Cada tres semanas partian hacia los pozos de petroleo dos camiones cisternas por una autopista de 700 kilometros. El yacimiento se agotaba rapidamente y llegaba el momento de hacer regresar a los, sesenta hombres que permanecian alli. Teniamos decenas de millares de litros de combustible en reserva y ya habia encontrado otros puntos petroliferos a 100 kilometros tan solo.
En resumen, si de vez en cuando no hubieramos encontrado a los Sswis, que se paseaban por nuestras calles, y sin los dos soles y las tres lunas, hubieramos podido afirmar que estabamos de regreso en la Tierra. Fue entonces cuando acontecio el hecho mas importante de nuestra historia despues de la proyeccion sobre Telus.
Yo me habia acostado tarde, aclarando mis notas y dibujando rudimentarios planos geologicos en mi gabinete de trabajo, que ocupaba la planta baja de nuestra pequena casa. Antes de subir a dormir fui hasta el aparato de radio y llame al contramaestre de guardia de los pozos de petroleo para darle instrucciones. Despues olvide cerrar el receptor. Martina me desperto al cabo de media hora.
—?Escucha, estan hablando abajo!
— Debe ser fuera.
Fui hasta la ventana y la abri. Todo estaba obscuro y la calle desierta. El pueblo dormia y todas las luces estaban apagadas. Solamente el faro de la torre de guardia barria el espacio, iluminando las casas.
—?Has debido sonar! — dije, y me acoste de nuevo.
—?Se oye otra vez!
Puse atencion, y, en efecto, pude oir vagamente unas voces. Luego, por un habito terrestre:
— Debi dejar la radio abierta — dije medio dormido. E inmediatamente—: ?Santo cielo! ?Quien puede hablar a estas horas?
Baje de un salto. El receptor, encendido, estaba mudo. Por la ventana veia la noche, claveteada de estrellas. Las luces se habian ocultado. De subito salto una voz del aparato:
«Here is W. A. calling New-Washington… Here is W. A. calling New-Washington…» (Aqui W. A. llamando a New-Washington.) Hubo un silencio. «Here is W. A….»
El sonido era muy claro. La estacion emisora debia estar muy proxima.
—?Escucha! — dijo de nuevo Martina. Yo estaba inmovil, casi sin respiracion. Se oia un ligero ronquido de motor.
—?Un avion?
Me precipite hacia la ventana. Un punto luminoso se desplazaba por las estrellas. Volvi al aparato de radio, maniobre febrilmente con las manecillas, buscando la longitud de onda receptiva del avion.
«W. A. Who are you?» — dije en mi pobre ingles. Al fin encontre la longitud de onda correcta.
«W. A. Who are you? Here New-France!» (W. A. W. A. ?Quienes sois? Aqui Nueva Francia.)
Pude oir una exclamacion ahogada, y una voz me respondio, en un frances excelente:
— Aqui W. A., avion americano. ?Donde estais?
— Debajo de vosotros. Enciendo una lampara exterior.
El avion nos sobrevolaba.
— Veo vuestra luz. Nos es imposible aterrizar de noche. Volveremos mas tarde. ?Cuantos sois?
— Unos cuatro mil. Todos franceses. ?Y vosotros?
— En el avion, siete. En New-Washington, once mil, americanos, franceses canadienses y noruegos. Conservad vuestra longitud de onda. Volveremos a llamaros.
—?Cuando despegasteis?
— Hace diez horas. Estamos explorando. Por la manana volveremos. Ahora vamos hacia el Sur. Cesad las llamadas, pero situad a un hombre de guardia a la escucha. Vamos a llamar a New Washington. Estamos muy contentos de saber que no estamos solos. Hasta pronto…
Despues repitio la sintonia: Here is W. A. Siguio una larga conversacion, que apenas comprendi. Anunciaban nuestro descubrimiento.
No pudimos aguantarnos. Fuimos a despertar a mi hermano, que habitaba, con Luis y Breffort, una casa a cien metros de la nuestra, y despues a mi tio, Miguel, Menard y todos los dirigentes. Finalmente la efervescencia cundio en todas partes, y la noticia por telefono llego a Puerto-Leon, con la orden de activar la construccion del Temerario. Al fin amanecio. Hicimos los preparativos para recibir dignamente a los aviadores. Balizamos un vasto prado, de duro suelo, con una flecha blanca indicando la direccion del viento. Despues volvi a la emisora. Martina habia cuidado de la vigilancia.
—?Nada?
— Nada.
—?No obstante, no lo hemos sonado! Aguardamos durante dos horas, rodeados de una multitud que se apretujaba sobre mi mesa de trabajo, mueble «tabu», de tal forma que incluso Martina habitualmente no la tocaba. En el Ayuntamiento, donde habia la otra radio, el mismo espectaculo. De repente:
—?W. A. llama a Nueva Francia! ?W. A. llama a Nueva Francia!
— Aqui Nueva Francia, escucho…
— Estamos volando por encima de tierra ecuatorial. Dos de los cuatro motores nos fallan. No podemos volver. Nos es imposible comunicar con New-Washington. Os oimos muy mal. Para el caso de que perezcamos, he aqui la posicion de New-Washington con relacion a la vuestra: Latitud 41°, 32, Norte. Longitud 62°, 12, Oeste.
—?Y vuestra posicion actual?
— Con relacion a la vuestra, unos 8 grados latitud Norte y 12 grados de longitud.
—?Estais armados?
— Si. Ametralladoras de a bordo y fusiles.
— Probad de aterrizar. Venimos en vuestro socorro. Para llegar hasta alli tardaremos — calcule rapidamente— unos veinte o veinticinco dias. Unos animales que se parecen a los rinocerontes son comestibles. ?No comais frutos sin conocerlos!
— Racionandolos, tenemos viveres para treinta dias. Vamos a aterrizar, nos falla otro motor.
—?Desconfiad de las hidras si las veis! ?No dejeis que se acerquen!
—?Que son las hidras?
— Una especie de pulpos volantes. Los reconocereis facilmente. ?Disparad en seguida!
— Entendido. Descendemos hacia la llanura, entre unas montanas muy altas y el mar. ?Hasta pronto!…
La voz callo. Aguardamos, angustiados. A mas de seis kilometros de distancia, siete hombres luchaban por su vida. Nuestra espera duro una hora; despues la voz continuo:
— Lo hemos conseguido. El avion ha quedado parcialmente destruido, pero todos estamos a salvo. Desgraciadamente nos vimos obligados a vaciar casi todo el combustible y nuestros acumuladores estan poco cargados. Aunque muy espaciadamente, emitiremos para orientaros.
— Ya os advertiremos al marchar. Radiaremos cada veinticuatro horas terrestres. Aqui, ahora, son las 9 h. 37. ?Animo y hasta pronto!
Me fui inmediatamente hacia Puerto-Leon. El Temerario realizo las primeras pruebas aquel mismo dia. Era un barco de pequenas dimensiones, de 48 metros de largo por 5 de ancho, que desplazaba unas 140 toneladas. Dos Dieseis de la antigua fabrica, muy potentes, le permitian una velocidad maxima de 25 nudos. A 12 nudos podia recorrer mas de 10.000 millas. Teniendo en cuenta nuestros limitados medios, era una obra maestra. Estaba armado con una ametralladora de 20 mm. y, dado que las municiones eran relativamente escasas, con una artilleria de lanzagranadas. Estas armas habian sido perfeccionadas desde los tiempos heroicos de la batalla de las hidras. A proa y a popa, cuatro tubos pareados lanzaban hasta cinco kilometros, con una precision aceptable, proyectiles de 12 kilos. A babor y a estribor, canones de menor calibre alcanzaban hasta siete kilometros.
Verificados con rapidez los ensayos — ida y vuelta hasta la desembocadura del Dordona— mande embarcar viveres y municiones. Partimos al dia siguiente. La tripulacion se componia de doce hombres. Miguel como navegante y Biron de mecanico. De entre aquellos, cinco habian pertenecido a la marina. Por mi parte, yo habia cruzado el Mediterraneo tres veces con un pequeno velero de un amigo mio y tenia algunas rudimentarias nociones de navegacion. Llevabamos una camioneta equipada — una reduccion de nuestro camion-tanque— y una emisora de radio.
A pequena velocidad, descendimos por el rio. Al salir del estuario lance una llamada. Del avion respondieron brevemente. En aquel momento el Temario comenzo a bailar; acababamos de entrar en el oceano.