las mismas condiciones el proximo invierno. Es asi de simple.

—?Asi se habla, George! —grito alguien desde el fondo de la sala de juntas.

George miro a su alrededor, a todos los rostros. No eran hostiles. En la mayoria se reflejaba la verguenza... el miedo y la verguenza. George penso que esa era tambien la impresion que el debia darles. Prosiguio tenazmente:

—Tenemos que hacer algo, y lo hacemos ahora mismo o no conteis para nada con mi cooperacion. Cogere todo lo que tengo, todo el material que he traido hoy de Porterville, me ire a casa y no tendre reparo en disparar a cualquiera que se acerque.

Hubo mas murmullos. El reverendo Varley intento hablar, pero le hicieron callar.

—?Tiene mucha razon! —dijo alguien.

—Estamos contigo, George —declaro otro.

Entonces intervino Jellison.

—Yo no he dicho que no debamos tratar de cerrar la carretera. Estabamos discutiendo las dificultades practicas.

Arthur Jellison no podia mirar al sacerdote a la cara.

—Bien. Entonces lo haremos —dijo George Christopher—. Ray, tu quedate aqui y dime todo lo que ocurra en esta reunion. Cari, Jake y el resto venid conmigo. Manana por la manana habra aqui otro millar de personas si no les detenemos.

Jellison penso que, ademas, seria mas facil hacerlo de noche, cuando no podian ver sus caras. Tal vez por la manana se habrian acostumbrado. Eso es lo que ocurriria: acabarian acostumbrandose a condenar a otros a morir. Lo peor de todo era que George Christopher tenia razon, pero aquello no facilitaba las cosas.

—Ordenare a algunos de mis hombres que te acompanen, George. Y por la manana enviaremos a un grupo para que os sustituya.

—Muy bien. —Christopher se dirigio a la salida. Se detuvo un instante para sonreir a Maureen—. Buenas noches, Melisandra —le dijo.

Una lampara de queroseno ardia en la sala de estar de la casa de Jellison. Arthur Jellison estaba tendido en una tumbona, descalzo y con la camisa parcialmente desabrochada.

—Al, deja esas listas hasta manana.

—Si, senor. ?Necesita algo mas? —Al Hardy consulto su reloj. Eran las dos de la madrugada.

—No. Maureen cuidara de mi. Buenas noches.

Hardy miro de nuevo su reloj.

—Se esta haciendo tarde, senor, y tiene que levantarse de manana...

—Me acostare pronto. Buenas noches.

Esta vez la despedida fue inequivoca. Jellison miro a su ayudante mientras abandonaba la estancia. Los ademanes resueltos de Hardy confirmaban una suposicion de Jellison. Aquel condenado doctor del hospital naval de Bethesda habia hablado a Hardy acerca de los electrocardiogramas anormales, y Hardy se estaba comportando como una gallina clueca. ?Se lo habria dicho a Maureen? No importaba.

—?Quieres un trago, papa? —le pregunto Maureen.

—De agua. Deberiamos conservar el whisky. Sientate, por favor.

Su tono era cortes, pero no se trataba exactamente de un ruego. Tampoco era una orden. Estaba preocupado.

Ella se sento junto a su padre.

—?Que deseas?

—?Que quiso decir George Christopher? ?Que es eso de «Melisandra», o lo que dijera?

—Es una larga historia...

—Quiero oirla. Quiero saber todo cuanto concierna a los Christopher.

—?Por que?

—Porque ellos son la otra potencia en este valle y hemos de trabajar juntos, no unos contra otros. He de conocer sus puntos flacos. Anda, dimelo.

—Buen, ya sabes que yo y George crecimos practicamente juntos —dijo Maureen—. Somos de la misma edad...

—Si, ya lo se.

—Y antes de que fueras a Washington, cuando eras senador del estado, George y yo estuvimos enamorados. Solo teniamos catorce anos, pero creiamos amarnos. —Y desde entonces Maureen no habia sentido algo semejante por nadie, pero no se lo dijo a su padre—. Queria que me quedara aqui, con el. Yo tambien lo deseaba, pero era imposible. No queria ir a Washington.

Jellison parecia mas viejo a la luz de la lampara de queroseno.

—No lo sabia. Por entonces estaba muy ocupado...

—No te preocupes, papa —dijo Maureen.

—En cualquier caso ya no tiene remedio. ?Que era eso de Melisandra?

—?Recuerdas la obra El brujo? El hombre de confianza adula a la granjera solterona, le dice que deje de llamarse «lizzie», que vaya con el, y entonces sera Melisandra y llevara una vida excitante... Bueno, George y yo la vimos aquel verano e hicimos algunas sustituciones. En lugar de llevar una vida excitante en Washington, yo me quedaria aqui con el. Habia olvidado todo eso.

—Lo habias olvidado, ?eh? Pero ahora lo recuerdas a la perfeccion.

—Papa...

—?Que quiso decir al llamarte eso? —le pregunto Jellison.

—Bien, yo... —Se interrumpio y no dijo nada mas.

—Si, yo tambien lo he supuesto asi. Te esta diciendo algo, ?verdad? ?Le has visto a menudo desde que nos fuimos a Washington?

—No, no mucho.

—?Te has acostado con el?

—Eso no es asunto tuyo —dijo Maureen en tono colerico.

—Claro que lo es. Todo cuanto ocurra en este valle es asunto mio a partir de ahora, sobre todo cuando andan por medio los Christopher. ?Te has ido a la cama con el?

—No.

—?Lo intento?

—No fue nada serio —dijo ella—. Creo que es demasiado religioso. Y la verdad es que no tuvimos demasiadas oportunidades despues del traslado a Washington.

—Y el no se ha casado —dijo Jellison.

—?Esto es absurdo, papa! ?No habra estado esperandome durante dieciseis anos!

—No, supongo que no. Pero lo que te dijo esta noche fue un mensaje muy definido. Bueno, vamos a dormir.

—Papa.

—?Si?

—?Podemos hablar? Estoy asustada. —Se acerco a el. Jellison penso que en aquel momento parecia mucho mas joven, y la recordo cuando era una nina, cuando su madre aun vivia—. Las cosas estan mal, ?verdad?

—Todo lo mal que pueden estar —dijo Jellison. Cogio la botella de whisky y se sirvio un par de dedos—. Aunque se acabe, sabemos como fabricar whisky. Si hay grano, tendremos licor. Pero falta que las cosechas vuelvan a crecer.

—?Que va a suceder? —le pregunto Maureen.

—No lo se. Puedo hacer algunas suposiciones. —Miro la chimenea vacia, humeda a causa de la lluvia que caia por el tiro—. A estas horas los maremotos habran asolado todo el mundo. Las ciudades costeras han desaparecido. Washington ya no existe. Confio en que el Capitolio haya resistido... Me gustaba aquella vieja masa de granito.

Quedo un momento en silencio. Se oia el ruido monotono de la lluvia y el fragor intermitente de los truenos.

—He olvidado quien lo dijo, pero es bastante cierto —prosiguio Jellison—. A todo pais solo le separan tres

Вы читаете El martillo de Lucifer
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×