que probablemente tiene paciencia. Y podemos establecer un puesto de vigilancia en lo alto del despenadero, donde este alguien que vigile de veras. Y tenemos un marine que tal vez construya presas o no. ?Fue oficial o soldado raso, Mark?

—No lo se, senador. Supongo que oficial, pero no podria asegurarlo.

—Si. Bien, siempre me gustaron los marines. Mark, ve y dile al senor Hamner que hoy es su dia de suerte.

El rostro de Mark lo dijo todo. Tim lo supo cuando Mark se acerco al coche.

Estaban a salvo. Despues de todo lo ocurrido, estaban a salvo. A veces los suenos se convierten en realidad, aunque uno los cuente.

LA FORTALEZA: DOS

La importancia de la informacion es directamente proporcional a su eventualidad.

Tesis fundamental de la teoria de la informacion

Montar guardia no era algo que entusiasmara a Al Hardy, pero no tenia eleccion. Alguien tenia que vigilar, y los trabajadores del rancho eran mas utiles en otros menesteres. Ademas, Hardy podia tomar decisiones en nombre del senador.

Ansiaba el fin de todo aquello. No creia que faltara mucho tiempo hasta que pudieran prescindir de guardas junto a la puerta del rancho. Ahora el bloqueo de la carretera detenia a la mayor parte de los intrusos, pero no a todos. Algunos llegaban andando desde el inundado valle de San Joaquin. Otros bajaban de Sierra Alta, y muchos forasteros habian llegado al valle antes de que los Christopher empezaran a cerrarlo. Muchos de ellos seguirian su camino sin que el senador se lo impidiera. Poder hablar con el senador era muy importante.

Si, al viejo no le gustaba echar a la gente, y por ese motivo Al no permitia que muchos llegaran hasta el. Formaba liarte de su trabajo, como siempre: el senador decia que si a la gente, y Al Hardy decia que no.

Si no los detenian, su numero aumentaria de hora en hora, y el senador estaba muy ocupado. Si Al no montaba guardia lo harian Maureen y Charlotte, lo cual no serviria de nada. La caida del cometa solo habia tenido un aspecto positivo, y era que el movimiento femenino de liberacion habia desaparecido milesimas de segundo despues del choque...

Al tenia que encargarse de un monton de papeleo. Hizo listas de los articulos que necesitaban, distribuyo las ocupaciones de la gente, elaboro los detalles de los proyectos generales ideados por el senador, y todo ello estaba detallado en los papeles que revisaba atentamente en el coche, deteniendose solo cuando veia que alguien se aproximaba al camino de acceso.

Era imposible distinguir a aquella gente. Todos los refugiados parecian iguales: semiahogados. medio muertos de hambre y peor cada dia. Aquel sabado su aspecto era atroz. Cuando era el consejero politico del senador Jellison, Al Hardy se habia considerado un buen juez de los hombres. Pero ahora no habia nada que juzgar. Tenia que recurrir al metodo de costumbre.

Aquellos espantapajaros ambulantes que habian llegado a pie, por ejemplo, acompanados de dos ninos y con un tercero en brazos... Pero el hombre y la mujer afirmaron que eran medicos, y conocian la jerga... Eran especialistas. La mujer era psiquiatra, pero incluso ella tenia un diploma en practica general, de manera que podia ofrecer unos servicios.

Otro refugiado errante era un gigante desabrido, ejecutivo de una cadena de television. Tuvieron que devolverlo a la carretera, y el tipo no dejo de blasfemar hasta que el companero de Hardy vacio un cargador a traves de la ventanilla del coche.

Hubo incidentes mas violentos, como el ocurrido con un hombre vestido con los restos de un buen traje, cortes y que hablaba un ingles muy correcto. Habia sido concejal en una localidad del valle, y cuando bajo de su coche se acerco a Al y mostro la pistola escondida en el bolsillo de su impermeable.

—Levante las manos —dijo a modo de saludo.

—?Esta seguro de que quiere hacer las cosas de esta manera? —le pregunto Al.

—Si. Lleveme dentro.

—De acuerdo.

Al levanto las manos y al instante se oyo un disparo y una bala atraveso la cabeza del concejal, pues, naturalmente, levantar la mano derecha era la senal convenida entre Al y el otro guarda oculto. Lastima que el concejal no hubiera leido a Kipling:

Solo gracias a mi has cabalgado tanto tiempo vivo, sin hallar una roca en veinte millas, ni un bosquecillo. Pero uno de los mios estaba presto a disparar su arma, y si hubiera alzado un poco mi mano los feroces chacales tendrian un festin, si hubiera inclinado la cabeza el milano que ahora vuela sobre nosotros se atracaria hasta que ya no pudiera volar...

Un camion pequeno subio por el sendero. Lo conducia un hombre delgado y peludo, con un bigote de guias caidas. Al penso que seria de la region. Todo el mundo tenia pequenos camiones en aquellos contornos. Tal vez lo habria robado, pero en ese caso, ?por que iria con el al rancho del senador? Al bajo del coche y se acerco a la puerta de la valla, chapoteando en el agua embarrada.

Alvin Hardy dijo al recien llegado lo mismo que decia a todo el mundo.

—Enseneme las manos. No estoy armado, pero hay un hombre con un rifle de mira telescopica al que usted no puede ver.

—?Sabe ese hombre conducir un camion?

Al Hardy miro fijamente a aquel hombre.

—?Que?

—Lo primero es lo primero. —El hombre busco en la saca que descansaba en el asiento de al lado—. Traigo el correo. Solo hay una carta certificada, pero el senador tendra que firmar el recibo. Y hay un oso muerto...

—?Pero que dice? —pregunto Al.

El metodo de costumbre no parecia surtir buenos efectos.

—Un oso muerto. Lo mate esta manana. No tuve alternativa. Estaba durmiendo en el camion y un enorme brazo negro y peludo rompio el parabrisas y penetro en la cabina. Era enorme. Retrocedi cuanto pude, pero el siguio avanzando, asi que cogi esta Beretta que encontre en el rancho Chicken y atravese de un tiro un ojo del animal. Es un monton de carne y...

—?Quien es usted? —quiso saber Al.

—?Soy el maldito cartero! ?Quiere prestar atencion a lo que le digo? Hay ahi de ciento cincuenta a trescientos kilos de carne de oso, por no hablar de la piel, esperando que la recojan cuatro hombres fuertes con un camion, y si no lo hacen rapido va a empezar a estropearse. Yo no he podido mover ese oso, pero si envia un grupo a recogerla, tal vez impida que algunas personas se mueran de hambre. Y ahora necesito que el senador firme el recibo de esta carta. Y hagame caso, envie a por el oso ahora mismo.

Aquello era excesivo para Al Hardy. Demasiado. No podia pensar mas que en la pistola del cartero.

—Tendra que darme esa Beretta y llevarme arriba —le dijo.

—?Darle mi arma? ?Por que diablos tengo que hacerlo? —pregunto Harry—. Bueno, es igual, si eso le hace feliz. Tenga.

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