era demasiado pequena para ser uno de los Roman.

—?El cartero! —grito Harry jovialmente. ?Que diablos ocurria alli?

El sonido de un disparo coincidio con un tenue tiron de la saca de correo. Harry se arrojo al suelo y se arrastro para ponerse a cubierto. La saca, que en aquella posicion quedaba mas alta que el, se agito al recibir el impacto de otro disparo. Harry penso que seria del calibre veintidos. Poca cosa como rifle, al menos para el valle. Se oculto detras de un arbol, y su respiracion agitada le parecio demasiado ruidosa.

Harry se desprendio de la saca y la dejo en el suelo. En cuclillas, busco cuatro sobres atados con una goma. Luego tomo impulso y en un instante se lanzo a una carrera frenetica hacia el buzon de los Roman, echo el paquete al interior y corrio de nuevo a ponerse a cubierto. Sono otro disparo. Harry se tendio jadeante junto a la saca, tratando de pensar.

El no era policia, no estaba armado, y no podia hacer nada para ayudar a los Roman. Era imposible. Tampoco podia volver a la carretera, donde careceria de toda proteccion. ?Y la hondonada que habia al otro lado? Estaria llena de agua, pero era lo mejor que podia hacer. Echar a correr, cruzar la carretera y luego arrastrarse... Pero en ese caso tendria que abandonar la saca de correo. ?Y por que no? ?A quien iba a enganar? El cometa habia caido y ya no habia necesidad de carteros. ?De que iba a servirle cargar con la saca?

—Si que me sirve —dijo en voz alta—. Un tipo que saco buenas notas durante el bachillerato quemandose las pestanas, que abandono los estudios universitarios porque no se sentia capacitado, que le echaron de todos los empleos que tuvo..

Con la saca a cuestas seguia siendo un cartero, un hombre con una profesion, asi que cargo con ella y se agacho de nuevo. Todo parecia tranquilo ahora. Tal vez le habian disparado para que se alejara, ?pero con que objeto?

Respiro hondo. Tenia que hacerlo ahora, antes de que estuviera demasiado asustado para intentarlo. Se lanzo hacia la carretera, la cruzo y se metio en la hondonada. Dispararon otra vez, pero la bala debio pasar muy lejos. Harry se escabullo por la hondonada, medio arrastrandose, medio nadando, levantando la saca por encima de la cabeza para que no se mojara.

Por suerte no dispararon mas. El rancho Muchos Nombres estaba a poco mas de medio kilometro carretera abajo. Tal vez alli tendrian armas, o un telefono que funcionara... ?Habria algun telefono en uso? El Shire no era precisamente una fuente oficial de informacion, pero habian estado seguios de que ya no habia ningun servicio en pie.

—Nunca encuentras un poli cuando lo necesitas —murmuro Harry.

Deberia tener cuidado al aproximarse a Muchos Nombres. Los propietarios tal vez estarian algo nerviosos. ?Y si no era asi, no les faltarian motivos para estarlo!

Anochecia cuando Harry llego al rancho Muchos Nombres. La lluvia se habia intensificado y caia sesgada, y los relampagos brillaban en el cielo casi negro.

Muchos Nombres constaba de treinta acres de terreno dedicado al pasto, salpicado con los pedruscos blancos habituales de la region. La propiedad estaba repartida entre cuatro familias, las cuales a veces invitaban a Harry a tomar cafe. El resultado era que Harry se sentia algo azorado, pues nunca sabia a que familia le tocaba el turno. Las familias se turnaban en el usufructo del rancho, y cada una de ellas lo ocupaba una semana al mes. Para ellos el rancho era un lugar de asueto. A veces hacian trueques; en ocasiones traian invitados. El excesivo numero de propietarios no habia podido ponerse de acuerdo para ponerle un nombre al rancho, y al fin le habian puesto Muchos Nombres, en espanol. Pero aunque estuviera en otro idioma, el nombre aquel no enganaba a nadie.

Aquel dia Harry no se sentia en absoluto timido. Grito «?Cartero!» y espero, sin muchas esperanzas de que le respondieran. Finalmente, abrio la puerta de la valla y entro.

Lleno de aprensiones se acerco a la casa. Llamo a la puerta y esta se abrio.

—El correo —dijo Harry—. Hola, senor Freehafer. Siento llegar tan tarde, pero han surgido algunas emergencias.

Freehafer sujetaba una pistola automatica. Miro a Harry con cierta prevencion. Tras el, en la sala de estar, iluminada con velas, habia varias personas que le miraban con expresiones cautelosas.

—?Pero si es Harry! —exclamo Doris Lilly—. No te preocupes, Bill. Es Harry, el cartero.

Freehafer bajo el arma.

—Bien, me alegro de verte, Harry. Entra. ?A que emergencias te referias?

Harry paso al interior, librandose de la lluvia. Entonces vio a otro hombre apoyado en el umbral de una puerta, con una escopeta al lado.

—El correo —dijo Harry, sacando de la saca dos revistas, que constituian el correo habitual para Muchos Nombres.

—Alguien me disparo desde la casa de Carrie Roman. Un desconocido. Me temo que los Roman tienen problemas. ?Funciona su telefono?

—No —dijo Freehafer—. No podemos ir alli esta noche.

—Bueno. Mi camioneta se ha despenado por la ladera de una colina, y no se como estaran las carreteras. ?Pueden dejarme dormir en un sofa, o una alfombra, y darme algo de comer?

El hombre vacilo de manera ostensible.

—Me temo que tendra que ser en la alfombra —dijo Freehafer—. ?Te bastara con un plato de sopa y un bocadillo? Estamos un poco escasos de comida.

—Me comeria sus zapatos viejos —dijo Harry.

Le dieron sopa de tomate en lata y un bocadillo de queso caliente, que le supo a gloria. Entre bocados se entero de lo sucedido. Los Freehafer habian empezado a marcharse el martes, pero al ver el aspecto amenazador que iba adquiriendo el cielo, decidieron regresar al rancho. Entonces llegaron los Lilly, pues aquella semana les tocaba a ellos utilizar el rancho, en compania de los Rodenberry, a los que habian invitado, con sus dos hijos. Habia llegado el fin del mundo y los Rodenberry dormian en los sofas. Nadie habia intentado todavia llegar al supermercado de la ciudad.

—?Que significa eso de que ha llegado el fin del mundo? —pregunto Harry.

Se lo explicaron, le mostraron las revistas que el mismo habia traido. Los ejemplares estaban humedos, pero todavia podian leerse. Harry leyo las entrevistas a los expertos, a Sagan, Asimov y Sharps. Miro las representaciones artisticas de impactos de grandes meteoros.

—Todos opinan que pasara de largo —comento Harry.

—Pues no lo hizo —dijo Norman Lilly, que habia sido jugador de futbol y luego ejecutivo de seguros, un hombreton imponente, de anchos hombros, que sin duda no habia abandonado sus ejercicios gimnasticos—. ?Que vamos a hacer ahora? Hemos traido algunas semillas y material para cultivo, por si acaso, pero no tenemos ningun libro. ?Tienes alguna idea de cultivos, Harry?

—No. Amigos, he tenido un dia muy duro...

—De acuerdo. Es absurdo que gastemos velas —dijo Norman.

Todas las camas, los sofas y las mantas estaban ocupados. Harry paso la noche sobre una gruesa alfombra, abrigado con tres enormes batas de bano de Norman Lilly y apoyando la cabeza en un cojin. Estaba bastante comodo, pero no pudo conciliar el sueno.

?El martillo de Lucifer? ?El fin del mundo? Se habia arrastrado por el barro mientras las balas perforaban la saca del correo y las cartas que contenia. Le mantuvo despierto el recuerdo de aquella pesadilla, una pesadilla que habia sido real.

Cuando desperto de su sueno intranquilo, Harry conto los dias transcurridos. La primera noche durmio en la camioneta, la segunda en casa de los Miller. La noche pasada era la tercera. Habian pasado tres dias desde que se presentara por ultima vez en la oficina para hacerse cargo de su trabajo.

Definitivamente, era el fin del mundo. El Lobo le habria estado buscando enfurecido. Pero no... La energia electrica seguia interrumpida. Los telefonos no funcionaban. No habia piquetes de Obras Publicas reparando las carreteras. El corolario era evidente: habia caido el cometa. Era el fin del mundo. Realmente habia sucedido.

—?Arriba, arriba! —exclamo Doris Lilly. Su alegria era artificial pero de todos modos procuraba mantenerla—. Venga, Harry, levantate antes de que no quede ni una migaja del desayuno.

El desayuno fue parco, pero lo compartieron con Harry, lo cual era muy generoso por su parte. Los hijos de los Lilly, de ocho y diez anos respectivamente, miraban a los adultos. Uno de ellos se quejo de que la television no funcionaba. Nadie le presto atencion.

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