Sonrio y cerro el contacto del motor para bajar otra pendiente pronunciada.

Una hora mas tarde, Eileen aun dormia. Tim la envidio. Habia oido hablar de personas que se pasaban durmiendo la mayor parte de su vida, seres conmocionados por la explosion de una bomba o amargamente decepcionados en su estado de vigilia. Podia comprender la tentacion. Pero Eileen no era de aquellas personas. Ella necesitaba dormir, pues asi estaria mucho mas despierta cuando fuera necesario.

Llegaron a un tramo en el que la carretera estaba fragmentada, formando placas. Tim conecto el motor y mantuvo la velocidad, avanzando como si viajara de una isla de asfalto a otra. Recordo un programa de television que habia visto sobre cierta carrera en Baja California. Un corredor dijo que la forma de avanzar por una mala carretera era hacerlo de prisa, de manera que uno no tocaba los baches sino que volaba por encima de ellos. Cuando lo oyo, a Tim no le parecio una buena idea, pero ahora no parecia quedar mas alternativa. Las placas se movian bajo el peso del vehiculo y el impacto. Tim se aferraba al volante y tenia los nudillos blancos, pero Eileen sonreia en su sueno, como si se meciera en una cuna.

Tim se sentia muy solo. Su companera no le habia abandonado. Se habia quedado con el, arriesgando su vida, pero estaba durmiendo mientras el conducia, la lluvia tamborileaba sobre el techo y la carretera presentaba extranas transformaciones. En cierto lugar se elevo formando un arco gracil, como un puente futurista, debajo del cual corria un nuevo torrente. La cinta de asfalto no se habia quebrado bajo su propio peso, todavia no, pero sin duda no soportaria el peso de un coche. Tim la rodeo, pasando sobre la corriente de agua. Por suerte las ruedas siguieron girando y el motor no se calo, y cuando le fue posible Tim regreso a la carretera.

Todos le habian abandonado, excepto Eileen. Podia comprender que el dinero y las tarjetas de credito no valieran nada, pero una bala a traves del parabrisas era algo distinto. Conducir a traves del cesped bien cuidado de un club de golf le habia hecho sentirse como un vandalo. El observatorio... Pero Tim no queria pensar en ello. Habia sido arrojado de su propia tierra, y al recordarlo sentia que le ardian las orejas. Era como la sensacion de la cobardia.

Recorrieron las ultimas curvas entre montanas. Luego la carretera se ensancho y se convirtio en una larga linea recta. Tim no sabia donde les conduciria, pero no quedaba mas remedio que seguir adelante. Volvia a llover intensamente. Tim se atrevio a aumentar la velocidad hasta cuarenta kilometros por hora.

—?Que tal vamos? —pregunto Eileen.

—Hemos salido de las montanas. La carretera es recta y no se ven interrupciones. Vuelve a dormir.

—Bueno.

Cuando la miro, Tim vio que estaba dormida de nuevo. Llegaron a una autopista. El letrero decia «A 99 Norte». Tim enfilo el carril de aceleracion y piso gas. Paso al lado de coches detenidos bajo la lluvia, dentro y fuera de los carriles. Tambien habia gente. Tim se agachaba cada vez que veia algo que pudiera ser un arma. Una vez acerto: aparecieron dos hombres, uno a cada lado de la calzada, y alzaron un par de escopetas, haciendo gestos para que se detuviera. Tim se agacho, piso a fondo el acelerador y se dirigio hacia uno de los hombres, el cual salto sin vacilar y se perdio en la humeda oscuridad. Tim agudizo el oido pero no oyo ningun disparo. Finalmente se irguio.

?Que sucederia? ?Tal vez temian gastar municiones? ?O quizas las armas estaban demasiado humedas para disparar? Recordo las palabras de Harv Randall: «Si no puedes pasar sin saberlo...»

Todavia tenian gasolina y seguian adelante. La autopista estaba inundada de agua, que debia haber detenido a coches menos potentes que el suyo. Tim sonrio en la oscuridad. Habia valido la pena pagar doscientos cincuenta mil dolares por tener el mejor coche.

De repente la lluvia redoblo su intensidad. Durante unos instantes el chaparron se abatio ferozmente sobre la tierra, y luego se detuvo. Tim siguio adelante hasta que la lluvia arremetio de nuevo. Entonces piso los frenos. Tuvo la sensacion de que el coche flotaba, antes de detenerse por completo. Habian llegado al final.

Eileen se incorporo. Enderezo el respaldo del asiento y se aliso la falta con gestos automaticos.

—Esto es un oceano —dijo Tim.

Ella se restrego los ojos.

—?Donde estamos?

Tim encendio la luz del techo y desplego el mapa sobre sus regazos.

—He seguido la direccion noroeste y cuesta abajo, hasta que salimos de las montanas, que eran muy numerosas. Luego ya no supe en que direccion ibamos, asi que segui hacia abajo. Finalmente llegamos a la autopista noventa y nueve.

Tim estaba orgulloso. Con su deficiente sentido de la direccion podrian haber acabado en cualquier parte.

—Hemos ido bien por esta autopista. No ha habido mas interrupciones. Encontramos a un par de tipos armados y un monton de coches parados, pero ningun problema serio. Naturalmente, habia mucha agua en la carretera pero...

Eileen habia escudrinado el mapa y ahora miraba hacia adelante, a traves de la lluvia, siguiendo las lineas luminosas de los faros, y compuso el panorama a partir de indicios subliminales e imaginacion, pues todo lo que podian ver bajo la grisacea luz crepuscular no era mas que una extension gris plateada de agua sobre la que se abatia la lluvia. No habia luces por ningun lado. No habia nada.

—A ver si puedes retroceder —le dijo Eileen, y se inclino sobre el mapa, estudiandolo atentamente.

Tim hizo marcha atras, apartandose del agua, hasta que esta llego solo a los tapacubos.

—Tenemos problemas —dijo Eileen—. ?Hemos pasado Bakersfield?

—Si, no hace mucho.

Tim habia visto las indicaciones de la autopista, las siluetas espectrales de edificios oscuros y una cadena montanosa con todas las elevaciones en angulo recto.

Eileen fruncio el ceno y entrecerro los ojos tratando de leer unas letras diminutas.

—Dice que Bakersfield esta a ciento veinte metros sobre el nivel del mar.

Tim recordo los trechos desprendidos en la carretera de montana.

—Yo no me fiaria ya de las elevaciones. Creo recordar que todo el valle de San Fernando se hundio doce metros durante el terremoto de Sylmar, y no fue un gran terremoto.

—Bien, a partir de aqui descendemos cada vez mas. Estamos en las tierras bajas. Tim, ningun maremoto podria llegar hasta aqui, ?verdad?

—No, pero esta lloviendo.

—Si, y no hay signos de que vaya a amainar. No creo que el cometa haya tenido que ver con esto. —El empezo a explicarle algo, pero Eileen le interrumpio—. Es igual, empecemos por el principio. ?Donde queremos ir?

—Eso es otro problema —dijo Tim—. Hemos de ir a los campos altos, por ejemplo alrededor del parque nacional Sequoia. Lo que no se es por que iban a querernos a nosotros alli. —No se atrevio a decir nada mas.

Ella no dijo nada, esperando que el prosiguiera.

—Tenia una idea... —dijo Tim, pero la idea parecia evaporarse incluso antes de explicarla, como los restaurantes y buenos hoteles que habia esperado encontrar en Tujunga. Menciono su deseo y desaparecieron. Finalmente dijo lo que habia pensado—: El rancho del senador Jellison. Yo contribui con mucho dinero a su campana. Y he estado en su rancho. Es perfecto. Si el senador esta alli, nos dejara quedarnos. Y estara alli. Es lo bastante listo para eso.

—Y tu contribuiste con dinero a su campana —dijo Eileen con una risita.

—Entonces el dinero valia lo suyo. Ademas, querida, eso es todo lo que tengo.

—De acuerdo. Yo no puedo pensar en un solo granjero que me deba algo. Y ahora los granjeros son los duenos de todo, ?verdad? Tal como queria Thomas Jefferson. ?Donde esta el rancho?

Tim dio unos golpecitos en el mapa, entre Springville y el lago Success, por debajo del montanoso parque nacional Sequoia.

—Aqui. Tendremos que ir un trecho con el agua al cuello, pero luego giramos a la derecha y podremos respirar de nuevo.

—Tal vez haya un camino mejor. Mira a tu izquierda. ?No ves un terraplen de ferrocarril?

Tim encendio la luz del techo y los faros. Espero un momento hasta que sus ojos se adaptaran...

—No veo nada.

—Pues esta ahi —dijo Eileen, que miraba el mapa—. Es la linea del ferrocarril Southern Pacific. Da la vuelta

Вы читаете El martillo de Lucifer
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×