mochila y levantarla de nuevo. Cuatro semanas ya, y empezaba a nevar. El invierno podria ser muy duro...

—No se mueva.

—De acuerdo —dijo Dan.

?De donde procedia aquella voz? No movio nada mas que los ojos. Dan estaba acostumbrado a considerarse inofensivo, no solo de aspecto sino por naturaleza, pero ahora era mas delgado, tenia una barba rala y nadie parecia inofensivo en aquel mundo dominado por el miedo. Un hombre vestido con un uniforme militar salio por detras de un arbol. El rifle que llevaba en las manos parecia ligero, pero el orificio de su canon era amenazador.

El hombre echo un rapido vistazo a izquierda y derecha.

—?Esta solo? ?Tiene armas? ?Algo de comer?

—Si, no y poca cosa.

—No me venga con guasas. Abra la mochila.

El hombre uniformado estaba muy nervioso y miraba atras de reojo. Su piel era muy palida. A Dan le sorprendio que no tuviera barba crecida. Sin duda se habia afeitado hacia menos de una semana. Dan se pregunto por que motivo.

Dan se desprendio de la mochila y empezo a abrirla. El hombre uniformado le observaba mientras iba abriendo cremalleras.

—Esto es insulina —dijo Dan, dejando a un lado el paquete—. Soy diabetico. Llevo dos. —Saco el otro paquete y el libro envuelto.

—Abra eso —ordeno el hombre, senalando el libro. Dan le obedecio.

—?Donde esta su comida?

Dan abrio una bolsa de plastico. De su interior salio un hedor horrible. Ofrecio el pescado al hombre.

—No hay nada para conservarlo —le dijo—. Lo siento. Pero creo que es comestible, si no espera demasiado.

El hombre devoro el punado de hediondo pescado crudo como si llevara una semana sin comer.

—?Que mas tiene? —le pregunto.

—Chocolate —dijo Dan en tono resignado. Era el ultimo chocolate del mundo y Dan lo habia conservado dia tras dia, esperando que ocurriera algo digno de celebracion. Observo al hombre uniformado mientras se lo comia sin ninguna ceremonia, sin saborearlo.

—A ver que tiene ahi. —El hombre senalo las cacerolas.

Dan levanto la tapa de la mayor. Dentro habia otra que, a su vez, contenia un hornillo pequeno.

—No tengo gasolina para el hornillo. No se bien por que lo llevo, pero ya ve. Las cacerolas no sirven de mucho sin algo que cocinar.

Dan procuro apartar la vista de los trozos de delgado alambre de cobre que habia sacado de la mochila. Le servian para cazar y, sin ellos, Dan probablemente se moriria de hambre.

—Me quedare una de sus cacerolas —dijo el hombre.

—Muy bien. ?Grande o pequena?

—Grande.

—Tenga.

—Gracias.

Ahora el hombre parecia algo mas relajado, aunque seguia mirando de reojo a todas partes y se sobresaltaba ante los ruidos mas ligeros.

—?Donde estaba usted cuando paso todo? —pregunto el hombre haciendo un gesto vago.

—En los laboratorios de propulsion a chorro, en Pasadena. Lo vi todo. Recibimos imagenes directamente desde el laboratorio espacial.

—?Todo? ?A que se refiere?

—Hubo muchos impactos. La mayoria al este de aqui, en Europa y el Atlantico, pero otros cercanos, al sur. Por eso me dirigi hacia el norte hasta que me quede sin coche. ?Sabe usted si funciona la central nuclear de San Joaquin?

—No. Ahora hay un oceano donde estuvo el valle San Joaquin.

—?Y que me dice de Sacramento?

—No lo se.

El hombre parecia indeciso, pero su rifle seguia apuntando directamente a Dan. Una leve presion y Dan Forrester dejaria de existir. Era una sorpresa para el que deseara tanto vivir, aunque sabia que no tenia autenticas posibilidades. Si vivia hasta el invierno, moriria entonces. Calculo que mas de la mitad de los que vivieran hasta el invierno no verian la primavera.

—Haciamos una marcha de entrenamiento —dijo el hombre uniformado—. Cuando los camiones quedaron inmovilizados, algunos de nosotros matamos al oficial y nos largamos. Era lo que habia propuesto Gillings, y nos parecio una buena idea. Yo fui con ellos. Al fin y al cabo, aquello seria la muerte para todos, ?comprende? —El hombre hablaba apresuradamente. Necesitaba justificarse antes de matar a Dan Forrester—. Pero luego tuvimos que andar y andar, no pudimos encontrar comida y... —Se interrumpio de subito, con el rostro ensombrecido—. Lastima que no tenga mas comida. Me quedo con su chaqueta.

—?Asi por las buenas?

—Quitesela. No teniamos equipo para la lluvia.

—Es usted demasiado grande —le dijo Dan—. No le sentara bien.

—No importa.

El hombre temblaba. Estaba tan mojado como Dan. Y ademas no tenia demasiada grasa que le sirviera de aislante.

—No es mas que un anorak. Ni siquiera es impermeable.

—Es suficiente. Puedo quitarselo, ya sabe.

Claro que podia, y con un agujero. O tal vez no. Un tiro en la cabeza no agujerearia la prenda. Dan se la quito. Estaba a punto de arrojarsela al bandido cuando penso en algo.

—Observe —le dijo.

Metio la capucha en un pequeno bolsillo situado en el cuello y cerro la cremallera. Luego volvio del reves el bolsillo grande e introdujo en el toda la prenda, que quedo reducida a un pequeno paquete. Dan cerro la cremallera y entrego el paquete al hombre.

—?Sabe lo que esta robando? —pregunto con un dejo de amargura—. Ya no pueden fabricar los materiales. Ya no hay maquinas. Una empresa de Nueva Jersey fabricaba ese anorak en cinco tallas y lo vendia tan barato que podias guardar uno en el portaequipajes del coche y olvidarte de el durante diez anos. Ni siquiera tenias que buscarlo. La empresa te perseguia, te enviaba montones de propaganda. ?Cuanto tiempo pasara antes de que alguien pueda hacer eso de nuevo?

El hombre asintio. Empezo a retroceder para internarse entre los arboles, pero se detuvo.

—No vaya hacia el oeste —le dijo—. Matamos a un hombre y una mujer y nos los comimos. Creame, fue algo horrible. En cuanto pude me largue. Asi que no sienta demasiado la perdida de esta chaqueta y alegrese de que no haya madera seca por aqui.

El bandido se rio antes de dar media vuelta y alejarse corriendo.

Dan meneo la cabeza. ?Tan pronto habia empezado el canibalismo? Todavia le quedaban dos camisetas, una camisa de franela de manga larga y el sueter. Habia tenido suerte, y lo sabia. Empezo a llenar de nuevo su mochila. Todavia tenia el alambre para colocar plantas, mas precioso que la prenda perdida. Lo guardo cuidadosamente.

No tenia que ir al oeste. La central nuclear de San Joaquin estaba al oeste, pero el valle estaba lleno de agua. La central no podia haber sobrevivido a la inundacion y, ademas, no estaba terminada. Solo quedaba la opcion de ir a Sacramento. Dan trazo mentalmente un mapa de California. Se encontraba en las colinas que forman el limite oriental del valle central inundado. Habia tratado de abrirse camino hacia las tierras bajas, donde la marcha no seria tan dura. Pero las tierras bajas estaban al oeste, y los canibales se encontraban entre el y el lago en que se habia convertido el valle de San Joaquin. Dan no confiaba en vivir mucho, pero la idea de ayudar a los canibales le producia una violenta aversion.

El sargento Hooker observaba el cielo mientras andaba.

Soplaba un viento de mil demonios, que jugueteaba bajo los bordes de los cascos, inflaba mangas y

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