasados los cien metros porque esta blanda. Por favor no transite sobre la via hasta pasados los cien metros porque esta blanda. Gracias.»

Mirissa advirtio su sorpresa y rio.

— Si, tienes razon, es una tonteria. La musica sirve para advertir a los que vienen en sentido contrario.

— ?No seria mejor una bocina?

— Uy, seria demasiado… agresivo.

Parados al borde de la via, esperaron a que pasara el convoy de tanques, unidades de control y pavimentadoras. Loren no pudo resistir la tentacion de tocar la superficie con el dedo; era calida y blanda, y parecia humeda aunque estaba totalmente seca. Pocos segundos mas tarde estaba dura como una piedra. Loren observo su huella digital. He dejado mi marca en Thalassa, penso con sorna. Alli permanecera… hasta que vuelva el robot.

La via ascendia por una ladera y Loren descubrio que ciertos musculos de sus muslos y pantorrillas, de cuya existencia ni siquiera estaba enterado, empezaban a exigir su atencion. Un poco de traccion mecanica no le hubiera venido nada mal, pero Mirissa habia rechazado los aparatos electricos por considerarlos innecesarios. No disminuia su velocidad: a Loren no le quedaba mas remedio que tomar aliento y tratar de mantenerse a la par.

De pronto oyo un suave rugido. ?Un centro de pruebas espaciales en esa parte de la isla? Imposible. El volumen del ruido aumentaba a medida que se acercaban; segundos antes de verlo, Loren lo identifico.

La catarata no era impresionante en comparacion con las de la Tierra: unos cien metros de altura por veinte de ancho. Caia en medio de nubes de espuma a una pequena laguna, cruzada por un puente metalico.

Para su alivio Mirissa bajo de su bicicleta y sonrio con malicia. Senalo con la mano:

— ?No observas nada… raro?

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