— Beber.
— Beber — repitio el.
Me acoste en la litera. Simule un profundo sueno, y dije:
— Dormir.
«Tormir» — dijo el, deformando la palabra.
Me senale a mi mismo.
— Yo.
— Vzlik. — E imito el gesto.
Quede un poco confuso. ?Queria darme una traduccion de «yo» o se trataba de su nombre? Me incline en favor de la segunda hipotesis. Debia pensar que me llamaba «Yo».
Entonces, queriendo llevar la experiencia mas lejos, dije:
— Vzlik dormir.
— Agua beber — repuso.
Estabamos estupefactos. Este ser mostraba una inteligencia extraordinaria. Se bebio un vaso de agua que le servi. Hubiera continuado la leccion, si Vandal no hubiera hecho observar que el Sswis estaba herido, y probablemente agotado. De hecho, el mismo dijo:
— Vzlik tormir — adormeciendose poco despues.
Vandal exultaba:
— Con la capacidad que tienen, pronto podremos ensenarles nuestras tecnicas.
— Calma — dije—…?Y dentro de cincuenta anos se nos van a echar encima a tiros! Pero realmente nos serian muy utiles si pudieramos pactar con ellos.
— A fin de cuentas — intervino Vandal— le hemos salvado la vida.
— Despues de haber muerto no pocos individuos de su raza, quiza de su propia tribu.
—?Nos habian atacado!
— Estabamos en su territorio. Si quieren la guerra nos encontraremos, mutatis mutandis en la situacion de Cortes, si los aztecas no hubieran temido a sus armas ni a sus caballos. ?En fin, cuidemosle bien! Representa una oportunidad que no podemos desperdiciar.
Pase delante. Miguel conducia. Martina estaba a mi lado.
—?Tu que piensas, Martina?
— Que son terriblemente inteligentes.
— Esta es mi opinion. Pero por otra parte me siento aliviado. No somos ya los unicos seres pensantes de este mundo.
— A mi me da igual — dijo Martina—. No son hombres.
— Evidentemente. ?Que opinas, Miguel?
— No lo se. Hay que esperar. A la izquierda tenemos otra cortina de arboles. Probablemente un rio que atravesar.
— Por la derecha tambien. Se unen. Esto permite suponer una confluencia.
Nos encontrabamos, efectivamente, sobre una lengua de tierra, entre dos rios. El de la izquierda, nuevo para nosotros, fue denominado el Dron. El de la derecha ?era el Vecena o el Dordona? A causa de su anchura, me incline por la segunda hipotesis: trescientos metros, como minimo. Parecia profundo. Las aguas bajaban perezosamente, grises y opacas. La noche se avecinaba.
— Acamparemos aqui. El lugar es facil de defender.
— Puede tambien considerarse como una trampa — dijo Breffort.
— En efecto — anadio Vandal—, no hay salida alguna.
— Una fuerza capaz de cortarnos la retirada lo seria tambien para destruirnos. Aqui no habra mas que un lado para vigilar, lo cual, si llega el caso, nos permitira concentrar el fuego de nuestras armas. Manana estudiaremos las posibilidades de atravesar.
Aquella noche permanece en mi recuerdo como la mas tranquila de nuestra expedicion, al menos en su primera parte. Cenamos sobre la hierba antes de ocultarse el sol. El tiempo era apacible. Si no hubieramos guardado las armas a nuestro lado, y sin la extrana silueta del Sswis podiamos creernos en la Tierra, en un camping. Como en nuestro planeta natal, el Sol, antes de desaparecer, desplego su fantasia en oro, purpura y ambar. Algunas nubes rosas, muy altas, vagaban perezosamente en el cielo. Todos, Vzlik incluido, habiamos comido con excelente apetito. Sus heridas estaban en vias de curacion. Particularmente, parecio apreciar los bizcochos y el buey asado; en cambio quiso probar el vino, y lo devolvio asqueado.
— No parece tener por el la aficion de nuestros salvajes — observo Vandal.
El sol se oculto. Las tres lunas, reunidas en el cielo daban luz suficiente para poder leer. Con una lona de la tienda, arrollada como un colchon, me estire en el suelo con los ojos perdidos en las constelaciones que nos eran ya familiares. El cielo era mucho mas rico en estrellas que el de la Tierra. Con la pipa encendida, deje volar mi imaginacion, escuchando distraido la leccion de frances que Vandal y Breffort daban al Sswis. Martina se acosto a mi izquierda y Vandal a mi derecha. Beltaire y Schoeffer, que habian descubierto su coincidente pasion por el ajedrez, jugaban en un tablero dibujado sobre un carton y unas piezas que ellos mismos habian tallado.
Un poco adormecido, atraje la cabeza de Martina sobre mi brazo. Oia vagamente la voz silbante del Sswis repitiendo las palabras, las jugadas espaciadas de los jugadores de ajedrez y tambien los ronquidos de Miguel.
Resonaron unos ronquidos. Me levante. A vinos metros, un numeroso grupo de animales, iba a beber. Sin alcanzar el tamano de los Goliats, tenian sus buenos ocho metros de largo por cuatro de alto. Un hocico muy alargado y colgante, la curvatura de su dorso, la corta cola y, a pesar de su numero, unas patas macizas sugerian, como sus gritos, a los elefantes. Se alinearon en la orilla y bebieron, plegando las patas delanteras. Vandal le senalo con el dedo, adoptando de cara al Sswis una actitud interrogativa.
«Assek» — dijo este. Despues, abriendo la boca, hizo el gesto de masticar.
— Imagino que quiere decirnos que son buenos para comer — dijo el biologo.
Estuvimos contemplando como bebian. El espectaculo, bajo la luz de las lunas, era esplendido. Pense que el destino me habia ofrecido lo que habia sonado a menudo, en la calma del laboratorio, la vision de las grandes energias primitivas. Martina observaba tambien, emocionada. Le oi susurrar: —Una tierra virgen…
Los animales se marcharon. Pasaron unos minutos.
—?Quien es este? — pregunto de repente Beltaire, abandonando por primera vez su ajedrez.
Me volvi hacia el punto indicado. Una curiosa silueta paseaba por una colina. Por su andar poderoso, contenido, felino, parecia una fiera. De talla pequena — quiza 1,50 m. de alto— daba la impresion de una extraordinaria fuerza. Lo mostre al Sswis. Al momento se puso a hablar excitado, presa de una febril agitacion. Al ver que no le comprendiamos, simulo disparar su arco, a la par que senalaba nuestras armas, diciendo:
—?Bisir! ?Bisir!
De su mimica saque la conclusion de que el animal era peligroso. Sin prisas — la fiera estaba aun a doscientos metros— coloque un cargador en mi fusil ametrallador. Lo que ocurrio entonces, fue de una rapidez inconcebible. El animal salto, o, mejor dicho, parecio volar. Del primer salto franqueo treinta y cinco metros, y ya se elevaba de nuevo derecho sobre nosotros. Martina grito. Los demas se levantaron precipitadamente. Le dispare una rafaga al azar, fallando mi objetivo. La fiera se preparo para un tercer salto. Cerca de mi crepito otro fusil ametrallador. Dispare de nuevo sin exito, vaciando el cargador. Miguel, que estaba a mi lado, lo cambio en seguida.
—?Al camion, rapido! — grite, prosiguiendo el luego.
Entrevi a Beltaire y a Vandal llevando a Sswis.
—?Cuidado, Miguel!
Una rafaga rasante de proyectiles de 20 mm. paso encima nuestro, en la direccion del monstruo. Debieron alcanzarle, pues se detuvo. Estaba solo en tierra. Salte hacia el camion, cerrando la puerta trasera. Miguel me tomo el fusil ametrallador de las manos, y paso el canon por la rendija. Las capsulas vacias tintineaban sobre el suelo. Observe el interior. Todos estaban alli, salvo Martina.
—?Martina!
— Aqui —contesto entre dos rafagas de la ametralladora.
Miguel retrocedio precipitadamente.
—?Agarraos! — exclamo.