fueran a salir de la pantalla.

—?Dios mio, se acerca mucho! —se oyo por el altavoz.

—Ese es Johnny...

—Parece como si fuera a chocar...

La imagen de la television se desvanecio. La voz seguia oyendose a traves del altavoz.

—?Bola de fuego por encima de nosotros! Houston, Houston, ha habido un gran impacto en el Golfo de Mexico...

—?Dios mio!

—Calla, Jack —dijo Jellison en tono contenido.

—...Solicitamos que envien un helicoptero para recoger a nuestras familias... El cometa ha chocado.

—No debes hablar a Jack de ese modo...

Jellison paso por alto la observacion de Charlotte.

—?Al! —grito.

—Si, senor —respondio Hardy, desde la estancia vecina, y se presento al instante.

—Reune a todos los trabajadores del rancho, rapido. Todos los que tengan camionetas que las traigan. Y rifles tambien. Date prisa.

—De acuerdo —dijo Hardy. Salio apresuradamente de la sala.

Los demas parecian estupefactos.

—?Que ha ocurrido, abuelo? —pregunto Jennifer, quejumbrosa.

—No lo se —respondio Jellison—. No se cual es la gravedad de la situacion. Ese maldito telefono se ha interrumpido. Maureen, a ver si puedes averiguar algo, si logras hablar con alguien del JPL. Utiliza aquel telefono, corre.

—Voy.

Jellison miro a Jack Turner. Aquel hombre era desconocido en el valle. Nadie aceptaria ordenes suyas. ?Para que podria servir?

—Jack, me llevaras a la ciudad. Quiero ver al jefe de policia y al alcalde.

Turner fue a decir algo, pero la expresion del senador no le dejo hacerlo.

—No puedo comunicar con Los Angeles, papa —dijo Maureen—. El telefono funciona, pero...

La interrumpio el terremoto. No fue muy fuerte, pues se encontraban lejos de las principales fallas californianas, pero fue suficiente para que la casa temblara. Los ninos parecian asustados, y Charlotte los llevo al dormitorio.

—Puedo llamar a los telefonos de la zona —dijo por fin Maureen.

—Bien. Llama a la policia y diles que voy a la ciudad para hablar con su jefe y con el alcalde. Es importante, y diles tambien que ya estoy en camino. Vamos, Jack. Maureen, cuando Al haya reunido a los trabajadores del rancho, tu y Al hablad con ellos. Necesitamos a todos sus amigos, sus vehiculos, rifles, todo. Hay mucho que hacer. Envia la mitad de ellos a la ciudad, para reunirse conmigo, y el resto que se quede para asegurar la proteccion en caso de tormentas, deslizamientos de tierras... —Se quedo un momento pensativo— y nieve, si Charlie Sharps sabe lo que se dice. Dentro de una semana nevara.

—?Nieve? Eso es estupido —protesto Jack Turner.

—Muy bien —dijo Maureen—. ?Algo mas, papa?

El Ayuntamiento hacia las veces de biblioteca, prision y comisaria de policia. El jefe local disponia de dos patrulleros fijos y varios voluntarios auxiliares que no cobraban salario. El alcalde era propietario del almacen de piensos. El gobierno en Silver Valley no era una actividad importante ni complicada.

Empezo a llover antes de que Jellison llegara al Ayuntamiento. Al este de Sierra Alta restallaban los relampagos. La lluvia parecia agua caliente de bano, llenaba las calles y corria por los puentes bajos que salvaban las hondonadas. El alcalde Gil Seltz parecia preocupado. Se alegro mucho cuando vio al senador Jellison.

Habia una docena de personas en la gran sala de la biblioteca. El jefe de policia Randy Hartman, un policia retirado procedente de una de las grandes ciudades del Este, tres alguaciles, un par de duenos de tiendas de la localidad. Jellison reconocio a un hombre de cuello corto y robusto, como un toro, sentado detras de los demas, y le saludo con la mano. Era su vecino George Christopher, al que no veia muy a menudo.

Jellison presento a su yerno y estrecho las manos que se le tendian. Todos guardaron silencio.

—?Que ha ocurrido, senador? —pregunto el alcalde—. Esa cosa ha... ha chocado realmente con nosotros, ?verdad?

—Asi es.

—Lei varios articulos en revistas —musito el alcalde Seltz—. Los glaciares, la desaparicion de la costa oriental... —Se oyo un potente trueno y Gil Seltz senalo las ventanas—. Antes no lo crei. Ahora supongo que debo hacerlo. ?Cuanto tiempo durara esta lluvia?

—Semanas —respondio Jellison.

Todos adoptaron una expresion grave. Eran granjeros y agricultores, o vivian en una comunidad donde la agricultura, y el clima, eran los temas de conversacion mas importantes. Todos sabian cuales podian ser las consecuencias de una lluvia continua durante semanas.

—Los animales se moriran de hambre —dijo Seltz. Asomo a sus labios un conato de sonrisa al pensar en los precios que llegarian a tener los articulos de su almacen; pero un pensamiento mas detenido le hizo fruncir el ceno—. ?Cuales han sido los danos? ?Camiones volcados, trenes detenidos, interrupcion de los suministros de alimentos?

Jellison permanecio un momento silencioso.

—Los cientificos dicen que llovera asi en todo el pais —dijo lentamente.

—Estamos aviados —dijo el alcalde—. Este ano nadie va a cosechar nada. Nadie. No habra mas que lo que hay en los silos y los graneros.

—Y no creo que nadie nos envie gran cosa —observo George Christopher. Todos asintieron—. Si las cosas estan tan mal... ?Lo estan?

—No lo se —dijo Jellison—. Es muy posible que esten peor.

Seltz se volvio para estudiar el gran mapa de Tulare y los condados adyacentes colgado en la pared de la biblioteca.

—Dios mio, senador, ?que vamos a hacer? El valle de San Joaquin va a inundarse con esta lluvia. Se llenara hasta los bordes. Y ahi vive mucha gente... mucha.

—Y todos se dirigiran aqui, en busca de tierras altas —anadio George Christopher—. ?Donde les alojaremos? ?Como podremos alimentarlos a todos? Es imposible.

Jellison se sento en el borde de la mesa de lectura.

—Habeis dado en el clavo, amigos. Ese es el problema, no lo dudeis. En el valle de San Joaquin vive medio millon de personas, quiza mas, y todos buscaran terrenos elevados. En la Sierra hay mas gente, los que se marcharon para alejarse del cometa, y ahora bajaran aqui. Vendra gente incluso de Los Angeles. ?Que haremos con todos ellos?

—A ver si aclaramos las cosas —dijo uno de los concejales—. Ha habido un desastre, pero ?dicen ustedes... —Se interrumpio, incapaz de proseguir por un momento—, ?dicen ustedes que el Ejercito, el presidente, la ciudad de Sacramento, todo el mundo ha quedado fuera de combate? ?Que nos hemos quedado solos para siempre?

—Es posible —dijo Jellison—, pero tambien pudiera ser que no.

—Hay algo fundamental —dijo George Christopher—. Podemos ocuparnos de toda esa gente durante una semana, tal vez dos, pero no mas. Despues alguien tendra que morirse de hambre. ?Quien sera? ?Todos nosotros porque hemos tratado de mantener viva a demasiada gente durante un par de semanas?

—De acuerdo, ese es el problema —convino el alcalde Seltz.

—Yo no pienso dar de comer a nadie —dijo George Christopher en un tono duro como el granito—. Tengo que cuidar de los mios.

—Usted no puede... —intervino Jack Turner—, no puede abandonar todas sus responsabilidades.

—No creo tener ninguna responsabilidad con respecto a los forasteros —dijo Christopher—, sobre todo considerando que van a morir de todas maneras.

—Algunos no vendran aqui —dijo el jefe de policia Hartman, senalando el gran mapa—. Porterville y Visalia se encuentran en antiguos cauces de rios, en cuencas que pueden inundarse facilmente. Con esta lluvia, dudo que

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