las presas para el control de las crecidas aguanten mucho tiempo.

Todos miraron el mapa. Era cierto. Mas arriba de Porterville se encontraba el lago Success, con miles de millones de toneladas de agua que se derramaria sobre la ciudad. Al norte, Visalia no estaba en mejor situacion.

—No es solo la lluvia —dijo el mayor Seltz reflexivamente—. Es lluvia calida, y en las zonas elevadas todavia hay nieve. Supongo que ya se habra derretido, y si todavia no lo ha hecho no pasara de esta tarde.

—?Tenemos que advertir a esa gente! —exclamo Jack Turner.

—?De veras? —pregunto el concejal.

—Claro que si —dijo el jefe de policia—. ?Y con que los alimentaremos cuando los tengamos aqui? ?Con las existencias de la tienda de Granny Mason?

Hubo un confuso rumor de voces en la estancia.

—?Cuanto resistiran esas presas? —pregunto Jellison—. ?Todo el dia?

Nadie lo sabia con seguridad. El telefono no funcionaba, de modo que no podian llamar a los ingenieros del condado.

—?Que cree que debemos hacer, senador? —pregunto el jefe de policia.

—?Hay tiempo para ir con camiones a esa zona? Vaciariamos los supermercados, los almacenes, las ferreterias, lo que sea, antes de que cedan las presas...

Se hizo un largo silencio. Entonces se levanto uno de los concejales.

—Calculo que esa presa aguantara todo el dia. Y de todos modos, si el agua no baja demasiado rapida, no podra detener mi camion. Es un mastodonte de diez ruedas. Ire.

—No vayas solo —le advirtio Jellison—. Y lleva armas.

—Hare que mis hombres le acompanen —dijo el jefe de policia.

—?Que haremos con el genero? —pregunto George Christopher.

—Lo compartiremos —dijo Jellison.

—Compartirlo... Si compartes algo conmigo, esperaras que yo comparta contigo otra cosa. No creo que eso me guste.

—Diablos, George, todos estamos metidos en esto —dijo el alcalde.

—?Todos? ?Quienes somos todos? —inquirio Christopher.

—Nosotros, tus vecinos, tus amigos —dijo uno de los concejales.

—Con eso estoy de acuerdo —convino Christopher—. Mis vecinos y mis amigos. Pero no voy a pasar privaciones por culpa de la gente de alla abajo, sobre todo si de todos modos estan condenados. —El corpulento granjero parecia tener dificultades para expresarse—. Mirad, yo soy un cristiano tan caritativo como cualquier otro, pero no voy a permitir que los mios se mueran de hambre para ayudar a otros.

Cuando termino de hablar, Christopher se dispuso a marcharse.

—?Adonde vas, George? —le pregunto el jefe de policia.

—El senador ha tenido una buena idea. Voy a buscar a mi hermano e iremos al llano con mi camion. Alli debe haber muchas cosas que necesitaremos. Es absurdo permitir que se las lleve el agua cuando se rompa la presa.

Salio de la estancia antes de que nadie pudiera anadir algo mas.

—Va a tener problemas con el —dijo el alcalde Seltz, dirigiendose al senador.

—?Quien, yo?

—Claro, ?quien si no? Yo tengo un almacen de piensos. Soy el alcalde, pero no estoy preparado para esto. Espero que usted tome el mando. ?Les parece bien?

Hubo un coro de voces afirmativas. Todos esperaban que el senador tomara el mando.

George Christopher y su hermano Ray avanzaban por la carretera hacia Porterville. A su derecha se encontraba el lago Success, a la derecha habia una sucesion de monticulos. La lluvia caia sin cesar. El nivel del lago ya casi alcanzaba el puente por donde la carretera cruzaba. El barro desprendido de las colinas y arrastrado por las aguas cubria la calzada. El voluminoso camion pasaba sobre los tramos enlodados sin aminorar la marcha.

—No hay mucho trafico —dijo Ray.

—Todavia no. —George estaba cenudo. Su boca formaba una linea severa y arqueaba el cuello bovino hacia el volante, concentrandose en la carretera—. Pero no pasara mucho tiempo antes de que empiece el gran desfile. Subiran por la carretera en busca de tierras altas...

—La mayoria se quedaran en Porterville —dijo Ray—. Esta bastante mas alto que el valle San Joaquin.

—Lo estaba. Despues de los temblores de tierra, cualquiera sabe. La tierra se mueve, sube y baja... Ademas, cuando ceda la presa, Porterville desaparecera. No se quedaran ahi.

Ray no dijo nada. Nunca discutia con George. George era el unico miembro de la familia que habia ido a la universidad. Cierto que no termino los estudios, pero algo aprendio mientras estuvo alli.

—?Que van a comer, Ray? —pregunto George de pronto.

—No lo se.

—?Estas preparado para ver a tus hijos morirse de hambre?

—No llegaremos a eso.

—?Ah, no? La gente esta en todas partes. La lluvia salada cae sin parar en el San Joaquin. La parte inferior del valle se inunda. Porterville desaparece cuando cede la presa. La gente se dirige a las tierras altas, y ahi estamos nosotros. Los tenemos en todas partes, acampados en los caminos, apinados en la escuela, en corrales, en donde sea. Y todos hambrientos. Al principio hay mucha comida. Durante un tiempo es suficiente para todos. Ray, no puedes mirar a un chiquillo hambriento y no darle de comer.

Ray permanecio en silencio.

—Piensa en ello. Mientras haya comida, alimentaremos a la gente. ?Te negarias a hacerlo mientras todavia tengamos ganado? ?Estas preparado a cocer tus perros para alimentar a un punado de hippies de Porterville?

—No hay ningun hippy en Porterville.

—Ya sabes a que me refiero.

Ray lo penso detenidamente. Llegarian a traves de Porterville. Al norte y al sur habia ciudades de diez millones de habitantes cada una, y solo con que uno de cada diez mil habitantes viviera lo bastante para llegar a Porterville y girar al este...

Ahora los labios de Ray formaban una linea sombria, como los de su hermano. Los musculos sobresalian en su cuello como gruesas cuerdas. Ambos eran corpulentos; era una caracteristica familiar. Cuando eran mas jovenes, a veces George y Ray iban a los bares donde se reunian los matones en busca de camorra. Solo una vez recibieron una paliza, y en aquella ocasion volvieron a casa y regresaron con sus dos hermanos mas jovenes. Despues de aquello les era casi imposible encontrar alguien con quien pelear.

Y ambos pensaban de la misma manera, aunque los pensamientos de Ray eran mas lentos. Ahora veia el panorama: miles de extranos extendiendose por la tierra como una plaga de langostas, de todos los tamanos, formas y edades... Profesores universitarios, asistentes sociales, actores de television, moderadores de concursos, escritores, neurocirujanos, arquitectos de urbanizaciones, disenadores de modas y las nutridas hordas de los eternos parados... todos ellos gentes sin tierras, sin trabajo ni habilidades ni herramientas ni hogares. Como langostas, y a las langostas se las podia combatir. Pero ?y los ninos? A los extranos se les podia echar, pero los ninos...

—Bueno, ?que hacemos? —pregunto Ray finalmente.

—Si no llegan hasta aqui, no pueden causar problemas —dijo George. Miro las colinas por encima de la carretera—. Si un centenar de toneladas de roca y barro caen sobre la carretera un poco mas adelante, nadie llegara al valle. En cualquier caso, no sera facil hacerlo.

—Tal vez deberiamos rezar para que llueva mas —dijo Ray. Miro por la ventanilla la interminable cortina de lluvia.

George se aferro al volante. Creia en el valor de las plegarias y no le habia gustado el tono burlon de su hermano. No es que Ray tuviera mala idea. Ray tambien iba a la iglesia, a veces, casi con tanta frecuencia como George, pero no se podia rezar por algo asi.

Penso en toda aquella gente condenada irremisiblemente a morir y por cuya culpa moririan tambien sus familiares. Se imagino a su hermana pequena, delgada, con el vientre prominente, en los estadios finales de la

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