—?Estas ahi, Maureen? —le grito.

Ella sintio que el alivio llegaba a oleadas. Estuvo a punto de echarse a reir como una histerica.

—?Harvey! ?Que haces aqui?

Harvey Randall llego al borde de la roca. Se notaba en su actitud la aprension que sentia. Maureen recordo que temia las alturas y se acerco a el, apartandose de la hendidura.

—Yo soy el que debe estar aqui. ?A que diablos has venido?

—No lo se. Supongo que a mojarme. —Tras pronunciar aquellas palabras se dio cuenta de que eran ciertas. Estaba empapada, a pesar del impermeable, y tenia las botas llenas de agua. Tenia la espalda fria y humeda—. ?Y tu por que has de estar aqui?

—Servicio de guardia. Tengo un refugio cerca de aqui. Vamos, resguardemonos de la lluvia.

—De acuerdo.

Harvey echo a andar por la cresta de la colina, y ella le siguio pasivamente.

El refugio estaba a cincuenta metros, y estaba formado por grandes piedras apoyadas unas en otras y un tosco cobertizo de madera y bolsas de basura de plastico. En el interior no habia mas luz que la grisacea claridad procedente del exterior. El mobiliario consistia en un colchon neumatico y un saco de dormir. Una caja de madera servia de banco. De un poste clavado en el suelo colgaban varios objetos: una corneta, una bolsa de plastico con libros en rustica, unos prismaticos, una cantimplora y un recipiente con comida.

—Bienvenida al palacio —dijo Harvey—. Quitate esa ropa mojada y secate un poco.

Harvey hablaba tranquilo, con naturalidad, como si no fuera nada extrano encontrar a la muchacha sola en un saledizo rocoso y en medio de una tormenta electrica.

El refugio era grande. Habia sitio suficiente para moverse con holgura. Harvey se quito el impermeable y el sombrero, y ayudo a Maureen a quitarse la chaqueta empapada. Colgo las ropas humedas en unos clavos cerca de la abertura de entrada.

—?Que estas vigilando? —le pregunto Maureen.

El se encogio de hombros.

—Desde aqui puede observarse el camino de acceso. Con esta lluvia no es probable que venga nadie, y si lo hiciera no creo que yo pudiera verlo, pero hay que mantener este refugio en buenas condiciones.

—?Vives aqui?

—No. Hacemos turnos entre Tim Hamner, Brad Wagoner, Mark y yo. A veces tambien viene Joanna. Todos estamos viviendo abajo, ?no lo sabias?

—Si.

—No te habia visto desde que llegamos aqui —dijo Harvey—. Te busque en un par de ocasiones, pero me dio la impresion de que nunca estarias en casa cuando yo fuera a verte. Y, ademas, no tuve un caluroso recibimiento en el rancho. Pero de todos modos, gracias por votar en mi favor.

—?Votar?

—El senador dijo que le habias pedido que me permitiera quedarme.

—Eres bien recibido.

A Maureen no le habia costado decidirse en favor de Harvey. No era una mujer que se acostara con el primer hombre que se acercaba a ella. Y aunque Harvey, al final, se hubiera sentido culpable, marchandose a otra habitacion, aquella aventura habia sido agradable y ella no lo lamentaba. Si le habia creido merecedor de acostarse con ella, ?como no iba a salvarle la vida?

—Sientate —dijo Harvey, senalandole la caja de madera—. Mas adelante subiremos algunos muebles. No quedara mas remedio que trabajar aqui.

—La verdad es que no se que puedes hacer aqui.

—Yo tampoco, pero Hardy tiene sus motivos. Segun los mapas, este es un buen sitio para establecer un puesto de vigilancia. Lo sera, desde luego, cuando pueda verse a mas de cincuenta metros de distancia, pero en estas condiciones, estar aqui es perder el tiempo.

—Lo que sobra es tiempo y gente para perderlo —dijo Maureen. Se sento con cuidado en la caja, apoyandose contra el muro de piedra. El revestimiento plastico entre su espalda y la piedra estaba humedo debido al agua que se condensaba en su superficie interna—. Tendras que aislar esto —anadio, pasando un dedo por el plastico mojado.

—Todo a su debido tiempo —dijo Harvey, mientras se sentaba encima del saco de dormir tendido sobre el colchon neumatico.

—Debes creer que Al esta loco.

—No, no, yo no he dicho eso —protesto Harvey con seriedad—. Creo que podria hacer algo util aqui arriba. Incluso si se colara un grupo de intrusos, yo estaria armado detras de ellos. Y el aviso que podria dar desde aqui a los de abajo seria valioso. No, creo que Hardy sabe lo que haces. Como has dicho, lo que sobra es personal.

—Hay demasiada gente —dijo Maureen—, y la comida es escasa.

Maureen no reconocia a aquel hombre prosaico sentado en el saco de dormir y que no sonreia, que no hablaba de imperios galacticos y al que no parecian importarle las razones profundas por las que ella estaba alli. No era el hombre con el que se habia acostado. No sabia quien era. Casi le recordaba a George. Parecia tener confianza en si mismo. El rifle estaba apoyado en el poste, al alcance de su mano.

Los cartuchos estaban sujetos con presillas en el bolsillo de su chaqueta.

Maureen penso que habia dos personas en su mundo de ahora con las que se habia acostado, y que ambas eran desconocidas. George no contaba en realidad. Lo que uno hace a los quince anos no cuenta. Fue una union apresurada, frenetica, en aquella misma colina, no muy lejos de donde estaba ahora, y ambos temian tanto lo que habian hecho que nunca volvieron a hablar de ello. Luego actuaron como si nunca hubiera sucedido. Aquello no contaba.

Y luego habia sido aquel hombre, aquel desconocido. Dos extranos. Los demas habian muerto. Johnny Baker debia haber fallecido, y su ex marido tambien. Y... no habia muchos mas en el inventario. Personas a las que habia querido un ano, una semana, una noche incluso. No eran muchas, y todas vivian en Washington. Todas estarian muertas.

Hay seres que son fuertes en una situacion de crisis. Maureen penso que Harvey Randall era uno de ellos. Y, sin quererlo realmente, le confeso su debilidad:

—Harvey, estoy muy asustada.

Esperaba que el le dijera algo consolador, que la tranquilizara, modo que lo haria George. Seria una mentira, pero...

No habia esperado la risa histerica de Harvey. Le miro asombrada mientras el lanzaba salvajes risotadas.

—Tienes miedo —dijo con voz ahogada por la risa—. ?Dios de los cielos, no has visto nada para tener miedo! —Su risa habia desaparecido y ahora hablaba a gritos—. ?Sabes como estan las cosas fuera de aqui? No puedes saberlo. No has estado fuera de este valle. —Harvey se esforzaba visiblemente por dominarse, y ella le miraba fascinada. Finalmente, recobro la calma y volvio a ser el hombre desconocido de momentos antes, como si nada hubiera ocurrido—. Lo siento. —Las palabras eran convencionales, pero el tono de su voz era de autentica disculpa.

Ella seguia mirandole sorprendida.

—?Tu tambien, Harvey? ?Asi que todo esto no es mas que una representacion? Toda esta calma varonil, esta...

—?Y que esperabas? —le pregunto el—. ?Que otra cosa puedo hacer? Lo siento de veras. No queria perder los nervios de esa manera.

—No te preocupes.

—Claro que me preocupo. Tenemos que seguir adelante, procurando actuar de un modo racional. Si uno de nosotros pierde la calma, hace que las cosas sean mucho mas dificiles para los demas. Eso es lo que siento. Puede que esa calma sea aparente, que la procesion vaya por dentro, pero no debia habertelo mostrado. Asi no hago mas que dificultarte las cosas...

—No, Harvey, no creas que reprimir lo que uno siente facilita las cosas a los demas. A veces es necesario... a veces uno tiene que confesar lo que siente. —Permanecieron un momento en silencio, escuchando el ruido del viento y la lluvia, y el fragor de los truenos en las montanas—. Tenemos que intercambiar nuestras emociones —dijo al fin Maureen—. Tu me dices lo que sientes y yo te lo dire tambien.

Вы читаете El martillo de Lucifer
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×